La práctica de duelo
Otro día en la Academia, las clases de duelo finalmente iniciarán la próxima semana, el viernes comienzan a llamar a los grupos al aula para explicarles el funcionamiento del salón y la clase.
Los gemelos están emocionados mientras se acercan al salón, pero curiosamente, ven entrar también a alumnos de otros grupos; mientras analizan el muy amplio salón, similar a una arena, con varias palabras y diagramas dibujados en el techo y las paredes, un par de manos se colocan en un hombro de cada uno.
—¡Ah, Eveldrith! —gritan ambos al ver a su compañero de cuarto caminando detrás de ellos.
—Hola chicos —saluda su amigo con una sonrisa—, ¿emocionados por las clases de duelo?
—¡Natürlich!* —exclaman ambos con emoción.
—Solo por preguntar —comenta Dorian—, ¿tú qué haces aquí?
—No sé, creo que separaron a los grupos para usar las tres aulas de duelo al mismo tiempo —explica Eveldrith encogiéndose de hombros.
—No es el único que está donde no le corresponde —anuncia otra voz tras ellos haciendo que los tres exhalen un grito antes de voltear y ver al pequeño espíritu de hielo tras ellos.
—¡Aquiles! —claman los tres regulando su respiración.
—Hola chicos —saluda el pequeño.
—¿Tú de qué grupo eres? —cuestiona Dorian.
—Seis.
—Entonces nos reunieron aquí a los grupos uno, tres y seis —analiza Alex—, los primeros de cada clasificación.
—Curioso, ¿no creen? —comenta Eveldrith, los otros tres asienten pero se encogen de hombros.
Entonces se oye un carraspeo y todos se acercan al escenario de la arena a la altura de dónde está la valla que marcaría el inicio de las gradas, si hubiera gradas. En el centro de la arena había dos mujeres y un hombre.
—¿Quiénes son los otros dos? —pregunta Dorian en un susurro al resto—. Los que están a los lados de la mujer de lentes.
—¿Conocen a la mujer de lentes? —cuestiona Eveldrith.
—Es nuestra tutora —aclara Alex—. La profesora Siqy Carrier.
—Ah, claro —exhala Eveldrith.
—La otra mujer es mi tutora —menciona Aquiles—. Bianca Jacobs.
—Y el hombre es el profesor Ignius Putnam, mi tutor —informa Eveldrith.
Los gemelos hacen una breve mueca de sorpresa antes de mirar de nuevo a los profesores. Su tutora, la profesora Siqy, viste su acostumbrada túnica negra y sombrero puntiagudo con sus pequeños lentes cafés que cubren sus cálidos y afables ojos ambarinos; ella es la mayor de los tres maestros sobre la arena.
De su lado izquierdo, Ignius Putnam era un hombre que aparentaba estar entre mediados de los treinta y principios de los cuarenta, tenía la piel pálida y el cabello de un vibrante tono cobrizo que evocaba al fuego, muy similar al de Eveldrith. Sus ojos eran pequeños y analíticos de un curioso tono verdoso oscuro y vestía con un poco más de elegancia; camisa blanca, chaleco de vestir dorado, corbata roja y pantalones de vestir negros a juego con la capa con mangas y capucha que estaba obligado a vestir como parte del personal de la Academia.
Finalmente, la profesora Bianca, no cabía la menor duda de que la mujer era la más joven de ellos tres, no parecía pasar de los treinta y relucía con su piel blanquecina, largo cabello blanco, ojos grises y apariencia etérea casi fantasmal. Ella también usaba una capa negra con mangas y capucha, pero la vestimenta bajo esta la hacía parecer la reina de las nieves: un vestido azul hielo con detalles de encaje blanco.
Los tres profesores tenían apariencia serena y pacífica, y sin embargo, los tres imponían respeto y autoridad con su mera presencia. Los alumnos se acomodaron en sus lugares y guardaron silencio antes de comenzar con la lección.
—Bienvenidos al aula de duelo de los brujos con magia neutra —saluda la profesora Siqy—. Hoy conocerán un poco más sobre lo que se espera que vean en esta asignatura y darán una pequeña demostración controlada para estar listos para sus clases de la próxima semana.
—Como comentario adicional, la materia correrá a cargo de los mentores Anya Easty y Airen Bishop —anuncia el profesor Ignius.
