Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

24. Decisiones (Parte III)

Estaba esa conversación rondando mi cabeza, una y otra vez. Un día en el que tomamos muchas decisiones. El día en el que Alice salió del hospital y yo la esperaba para llevarla a casa. El día en el que simplemente decidí pedirle matrimonio y entregar todo por ella, aunque yo no estuviese listo para tal paso.

Se me parecía a esto, no sé por qué. Pero estaba sentado en el asiento de mi coche a una distancia de no más de seis metros del restaurante y vi a Amanda y Alice salir con gesto incómodo y pararse unos instantes en la puerta.

Se me detuvo el corazón ante la alegoría inminente, ¿era Alice o era Amanda? Qué pregunta tan ridícula. Yo había decidido ya, y no sentía que tuviese que perder a Alice en ningún sentido, pero entonces el recuerdo me golpeó con demasiada fuerza, la última vez que le supliqué a Alice que volviera conmigo y que fuésemos lo que éramos.

El día que tomé una de las decisiones más duras de mi vida.

—¿Y qué si nunca lo logro?

—¿El qué? —me dijo Alice en la terraza del hospital. Era lo que me pedía, que me alejara. Que me olvidara de ella. ¿No sabía que esto me estaba costando la vida?

—Olvidarme de ti.

—No tienes que hacer eso —cambió su postura. Se sentía incómoda otra vez. Cada que se movía parecía que su vendaje la lastimaba. O quizás yo lo estaba haciendo.

—Es lo que tú hiciste, y pareces estar bien con eso —Alice negó con la cabeza.

—Jamás te olvidaría —admitió con una pausa corta antes de hacer ese gesto con sus labios, como de que elegía cuidadosamente sus palabras—. Al primer amor se le ama más, a los demás se les ama mejor —yo sentí el pecho tibio y una especie de emoción se esparció desde la punta de los pies hasta mis manos.

—Suena hermoso —admití sin reservas—. Pero solo significa que no estaremos juntos al final de la historia.

—Esa es la única verdad —susurró bajando el rostro y no pude evitar caminar hacia ella y elevar suavemente su mentón con mis dedos para que me mirara.

—¿Se supone que eso debe hacerme sentir mejor?

—No lo sé —retiró su rostro de mis dedos y se alejó más—. Tengo demasiado tiempo repitiéndome que estuvo bien hacer lo correcto para mí y continuar con mi vida sin tí.

—Pues no es así.

—¿Por qué no, Justin? Tú lo hiciste cuando todavía estábamos "juntos".

—Eso no es verdad... Yo solo —pero las palabras se me atragantaban con la frustración y solo pude apretar los puños antes de soltar un resoplido—. Yo estaba preparando todo para cuando tuviéramos una familia. No quería ser el maldito perdedor al lado de la doctora Stewart, la brillante Bibliotecóloga, empresaria exitosa, y quién sabe qué más cosas.

—Deja de usarme como excusa —interrumpió con frustración—. Sabías lo que me dolía, lo que debías hacer, sabías cuánto te amaba y tú lo dejaste en segundo lugar porque siempre creíste que no me merecías, aún mientras me tenías.

—Yo...

—Te amé, Justin. Más que a mi vida y nunca te habría dejado ir si tú no me hubieses abandonado. Si no hubieses decidido irte por tu propia cuenta.

—Y si no amas a Joshua, ¿por qué estás con él? —intenté desviar mi culpa, pero ella se notó incómoda.

—Nunca dije que no amara a Joshua.

—Lo dijiste, dijiste que...

—Que lo amo mejor —y sus palabras me dolieron tanto que me quemaron el pecho—. Lo amo racionalmente, lo amo con la cabeza y con el corazón también. Porque es bueno para mí, me considera, entiende lo que valgo y hacemos un equipo juntos. Lo amo suficiente y eso está bien porque amarlo más que a mi vida podría matarme como me estabas matando tú.

—¡BASTA! —grité necesitando que dejará de decirme esas cosas.

—¿Qué es lo que no te gusta oír? ¿Qué es tu culpa? Lo lamento mucho, de verdad lo siento. Pero pasé demasiado tiempo culpándome por no ser suficiente para retenerte y la verdad es que ahora entiendo que no necesito ser suficiente para retener a nadie.

—Eras más que suficiente para mí —dije sintiéndome totalmente idiota.

—¿Lo era? —inquirió ella con rudeza—. Porque fueron realmente pocas las veces que me lo demostraste.

—Realmente lo siento, soy un imbécil —admití bajando la cabeza—. Perdóname.

—Me ha tomado mucho tiempo hacerlo, pero sí, ya te he perdonado.

—¿Qué puedo hacer?

—Deja de intentar recuperarme, Justin. No hay nada que recuperar. Debes seguir adelante y luchar por lo que quieras conseguir.

—Pero...

—Sin peros. Esto es todo.

