24. Decisiones (Parte 1)
Amanda Harley
Esperaba a que mi novio llegara por nosotras. Más que nada porque mi auto estaba en el taller y porque yo había determinado que hoy sería el día de tomar todas las decisiones que se tuviesen que tomar. Porque ya no estaba dispuesta a seguir viviendo con esta profunda inseguridad, y porque Alice simplemente estaba un poco más fresca que antes, más tranquila, más en paz.
Me encantaba que se viera mejor, pero no podía determinar por qué era, lo cual me hacía sentir insegura a veces, porque, ¿y si se trataba de Justin? No había nada a lo que le tuviese más temor que a que me vieran cara de tonta.
Es por eso que repetía esta escena en mi mente una y otra vez tratando de ponerle sentido. ¿Por qué dije las cosas que dije? ¿Por qué no tomé las decisiones que se supone que tomaría?
—¿Y qué hacías con Alice? —lo reté.
—No estaba con Alice, Amanda —me respondió y Justin nunca me había mentido, que yo supiera. Pero, ¿qué sentido tenía esto? ¿Qué haría en la tienda de Alice sin Alice a casi media noche?
—Necesito que te expliques mejor... —él se mordió los labios y tragó grueso recordándome tanto a mi padre.
—En este momento no puedo darte los detalles, pero —yo negué con la cabeza y desistí de esta idea.
—Me está costando mucho trabajo creerte —fui honesta y él caminó detrás de mí y me sostuvo de las caderas tratando de mirarme a los ojos. Yo quería que me convenciera, que me diera una razón, por absurda que fuera. Yo quería creerle y seguir montada en mi nube dorada de novios, pero esto no me dejaba ser feliz.
—¿Cuándo te he mentido?
—Pero tampoco me hace sentir segura que me ocultes cosas.
—¿Y qué podría ocultarte?
—No lo sé, Justin. Tu dijiste que solo ibas a intentarlo con Alice si ella quería tener algo contigo, ¿y si ahora lo quiere? —chistó.
—¿No crees que te lo diría? —pero algo en su respuesta me dio cierto asco. ¿Por qué no lo negó?
—Respuesta equivocada —le dije con seriedad.
—No entiendo qué es lo que quieres.
—Quería que me eligieras —se me escapó de los labios y él tomó mi rostro entre sus manos y lo levantó para que lo viera.
—Ya lo hice, Amanda —saqué mi rostro de sus manos y negué.
—¿Y por qué Alice sigue apareciendo? —le reclamé cuando él negó.
—Porque es mi amiga, y la tuya. No porque...
—Alice es tu ex novia, Justin. Con la que querías regresar hasta hace menos de seis meses.
—¿Cuál es el problema ahora, Amanda? Tu conoces todos los detalles.
—¡Porque los conozco es que estoy tan enojada conmigo! —le repliqué apretando con fuerza los dientes—. No lo entiendo, Alice no es perfecta, ¿sabes? Y sigues viéndolo así y yo...
—¡Basta! —pidió volviendo a caminar hacia mi cuando yo puse las manos al frente para detenerlo de acercarse a mí. Porque tenerlo cerca nublaba demasiado mi juicio—. Te quiero a ti.
—¿Por qué no admites que no es perfecta? Que es egoísta como el resto de nosotros, que se ensucia los zapatos y las manos como cualquier mujer en el mundo—inquirí y él negó con la cabeza.
—Porque no me compete a mi emitir un juicio que no tiene nada que ver con nosotros —sentenció con voz firme y yo ese día me figuré a creer que tenía razón.
Quizás era cierto, ¿no?
Sonaba confiable, y yo quería creerle, pero había tantas cosas que me persuadían de no hacerlo. No podía ser que un hombre me hubiese hecho demasiado tonta como para no poder advertir él que podía estarme engañando en alguna forma. O tal vez no tenía nada que ver con eso.
Ese día decidí dejarlo ir, entender. La verdad es que yo sí conocía los detalles. Alice era una muy buena amiga, Justin era un muy buen novio. ¿Por qué debía dudar de ello? Sin embargo, aquí estaba con Alice de pies en la salida de su apartamento esperando que mi novio nos buscara mientras mi mente hablaba nerviosamente con ella buscando algo qué reprobar como la primera vez que la conocí.
Ese día había decidido dejar de sentirme mal por esto, y también dejar de estar montada en una nube con Justin, que francamente me lo estaba haciendo tan pero tan difícil. Tampoco podía ver a Alice de la misma forma, así que me había dedicado a permanecer a una distancia prudencial de ella y Lanna mientras ponía orden a mi mente por casi dos semanas en las que me sobresaturé de trabajo.
Ya que estaba en mis perfectos cabales, elegía volver a exponerme a mis amigas, a quienes extrañaba y quienes rogaban mi atención de vez en cuando para tener una tarde de chicas que también me estaba haciendo falta. Así que las decisiones abundaban y yo quería superar esto para tener la vida feliz que me merecía.
Vi llegar a mi novio en su hermoso auto que hizo a Alice sonreír de alegría. Era cierto, ella no había visto que pusimos a Cami a andar, y esto debía ser toda una sorpresa para ella.
—Me alegra demasiado que Justin haya conseguido ponerse de pies —admitió sonriendo y mirando al coche con una alegría tan inusual que hizo que mi yo quinceañero gruñera. ¿En qué podía estar pensando ella? ¿Quizás el viejo Camaro de mi novio le traía algún recuerdo? ¿Algo que yo no sabía?
