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02 | Destiny


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CAPÍTULO DOS
EL DESTINO

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Lady Morgana tenía una belleza exquisita, pensó Aravis la primera vez que la vio, usando un vestido de seda delicado y color llamativo que hacían relucir su piel blanca de porcelana. La protegida del Rey era lo que muchas mujeres soñaban con poseer, la belleza, su carisma y el porte elegante; eran algunos de los rasgos que la definían dentro de la corte. Todas las miradas estaban en ella y con tal razón, la misma Aravis no pudo apartar su mirada de ella cuando la conoció la noche del banquete.

Aravis había demorado en encontrar un vestido que fuese presentable para la ocasión, tuvo que cambiarse por tres ocasiones cuando la señora Vermillion le criticó los atuendos y le proporcionó unos más decentes para la ocasión. Pero incluso así, a la pelinegra le costó demasiado esfuerzo decidirse. Le hubiese encantado decirle a la mujer que aquellos vestidos serían impresionantes de haberlos usado un siglo atrás, pero se tragó las palabras tan pronto estas vinieron a su mente. En su lugar, se dedicó a analizar el menos vergonzoso y se lo colocó. Hasta ese momento, no se había arrepentido de presentarse así... Hasta que la vio.

Usaba un vestido que fácilmente le robó el aliento a todos los presentes cuando avanzó al centro. La misma Aravis se sintió pequeña a lado de ella. Deslumbrante era una palabra adecuada para describirla, con el cabello recogido y un vestido rojo de hombros descubiertos que se sujetaba de su cuello. Los miembros de la corte se quedaron atónitos al reconocerla, inclusive Arturo Pendragón quien había estado jugando y bromeando con algunos de sus amigos.

Aravis no fue la excepción.

A un lado de Merlín, la pelinegra echó un vistazo a su propio vestido y sintió las mejillas teñirse ligeramente de rojo tras darse cuenta de lo miserable que parecía. Inspiró profundo y regresó su vista al frente justo al tiempo en que la protegida del Rey pasó por su lado; fue un breve roce de miradas, los orbes cristalinos de Morgana se posaron en los suyos y continuó su caminata.

—Merlín. —La voz de Gaius hizo que Aravis parpadeara de su ensimismamiento y se giró para ver al mencionado, totalmente embelesado tras observar a Morgana—. Recuerda, estás aquí para trabajar.

Sin decir una palabra más, el hombre miró a Aravis y, tras un gesto de saludo, se apartó para dejarlos solos. La atención que trajo Lady Morgana en seguida quedó atrás, las personas se movieron dentro de la sala para seguir sus charlas e inclusive, Aravis observó a Arturo y Reid aproximarse a la pelinegra para sacarle plática.

—Se ve bien, ¿no crees? —Aravis miró por sobre su hombro a Gwen aproximarse hasta ambos, con una jarra en manos. Merlín de inmediato respondió que sí—. Algunas mujeres nacieron para ser reinas.

—¡No! —replicó Merlín de forma abrupta y, tanto Gwen como Aravis lo observaron fijamente.

—Eso espero —prosiguió Gwen, en un encogimiento de hombros—. Algún día.

Los tres empezaron a caminar un poco más adelante de la mesa, Aravis sin pronunciar nada todavía. Su cerebro había quedado vacío. Pero no pudo negar que las palabras de Gwen tenían cierta razón, no habría una pareja más poderosa que la del príncipe Arturo con la protegida del Rey. 

—Y no es que yo quiera ser ella —agregó por lo bajo, Merlín observando hacia donde la dama se encontraba—. ¿Quién quiere casarse con Arturo?

Aravis encontró algo sutil el tono en que pronunció aquello último, con algo de ironía. Entrecerró los ojos y se limitó a permanecer silenciosa.

—No digas eso, Gwen —replicó Merlín, con los hoyuelos marcados en su sonrisa—. Creí que te gustaban los hombres rudos que salvan el mundo, a Aravis le gustan de esos.

Aravis resistió el impulso de no hacer las velas incendiar el comedor. De cualquier forma, no tuvo tiempo a replicar sobre esas espantosas verdades cuando Gwen protestó, en su propia defensa.

—No, me gustan los hombres más ordinarios, igual que tú.

—Gwen, puedes creerme, no soy nada ordinario.

—No, no, no me refería a ti... Obviamente no a ti. —Se apresuró en responder la doncella, Merlín finalmente se giró hasta ambas y Aravis reprimió una sonrisa—. Sino... Solo que me gustan los hombres ordinarios, igual que... tú.

Un poco incómoda sobre la manera en la que terminó la conversación entre ambos jóvenes, Aravis agradeció que los Señores Vermillion le hablasen del otro lado del salón y se alejó de ambos. De cualquier forma, no era como sí pudiera hablar abiertamente con Merlín, las personas no sabían que se conocían y no podía generar extrañas sospechas. Además, el joven brujo había congeniado fácil con Gwen y se habían hecho amigos, a Aravis le parecía adorable Gwen y comenzaba a apreciarla como una buena amiga.

