03 | The knights tournament
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CAPÍTULO TRES
EL TORNEO DE CABALLEROS
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Acostumbrarse a su nueva vida en Camelot no había sido difícil; lo difícil había sido enseñarse a controlar sus emociones. Había días en los que no era fácil, el tener la mínima emoción que desequilibrara las otras terminaba en llamas altas, vendavales incontrolables y torbellinos desafiantes. Las primeras semanas fueron las peores, el Rey Uther estableció un toque de queda para encontrar al responsable de tales atrocidades y poner fin a sus maleficios.
—¡La naturaleza nunca es tan violenta! —decía, cuando Gaius comentaba que solo era cosa del mal clima—. Esto es hechicería, ¡encuentren al responsable!
El temor a ser descubierta solo empeoró la situación por Aravis y cuando las cosas ya estaban casi incontrolables, a punto de generar una tormenta eléctrica, tuvo que fingir que se había enfermado de un virus contagioso, lo que la mantuvo aislada durante una semana. Los únicos que podían entrar a sus aposentos sin contagiarse eran, desde luego, el médico de la corte, Gaius y su aprendiz Merlín. Aravis probó desde las pociones con sabor repugnante y hasta sintió los efectos de la magia de Merlín, hasta que tras dos semanas de mantenerse aislada Gaius consiguió elaborar una poción tranquilizante que le ayudara a contrarrestar los efectos de su magia.
—Mujeres muy emocionales y con magia no son una buena combinación —comentó el hombre cuando Aravis probó la poción y ella concordó con pesar—. No creo que los efectos de la poción te sirvan siempre, tu magia aún se está desarrollando, necesitas aprender a ejercer mejor control en ella.
Después de ello, Aravis pudo dar la cara de nuevo y los terribles desastres de la naturaleza llegaron a su fin. Cuando Uther la vio sana y salva, solo dijo una cosa.
—Me alegro que hayas sobrevivido a la hechicería en ti, una pena que no atrapamos al responsable de esto.
En otras circunstancias, lo más seguro es que Uther no hubiese descansado hasta encontrar al responsable y hacerle pagar por sus crímenes. A la joven le salvó que los preparativos para el torneo anual que se celebraban en Camelot estaban a la vuelta de la esquina. Con tanta organización Uther pasaba de un lado a otro dando órdenes sin parar. La emoción y el entusiasmo de los caballeros se expandía en cada rincón del castillo que inclusive Aravis terminó contagiada. Jamás había presenciado un torneo, pero los relatos heroicos de Arturo y de Reid le terminaron contagiando la emoción.
—Es maravilloso solo porque vienen Caballeros de todas partes del Reino, inclusive de Reinos aliados con Camelot —comentó en una ocasión Morgana—. Me alegra que te hayas recuperado, así podrás estar presente.
La emoción se contagió después de eso, Aravis escuchaba a las personas hablar de eso en los corredores, los pasillos o en las cocinas. Conforme las fechas se iban aproximando, los caballeros comenzaron a arribar y a Aravis le tocó presenciar la carga de trabajo de Merlín, pues Arturo requería de entrenar. Aunque este alegaba que solo lo hacía para calentar los músculos y nada más.
—¿Qué pasa, Merlín? No estás ni tratando —reclamó el príncipe durante la mañana, Aravis salió junto a ellos por invitación de Arturo, los cálidos rayos del sol iluminaban el lado oeste del castillo. Mientras Aravis hacía de espectadora, Merlín utilizaba una clásica armadura que se veía de mayor tamaño que su cuerpo y el príncipe lo utilizaba de práctica—. He invitado a mi amiga Aravis y así no nos impresionas —siguió, negando con la cabeza.
—¡Sí trato! —replicó Merlín con un jadeo, Arturo aprovechó esa distracción para plantarle un golpe en la espalda.