—¿Cómo dices? —inquirí al ver que ella esperaba que yo dijera algo mientras Justin aparcaba el carro y nos acercábamos a la acera.
—Hace unos meses cuando nos encontramos le aconsejé que dejara el trabajo e iniciara algo nuevo y la verdad no creí que tomara el consejo —sonrió y yo fingí una sonrisa lo mejor que pude, pero no pude evitar sentirme un poco estafada por todas las veces que Justin me dijo que yo era la razón de su éxito y de su coraje para iniciar esto que ahora era su vida.
—Qué suerte que te escuchó —le dije con tono bajo cuando Justin se bajó del coche con una sonrisa preciosa, me dio un beso en los labios y siguió adelante para abrir la puerta trasera del coche primero y señalar dentro.
—Bellas damas, pasen a su carruaje —bromeó, pero en este punto me molestó de manera excesiva que Justin le abriera la puerta a Alice para entrar al coche, siendo que conmigo nunca tuvo tal gesto. Casi podría decir que corrió para abrirle la puerta. ¿Y entonces? ¿Estaba presenciando yo algún ritual suyo o algo?
—Me encanta ver que Cami sigue en forma —le felicitó Alice antes de saludarlo con un beso en la mejilla. Justin le sonrió y trancó la puerta antes de volverse hacia mí. Pero era un hecho que yo no tenía ganas de saludarlo ni nada así que me aproximé a abrir mi propia maldita puerta y seguir adelante con el día que tendría, y que estaba lo más lejos de Justin que se podía.
Pero con la mano se detuvo y me recostó del coche cerrando la puerta con ambos, con esa suavidad suya que me ponía en pausa.
—Siempre he podido abrir mi propia puerta, Justin —ladré por lo bajo. Él sonrió de esa forma encantadora y me dio un beso en el cabello.
—¿Y crees que no lo sé? —bromeó dándome un pequeño toque con los dedos sobre mi mano, volteé a mirarlo.
—¿Entonces? —inquirí con gesto retador cuando él me robó un beso más y volvió a sonreír como tonto.
—Es que estás muy bella —y con esto mis sentidos se pausaron a apreciar la sensación de devoción con la que me estaba mirando. Entonces todo esto no era más que una escena de celos ridículos que recorría mi ser causándome problemas en todos los sentidos. Decidí dejarme llevar por su sonrisa y
—No te encariñes —le dije cuando él me tomó la mano desde el reverso y empezó a hacer círculos convencedores sobre mi palma—. Me iré a mi tarde de chicas.
—¿Con esa ropa? —inquirió sonriéndome nuevamente como un tonto y yo simplemente me miré. No tenía nada fuera de lo ordinario. Una chaqueta de jeans, una camiseta negra y unos pantalones oscuros. Era simplemente yo misma.
—No veo que tenga nada de especial —él soltó otra sonrisa hermosa que me hizo sonreír.
—Claro que lo tiene, la estás usando tú, ¿no es así? —aunque su coqueteo fuese muy sencillo, me hizo sentir tan pero tan hermosa. Como si no tuviese que tener nada de especial, como si me viese bonita simplemente siendo yo misma.
—¿Entonces debería salir sin ella? —bromeé para romper la densa nube rosa que se formaba en mi mente. Me robó otro beso y negó dando un paso atrás.
—No te dejaría salir de casa —dijo con el mismo gesto juguetón que se alejó para montarse en el coche por el otro lado. Y fue entonces que me sentí descolocada por primera vez en la vida al abrir la puerta de un coche.
¿Acaso no iba a abrirla él? Y luego pensé profundamente. Siempre abría mi propia puerta, ¿por qué ahora había preferido que él lo hiciera? Al montarme en el coche su sonrisa al poner música me respondió. Alice le pedía cambiarla y él bromeaba riendo, con un humor excelente que me dañó la vida. Él la había tratado como una princesa y yo había tenido que abrir mi propia puerta.
Me quedé en silencio cuando echó el coche a andar y un piano sonaba en la canción cuando Justin empezó a cantar como cantaba en el coche. Se me vació el estómago al siquiera escucharlo. La canción hablaba sobre un hombre que caminaba solo por algún sitio. Pero entonces vi a Alice recostarse de la ventana del coche y comenzar a ignorar a Justin.
De sus labios salió ese sonido tan delicado que me hizo sentir el corazón roto y recompuesto en tan solo un momento. Alice de verdad era perfecta y hacía bien todo lo que hacía. ¿Cómo podía cantar así?
Pero ni siquiera pude disfrutar el arte en ello porque mi novio, que no sabía cantar, estaba inspiradísimo cantando con ella. La canción transcurría sobre una especie de pareja que necesitaba encontrarse para tener un lugar donde descansar de una vida muy dura y yo me moría por apagar la maldita radio.
Respiré profundo una y otra vez mientras Justin parecía ser que se estaba divirtiendo en grande con todo aquello. La canción fue demasiado larga para mi gusto, y al llegar al restaurant en el que se supone que debíamos encontrarnos con Lanna, me decidí con la mayor de las fuerzas a simplemente hacerlo elegir de manera definitiva y alejarme lo más que pudiera de esta situación.
Era una de las decisiones más definitivas que tomaba en toda mi vida: era Alice o yo. Y estaba muy segura de que esto probablemente me mataría en el proceso.
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