Antes de llegar hasta donde los Señores Vermillion la esperaban, se alisó la falda del vestido y caminó tratando de no tropezar con sus pasos. Con un suspiro corto, observó a Morgana aproximarse hasta ellos.

—Querida, queremos presentarte a Lady Morgana —comentó Lord Howell, señor de la casa Vermillion; a Aravis le había costado memorizar sus nombres. Se aproximó con cautela y sonrió sin mostrar los dientes, cuando Lord Vermillion la tomó de la espalda y la guió hacia la dama—. Lady Morgana, esta es Aravis Na Beinne, será nuestra invitada por un tiempo en la corte.

Morgana por primera vez la vio, sus ojos como el azul claro del cielo se posaron sobre los suyos. Los ojos de Aravis eran más grisáceos que azules, le devolvió la mirada y ambas se sonrieron la una a la otra, porque la pelinegra no sabía cómo reaccionar ante aquello o cual era la manera correcta de saludar a una mujer que acababa de conocer.

—Es un placer, Aravis —expresó abiertamente la protegida del Rey, con delicadeza y dulzura en sus palabras—. He escuchado sobre ti, compartimos doncella.

—Ah, sí, Gwen es demasiado amable —expresó, con una sonrisa sincera—. Gracias a su ayuda no me he sentido tan perdida estos últimos días.

—Me alegra que esté para ayudarte —apuntó Lady Morgana con sinceridad, miró hacia las personas preparándose para recibir el rey y luego devolvió la vista hacia Aravis—. Mañana podemos salir a tomar el té o caminar por el castillo —añadió, dejando boquiabierta a la pelinegra—. En estos días no hay mucho por hacer, quizás podamos ofrecernos compañía a la otra.

—Estaré encantada de volverla a ver.

Sin más palabras, Aravis vio a Morgana desaparecer al tiempo en que los cuernos comenzaron a sonar para recibir al Rey. Todas las pláticas y risas desaparecieron, las personas comenzaron a congregarse de manera que pudiesen ver a Uther Pendragón arribar a la sala. Aravis se colocó a un lado de Reid y miró a Uther llegar hasta ellos, usando una capa oscura que contrastaba con el dorado de su corona. Al pasar, todos los presentes inclinaron la cabeza en señal de respeto y a Aravis le costó un poco.

—Hemos disfrutado de veinte años de paz y prosperidad —habló el Rey cuando llegó al centro de la mesa principal y se giró hacia los presentes, esbozaba una sonrisa orgullosa—. Y eso le ha traído al Reino y a mí mismo muchos placeres —prosiguió, Aravis miró detrás de ella y se llevó una sorpresa al ver a Merlín por detrás, acompañado de Gaius—, pero pocos comparables con el honor de presentarles a Lady Helen de Mora.

Los aplausos no se dieron a esperar cuando Uther Pendragón rodeó la mesa y se colocó en su silla. Aravis observó a Lady Helen, con un vestido dorado y elegante que resaltaba en toda la sala. Los aplausos continuaron hasta que el Rey finalmente se sentó y después de él, los demás le imitaron. En la mesa al centro, que estaba al fondo del salón, únicamente estaban sentados el Rey de Camelot, su primogénito, el príncipe Arturo y Lady Morgana. A la familia Vermillion le había tocado sentarse en la mesa del extremo izquierdo, el señor y la señora Vermillion estaban frente a Reid y ella. Aravis tenía una vista extraordinaria hacia el centro de la sala y el Rey, pero sobre todo, de Arturo y debía de reconocer, que se veía más apuesto portando aquella capa rojiza que hacía a su cabello brillar como el oro.

No le tomó mucho tiempo escuchar la magnífica voz de Lady Helen, en el segundo en el que todos estuvieron sentados la mujer comenzó con su mítico canto desde su posición. Por días había escuchado lo mucho que alababan el canto de Lady Helen y, ahora que la escuchaba, pudo entender por qué. Las notas y la melodía de su voz hicieron que Aravis suspirara, en sus años de vida, la pelinegra no había escuchado a personas que cantaran. O que lo hicieran un poco decente, al menos.

Lady Helen avanzó un poco en la sala y permaneció ahí, con los brazos extendidos. A medida que cantaba la mujer el sueño comenzaba a apoderarse de Aravis, su voz y la entonación eran perfectas como una melodía de cuna. Sus párpados comenzaron a pesar y un extraño aroma dulzón llegó a sus fosas nasales, trató de ahuyentarlo o reconocer de donde provenía, pero el cansancio que comenzó a sentir en su cuerpo la arrulló, durmiendo sus sentidos. Estaba verdaderamente agotada; fue solo cuestión de tiempo cuando su lucha por mantenerse despierta fue en vano y, cuando finalmente cerró los ojos, lo último que su mente procesó fue el reconocimiento al olor que emitía la magia.

Cuando abrió los ojos, la oscuridad la recibió. Todas las velas que anteriormente les habían proporcionado iluminación y calidez, se habían apagado dejando el aire frío del anochecer. De no ser por la luz de la luna, Aravis no habría podido ver nada. Con extrañeza, alzó el rostro para encontrar una red de telaraña envuelta sobre su cabeza y el miedo de que le saliera una araña exaltó su corazón. Se incorporó casi de inmediato, retirando cualquier rastro de telaraña sobre su cuerpo y con extrañeza miró alrededor, para comprobar que no era la única.