—Izquierda, derecha, cabeza... —Conforme Arturo hablaba apuntaba esas zonas, Merlín solo ayudaba para retroceder y tratar de evadir las estocadas—. ¡Por favor, Merlín! ¡Tengo que ganar un torneo!
La energía de Arturo superaba la de Merlín y Aravis juntos, aunque esta última se dedicaba a observar únicamente. El pelinegro soltó un jadeo cuando un nuevo ataque lo recibió y preguntó entre respiraciones agitadas sí podían parar, Arturo río negando y miró a Aravis, señalando a Merlín y alzando los hombros. Obviamente se rehusó en darle un descanso y prosiguió, atacando en todas direcciones, hacia la cabeza y hacia el escudo. Llegó un punto en el que Merlín terminó tumbado sobre el césped, con la armadura desacomodada.
—Eres más valiente que otros, la mayoría cae con el primer golpe —comentó Arturo cuando se aproximó a verlo.
—¿Ya acabó?
—Fue calentamiento, ¿cómo va tu trabajo con el mazo?
Y tal como dijo, aquello solo había sido el inicio del calentamiento. Aravis le brindó palabras de aliento a Merlín cuando lo vio en sus peores condiciones, pero no pudo evitar reírse en más de una ocasión cuando tropezaba con su propia armadura o Arturo le terminaba empujando. Al finalizar, Arturo se veía tan radiante como siempre, dejó a Merlín encargarse de la armadura y se aproximó a Aravis.
—¿Cómo estuvo? —preguntó, cuando se encaminaron de vuelta al castillo. La pelinegra se percató de que avanzaba más lento y con qué razón, el príncipe le ganaba al menos con unos veinte centímetros de altura, los pasos de Aravis eran más cortos—. Tuve que haber escogido un sirviente más fuerte.
—Sí, sin duda —concordó Aravis, con una pequeña sonrisa—. Aunque Merlín hizo un buen trabajo.
—Digamos que sí —asintió el rubio—. Sirvió para que entrenara.
—¿Te pone nervioso el torneo? —preguntó Aravis al cabo de unos minutos, cruzaron las puertas al palacio y atravesaron el patio central hacia las escaleras—. ¿Cómo es?
—No, la clave para vencer es no dejarte derribar por tus emociones —respondió a la primera pregunta—. Cada año se celebra el torneo, salvo que vienen distintos caballeros en algunas ocasiones y eso mantiene la diversión para derribarlos.
—¿Cuántas veces has ganado? —preguntó Aravis con curiosidad, la pregunta hizo que el príncipe inflara el pecho de orgullo, adivinó la respuesta desde antes de que la dijera—. Adivinaré, todas.
—Sí, así es —coincidió el rubio y ambos rieron—. Como príncipe debo demostrarle a mi padre y mi pueblo mi fortaleza, tengo que probarme y esta es una de las mejores formas de hacerlo. Desde luego que me emociona, no rechazaría la oportunidad de participar en un torneo cuando sé que esta es una de las mejores prácticas para pulir mis habilidades.
—Estás haciendo un trabajo, seguro tu padre está orgulloso —convino Aravis.
Finalmente llegaron a los corredores que conducían a las habitaciones, Arturo se detuvo cuando llegaron a las de Aravis.
—Espero verte en el torneo.
Con una corta reverencia, el príncipe se marchó dejándola sola. Fue un alivio para Aravis, generalmente huía de las conversaciones cuando había posibilidad de que se acercasen a las preguntas personales. Hasta ahora, había conseguido responder todo, alterando la información a su convivencia, pero no la hacía sentir orgullosa. Tener que mentir y ocultar su verdadera historia bajo una máscara era complicado.
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Cuando los participantes del torneo se presentaron en la arena, todos los invitados y presentes ya se encontraban sentados en las gradas. Aravis había rechazado gentilmente la invitación de los Señores Vermillion para que se uniera a ellos y se sentó a un lado de Morgana y Guinevere.