—Durante esta sesión de prueba han sido mezclados con otros grupos con quienes no comparten clasificación por dos motivos —interviene Bianca—. El primero es para fomentar un poco la convivencia entre los distintos grupos de magia y poder ampliar un poco más nuestro conocimiento general.
» El segundo es para dar una pequeña demostración de duelos controlados entre participantes con el mismo tipo de magia y mostrar cómo funcionará entre mezclas.
Los alumnos comienzan a murmurar entre ellos con sorpresa y entusiasmo, aunque los duelos mixtos están reservados para los alumnos de tercer y cuarto año, sería muy interesante poder presenciar uno.
La maestra Siqy se aclara la garganta causando que los alumnos guarden silencio y vuelvan la vista hacia los tres.
—De acuerdo, los objetivos de la materia de Duelo para primer año incluyen: conocer las técnicas básicas de duelo, desarrollar habilidades de defensa y ataque, mejorar concentración y control de emociones durante los duelos y manejar el uso de dones y varitas —enlista la profesora Siqy ante la atenta mirada de los alumnos.
—Por otra parte, sus contenidos incluyen conocimientos tanto teóricos como prácticos —informa Ignius con las manos cruzadas tras la espalda—; entre estos se encuentran: Historia y teoría del duelo, técnicas de lanzamiento de hechizos, en este año particular aprenderán la técnica tradicional y la técnica ráfaga.
—También aprenderán las normas de los duelos académicos y de honor así como estrategias de combate en distintos escenarios —indica Bianca—; por último, pero no menos importante sus evaluaciones estarán compuestas tanto de prácticas de duelo simulado y exámenes teóricos de conocimientos. ¿Alguna duda?
Los alumnos congregados hacen una negativa colectiva con murmullos y gestos, los maestros dan un asentimiento firme.
—Bueno, si no hay dudas, los alumnos más calificados de cada grupo pasarán a dar una pequeña demostración simulada y controlada de los duelos durante clases y al finalizar los maestros daremos una demostración del duelo mixto —detalla Siqy, todos en la sala asienten.
Mientras los maestros se repliegan hacia las esquinas del estrado, los alumnos comienzan a murmurar entre ellos con emoción, Dorian se frota las manos con entusiasmo.
—No puedo esperar a participar en los duelos —comenta con una sonrisa brillante.
—¿Qué esperas exactamente? —reprocha Alex con sorna y malicia bromista—, ¿la oportunidad de volarle la cabeza a tu oponente con tus maravillosas habilidades pirotécnicas?
Alex se gana una mala mirada de parte de su hermano mientras Eveldrith y Aquiles ríen entre dientes para no hacer tanto ruido; dos aplausos de los maestros interrumpen la venenosa y afilada respuesta que Dorian estaba a punto de dar.
—Bien, comenzarán los alumnos del grupo uno —anuncia Ignius desde la esquina más alejada—. Lewis, Minell Witeremin, a la tarima.
—¡Eso, Jin! —grita Eveldrith aplaudiendo con fuerza.
Dos chicos suben a la "arena"; uno de ellos tiene cabello de un tono castaño cálido, ojos ambarinos y la piel de un tono quemado que recuerda al de los pieles rojas de Norteamérica. El otro es de piel blanca salpicada de pecas rojizas, ojos azul hielo y cabello corto de un color similar al cobre al rojo vivo, es, de hecho, extrañamente similar a...
—Eveldrith —llama Alex, el aludido voltea a verlo—, ese chico se parece mucho a tí.
—Sí, es mi compatriota —afirma Eveldrith con una sonrisa de orgullo—. Casi todos los apellidos que escuches raros y que acaban en doble ele son nativos de Hireveavall.
—¡Super! —exclaman los gemelos.
Ambos chicos se colocan uno frente al otro, el profesor Ignius se coloca entre ellos y los separa colocando una mano en el hombro de cada uno, empujándolos hasta quedar con los brazos totalmente estirados; entonces los suelta y con sus manos indica que hagan una reverencia.
Ambos chicos se inclinan casi hasta que sus cabezas chocan y vuelven a levantarse; el chico castaño, a la izquierda, hace retroceder su pie derecho un paso, coloca su mano izquierda frente a él con la palma de frente a su contrincante y su mano derecha levantada en un puño sobre su cabeza. Por otra parte, el compatriota de Eveldrith, a la derecha, hace retroceder un paso su pie izquierdo, retrocede su mano del mismo lado hasta dejarla a la altura de su hombro y coloca su mano derecha frente a él con la palma hacia arriba. Ambos se miran a los ojos, concentrados.
—Solo utilizarán su don principal, el punto es demostrar sus habilidades SIN herir a su oponente —advierte Ignius—. El duelo termina cuando uno queda inmovilizado o sin posibilidad de defenderse, ¿entendido?
—¡Sí, señor! —responden los chicos sin variar su postura.
Ignius coloca una de sus manos entre ambos con la palma en vertical e intercambia una mirada entre ambos chicos.
—¡Comiencen! —exclama levantando su mano dando comienzo al combate.
Lewis baja su mano, creando una bola de fuego que inmediatamente lanza a su oponente, pero el chico la toma sin dudar con su mano izquierda, la envuelve un momento y vuelve a lanzarla con más fuerza, su contrincante debe apartarse para no ser impactado.
El combate es un intercambio de llamaradas donde Lewis las crea y manipula y Jin las aprovecha a su necesidad exhibiendo las ventajas de la Piromanía sobre la Pirokinesis. Entonces, Jin eleva las llamas de Lewis, rodeándolo como si estuviera dentro de una hoguera.
—¡Paren! —ordena Ignius acercándose a la arena, el fuego se desvanece—. Vencedor: Jinlarin Minell Witeremin.
Varios aplausos emocionados, y a la vez solemnes, resuenan en el salón; Eveldrith pertenece al grupo de los que aplauden. El Hirevelo sobre la arena se acerca a su contrincante para darle un apretón de manos civilizado, después de que el gesto es respondido, el chico eleva los brazos aumentando un poco los aplausos antes de que se vuelva a hacer silencio en la sala.
—Esperaba más ruido honestamente —susurra Alex a Eveldrith.
—Los Hirevelos no somos un pueblo de mucho ruido —responde el chico encogiéndose de hombros con simpleza.
Una vez que los alumnos bajan del escenario y el aula ha quedado en silencio, la profesora Siqy sube al estrado, los gemelos intercambian una mirada entusiasta.
—¿Quiénes crees que suban? —inquiere Dorian a su hermano—, ¿Hubbard y quién más?
—No estoy seguro —murmura Alex—, hay bastante de dónde escoger.
—Para la demostración del grupo tres subirán dos alumnas —informa Siqy con calma—. Enora Hubbard y Ana Proctor.
La sala se llena de aplausos mientras las jóvenes suben, Dorian le da un suave codazo a su hermano para llamar su atención.
—Hubbard es una ilusionista, ¿pero Proctor qué era?
—Es como yo —contesta Alex guiñándole el ojo.
—¿Apuestas por ella? —Alex vuelve la vista a las dos chicas que se están saludando y colocando en posición para el combate antes de sonreír.
—Acepto.
Los hermanos se dan un choque de puños antes de mirar de nuevo a sus compañeras; la de la derecha es Hubbard, una chica de rebeldes cabellos ondulados y castaños, electrizantes ojos azules, piel bronceada y terrosa; su postura es sencilla, con el pie izquierdo atrás y sus dos manos colocadas con las palmas hacia arriba y la barbilla levantada.
Por otro lado, Proctor resalta con su lacio y largo cabello negro, brillantes ojos violetas y piel de un marrón curioso que casi aparentaba el dorado; su postura es más agresiva, con el pie derecho atrás, las rodillas dobladas, la mirada al frente y las manos en puños, como si estuviera preparada para soltarle un puñetazo a su oponente en caso de perder ventaja.
Pese a ser una actividad meramente académica, las dos chicas se miran con intensidad y concentración, los eléctricos y chispeantes colores de sus ojos chocan en una danza de poder y determinación causando una tensión que casi puede cortarse con un alfiler.
La profesora Siqy coloca una de sus manos en vertical y luego palmea ambas manos para dar comienzo al combate; Proctor estira uno de sus puños soltando algo parecido a un meteorito que Hubbard detiene con un escudo azul que aparece y se desvanece de la nada.
