Los susurros se retienen, se esconden y me intimidan, yo misma me aniquilo y mi mente me traiciona, soy mi propio verdugo... la proveedora de mis castigos y la asesina de mis plegarias.

Mi vida está sumida en el desespero ambiguo y destinada a la pena en un exilio...

Las tentaciones desalineadas giran en torno a mí como un espiral de calamidades... el miedo del inevitable fracaso junto a las hileras del tiempo me asecha, me persigue, me cubre por completo y me hace agonizar.

Aquel tormento de un retoño abandonado acompañado de una lágrima marchita y perenne de la desilusión yacen en una coraza descuidada...

Como lo siento, como siento no haberme despedido, como siento estar llena de esperanza y que al final esta sea nula, que condena para mí, estoy sola, perdida y en descenso hacia un pozo infinito de lamentos, un purgatorio maldito en lo profundo de mi mísera psique.

Quisiera gritar, pero no puedo... mi aflicción y desconsuelo no son finitos y eso es lo que más me asusta, en el momento que mis martirios comiencen a brotar un cataclismo interminable va a querer escapar.

Permanezco escondida en una caverna... dudo que algún día alguien me pueda encontrar.