Todo el salón estaba cubierto de telarañas, dando la impresión de que habían transcurrido siglos desde que se quedó dormida con la misteriosa voz de Lady Helen. Las personas a su alrededor también comenzaron a observar lo que ocurría, al centro de la sala, la dama que anteriormente había estado cantando tenía el candelabro sobre su cuerpo. Aravis se inclinó para zarandear a Reid, quien aún no había despertado y miró con extrañeza el cuerpo inerte bajo la lámpara, porque donde debía de estar Lady Helen, la persona que usaba su vestido y joyas no era la dama de instantes atrás, sino... Aquella mujer que vio a su hijo morir días atrás.

Aravis pasó saliva por su garganta, tras finalmente, reconocer el aroma que había emitido la magia de aquella mujer. Por el peso del candelabro sobre su cuerpo, seguramente no había sobrevivido y con pesar, la pelinegra observó a aquella mujer cuyos deseos de venganza la habían orillado a esto. Pero, ¿quién era Aravis para juzgar? No sabía cómo su hijo, ahora difunto, había sido atrapado usando magia o bajo qué fines los había utilizado. Solo sabía que Uther no conocía la misericordia ni el perdón cuando se trataba de la magia. Pero la venganza...

Ahogó un grito cuando la mujer levantó la cabeza de su inerte posición. Con sus últimas fuerzas, la mujer se apoyó del suelo para incorporarse un poco, soltando un jadeo lastimero y sin dudar un segundo, lanzó una daga en dirección al príncipe Arturo, quien aún estaba estupefacto por lo acontecido. Sucedió muy rápido, la daga giró en dirección al príncipe paralizado de la impresión y cualquiera hubiera pensado que ese sería el destino del futuro rey de Camelot.

Sin embargo, no fue así.

En un golpe seco, la madera crujió levemente cuando la daga se enterró en el respaldo de la silla en la que minutos atrás el príncipe había estado sentado. Las voces misteriosas de los invitados no tardaron en hacerse oír; con un jadeo, Aravis vio a la hechicera dar su último suspiro, antes de caer inerte ante las acciones de su propia magia. El olor a magia pronto comenzó a difuminarse, o quizás fue que Aravis quedó lo bastante atónita que se olvidó de respirar. Merlín y Arturo se incorporaron y el Rey no dudó en aproximarse a ambos.

—Salvaste la vida de mí hijo —expresó con gratitud el hombre, dirigiéndose hacia Merlín. La mirada de Arturo aún era escéptica, como sí le costase creer que el joven con el que había tenido varios enfrentamientos días anteriores hubiese sido el mismo que le había salvado la vida—. Esa deuda debe pagarse.

—Eh... Bueno...

Merlín jadeó, realmente sin saber cómo responder ante el Rey.

—No seas modesto, tendrás recompensa —insistió el Soberano y Merlín se rehusó una vez más, alegando que no era necesario, con un breve encogimiento de hombros—. No, yo digo que sí. Esto merece algo especial.

Tras ver que no había manera de hacer cambiar de opinión al Rey, alzó los hombros.

—Bueno.

—Serás recompensado con un puesto en la corte real —prosiguió el monarca, colocando una mano sobre la espalda de su primogénito y Aravis miró boquiabierta a Merlín—. Serás el sirviente del príncipe.

Sin darle tiempo a rehusarse, una ola de aplausos aprobó la decisión del Rey. Arturo, incrédulo, contrajo su rostro en señal de disgusto y no dudó en llamar a su padre con un deje de indignación. No obstante, no fue respondido cuando el Rey avanzó hacia la salida del salón dispuesto en marcharse. Un poco atónitos, incrédulos y nada complacidos con la decisión que tomó el Rey, Aravis los observó compartir una mirada y después voltear efusivamente hacia el otro lado, con claro disgusto.

Aravis hubiese esperado que la recompensa por salvar al príncipe Arturo fuera distinta, un par de oro o joyas; pero no un trabajo como su sirviente personal. Y, muy en el fondo de su mente, las palabras del Gran Dragón resonaron en su cabeza. Quizás, el destino era tan solo una fuerza poderosa de la que no se podía escapar. Ahí estaba, presente en todo momento, esperando el día en el que tuviese que salir a la luz. No se podía cambiar, ni se podía escapar de él... Solo se podía aceptar. Y el destino de Merlín, se marcó esa noche, desde el momento en que decidió salvar la vida del príncipe Arturo y darle un uso a toda la magia con la que había nacido.

Pero para Aravis y, sin darse cuenta, su destino se marcó en el momento en que posó sus ojos en Lady Morgana. Y su condena, o su salvación, comenzaría a tomar rumbo en torno a eso.

¡Hola! 

Este capítulo quedó cortito, pero me gustó escribirlo. No he dado mucho trasfondo a Aravis, pero al ser los primeros caps quiero que se sientan un poco más ligeros. Espero que les haya gustado <3 

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