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Las menores Williams

Viernes por la tarde, es la última hora de clase y todos los alumnos del grupo tres se encuentran en su práctica de alquimia. Dorian hace girar su varita en espirales en la orilla de su caldero para revolver su poción, tiene la lengua entre los dientes y el ceño fruncido en una mueca de concentración; Alex lo mira de reojo de vez en cuando, hace una mueca y se arremanga la túnica mientras vigila a su hermano.

La poción de Dorian comienza a burbujear, su dueño sonríe aliviado hasta que nota que las burbujas empiezan a aparecer cada vez más rápido y el contenido de su caldero sube, Alex espera un momento y cuando ve la poción llena de burbujas, suelta un campo de fuerza que los protege a él y a su hermano, en ese momento el caldero explota y su contenido se derrama.

—¿Otra vez? —reclama Dorian al ver eso; Alex desvanece la barrera permitiendo que su hermano limpie.

—¡Williams! —grita el profesor y Dorian hace una mueca de preocupación.

El mentor Mertun Good aparece a su lado con una mueca de desaprobación en su ya de por sí serio rostro, cruza los brazos sobre su pecho y con su varita apunta a Dorian, quien solo baja la vista en una mueca apenada.

—Lo siento profesor Good —murmura.

—Williams, ¿cuántas clases llevamos? —pregunta el profesor.

—Uhm... Tenemos tres clases a la semana y nos hemos visto... tres semanas —cuenta Dorian, el profesor asiente —Así que, nueve.

—Correcto, y de esas nueve, ¿cuántas han sido de práctica?

—Tres.

—¿Y en cuántas clases ha hecho explotar su caldero?

—En cuatro.

Alex contiene una risa al escuchar a su hermano y siente inmediatamente una mirada acusadora posarse sobre él, lo que lo hace callar.

—¿Le parece muy divertido interrumpir mi clase, joven Williams?

—No señor, lo lamento —se disculpa el mayor de los gemelos bajando la vista.

—Me parece que sería apropiado castigarlo por su ineptitud —comenta el profesor volviendo la vista a Dorian —Para nuestra próxima clase ambos deberán traer los materiales necesarios para todo el grupo.

—¡¿Qué?! —gritan ambos gemelos.

—¡No es justo! —reclama Dorian.

—¡Yo no hice nada! —secunda Alex.

—Tampoco me parece justo interrumpir mis clases siempre por el mismo alumno —contraataca Good mirando a Dorian —Y el menor necesitará un incentivo para dejar de equivocarse, espero que su hermano mayor sea incentivo suficiente.

Mertun da media vuelta y continúa su clase con los alumnos de la mesa de atrás, ambos gemelos lo miran con la boca abierta; Alex voltea la vista hacia su hermano con los dientes apretados y los ojos destellantes de ira.

Tan pronto como la clase termina y el profesor les asigna los materiales que deben llevar para la siguiente clase, ambos gemelos salen del salón y Alex comienza a golpear a Dorian con su libro de pociones.

—¡¿Cómo puedes ser tan inútil?! —reclama molesto —¡¿Ves lo que provocas?!

—Perdón, la alquimia no es lo mío —murmura Dorian avergonzado.

—¡Pues vas a tener que volverla lo tuyo porque no voy a dejar que Good vuelva a castigarme por culpa tuya! —regaña el mayor —Vas a pedirle ayuda a Morgana a ver si así por lo menos aprendes a no ser un desastre.

—Bien...

Alex baja corriendo las escaleras a toda velocidad, Dorian salta el balcón y despliega sus alas para dirigirse a su habitación; él llega primero, pero le sorprende ver al joven "espíritu de hielo" frente a la puerta.

—Aquiles —exclama con sorpresa —¿Qué haces aquí?

—Oh, hola Dorian —saluda apenado el chico —Lázaro me dijo que si quería podía pasar la tarde con ellos, porque ustedes no estaban, ¿no hay problema?

—No, en absoluto, solo me sorprendió verte por aquí —asegura Dorian abriendo la puerta —Vamos, pasa.

—Gracias —murmura el más pequeño con dulzura entrando a la habitación.