Los caballeros se encontraban formados a la espera del Rey, Aravis los observó curiosa, cada uno de ellos portaba una túnica con el color característico y el emblema de su casa. Entre los distintos rostros reconoció la cabellera rubia de Reid, formado justo a un lado de Arturo, el primero al verla le sonrió.
—¿Quién pelea mejor, Arturo o Reid? —preguntó Aravis con curiosidad, Morgana estiró el cuello para verlos y frunció una ceja.
—Diría que es reñido entre ambos —respondió Gwen, observando también a los dos jóvenes—. Son muy buenos.
—Y engreídos —añadió Morgana, mirando a la ojiazul—. Jamás permitas que te hablen sobre sus victorias o los tendrás hablando de ello por una semana, incluso un poco más —recomendó.
—Entonces ya he cometido mi primer error —aventuró Aravis, las tres rieron entre ellas—. Pero sí Arturo ha ganado en todos los torneos...
—Reid es muy buen guerrero —comentó Morgana—. Y menos presumido que Arturo.
—Eso sin duda —concordó Gwen, se inclinó un poco hacia ellas cuando el Rey comenzó a aproximarse y comentó en voz baja—. Reid suele declinar su participación en el torneo cuando los competidores disminuyen, solamente una vez compitió contra Arturo.
Aravis hubiese querido seguir hablando, tuvieron que guardar silencio cuando Uther Pendragón se presentó en la arena, la base de las gradas. Portaba su corona dorada y su capa rojiza que ondeaba con el viento. El monarca se detuvo frente a sus caballeros y dio su discurso.
—Caballeros del Reino. —Saludó, el campo estaba en completo silencio. Aravis se sorprendió del respeto que todos aguardaban hacia el Rey—. Es un gran honor recibirlos para el torneo de Camelot. En los siguientes tres días pondrán su valentía a prueba, sus habilidades como guerreros y, por supuesto, desafiar al actual campeón: Mi hijo, el príncipe Arturo. Solo uno de ustedes tendrá el honor de ser coronado campeón y él recibirá el premio de mil piezas de oro. —Señaló, detrás de él una sirviente abrió un cofre revelando las monedas—. Es en el combate donde vemos la verdadera naturaleza de un caballero y sí es en realidad un guerrero o un cobarde. ¡Qué comience el torneo!
Un estallido de aplausos y vítores no se hizo esperar, los caballeros a concursar se dispersaron de vuelta hacia sus tiendas a la espera de su participación. Solamente dos quedaron bajo las gradas y uno de ellos fue Arturo. Los murmullos, las teorías y las apuestas no se hicieron esperar. El Rey seguía sin ir hacia su silla, lo que hizo a Aravis fruncir el entrecejo, le comentó algo a su hijo y después se marchó hacia su lugar en las gradas.
No debió ser algo bueno, pues Arturo permaneció estático por unos momentos, el rostro serio y los ojos un poco opacos. Debo demostrarle a mi padre y pueblo mi fortaleza. Le había dicho con anterioridad, el peso que cargaba en sus hombros era muy fuerte. Quizás más fuerte de lo que imaginaba.
A la arena se aproximaron dos soldados con los respectivos Caballeros, para tomar su capa y entregarles su escudo. Los presentes observaban y aplaudían emocionados a la espera del torneo, Aravis observó como el príncipe se ponía en posición de ataque, apuntando con el filo de su espada a su enemigo y, sin esperar, fue quien dio inicio a este. Un ruido ensordecedor con el choque de espadas se expandió en las gradas, dejando a los presentes atónitos. Inmediato a eso una danza entre espadas y escudos dio comienzo, los movimientos con la espada del príncipe Arturo eran ágiles y rápidos, Aravis aplaudió junto a Gwen cuando la pelea se volvió más reñida. Desde luego, el otro Caballero también poseía cierta experiencia y contraatacaba a los golpes con agilidad, pero Arturo se movía con gracia, con elegancia y utilizaba la espada como sí fuera una extensión más de su cuerpo.
Tras unos minutos luchando, finalmente Arturo ganó, propinó un golpe bajo el yelmo del oponente y lo tumbó al suelo. Los presentes se incorporaron para festejar y vitorear al príncipe, inclusive Aravis pudo ver al Rey sonreír y aplaudir desde su lugar.
El torneo continuó por un par de horas más, a medida que los Caballeros participaban Aravis observaba detenidamente sus movimientos. Nunca había visto algo así, en Ealdor todos eran campesinos, agricultores, gente de pueblo. Era una aldea tranquila, por lo que no siempre ocurrían cosas que pusieran su integridad en riesgo; ese era el motivo por el cual la mayoría o no tenía una espada en casa o no sabía cómo utilizarla. Presenciarlo en persona fue realmente emocionante para ella, gritaba junto con Gwen cuando las cosas se ponían complicadas entre los atacantes y soltaba jadeos de asombro cuando algunos participantes le sorprendían, como Reid cuando derribó a su oponente en una justa limpia y rápida. El otro Caballero terminó en el suelo, con la espada del rubio apuntando directo a su pecho.
—Bueno, sí lo hizo bien —admitió Morgana, cuando Aravis y Gwen comentaron lo asombroso que fue el último movimiento de Reid—. Siempre y cuando no los felicitemos en público.
—Sin duda eso no pasará —contestó Aravis, alzando la mano en saludo hacia Reid cuando este le sonrió, antes de alejarse hacia su tienda.
El torneo siguió tomando su curso, en cada vencida se retiraban los escudos del tablero clasificatorio y se colocaban los de los ganadores. Hubo un caballero en lo particular que hizo que Aravis centrase su atención en él, era alto, cabello casi rapado y portaba un escudo amarillo con tres serpientes en él. No le llamó la atención porque fuese hábil o práctico, sino por la manera agresiva en la que luchaba. Cautivó la atención de los demás por su fuerza y no fue nada sorprendente que hubiese ganado.
Cuando los últimos caballeros hubiesen participado, se dirigieron hacia la recepción. En donde se despediría a los caballeros que pelearon valientemente, pero no pasaron hacia la siguiente ronda. Aravis se aproximó hacia los Señores Vermillion cuando llegaron al salón. El Rey Uther recibía a los caballeros, formados en una hilera con sus capas características a su casa. De su lado derecho, se encontraban Lady Morgana y su doncella, Gwen. Del lado izquierdo, los Señores Vermillion y Aravis eran quienes recibían a los caballeros.
—¿Quién es él? —preguntó Aravis, tras ver aproximarse hacia el Rey aquel caballero que había ganado con sus actos agresivos. Sentir su presencia tan próxima a la de ella le provocó una oleada de incomodidad, trató de evitarlo fingiendo una sonrisa.
—Caballero Valiant de las Islas Western, mi lord. —Se presentó el hombre, inclinándose delante del Rey.
Aravis no volvió a decir nada, temiendo haber hablado muy fuerte o interrumpir la conversación. Con Uther como Rey, no se sabía cuando algo era apropiado o no.
—Lo vi pelear hoy —respondió el Rey—. Es muy agresivo su estilo.
Aravis coincidía con aquello, dejó de prestar atención al extraño caballero y centró su atención en los próximos, que saludaron a los Señores Vermillion y a ella por igual. No le gustó mucho, pero agradeció no ser el centro de atención. Morgana recibía la mayor cantidad de cumplidos y saludos por ser aquella que acompañaría al caballero ganador. Conforme los caballeros pasaban, la pelinegra sentía la boca tensa de tanto sonreír, fue un alivio cuando Arturo se aproximó, saludó a los Señores Vermillion y se detuvo con Aravis.
—¿Cómo dirías que fue mi presentación? —preguntó al llegar a ella, la miró y sonrió.
—No tengo palabras para describirlo —respondió Aravis, se inclinó ante su príncipe y dejó que este se fuera a presentar con su padre.
El siguiente en pasar fue el primogénito de los Vermillion. Reid tuvo la audacia de tomar su mano y besar el dorso de esta, con una sonrisa que dibujaba sus hoyuelos.
—La mejor parte del torneo es venir a saludar a las bellas damas —dijo cuando la vio, Aravis resistió el impulso de golpearle el hombro.
—Ajá. —Aravis río negando—. ¿Te gustaría ser el acompañante de Lady Morgana?
Ante la pregunta Reid observó hacia la protegida del Rey, hablando con Arturo. De inmediato regresó su vista hacia ella.
—No, tengo alguien más en mente.
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El segundo día del torneo estuvo más reñido y complicado. Los presentes ya se encontraban en las gradas, aguardando hacia la espera de los participantes, con una emoción palpable hacia los caballeros participantes. Las cosas no serían tan fáciles en esta ocasión, pensó Aravis cuando arribó a las gradas y tomó asiento junto a Lady Morgana y Gwen. Esta vez, los Señores Vermillion se sentaron junto a ellas también.
Arturo fue el primero en inaugurar el torneo, como la ocasión anterior, no dudó, ni mostró signos de debilidad frente al público espectador. Aravis lo observó blandir la espada con facilidad, acoplarse a su entorno e indagar en las debilidades del oponente para derrotarlo. Lo que tan solo lo llevó a su segunda victoria; no pudiendo esperar menos, el pueblo estalló en vítores. De él siguieron otros participantes, hasta que fue el turno del caballero de la noche anterior, Valiant.
—Creo que es muy... agresivo —opinó Aravis con una mueca, cuando Valiant arremetió contra el otro, propinando varias estocadas certeras y duras hacia su escudo.
—Arturo no tendrá ninguna posibilidad contra él —comentó Morgana, su tono de voz fue un poco orgulloso.
—Pero está siendo brusco —murmuró Aravis, pensativa, que aunque no sabía mucho sobre combates con lo que llevaba viendo le permitía hacer sus deducciones—. No parece que esté pensando bien en sus movimientos.
Morgana abrió la boca para replicar, más no lo hizo. La multitud aguardó los vítores, algunos jadearon cuando el caballero Valiant empujó con fuerza a su oponente, Lord Ewan. Del impacto, el casco de lord Ewan salió rodando y Valiant se aproximó hasta él, con la espada en mano y el escudo al frente. Se inclinó sobre él presionando su escudo, lord Ewan consiguió anteponer su escudo para defenderse.
La multitud guardó silencio, Aravis no podía ver nada desde su posición. Ya lo había tumbado, ¿qué estaba haciendo? Trató de alzarse un poco más para ver, lo cual no sirvió de mucho y entonces fue cuando lo sintió. El peculiar aroma que emitía la magia cuando era utilizada, se incorporó de su asiento un poco confusa. ¿De dónde venía?
—Aravis —llamó la señora Vermillion, con el ceño fruncido al ver que comenzaba a llamar la atención por no permitir ver a los demás.
—Lo siento.
Volviéndose a sentar, el olor a magia se disipó tan pronto Valiant se incorporó, en el suelo Lord Ewan permanecía inmóvil. Ya había ganado, pero el caballero de las islas Western, excitado por los vítores y la fama del público, no lo dejó así. Alzó su espada y arremetió contra el caballero una vez más, la pelinegra alcanzó a cerrar los ojos antes de ver la espada impactarlo y las náuseas llegaron a su cuerpo. El aroma a la magia peligrosa y ahora eso, había sido mucho para ella.