Y decidí dejarla en paz.

No porque yo tuviera algo por lo que luchar. Sino porque ella sabía algo que yo no, y esto la ayudaba a vivir sin mí lastimándola a cada momento. Yo había decidido que dejarla ser feliz era lo mejor, así yo desapareciera en el proceso.

Pero no era eso lo que me hacía revivir esa conversación, sino que estaba intentando entender qué había hecho mal esta vez.

Desde la noche que fui a La Petit Princesse, mi relación con Amanda parecía estar en tela de juicio, en una cuerda floja interminable en la que sentía que terminaría igual de desechado que con Alice, y eso me estaba carcomiendo. Porque esta vez no la descuidé, la tomé en cuenta en todo, y sabe Dios que intenté con todas mis fuerzas demostrarle cada día de mi existencia cuánto la amo.

Pero, aun así, Amanda me hacía sentir como un cobarde.

Con el miedo absoluto e incipiente de perderlo todo en segundos, me ponía ansioso, era intolerable. Me esforzaba un poco más por demostrarle que la había elegido, que la quería en todos los planes de mi vida y que no podía concebir la idea de que ahora deseara arrepentirse de lo nuestro.

Con Alice hice todo al revés, intenté comprar la casa, el coche y tener el dinero para mantener a nuestra familia sin tomarla en cuenta. Pero con Amanda lo había construido todo. Elegimos mi nueva casa juntos, decoramos nuestra oficina y nos asociamos para trabajar codo con codo por el futuro que nos imaginábamos.

Y lo amaba tanto.

Y podía comparar hasta aquí, en lo idiota que fui con Alice, en lo bueno que trataba de ser ahora. Porque a veces es saludable comparar los errores pasados para no cometerlos en el futuro. Pero Alice no había sido un error para mí, y jamás la compararía con algo de lo que tuviese ahora, porque sencillamente no sería justo hacer la comparación.

La verdad es que ahora podía ver a Alice como lo que era: una mujer extraordinaria que había sido parte fundamental de la construcción de lo que soy ahora. Pero no es la mujer de mi vida, ni mi asignatura pendiente, ni nada de lo que me empeñé en creer cuando la perdí por idiota. No, la mujer de mi vida estaba ahí frente a Alice, diciéndole algo que no pude entender. Se abrazaron un instante y luego Amanda se dio vuelta y empezó a caminar hacia fuera del restaurante, como si no supiera que yo la estaba esperando.

Seguidamente, Alice la miró, suspiró y tomó la otra dirección cuando yo tomé el móvil, me bajé del coche para ir por Amanda e irnos a casa. Pero un grupo de cuatro hombres se robó mi atención cuando uno de ellos señaló a Amanda y los otros dos señalaron a Alice.

Mis nervios alcanzaron su máximo cuando los dos hombres se fueron tras Alice, mientras que otros dos siguieron su camino hacia Amanda en lo que parecía ser un plan para que todo saliera mal. Entré en una crisis nerviosa mirando hacia los lados y sabiendo que tenía que elegir a quién ayudar primero. Porque si bien era cierto que mi Amanda sabía como defenderse, estos eran dos tipos y no había mucho que pudiera hacer si se decidían a someterla.

Y estaba Alice por el otro lado, derrochando mala suerte en la vida como siempre. Con dos hombres detrás de su espalda amenazando con dañarle la vida de otra manera.

Me sentí demasiado estresado y caminé un par de pasos más viendo la posibilidad de gritarle a alguna de las dos. Pero las calles estaban llenas de personas y ya no podía divisarlas.

Esta maldita decisión era tan pero tan injusta. Quería correr tras Amanda, pero algo no me dejaba hacerlo, y era saber con certeza que estaría condenando a Alice si lo hacía. Y no era lo correcto.

Pero si no hacía nada las perdería a las dos, y no podía ser el héroe en esto, pero tenía que hacer algo. Busqué entre las personas alguien a quien pedirle ayuda en mi camino hacia Amanda cuando levanté el teléfono y vi la respuesta del mensaje que estaba esperando. Entonces recordé cabalmente por qué estaba esperando en el coche y mis ideas se aclararon.

Me di vuelta y vi a Joshua bajándose de su auto cuando salí de la acera por un paso.

—Se fue en aquella dirección —Joshua pareció entender mi urgencia, porque su gesto cambió. Tiró la puerta del coche y se echó a correr hacia mí, pero yo no podía esperar más.

—¿Qué sucede? —me preguntó.

—La están persiguiendo, es tu momento de ser el héroe —le dije señalando la dirección que había seguido Alice. Y sin mirarlo, ni reparar si iba tras ella o no, me eché a correr por la calle hacia abajo deseando encontrar a mi Amanda lo antes posible.