Las muchachas se enfrentan en una aguerrida y frenética danza de sueños, ilusiones y fantasías en las que queda en evidencia el punto débil del Ilusionismo; una mente con suficiente fuerza como para no dejarse engañar es inmune a este, por otra parte, las Fantasías Vivientes si bien, son oníricas, mientras el brujo las conjure, se vuelven algo real. Y es esa tenue línea entre la realidad y la ilusión la que le da el gane a Ana Proctor.
—¡Sí! —celebra Alex aplaudiendo con emoción al ver el resultado, su hermano también aplaude pero sin tanto entusiasmo.
—Fue un buen combate —comenta Eveldrith sumándose a los aplausos.
—Es que esas chicas son geniales —elogia Alex con una sonrisa, Dorian solo asiente.
Las chicas finalizan su combate con un abrazo y bajan del escenario tomadas de los brazos como grandes amigas; entonces se vuelve a hacer el silencio mientras Bianca Jacobs se para en el centro de la tarima.
—Para finalizar, el grupo seis —declara y todos esperan con expectación—. Corey Leina y Magno Aquiles.
—¡¿Qué?! —exclama el joven espíritu de hielo con los ojos muy abiertos.
—¡Vamos, Aquiles! —apremian sus amigos dándole palmadas en la espalda y empujándolo para que se acerque a la arena—. ¡Tú puedes!
Aquiles avanza con paso dubitativo mirando hacia el suelo para acercarse a la profesora Siqy en la esquina más cercana a ellos escuchando a sus espaldas el apoyo de sus amigos.
—Oigan, ya todo esto... —murmura Eveldrith a los gemelos—, ¿cuál es el don de Aquiles?
—Es un Naturista de invierno, Eveldrith —apunta Alex con obviedad—; seguramente es un criomante.
—O en todo caso, un nevado —comenta Dorian encogiéndose de hombros.
—¿Por qué nadie le preguntó?
—Eveldrith... ¡Solo míralo! ¿Te parecía muy necesario? —reprocha Dorian, Eveldrith inclina la cabeza dándole un punto.
Mientras tanto, Aquiles está subiendo los escalones de la arena para prepararse para el combate frente a su compañera cuando la profesora lo detiene.
—Chico, los guantes —apunta Siqy con su usual sonrisa serena—. No queremos que ninguno tenga ventaja.
—Pero no me dan ventaja, son cuestión de estética —excusa Aquiles aferrándose con fuerza a sus guantes.
—Entonces con más razón puedes dejarlos aquí, ¿no?
Aquiles se muerde el labio inferior mientras se quita sus guantes con manos temblorosas y se los entrega a la profesora, la mujer le da una sonrisa casi maternal y lo apremia para pararse frente a su compañera.
Aquiles aprieta las manos contra su pecho mientras se coloca frente a la chica a la distancia que le marca su maestra; Leina es un chica alta de piel pálida y cabello azul celeste que le cuelga como débiles témpanos y brillantes ojos rosados, ella es de sus pocos compañeros que no lo mira raro, aunque tampoco habla con él.
La chica le da una sonrisa simpática que él responde con nerviosismo antes de hacer una suave reverencia de saludo; ella retrocede su pie derecho y levanta esa misma mano a la altura de su cabeza como si fuese una titiritera, su otra mano la pega a su rodilla izquierda; él solo retrocede su pie izquierdo y coloca sus manos como una esfera.
Bianca coloca una mano entre ellos en vertical antes de darles el comienzo con un grito y apartarse; Leina mueve los dedos de su mano derecha sacando luces azules antes de lanzar un haz de luz celeste hacia Aquiles, el chico se arrodilla y sube su brazo izquierdo frente a él creando una barrera de hielo blanco y transparente frente a él que recibe el impacto antes de desvanecerse.
Aquiles alza la vista hacia ella y se incorpora rápidamente, siente su mano derecha comenzar a temblar y la mira con nerviosismo.
—No, no ahora —murmura para sí mismo sintiendo cómo una brisa helada llega desde atrás de él y comienza a soplar con fuerza.
Leina también siente el impacto de la brisa y debe de agacharse para no ser arrastrada por la fuerza de la misma, coloca la mano izquierda sobre su mismo pie, con sus dedos tocando el suelo causando un nacimiento de hielo que deja su pie clavado al suelo antes de levantar la mano de golpe y lanzar cuchillas heladas que Aquiles vuelve a detener con su barrera, el temblor en su mano cada vez es más intenso, al igual que la brisa.