Dorian exhala un suspiro antes de entrar y dejar la puerta abierta, pero justo en ese momento, su hermano mayor entra, cayendo ambos al suelo como de costumbre.

—¡ALEX!

—¡Cállate! —ordena Alex levantándose con molestia —¡Hoy no estás en posición de reclamar nada!

Dorian se levanta solo, en silencio y cierra la puerta, los otros tres en el cuarto los miran con los ojos muy abiertos, los gemelos Williams molestos es algo que no había pasado.

—¿Qué ocurrió? —cuestiona Lázaro incrédulo sentado a un lado de Eveldrith en la litera de este.

—Que por culpa de ALGUIEN —apunta Alex acusadoramente hacia su hermano —Ahora debemos de llevar todos los materiales para la clase de alquimia del lunes.

—¿Pues qué hicieron? —inquiere Aquiles confundido.

—¿Otra vez explotó el caldero de Dorian? —interviene Eveldrith.

—Sí —responden los gemelos al unísono, Alex con frustración y Dorian con vergüenza.

—Una sola persona no puede ser tan mala en algo —comenta Eveldrith —Y mira que yo tampoco soy particularmente hábil en la materia.

Dorian se encoge de hombros antes de acercarse a su litera y acostarse con un brazo sobre sus ojos, Alex se apoya en la pared con los brazos cruzados sin apartar la vista de su hermano.

—¿Y a tí por qué te incluyó en el castigo? —pregunta Lázaro.

—Por burlarse de mí —contesta Dorian antes de que su hermano lo haga —No tengo pruebas pero tampoco dudas.

—Sí, supongo que en parte también fue por eso —accede Alex —Pero su respuesta fue que Dorian necesitaba "un incentivo para mejorar".

—Eso no es justo —menciona Eveldrith indignado, Alex se encoge de hombros —¿Son materiales difíciles de conseguir?

—La verdad no, en su mayoría son flores y raíces, pero son para todo nuestro grupo —admite Alex.

—También hay que ser francos, no es mucho trabajo —interviene Dorian —Son tres flores, una fruta, dos raíces y agua para un grupo de catorce personas; pero es tedioso porque debemos ir a buscarlas al bosque.

—Los acompañamos si quieren —propone Lázaro —Les hacemos el trabajo más ameno y de paso matamos tiempo.

—Sí, es buena idea —secunda Eveldrith —Podemos ir todos, ¿vienes Aquiles?

—No es como que tenga algo mejor que hacer —repone el aludido encogiéndose de hombros —Me apunto.

—Gracias chicos —murmuran los gemelos al unísono.

—Bueno, vamos, al mal paso darle prisa —apremia Lázaro aplaudiendo, todos ríen pero se encaminan a la puerta para salir.

El camino hacia el bosque transcurre entre risas, saliendo de la cerrada bajan la colina, avanzan algunas cuadras, pasando por el mercado, la plaza oriente y el campamento Transformista, al pasarlo, se adentran en este para llegar al claro Bosque Smaragd.

—Bien, ¿qué debemos buscar? —cuestiona Lázaro una vez que se encuentran rodeados de los altos Cipreses Unsterbliche del bosque.

—Primero, el páramo florido —apunta Dorian caminando hacia el sur; él y su hermano conocen el bosque como la palma de su mano así que la orientación no es un problema.

—¿Qué poción van a realizar? —cuestiona Eveldrith.

—Una poción de olvido, me parece —responde Alex encogiéndose de hombros.

—Asumo entonces que necesitan raíces de Lether, ¿no? —repone Eveldrith, los gemelos asienten —Bien vamos.

Mientras siguen su camino, puede verse como el sol se filtra entre las copas de los árboles haciendo suaves patrones de luz similares a las auroras boreales; de pronto Dorian se detiene en una extensión llena de enredaderas, flores y árboles frutales.

—Wow, creo que nunca había entrado a esta parte del bosque —comenta Eveldrith con los ojos iluminados de emoción.

—Yo tampoco, nunca me había adentrado en el bosque más allá del campamento o el mirador —secunda Lázaro mirando a su alrededor con ilusión.

