Yara/Herida
15 de octubre de 1643
Caminaba por las hermosas calles de Estambul acompañada de Mahienver, Fatmagül, Ahmed Bey, Kizlar agha, guardias y varios sirvientes más.
Las mujeres tenían que empezar con sus deberes como Sultanas, una oficialmente y la otra no mientras que Ahmed se dedicaba a cuidarme por petición de Kasim.
—Fatmagül —la llamé, dejando atrás a Mahienver y Ahmed.
—¿Sí, Sultana? —preguntó a mi lado.
—Tal vez has de creer que te traigo como criada porque me caes mal pero, déjame decirte que no, quiero hacer un buen trabajo contigo. Mahienver es una Sultana fuerte por lo que no tiene que ser escondida pero, tú no. Tú aún eres alguien débil y es mi deber guiarte por el mejor camino.
—Gracias, Sultana. Créame, yo nunca pensaría que no le agrado, al contrario, siento que me ayuda a aprender más sobre la vida.
—Yo inicié desde lo más bajo del harem —mentí. —Eso me ayudó mucho, Fatmagül.
Ella sonrió.
—¿A dónde vamos, Sultana?
—Ya lo verás —respondí.
Caminamos y caminamos por mucho tiempo entre las personas que me reconocían y me agradecían hasta que todos llegamos a la fundación.
Me quité la capa de la cabeza dejando al descubierto por completo mi rostro. Poco me importaba las reglas. No era desconocido que se me conocía por ser un poco rebelde.
Al darse las personas cuenta de mi presencia, hicieron reverencia.
—¡Larga vida a Kösem Sultan! —gritaron los presentes —¡Larga vida a Kösem Sultan! —repitieron.
Sonreí. Admiraba el cariño que me tenían. Me hacía sentir segura en ese mundo.
—Sultana —dijo un señor de unos setenta y tantos años. —Nos ilumina ante su presencia.
Sonreí.
—Ahmed, ¿hasta lista la comida?
—Sí, Sultana.
Volví a sonreír y me dirigí a donde estaban las ollas de comida. Al llegar, sin nada más que esperar, empecé a repartir en platos la comida para las personas. Lo bueno de ese siglo es que las personas sí eran ordenadas y respetaban su turno. Todo lo contrario al siglo XXI.
—Allah le otorgue larga vida, Sultana —me dijo una señora de unos setenta años a la que le servía.
—Allah la escuche.
Ella sonrió. A los adultos les gustaba que los tratara de usted. A decir verdad, me sentía cómoda haciéndolo, era algo que mis padres me inculcaron y los recordaba al hacer eso.
La señora se fue y frente a mi apareció una señora con dos niños de unos diez y once años.
—Gracias, Sultana. Es un alivio verla.
—Veo que tienes dos hermosos angelitos —dije sirviéndole mientras Fatmagül le servía a un señor y Mahienver a unos niños.
—Sí, Sultana. Mi esposo murió hace tres meses y nos hemos quedado sin nada. Busco trabajo para mantenerlos pero, no lo he logrado.
—Orhan —le hablé a un sirviente.
—¿Sí, Sultana?
—Encárgate de darle un trabajo a esta mujer y que sus hijos asistan a la escuela.
La mujer sonrió al igual que los niños.
—Sí, Sultana.
—Gracias, Sultana. Usted es grande.
—No hay de que —dije entregándole el plato.
Las horas pasaron cayendo así aproximadamente las dos de la tarde. Amaba atender a las personas, se sentía tan bien hacer eso. Si no podía hacer nada en la época de donde venía, mínimo tenía que hacerlo en ese año.
—Es todo, Sultana —avisó Mahienver.
Sonreí y posteriormente me alejé un poco de las ollas. Estaba un poco cansada y necesita un descanso.
—Sultana —dijo Fatmagül a mi lado. —Ha sido un buen día.
—Me alegra que te haya gustado.
—Después de todo es bueno ser Sultana.
Sonreí.
—Sultana —me habló un señor llegando a mi lado. —Perdón mi atrevimiento pero, ese anillo es hermoso —dijo mirando mi anillo verde, el que me había regalado Dorian.