Aquiles golpea su pie izquierdo contra el suelo sacando escarcha en el lugar donde impactó antes de que ésta comience a expandirse creando una especie de pista de hielo; Leina aprovecha el truco y eleva el hielo a su conveniencia haciendo que todos los trozos apunten al chico, el viento empieza a arrastrar nieve y a moverse en círculos alrededor de él, causando que los trozos de hielo jamás lo impacten.
Leina junta los pliegues de sus muñecas con las palmas hacia Aquiles y envía hacia él un intenso rayo de luz azul; antes de que Aquiles pueda controlar el torbellino de nieve y viento que lo rodea, el rayo impacta contra su pecho sacándolo de la tarima y tirándolo al suelo inconsciente. El viento, la nieve y el hielo que él había creado se desvanecen y Leina se lleva una mano a la boca, preocupada.
—¡Aquiles! —gritan sus amigos separándose del grupo para acercarse a su amigo.
Siqy y Bianca también se acercan al chico con prisas mientras Ignius sale corriendo del salón para llamar al personal de enfermería.
Después de que sacaron a Aquiles del salón, los maestros se disculparon y dieron algunas recomendaciones y advertencias para ese tipo de cosas, además de recordarles que el punto de iniciar el entrenamiento entre el mismo tipo de magia es justamente reducir los daños al mínimo; la magia se reconoce a sí misma y por lo tanto no se lastima entre ella.
Dorian, Alex y Eveldrith esperaban ansiosos que la clase acabara para poder ir a ver a su amigo, no los habían dejado acompañarlo puesto que el personal necesitaba trabajar sin interrupciones para garantizar que Aquiles estuviera bien.
Tan pronto como los profesores les permiten salir, corren fuera del salón encontrándose con Lázaro sentado en las escaleras del edificio de su dormitorio.
—¿Qué tal la demostración de las lecciones de duelo? —pregunta el chico alzando la vista hacia ellos.
—Iba bien hasta que Aquiles salió herido —responde Alex, Lázaro se levanta con los ojos muy abiertos.
—¿Qué? —exclama preocupado—; ¿qué le pasó?
—Un hechizo de su compañera le dió de lleno y lo tiró de la tarima —explica Eveldrith—. Está en enfermería.
—Vamos a verlo —apremia Lázaro dónde media vuelta de nuevo hacia las escaleras.
—¿Alguien me recuerda dónde estaba la enfermería? —interviene Dorian mientras todos se acercan a las escaleras del edificio.
—Abajo —contestan todos.
Lázaro empuja hacia abajo la tabla del primer escalón haciendo que suene un "clic" y la tabla se levante un poco permitiendo que puedan abrir el camino por completo. El peliazul se apoya del segundo escalón y del suelo para meter sus piernas y después soltarse, desapareciendo de la vista de todos.
Eveldrith salta hasta el segundo escalón, donde se sienta un momento antes de impulsarse hacia abajo y caer por el hueco abierto en la escalera; los gemelos esperan unos segundos antes de tomarse por los codos y saltar dentro del agujero.
La caída dura unos cinco segundos antes golpear con un camino de tierra en donde ambos se arrodillan antes de levantarse suavemente; se encuentran en una especie de cuarto subterráneo hecho de piedra y tierra marrón y dorada. Hay un pequeño arco de piedra gris frente a ellos, al cruzarlo, Lázaro y Eveldrith los esperan.
Los recibe un largo pasillo de piedra negra adornado con brillos verdosos que podrían ser tanto sales como esmeraldas, hay también algunos tragaluces en el techo por donde entra la luz y el aire. El pasillo tiene un ventanal por todo lo largo, hecho de cristal prismático que genera ondas de luz colorida; a través del ventanal, se ven dos canchas donde chicos de la Academia están jugando con sus varitas y bolas de cristal.
Los cuatro atraviesan el pasillo hasta un arco que les permite salir y adentrarse en la zona de canchas, si hubieran continuado el camino, habrían llegado a la puerta de la cafetería.
—Allá está la enfermería —apunta Eveldrith señalando al fondo.
En contra esquina a dónde se encuentran se puede ver una habitación de roca y madera dorada que parece brillar con luz propia, los cuatro intercambian una mirada y con un asentimiento firme se dirigen hacia el cuarto.