—Pues bienvenidos al páramo florido —exclama Alex —Dorian, tú tienes la lista, ¿qué necesitamos?

—Esto es para una sola poción, así que hay que multiplicarlo por catorce —advierte Dorian sacando la lista —Una raíz de Lether, dos raíces de valeriana, dos flores de amapola nocturna, polen de polivido... creo que podemos llevarnos una flor y ya, ¿no?

—Llevemos dos por cualquier cosa —apunta Alex —¿Y qué más?

—Y... un capullo de glocke star —termina Dorian —En teoría debería ser fácil.

—Solo dos cosas —menciona Lázaro —Uno, ¿tienen donde guardar eso?

—Mertun nos dió esto —responde Alex sacando de sus bolsillos dos pequeños sacos que al agitarlos se expanden —Uno para las raíces y otro para las flores.

—Y yo traigo el frasco para las frutas —complementa Dorian.

—Justo ese era el segundo punto, ¿y la fruta?

—Venimos por ella el domingo —contesta Dorian.

—Si nos la llevamos ahorita, va a pasar una de dos cosas —prosigue Alex —O nos las vamos a comer, o van a terminar hechas puré.

—Tiene sentido —acepta Eveldrith.

—Bueno, yo busco las polivido —comenta Alex.

—Yo las amapolas y los capullos —secunda Dorian.

—Te ayudo —exclama Aquiles.

—Supongo que eso nos deja las raíces a nosotros —menciona Eveldrith chocando su brazo con el de Lázaro, el cual asiente.

—Ahorita los ayudo —informa Alex.

—Tengan cuidado —advierte Dorian de pronto —No los vaya a atrapar una Seilreen.

—¿Una qué? —exclaman los dos isleños.

—Es un tipo de enredadera juguetona que disfruta de enredar los pies de las personas y colgarlas de cabeza —explica Aquiles —Descuiden, se deja soltar fácilmente y te ayuda a bajar cuando lo consigues, pero si te agarra desprevenido puede ser doloroso sentir cómo te jala.

—¿Y cómo elige a sus víctimas? —pregunta Lázaro con desconfianza mirando al suelo.

—Al azar, pero siempre se va con quienes están más cerca —responde Aquiles —Así que tranquilos, quienes estamos en riesgo somos Dorian y yo.

—¿Por? —inquiere Eveldrith.

—Porque las Glorke florecen en las enredaderas —contesta Alex.

Todos comienzan a trabajar, Aquiles encuentra rápidamente las amapolas, son muy pequeñas y de un color azul noche muy hermoso con pequeños destellos blancos que hacen que den la impresión de ser un cielo estrellado, con cuidado, corta las flores asegurándose de dejar la mayor parte del tallo para permitir que crezcan de nuevo. Dorian comienza a arrancar suavemente los pequeños capullos de las campanillas que apenas comienzan a abrir, no deben estar totalmente cerrados, pero tampoco abiertos.

Alex rápidamente encuentra las polivido; flores del tamaño de sus dos manos juntas similares a los crisantemos pero en un intenso color rosado, con centro violeta, las rodea con sus manos con cuidado y las arranca de sus hojas que las mantienen clavadas al suelo; las deposita en la bolsa y se la entrega a Aquiles para ir a ayudar a Lázaro y Eveldrith.

Lázaro batalla con una raíz gris en el suelo, muy similar al jengibre, que se niega a salir, Eveldrith trae cargando cuatro ramas en sus brazos pero las deja en el suelo y se acerca a él para ayudarlo.

—A ver salvaje, no eres cavernícola, así no saldrá nunca —apunta arrodillándose a su lado y tomando la raíz —Solo gírala hasta que escuches cómo se quiebra, y sácala.

Eveldrith sigue sus pasos y consigue arrancar la raíz con facilidad, entregándosela a Lázaro que lo ve con una mueca.

—Perdón, mi evolución se saltó la etapa de los cazadores-recolectores —reclama en burla causando que su amigo le saque la lengua.

—¿Cómo van? —interviene Alex guardando las raíces que Eveldrith dejó en el suelo.

—Progresando —responden al unísono.

—Pues vamos.