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Reid Vermillion terminó con un brazo ileso durante el segundo día, lo cual no fue tan malo comparado a lo ocurrido con lord Ewan. Una venda en su brazo, unas pociones, pomadas calmantes y la compañía de Aravis sirvieron para calmar su dolor. Ninguno de los dos se había presentado a las finales del torneo, donde ya solo concursarían cuatro caballeros, entre ellos Arturo y Valiant. A Reid le molestaba el no poder estar ahí para apoyar a su amigo, pero Gaius recomendó que lo mejor sería que permaneciera en cama sin hacer movimientos bruscos o acabaría dislocándose algún otro hueso.
—Gracias por quedarte conmigo —comentó el rubio, recostado sobre la cama de su habitación.
Aravis, del otro lado, leía un libro sentada sobre uno de los sofás. Alzó la cabeza para verlo y encogió sus hombros, restándole importancia.
—Lord Vermillion me prometió una tarta de cereza sí me quedaba a cuidarte —respondió con simpleza.
—Espero al menos una rebanada de esa tarta —apuntó, con los ojos entrecerrados. Ambos rieron y el silencio vino a ellos una vez más; el rubio observó a la pelinegra fruncir el ceño con algunas partes de su lectura—. ¿Qué lees?
—Encontré este libro en los aposentos que me dieron —dijo, sin despegar la vista del libro. Su frente ahora fruncida por igual—. Pero es extraño porque habla de guardianas.
—No tenemos guardianas en Camelot.
—Lo sé. —Aravis se incorporó con el libro en mano y se aproximó hasta él, para mostrarle el contenido. Reid frunció el ceño al leer las inscripciones inclusive con un lenguaje distinto—. ¿Comprendes lo que dice?
Reid pasó saliva por su garganta y negó, el libro estaba amarillento por sus hojas, las inscripciones venían detalladas en runas arcaicas. El rubio las conocía un poco, pero no se lo dijo, reconoció las primeras que estaban inscritas en mayor tamaño a las otras. Y sí su traducción no estaba tan mal, decía, guardián de los dragones.
—No, nada —respondió negando, miró hacia la puerta y suspiró—. A estas alturas los finalistas ya habrán sido elegidos —comentó, haciendo de lado la manta que lo cubría. Se incorporó impulsándose con su cuerpo y su brazo sano y miró a Aravis—. Deberíamos ir a felicitarlos, no olvidaré tu amable compañía.
—Bueno, es posible que te ganes una rebanada de mi tarta —concedió Aravis, cerrando el libro. Lo dejó sobre la mesita y salió después del rubio—. Pero solo un poco —añadió, haciendo reír al rubio.
Aravis no necesitó preguntar sobre quiénes habían sido los finalistas, tan pronto llegó la misma mirada preocupada de Merlín le confirmó sus sospechas y es que, durante la noche, ambos descubrieron el terrible secreto del caballero Valiant. La magia que ella había percibido reposaba sobre su escudo con el que luchaba, de esa manera Lord Ewan había sido atacado y de esa manera lo sería Arturo durante la última competición.
¡hola!
Espero que les haya gustado el cap, hay algunos datos que he soltado de a poquito para que puedan conocer de a poco a los personajes y no les resulte pesado. Debo decir que cambié el transcurso del tiempo del cap 1 de Merlín al 2. En la serie creo que solo pasa como un día porque sucede después de que Merlín se convierte en sirviente de Arturo, pero aquí modifiqué esto, igual no afecta nada en la trama jaja.
Anyways, estuve tentada en escribir todo lo del episodio 2 de la serie en este cap para así poder abarcar un cap escrito por aquí por uno de la serie. No lo hice, como pueden ver, porque primero quiero preguntarles como les parece eso, si lo hago así es posible que los capítulos me queden mucho más largos, pero me ayudaría mejor a organizarme y no se sentirán tan lentas las actualizaciones o al menos eso compensará el motivo por el cual tardo.
Igual quedo atenta a sus comentarios, cualquier error ortográfico disculpenme, lo corregiré en cuanto pueda. No se olviden de votar y comentar<3
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