—Oigan, necesito una explicación —comenta Lázaro mientras caminan—; ¿cómo fue que alguien pudo vencer a Aquiles y enviarlo a enfermería? Es un Naturista de nivel quince, él debió ser quien debió haber enviado a alguien a enfermería.
—Ni idea, fue muy raro —responde Eveldrith con el ceño fruncido—. Aquiles no se veía convencido de participar, lo cual tiene lógica considerando la esencia de su pueblo, pero el punto está en que no hizo nada durante el combate.
—Y literalmente, nada —apoya Dorian pensativo—. En todo el combate Aquiles solo causó viento y un escudo de hielo, no hizo otra cosa. No soltó un solo hechizo de ataque real.
—Tengo familiares que poseen magia de hielo, así que créanme, eso, cualquiera que tenga un nivel mayor de dos, puede hacerlo —informa Eveldrith.
—¿Han considerado que Aquiles no sepa usar su magia? —propone Lázaro de pronto.
—¡No digas tonterías, Lázaro! —reprocha Eveldrith—. Estando en la Academia, ¿cómo podría no saber usarlos?
Lázaro eleva las cejas y lo mira con incredulidad antes de señalarse a sí mismo, mostrando su punto.
—Bueno, Lázaro, tú eres un caso particular —interviene Alex—. Aquiles no pertenece a ese grupo.
—Pero piénselo, lleva solo once años, no conoce a sus padres y sus hermanos, que pudieron haber sido sus guías, no están con él —enlista Lázaro sembrando duda en todos—. ¿Alguien alguna vez lo ha visto usar magia? Exceptuando hoy, claro.
—El día del bosque —apunta Alex.
—¿Y qué fue lo que dijo cuándo le preguntaste qué hacía? —contraataca Lázaro—. "No estoy muy seguro", "no creo poder hacerlo de nuevo".
Todos se quedan en silencio procesando la verdad tras las palabras de Lázaro; entonces, una idea de hace paso en la mente de Alex.
—Sus guantes —murmura antes de buscar en las bolsas de su túnica antes de dar con estos.
Todos se detienen frente a la pesada puerta de encino de la enfermería y revisan los guantes azules de Aquiles; el material es peculiar, elástico y ajustado como el latex, pero fibroso y rasposo como el cáñamo. Al sacudirlos un poco, pequeñas astillas de hielo caen de dentro de estos.
—Guantes de contención —susurra Dorian con sorpresa.
Artefactos diseñados principalmente para niños cuya magia era demasiado poderosa y volátil como para ser contenida, los guantes de contención permitían que las ráfagas de magia descontrolada no traspasaran la tela o lo hicieran con mucha menor intensidad de la que realmente se poseía.
—Lázaro tiene razón —exhala Alex con tristeza y preocupación—; Aquiles no sabe utilizar su magia.
Todos se miran preocupados antes de empujar la puerta de la enfermería, revelando una habitación de paredes amarillas con luces blancas en el techo que salen de pequeñas bombillas transparentes. La habitación es rectangular y debe tener la profundidad de dos o hasta tres salones y el ancho del salón de duelo; hay camillas colocadas en fila a cada lado de las paredes y Aquiles está recostado en la segunda más cercana a ellos en la pared izquierda.
—¡Aquiles! —exhalan todos acercándose, el chico los mira con sus grandes ojos llenos de miedo y se hace ovillo sobre sí mismo.
—¡No!, ¡no se me acerquen! —grita cubriéndose con miedo—. Es peligroso.
—Descuida, Aquiles, traemos tus guantes —exclama Alex mostrándoselos antes de lanzarlos para que el chico los atrape.
Tan pronto como los guantes caen en manos de Aquiles, el pequeño se los pone con prisas y mira a sus amigos un poco más tranquilo, permitiendo que se acerquen.
—¿Cómo estás? —pregunta Lázaro sentándose en la orilla de su cama.
—Bien, no fue gran cosa —asegura el pequeño espíritu de hielo—; fue más que nada la caída.
—Aquiles —llama Dorian con seriedad—, necesitamos preguntarte algo.
—¿Qué pasa? —cuestiona el aludido.
—¿Sabes utilizar tu don? —inquiere el menor de los Williams.
Aquiles hace un pequeño puchero con sus labios y su mirada triste se intensifica antes de taparse los ojos con las manos y empezar a llorar. No es necesaria otra respuesta.
*Natürlich: Por supuesto, en alemán.
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