El grupo trabaja entre risas y charlas, progresan rápidamente y antes de lo previsto ya han recolectado todo lo necesario, están guardando y sacudiendo sus ropas cuando se escucha un muy débil "ay no" seguido de un grito. Los altos entornan la vista hacia el grito, falta Aquiles.

—¿Aquiles? —llama Alex, el grito vuelve a escucharse.

—¡Ayuda! —clama la voz de Aquiles.

—¡Aquiles! —exclaman todos siguiendo la voz del más pequeño.

—Por ahí, miren —apunta Eveldrith al rastro que dejaron las manos de Aquiles en el suelo; todos siguen el camino hasta que de pronto no hay más rastro. —¿Y Aquiles?

—¡Aquiles! —vocean los gemelos.

—¡Arriba! —se escucha, todos alzan la vista y ven al pequeño colgado de cabeza saludándolos con la mano —¿Alguien puede ayudarme? No soy particularmente flexible.

—Claro, voy —accede Alex, se acerca al árbol más cercano a dónde se encuentra Aquiles y comienza a trepar con rapidez para sentarse en una rama a la altura de los pies de Aquiles.

Abajo, Lázaro, Eveldrith y Dorian miran a su alrededor, el último frunce el ceño, la luz del sol ya no se filtra y los cipreses están reemplazados por Tannes negros.

—Bien, a la cuenta de tres, dame la mano —murmura Alex desatando la enredadera con su mano izquierda y estirando la derecha hacia Aquiles —¿Listo? Una, dos... tres.

Aquiles lo toma justo en el momento que el nudo se deshace dejándolo caer, Alex lo balancea para depositarlo con cuidado en una rama un poco más abajo, Aquiles sonríe y le da un pulgar arriba.

—Gracias —exclama.

—Nos vemos abajo —responde Alex con alegría, saltando para hacer camino abajo.

Lo que parece una rápida y simple caída libre, se ve interrumpida por una rama que se rompe tan pronto como Alex cae en ella, haciéndole perder el equilibrio y siendo recibido casi en el suelo por una red hecha por su hermano.

—Gracias —murmura Alex, Dorian le da un pulgar arriba y desvanece la red permitiendo que caiga con suavidad en el suelo.

—Oigan, ¿qué es eso? —pregunta Lázaro mirando hacia arriba con curiosidad.

Los gemelos se acercan mientras Aquiles sigue bajando con cuidado del árbol; de las ramas sobre la cabeza de Lázaro cuelgan tres animales de torsos ovalados y ocho patas de color negro con una luz iridiscente en su vientre que oscila entre el amarillo y el naranja, al igual que el fino hilo que los sostiene.

—Ay no —murmura Dorian.

—Aracrómicas —exhala Alex con temor. 

—¿Qué pasa? —cuestiona Aquiles acercándose, al alzar la vista, su mueca se transfigura en preocupación absoluta —Oh oh.

—¿Qué? ¿Qué son? —inquiere Eveldrith.

—Son un tipo de araña capaz de crear hilos de colores —responde Alex.

—El color de sus hilos y de la luz que emiten cambia de acuerdo con el peligro que hay en el ambiente —explica Dorian —Y este está pasando de naranja a rojo.

—Eso es malo —finaliza Aquiles, entonces, las arañas vuelven su camino con prisas y se alejan entre las ramas.

—Muy malo —concuerdan ambos gemelos, de pronto, se escuchan pasos tras ellos.

Al voltear, tres pares de brillantes ojos rojos con colmillos los observan, los gemelos y Aquiles les indican a los otros dos con un gesto que se queden quietos.

—Lobos vampiro —murmura Dorian.

—Retrocedan muy lento —indica Alex siguiendo su propia orden.

—¿Qué son? —susurra Lázaro mientras retroceden.

—Son la especie de lobo más veloz del mundo, son capaces de distinguir el aroma de sus presas hasta a 50km. —detalla Aquiles con preocupación —Es imposible escapar de ellos con magia.

—Y si son tan riesgosos, ¿por qué nos movemos tan lento? —interroga Eveldrith ansioso. Más lobos han comenzado a llegar.

—Porque mientras no te elijan como presa puedes sobrevivir si no los haces enojar —explica Dorian.

—Y los movimientos rápidos los hacen enojar —complementa Alex.

—¿Y cómo sabemos que no nos han seleccionado como presa? —inquiere Lázaro.

—Porque no están en posición de ataque —responde Alex.

En eso, se escucha un gruñido, todos se quedan congelados en sus lugares y levantan la vista hacia los animales; uno de ellos se ha adelantado, está de pie sobre una roca y no aparta los ojos de ellos, entonces, junta sus patas traseras a las delanteras y se dobla como si se preparara para saltar; los gemelos intercambian una mirada fugaz.

—¡CORRAN! —gritan al unísono antes de dar media vuelta y alejarse a toda prisa.

Mientras sus amigos los siguen, se escucha un aullido y muchas patas rascando las hojas en el suelo, los gemelos miran hacia atrás; han vuelto a la zona verde del bosque, y al menos seis lobos los siguen. Eveldrith los alcanza rápidamente, corriendo a la par de ellos, en cuanto vuelven la vista al frente, ven a Aquiles pasar por su lado y correr a toda velocidad perdiéndose entre el follaje.

—¿Cómo es que esa cosita puede correr tan rápido? —lanza Dorian incrédulo.

—¿Qué importa? Uno menos de quien preocuparse —apunta Alex —¿Dónde está Lázaro?

—Arriba —responde Eveldrith; efectivamente, en lo alto de los árboles, Lázaro se balancea de rama en rama como un primate.

—Dos menos entonces —murnura Alex acelerando, los lobos los alcanzan.

Eveldrith voltea lanza de su mano una intensa llamarada de fuego que detiene a los animales un momento antes de que comiencen a atravesar las llamas aún más furiosos.

—¿Qué parte de "es imposible escapar de ellos con magia" fue la que no quedó clara? —inquiere Alex acelerando.

—Solo quería ganar tiempo —responde Eveldrith apenado.

Se acercan al claro del mirador y ven a la figura blanquecina de Aquiles detenerse de golpe, los tres lo imitan y Lázaro cae de entre los árboles, de algún modo, algunos lobos se adelantaron y ahora los tienen rodeados.

—Dorian... —murmura Alex. El menor levanta la vista al cielo, pone sus manos en su boca y sopla con fuerza, enviando una gran y poderosa columna de fuego al cielo.

Los animales retroceden un poco, sintiéndose amenazados por el fuego, cuando este ha desaparecido, doblan las patas y muestran sus largos colmillos, listos para atacar.

—¡¿Cuál era el punto de hacer eso?! —reclama Eveldrith. —¿Molestarlos?

—Pedir ayuda —responden los gemelos.

—¿A quién? ¿A un Dios? —replica Lázaro.

—Casi —murmura Alex.

En eso uno de los lobos salta hacia ellos, Alex libera rápidamente su campo de fuerza, creando una barrera azul eléctrico en forma de cúpula que los protege a todos; los animales también la ven y comienzan a rasguñar y lanzarse contra ella.

—¿Alguien tiene un plan? —cuestiona Alex con las manos levantadas para mantener su campo activo.

—Dejar a Aquiles como sacrificio y salir corriendo —responde Lázaro.

—¡¿Qué?! ¡¿Y a mí por qué?!

—Nadie va a querer comerte Aquiles, una roca tiene más proteínas que tú —refuta Dorian.

—Están bromeando Aquiles, no vamos a hacer sacrificio humano —tranquiliza Alex. —¿Alguien puede dar una solución seria?

—Mira, puedo tratar de matarlos, pero tendría que hacerlo de a uno por uno y no tengo suficientes flechas —propone Eveldrith.

—Tardarías más en matar a uno que en lo que ya llegaron los refuerzos —repone Aquiles.

Entonces, se escucha en lo alto el sonido de algo escarchándose, todos alzan la vista y puede verse el campo de fuerza de Alex empezando a congelarse; así mismo, un poco de nieve comienza a caer a su alrededor.

—Aquiles, ¿qué estás haciendo? —cuestiona Alex.

—No estoy seguro —murmura el pequeño.

Los lobos al ver esto, gruñen con más fuerza, redoblando sus esfuerzos para destrozar la barrera, pero sus golpes parecen tener menos impacto por la gruesa capa de hielo que se extiende sobre la cúpula.

—¡Bien hecho, Aquiles! —celebra Alex.

—No por mucho —apunta Dorian.

Los lobos comienzan a morder el hielo y arrancarlo a pedazos, como si fuese carne, deteniendo así la expansión del mismo.

—Aquiles —llaman preocupados los altos.

—No creo poder hacer eso de nuevo —repone el pequeño espíritu de hielo.

—No sirvió de mucho —murmura Lázaro.

—Nos dió tiempo —afirma Alex, entonces un lobo salta sobre el campo y este se desvanece.

—O no —repone Dorian abriendo mucho los ojos.

—¡No puedo hacer otro! —exclama Alex angustiado tratando de concentrar su energía.

Todos se juntan, creando un círculo con sus espaldas y dejando a Aquiles en medio de todos; cuando parece que los animales van a atacar, las ramas bajo sus pies comienzan a moverse.

—¡Agárrense! —advierten los gemelos tomándose de la mano.

—¡¿Qué?! —exclaman los otros tres antes de ser súbitamente levantados por una red de ramas, tallos y enredaderas al momento en que los lobos saltaban hacia ellos.

Los gemelos miran como una parte de la red se separa, permitiendo ver hacia afuera, entonces, de las copas altas cae Mor, siendo sostenida por la rama del árbol más cercano.

—¡¿Por qué diablos tardaron tanto?! —reclama Dorian, Morgana los mira con los ojos en llamas y los puños apretados.

—¡No te quejes! ¡Ustedes son quienes deberían cuidarnos y protegernos! ¡NO AL REVÉS! —regaña con autoridad —¡¿Pueden dejar de tratar de morir cada cinco minutos?!

Dorian baja la vista apenado y Alex hace una mueca antes de mirar de nuevo a su hermana.

—Gracias —murmura con un poco de vergüenza; tras Morgana, se ve una melena pelirroja descendiendo dentro de una burbuja. —¿Dónde está Milly?

—Se quedó atrás, pero ya viene.

—¡¿Dejaron a Milly?! —reclaman ambos gemelos.

—¡Era llegar las tres o venir a salvarlos, ¿qué prefieren?! —contraataca ella. —¿Ellos también venían incluidos en el paquete?

—Sí.

—De acuerdo, voy a bajar —avisa antes de que la rama que la sostiene comience a descender.

—Agarrense —advierten los gemelos tomándose de la misma liana; sus amigos obedecen, sosteniéndose de otras partes de la red cuando esta comienza a deshacerse. La liana de la cual se agarran los gemelos se sacude, causando que Dorian resbale y Alex tenga que atraparlo mientras enreda su propia mano para no caer. —¡Morgana!

Desde el suelo, la niña ríe con una sonrisa malvada mientras hace crecer plantas del suelo y mueve las ramas bajas de los árboles para mantener a los lobos a raya. Vanya por otro lado, saca burbujas de sus manos en las cuales encierra a algunos otros.

Los mayores miran el espectáculo, todos subidos en alguna rama alta de los árboles; varios de los depredadores se lanzan sobre Morgana, ella crea una cúpula natural a su alrededor que la protege y después ataca con fuerza golpeando a los salvajes.

—¡Emily! —grita con fuerza y molesta.

Una risa dulce se escucha desde el cielo, los mayores alzan la vista y se ve una pequeña sombra descender en caída libre de entre las copas de los árboles; conforme se acerca, los gemelos distinguen a la benjamina de la familia. Alex estira sus brazos y la atrapa en plena caída.

—Te tengo —exhala cuando la agarra por los codos.

—¡Gracias! —exclama la pequeña con una sonrisa.

—¿Lista?

—Lista.

Alex la balancea con cuidado antes de dejarla caer, siendo recibida por una enredadera floral que la baja con cuidado hasta depositarla en el piso; la pequeña ríe y mira a su alrededor antes de acercarse con cuidado a uno de los lobos más bravos y plantarse frente a él.

—¡Hey! —llama la niña, el lobo la mira y gruñe con molestia.

Desde arriba, los mayores ven como Milly se acerca al animal con calma mientras le murmura palabras inaudibles para ellos, la niña se coloca a cuatro patas y comienza a imitar los movimientos de un lobo con soltura y gracia; al animal la mira, atento, relaja su postura y de pronto se encuentra echado sobre su estómago con las patas en el suelo emitiendo pequeños chillidos mientras mira a la pequeña frente a él que se rueda de espaldas como un perrito.

Milly finalmente se levanta y acaricia la cabeza del animal, acercándose a su oreja para empezar a susurrarle cosas, el lobo se incorpora y suelta un aullido profundo ante el cual sus compañeros se aquietan, el animal da media vuelta y regresa por el camino siendo seguido por su manada.

—¡Eso es! —celebra Dorian bajando de un salto.

—¡Bien hecho, niñas! —aplaude Alex imitando a su hermano.

Los otros tres bajan de sus respectivos árboles, mientras los gemelos saludan a las niñas con alegría y cariño.

—Chicos, les presento a nuestras hermanas, Morgana y Emilisent Williams —presenta Alex apuntando a la castaña y a la menor —Y a nuestra prima, Evanyari Bishop.

—Hola.

—Hola, ¿qué tal?

—Un gusto —Lázaro es el último en responder, las niñas saludan con sus manos —Gracias por salvarnos.

—Niñas, ellos son nuestros amigos de la Academia —presenta ahora Dorian —Lázaro, Eveldrith y Aquiles.

—Hola —responden las tres haciendo una pequeña reverencia que los chicos responden con un inclinamiento de cabeza.

—Son grandes brujas, ¿eh? —comenta Eveldrith con admiración, las niñas sonríen.

—Claro que lo son —murmura Alex con cariño —Bueno, nos tenemos que ir, tenemos unas niñas que cuidar.

—Tomen sus cosas —menciona Lázaro entregándoles la bolsa con las raíces.

—Oh, cierto —exclama Alex tomándola y colgándosela, Dorian lleva el saco con las flores.

—Nos vemos el lunes chicos —se despide Dorian.

—¡Adiós! —responden los tres, girando en dirección opuesta.

Los Williams comienzan a caminar hacia la salida del bosque cuando Morgana se detiene súbitamente.

—¿Una carrera? —propone.

Los gemelos intercambian una mirada antes de asentir y mirar a las otras dos que esperan emocionadas.

—En sus marcas... —inician preparándose para correr.

—Ready? —siguen las niñas.

—Aus! —gritan todos.

Alex y Milly corren al momento, Alex mucho más rápido, pero Milly suelta un silbido largo que hace que pronto, un ave baje a sostenerla con sus garras para llevarla por los aires; Dorian despliega sus alas y se eleva al cielo; Morgan se eleva en las raíces de los árboles que se mueven dándole una pista más corta y deja caer el agua de una hoja sobre Vanya, quien espera paciente y al contacto con esta se desvanece en ella.

Alex llega primero al patio trasero de su casa, dónde un pequeño estanque artificial los espera en calma al frenar, ve cómo el agua comienza a ajetrearse y Vanya sale de un salto.

—Bien hecho —felicita el mayor, entonces se escucha un intenso movimiento de ramas y ambos voltean justo a tiempo para ver a Morgana balanceándose entre ramas, flores y enredaderas para llegar hasta ellos de un salto.

—¡Tarán! —presume la pequeña ante la mirada orgullosa de su hermano.

Alex voltea hacia el cielo y ve a su hermano acercándose en línea recta como un proyectil hacia ellos, por lo menos hasta que otro animal le pasa por delante y suelta a la menor de la familia, Dorian acelera para tomar a su hermana en brazos y poder caer los dos al suelo con cuidado.

—Casi te gano —reclama Dorian al bajar a Milly.

—Pero gané yo —celebra la pequeña sacando la lengua de forma juguetona.

—Vamos niñas, hora de comer —apremia Alex causando un grito de entusiasmo en las pequeñas que corren rumbo al interior de la casa.

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