—Gracias.
—¿Podría saber qué significa ese anillo?
—Significa inocencia y pureza, dos cosas que nunca se le deben olvidar a una Sultana.
—Inocencia como la que tenía la persona a la que se lo quitó.
Lo miré con confusión.
—Se lo quitó a la prometida de mi pobre hermano. Merece pagar por sus muertes.
—¿Qué?
El señor sacó de su ropa una daga, dispuesto a apuñalarme pero, Fatmagül quiso intervenir, poniéndose en medio, sin embargo, al darme cuenta de eso, empujé a Fatmagül a otro lado hasta que sentí como la daga entraba en mi. No sentí dolor alguno si no, sentí un calor de infierno.
—Yo soy Anatasia —avisé tocándome el abdomen.
Él, confundido. Sacó la daga sin hacer más profundidad para después ser detenido por Ahmed y éste recibió también una apuñalada de alguien que apareció a su lado. Aún así, él siguió deteniendo a mi agresor mientras el otro huía.
—¡Ah! —gritó alguien.
—Duele —susurré.
—Sultana —dijo Fatmagül intentando cargarme.
—Dorian —volví a susurrar para que aquel hombre supiera que decía la verdad.
—Vienen más —me dijo mi atacante. —Huye porque vienen más.
—Suéltalo —le pedí a Ahmed, con dificultad. Él obedeció.
—Tenemos que sacarla de aquí —dijo Ahmed, cargándome.
No sé qué más pasó pero, de un momento a otro aparecí en una casa abandonada. Volteé a mi lado izquierdo y vi a Ahmed dormir. Frente a nosotros estaba Fatmagül y Mahienver.
—Sultana, tranquila —dijo Fatmagül.
—Duele —susurré.
—Lo sé, Sultana. Quisiéramos ir al palacio pero, Estambul es un caos.
—¿Cómo están las personas?
—Ellos están bien —respondió Mahienver. —No hable, necesitamos mantenerla con vida hasta que los Şehzades vengan. Su herida no sangra tanto por la presión de la tela que le puse.
Me sentía muy débil, era como la vez que tuve a Gevherhan, un parto un poco complicado donde me debilitó bastante.
—Sea fuerte —pidió Fatmagül.
Tenía sueño, mucho sueño. Era como de esas veces que te desvelabas haciendo proyectos finales y al otro día tenías clases a primera hora por lo que no querías levantarte, preferías dormir. Así me sentía.
Me quedaba sin fuerzas hasta el punto donde cerré los ojos.
—Sultana —escuché que alguien habló.
20 de octubre de 1643
Abrí mis hijos y lo primero que vi fue a Selim, llorando. Odiaba verlo llorar.
—Selim, hijo —susurré.
—Madre —dijo sonriendo, dirigiéndose a mi. —Gracias a Allah despertaste.
Eché un vistazo a mi alrededor y vi a Mahienver y Fatmagül dormidas en uno de los sillones.
—Tienes a buenas personas a tu lado, ellas te cuidaron en estos días, ellas junto a Gevherhan y Nur.
—¿Qué día es?
—27 de octubre.
Suspiré.
—Descansé mucho tiempo.
—Sí, madre.
—¿Qué ocurrió en estos días?
—Los responsables fueron perseguidos por Estambul, desafortunadamente sólo atrapamos a uno. Perdón.
—Mi hijo —dije tocando su mejilla. —No tengo nada que perdonarte, hiciste lo mejor que pudiste.
—Madre, tengo algo que decirte antes de que lleguen mis hermanos.
—¿Qué es?
—Uno de los responsables confesó haber sido enviado por un imperio.
—¿A qué quieres llegar?
—Iremos a la guerra contra Hungría.
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BÚSQUEDAS DE MAHPEYKER KÖSEM SULTAN.
Fue consorte del sultán Ahmed I y madre de la mayoría de los hijos del Sultan. Fue regente de todos sus hijos y nieto. Última Sultana del imperio otomano.
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¡Hola!
¿Qué creen que pase?
¿Quién es su favorita, Mahienver o Fatmagül?
¡Nos leemos!
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