Hace unos años jamás habría admitido que alguien más merecía ser el héroe de la situación. Me había carcomido por años que Joshua siempre era el héroe de Alice, siempre estaba en una situación imposible para protegerla, aun cuando ella me pertenecía. Pero hoy deseaba con todas mis fuerzas que lo hiciera, que la salvara, que fuese el héroe que siempre era, porque hoy podía admitir sanamente que todas nuestras decisiones nos trajeron hasta aquí: a que él cumpliese su rol y yo el mío.

—¡Silencio! No queremos que nadie se entere de lo nuestro —escuché una voz burlona en el callejón y corrí a toda velocidad para ver a un tipo sosteniendo a Amanda del rostro mientras otro vigilaba en la entrada.

—Suéltala —exclamé.

—Tenemos compañía —dijo el vigilante mientras se daba vuelta hacia mí cuando el otro aprisionó a Amanda contra la pared poniendo el brazo en su pecho.

Hinché el pecho para hacerle frente, pero tan pronto lo hice supe que no ganaría. Si lograba derribar al primero, no podría con el segundo, y tan pronto pensé en arriesgarme me di cuenta que el riesgo era perder a Amanda. Y no pude soportarlo.

—¡AYUDA! —grité en el medio de la calle, y pude llamar la atención de las personas que estaban cerca—. ¡AYUDA! ¡Necesitamos ayuda! —exclamé cuando el tipo que vigilaba se me abalanzó de una forma tan exagerada que aproveché mis años de futbol americano en el colegio para evadirlo. Lo empujé con el cuerpo y cayó aparatosamente mientras corría con más fuerza para taclear al tipo que tenía agarrada a Amanda. Y lo logré.

Lo tumbé al suelo cuando Amanda también cayó sosteniéndose el cuello como si estuviera ahogándose. El tipo me empujó y yo traté de retenerlo para que no se acercara a Amanda que parecía estar teniendo problemas para respirar.

—Métete con alguien de tu talla —lo reté cuando el tipo me soltó una patada que me hizo trastabillar y se levantó. Yo hice lo mismo y me paré entre ambos tipos y Amanda extendiendo las manos para tener la posibilidad de hacer algo cuando alguno de estos tipos se decidiera a abalanzarse.

Amanda dio un paso al frente y la sentí recargarse en mi cuerpo mientras tosía.

—Gracias —susurró Amanda en mi oído. Se paró muy firme y yo supe que, si me atacaban, ella tampoco lo dejaría fácil. Los dos tipos se sacudieron la ropa y miraron a Amanda como si fuese comida.

—¿Me vas a hacer ir por ti, Stefannia? —preguntó con un tono que reconocí al instante. Este tipo era Carlos, el mismo que le había quitado de encima antes. Me costaba reconocerlo con el cabello pintado de amarillo y una ropa totalmente distinta, pero ahora lo tenía claro.

—Deberías aprender a rendirte, Carlos —le pidió ella mientras su orangután prácticamente nos rodeaba.

—¿Y dejarte con esta mujercita que pide ayuda? —se burló mientras daba un paso más y yo simplemente esperaba algo que hacer para escapar con Amanda en brazos si era necesario.

—No me interesa pelear contigo, déjanos ir —le pedí de golpe cuando el tipo dirigió su mirada a mí por primera vez. Soltó un bufido.

—Entonces, ¿ya no te gustan los hombres, Stefannía? —su tono me molestó demasiado. De verdad quería callarle la boca con un puñetazo. Pero eso sería estúpido, sería caer en su juego, eso sería dejar a Amanda desprotegida.

—Déjanos en paz —le dijo ella. Pero Carlos le hizo una seña a su amigo y yo le di un empujoncito a Amanda hacia atrás para recibir lo que fuese a hacer. Vi como el amigo de Carlos se metió la mano en el bolsillo y cuando sacó una navaja sentí que la sangre me abandonó el cuerpo.

—Por favor, ve por ayuda —le dije a Amanda con la voz baja cuando ella me tomó de la muñeca.

—No —me ordenó, pero era un hecho, nadie iba a ayudarnos, ellos no nos iban a dejar ir, y yo necesitaba moverme para sacar a Amanda de esto como fuera.

—Ve por ayuda —solté con demasiada firmeza cuando me aproximé un paso más para quitarle la navaja al amigo de Carlos y ambos se posicionaron de forma que me rodearan casi del todo. El amigo de Carlos dio el paso y levantó la mano con la navaja cuando yo lo detuve y vi como Amanda se movió detrás de mí demasiado rápido.

Carlos se me encimó cuando Amanda pasó tan cerca y los movimientos se me hicieron lentos mientras sostenía la mano con la navaja del amigo de Carlos tratando de sacársela de las manos. Sentí un ardor en el brazo y pude ver que Carlos también tenía una navaja en las manos, pero todo se fue al demonio cuando vi a Amanda meterse entre Carlos y yo.

No había tiempo de tomar decisiones, todo se iría al mismísimo infierno en segundos y yo lo sabía.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro