Amistades peculiares
Después de cuatro horas de explicación de las clases y las aulas, los gemelos finalmente pueden volver a su dormitorio; pese a su emoción por la academia, ambos suben las escaleras totalmente agotados.
Al llegar al dormitorio, Dorian se recarga en la puerta antes de abrir y exhala un resoplido.
—Habría sido más fácil volar —reclama el de ojos naranjas.
—Sí, lo tendremos en cuenta para la próxima —accede Alexandre apuntando a la puerta.
Dorian gira la manija y empuja para ingresar, en la litera frente a ellos, Eveldrith está acostado con la cabeza apoyada en uno de los postes, tiene los ojos cerrados y la boca medio abierta.
—No está dormido, ¿verdad? —susurra Dorian haciendo que su hermano gire hacia él.
—No lo sé Dorian —escupe sarcástico —Por si no lo sabías acabo de llegar… igual que tú
—El sarcasmo no te queda, hermanito —se burla el primero generando que el otro le saque la lengua.
—¡Hola chicos! —saluda otra voz alegre haciendo que los gemelos vuelvan la vista al frente y vean a Lázaro asomado en la orilla de su litera mirándolos con una sonrisa.
—Hola —responde Alex devolviéndole la sonrisa.
—Hola —repite Dorian —¿Está dormido?
—Sí —confirma Lázaro colgándose boca abajo en su litera para ver al otro chico —Él tiene la extraña habilidad de poder quedarse dormido en cualquier tiempo, lugar y circunstancia
—Eso debería considerarse un don —exclama Dorian sacándole una risa a los otros dos.
—Oigan —llama Lázaro y ambos lo miran atentos —En el armario hay un pequeño caldero sobre uno de los baúles, ¿me lo pasan?
—Claro —responde Alex acercándose al mueble para sacar el objeto y pasárselo al peliazul.
—¿Por qué está afuera? —pregunta Dorian viendo eso desde la puerta.
—Compra de último minuto —explica simple Lázaro.
Con un movimiento de su mano, el chico hace aparecer una especie de garrote metálico, les da una sonrisa malvada a los gemelos y con sus manos les indica que se tapen los oídos, cuando éstos obedecen, golpea la parte baja del caldero con la barra muy cerca del rostro de Eveldrith haciendo que este se despierte sobresaltado y que tanto los gemelos como Lázaro estallen en carcajadas.
—¡LÁZARO! —reclama Eveldrith haciendo que el aludido ría aún más.
—Tenía que hacerlo, lo sabes —sentencia Lázaro entre risas aún colgado boca arriba en su litera.
Eveldrith lo mira con una mueca de molestia hasta que poco a poco una sonrisa vengativa aparece en su rostro, Lázaro gira la vista hacia él y al ver esto su risa cesa, un pequeño haz de luz amarilla aparece fugazmente en los ojos del primero.
—Eveldrith, no —advierte Lázaro hasta que empieza a escucharse algo ardiendo —¡No! ¡No! ¡No! ¡Eveldrith, ah!
Y ese último grito fue el resultado de una llama comiéndose los pantalones de Lázaro y qué, durante la pelea este último haya caído de espaldas de su litera generando risas del primero.
—Imbécil —escupe Lázaro al ver el fuego en su ropa apagado.
—Tenía que hacerlo, lo sabes —imita Eveldrith burlón.
Los gemelos contienen la risa, Eveldrith alza la vista de su amigo y los ve.
—Bienvenidos —saluda —¿Qué tal su recorrido?
—Agotador —responden los gemelos exhalando un resoplido.
—¿Y los suyos? —cuestiona Alex.
—El mío no fue un recorrido como tal, todo es en el mismo salón y el jardín trasero —explica Lázaro aún acostado en el suelo.
—El mío también fue agotador —admite Eveldrith —Debe haber terminado unos dos minutos antes que el suyo, solo que en cuanto acabó me aparecí en mi litera
—¿Por qué no hicimos eso? —interroga Dorian viendo a su gemelo.
—Estaba muy cansado para pensar y tú no lo propusiste —reclama Alex haciendo que los otros dos rían —¿Qué hay para hacer?
—Nada —responden Lázaro y Eveldrith.
—Si quieren revisen el grabado junto a la puerta —indica Eveldrith apuntando a la pared —Dice las actividades importantes del día o el cronograma semanal
Dorian cierra la puerta y ambos ven el grabado del que habla Eveldrith, sin embargo, no tienen ninguna información más que los colores de las chispas y lo que simbolizan.
—¿Y si no hay ningún cronograma? —cuestiona Dorian arrugando la nariz confundido.
—Es que no hay actividades —explica Lázaro.
—¿No son de aquí acaso? —interroga Eveldrith entrecerrando los ojos.
—Sí, lo somos —afirman ambos gemelos.
—¿Y por qué no saben lo que significa? —inquiere Lázaro incorporándose para quedar sentado con las piernas cruzadas —Hasta nosotros sabemos
—¿No son de aquí? —preguntan al unísono los Williams.
El pelirrojo y el peliazul intercambian una mirada cómplice, se dan un asentimiento y ambos se levantan y giran para darle la espalda a los gemelos exhibiendo los escudos en sus túnicas.
En la espalda de Eveldrith hay un círculo que da la sensación de ser dos hilos trenzados, uno de los colores del fuego y el otro, los del hielo; dentro de este se encuentra un símbolo que en la mitad izquierda es una llama anaranjada y en la derecha un copo de nieve azulado; cada símbolo del escudo está delineado con un intenso color rojo sangre.
Por otro lado, Lázaro exhibe una corona de laurel atravesada en "x" por una espada y una varita como la que él lleva, la parte superior, donde se encuentran las empuñaduras lleva la palabra Guikar en azul eléctrico, en la parte inferior se ven sombras de montañas y árboles con la palabra Terria en rojo intenso, del lado derecho, un lobo gris ruge la palabra Letklas y en la última zona bajo un sol de amanecer se encuentra la palabra Furnjor, ambas en color gris.
—¡Súper! —exclaman los gemelos con una sonrisa de asombro; Lázaro y Eveldrith dan media vuelta y se sientan en la cama del segundo.
—Pertenecemos a los pueblos de las islas —comenta Lázaro con una sonrisa.
—¿Qué significan las palabras en tu escudo? —cuestiona Dorian.
—Guerra, Tierra, Lealtad y Honor —responde el aludido —Las bases del pueblo Kristerio
—Genial —aseguran los gemelos.
—Tu escudo es simple, pero es bastante lindo —comenta Alex, Eveldrith suelta una pequeña risa.
—Es simple, como los Hirevelos, así que cumple bien su propósito —afirma el chico —Pero bueno, entonces, ¿qué pasa con ustedes?
Los gemelos abren un poco los ojos e intercambian una mirada preocupada, antes de que Alex de una respuesta rápida.
—Somos los mayores de nuestra familia, somos los primeros —explica notablemente nervioso.
—¿Y sus padres? —cuestiona Lázaro agitando la cabeza.
—Mamá trabaja todo el día, nunca está en casa —responde Dorian bajando la vista y encogiéndose de hombros.
—¿De qué trabaja? —pregunta Eveldrith.
—Trabaja escribiendo en el periódico —contesta Alex con una sonrisa más tranquila —Aunque no sabemos específicamente qué hace
—Bueno, en esos trabajos así es —afirma Lázaro restándole importancia —¿Y su padre?
—No tenemos —sentencian los gemelos con una sonrisa incómoda.
—¿Muerto? —inquiere Eveldrith igual de incómodo.
—Solo… no tenemos —murmura Dorian —No lo conocimos
—Y mamá no habla de él —termina Alex —Ni de nadie… ni de nada
—Oh, lo siento —murmura Eveldrith un poco apenado.
—No te preocupes —afirman los gemelos volviendo a su habitual sonrisa.
—¿Entonces ahora qué hacemos? —cuestiona Alex.
—Convivir —responde Lázaro serio —O pueden irse, ¿tienen algo que hacer?
—Podemos quedarnos un rato, ¿no? —inquiere Alex mirando a su hermano, Dorian exhala un suspiro.
—Claro, ¿por qué no? —accede el aludido.
—Bueno, ¿por qué no vemos nuestros materiales? —propone Eveldrith.
—Hagámoslo —responden los otros tres.
Lázaro y él se acercan al armario junto a su litera y los gemelos al que se encuentra al otro lado del cuarto; los tres chicos arrastran sus baúles hacia el centro del cuarto y cada uno se sienta frente al propio; los cuatro intercambian una mirada antes de abrir los baúles.
—Primero, varitas —dice Eveldrith sacando la suya de su baúl.
—Wow —exclaman los gemelos al ver la varita —¡Se ve genial!
El objeto en cuestión es un poco translúcido y se ven destellos de luces anaranjadas a lo largo, como si fueran pequeñas chispas; la parte trasera es más ancha, está cubierta de cuero color arena decorado con el diseño de una flama roja, la parte delantera acaba en una punta delgada y redondeada.
—¿Es de roca ígnea? —cuestiona Lázaro impresionado apuntando la varita.
—Correcto —afirma Eveldrith —¿Y las suyas?
—La mía es bastante aburrida —advierte Lázaro antes de mostrarla.
Su varita es un cilindro de ancho uniforme, de color plateado con algunos destellos azules, la parte de la empuñadura tiene un doble espiral del mismo material, a través del cual pasa su mano.
—¿Es una varita de metal? —interroga Dorian hipnotizado con el objeto.
—Sí, una imitación barata del Kristalio —explica Lázaro encogiéndose de hombros.
—Pero bueno, ¿y sus varitas? —interviene Eveldrith.
—Si Lázaro dice que la suya es aburrida no sé qué va a pensar de las nuestras —exclama Dorian y ambos gemelos sacan sus varitas de los baúles.
Alexandre muestra un cilindro de un brillante metal azul eléctrico con una empuñadura de zafiro a la que todavía se le notan los cristales de la gema, a lo largo de la varita se encuentran patrones de pequeños remolinos.
Dorian por otro lado exhibe un cilindro de diamante azul al cuál dentro se le ven ciertos destellos de plata, la empuñadura es un pequeño tallado de madera decorado con un fino hilo de plata al comienzo.
—Diría que no están mal de no ser porque no se me ocurre nada para asegurar lo contrario —murmura Eveldrith haciendo que todos rían.
—Bueno, son piedras preciosas, eso no es cualquier cosa —asegura Lázaro.
—Zafiro y diamante, las piedras de la mente —responde Alex simple —Todas las varitas de la mente tienen algo así
—Igual no es cualquier cosa portar una piedra preciosa —afirma Eveldrith a lo que Lázaro lo mira con una ceja arqueada.
—Eveldrith, tú estás portando una piedra preciosa —apunta el peliazul —Y una de las más codiciadas del mundo
—¡Ese no era el punto, Lázaro! —reclama Eveldrith haciendo reír a los gemelos —Bueno, ¿especificaciones?
—Acero azul con empuñadura de zafiro, veintitrés centímetros, núcleo, pluma de fénix espectral —detalla Alex haciendo círculos con su varita
—¡Eso sí que es súper! —exclama Eveldrith con la boca abierta.
—¿Tu don son las barreras mentales? —cuestiona Lázaro.
—Sí, nivel seis —afirma el gemelo haciendo una reverencia bromista —Dorian
—Diamante azul con empuñadura de madera de ébano e hilos de plata, veintidós centímetros, núcleo, un cabello de dracónide —desarrolla el aludido sonriente.
—¿Dracónide? —inquiere Lázaro sorprendido —¿Eres un ilusionista?
—Correcto —sentencia Dorian con una sonrisa de suficiencia —Nivel siete
—¡No es en serio! —reclaman ambos amigos.
—¡Tienes uno de los dones más codiciados del mundo! —profiere Eveldrith con los ojos abiertos como platos.
Dorian sonríe ampliamente antes de darse un pequeño golpe juguetón en el mentón y soltar un chasquido con su lengua, gesto que hace que su hermano ruede los ojos.
—¿Quién es el mayor? —pregunta Lázaro.
—Yo —responde Alex con molestia.
Ambos amigos abren los ojos un poco incómodos, intercambian una mirada y ambos toman sus varitas.
—Tú primero —cede Eveldrith dándole pie a su amigo para que hable.
—Gracias —murmura Lázaro con una mueca —Kristalio falso, veinticinco centímetros, núcleo, un cristal de luz
—¿En serio? —exclaman los gemelos asombrados —¿Un cristal de luz?
—Mi don debe ser algún tipo de magia enérgica porque la conexión fue inmediata —asegura Lázaro —Así que tampoco me tendrán aquí por mucho tiempo
—Que triste —murmura Dorian.
—Eso sonó muy falso hasta para ti —asegura Alex haciendo que su hermano lo mire con una mueca que él replica —¿Y tú Eveldrith?
—Roca ígnea con empuñadura de cuero y tinta de sangre, veinte centímetros, núcleo, escama de dragón de cobre —describe el mencionado agitando su varita.
—¿Pirokinesis? —cuestiona Alexandre frunciendo el ceño.
—Ese don es de los Naturistas —refuta Eveldrith apuntándolo —El mío es Piromanía, nivel ocho
—¿Y los dones secundarios? —inquiere Dorian apoyando su barbilla en sus manos y sus codos en sus rodillas.
—Ilusionismo de armas —contesta Lázaro —Nivel diez
—Control del clima —menciona Eveldrith —Nivel cinco
—¿Por qué elegiste tener el poder que no conocías en lugar de alguno de los otros? —interroga Dorian confundido a Lázaro.
—Porque yo no lo escogí, simplemente fue mi don chispa —explica Lázaro haciendo muecas —Por algún extraño motivo automáticamente se volvió mi don principal
—¿Qué no eso solo le pasaba a los Naturistas? —consulta Alexandre frunciendo el ceño.
—Yo tenía entendido lo mismo —afirma Lázaro. —Pero bueno, ya pasó, toca vivir con eso, ¿cuáles son los suyos?
—Fantasías Vivientes —responde Alex —Nivel seis
—¿Eres un Gleicher? —cuestiona Lázaro impresionado.
—Efectivamente —afirma Alex.
—Por las santas hogueras ustedes sí que están llenos de sorpresas —exclama Eveldrith haciendo reír a todos.
—¿Y tú? —pregunta Lázaro interesado mirando a Dorian.
—Control Onírico —expresa Dorian —Nivel tres
Los dos amigos hacen una mueca al escuchar eso, los primeros tres niveles de poder eran sinónimo de una magia tan débil que apenas y podía considerarse magia, el nivel uno era de hecho un nivel tan bajo que ni siquiera permitía la existencia de un don.
—Nos encantaría quedarnos, pero tenemos un par de hermanas que cuidar —asegura Alex levantándose evitando el momento incómodo.
—Claro —asiente Eveldrith imitando a su compañero —Los acompañamos
Los cuatro chicos guardan sus varitas en los baúles y devuelven estos a su lugar, Lázaro y Eveldrith al ser los más cercanos a la puerta son los primeros en salir, los gemelos salen tras ellos y cierran la puerta antes de que los cuatro bajen.
—Oigan, podemos salir de la academia los fines de semana, ¿verdad? —pregunta Alex mientras dan vueltas bajando las escaleras.
—Sí claro —afirma Eveldrith —Pueden volver los domingos por la noche o los lunes por la mañana
—O pueden no salir si gustan —interviene Lázaro.
Los chicos llegan al patio y se encaminan hacia la salida, al llegar a la misma cerrada por la que entraron pueden ver varios grupos de alumnos, algunos charlando otros haciendo compras de último minuto, envueltos en el ambiente se encaminan a la esquina.
—¿Dónde viven? —cuestiona Eveldrith.
—Hacia el norte, cerca del bosque —apunta Dorian con su mano.
—¿Pasando el callejón oscuro? —interroga Lázaro asombrado, ambos gemelos asienten —¿Han entrado alguna vez?
—Nosotros no —responde Alex.
—Nuestro hermano sí —finaliza Dorian.
—¿Y cómo está? —pregunta Eveldrith.
—Muerto —exclaman los gemelos haciendo que los amigos bajen la vista apenados.
—Bueno, no importa —murmura Alex —¿Ustedes dónde viven?
—En el límite entre Lunaria y Eclipstown —señala Eveldrith —Vivimos juntos
—¿Viven en el Pabellón de la Noche? —inquiere Alex frunciendo el ceño, a lo que ambos amigos asienten —Cool
—¿Es tan aterrador como dicen? —escupe Dorian ganándose un codazo de su hermano.
—¡Dorian! —regaña Alex mirando a su hermano molesto.
—Está bien, no te preocupes —asegura Lázaro —Sí es un poco tétrico
Todos exhalan una pequeña risa antes de cambiar de lugar, los amigos del lado del cruce y los gemelos hacia los edificios.
—Bueno chicos, nos vemos el tres de enero —despide Eveldrith sonriendo.
—Felices fiestas —comenta Lázaro.
—Felices fiestas —responden los gemelos al unísono —Hasta pronto
Los amigos dan media vuelta y empiezan a caminar por la avenida, los gemelos intercambian una mirada antes de trazar un camino de sus pies a sus cabezas con sus manos, haciendo que un par de nubes azules los envuelvan, desapareciendo del callejón.
Ambos reaparecen frente a una puerta de madera con tonos dorados, el jardín es amplio, con pasto verde pese al invierno, del árbol, que se encuentra a unos metros de la pared cuelga un pequeño columpio, el camino desde la valla de metal hasta la puerta es de piedra pulida. Los chicos intercambian una mirada antes de orientar su vista a lo lejos, al final de la calle, tres calles más lejos se ve una pared de roca con el borde escarchado.
—Debí detenerlo —murmura Alex bajando la vista.
—Hey, no fue tu culpa —tranquiliza Dorian —Éramos niños
—Pero...
—Pero nada —corta Dorian —Vamos Alex, tenemos unas niñas a las que ver
Alex exhala un pequeño suspiro antes de devolver una sonrisa a su hermano y que éste abra la puerta revelando la estancia en la que habían estado esa misma mañana.
—¡Mor, Milly, Vanya! —llaman ambos chicos entrando.
A un lado de la mesa donde ambos tomaron su desayuno hay una puerta de color chocolate, ésta se abre dejando ver a la niña que los despidió en la mañana, aunque ahora su cabello está pulcramente cepillado, viste un suéter negro con cuello blanco y un pantalón azul acompañado de un par de tenis, da una pequeña sonrisa al verlos y se acerca a paso rápido para abrazar a Dorian.
Por el pasillo que da hacia las escaleras aparece otra niña, ella es más pequeña, debe tener unos siete u ocho años, su cabello negro cae lacio sobre sus hombros hasta sus costillas, sus ojos azul tormenta relucen con un dulce brillo infantil que acompaña con una dulce sonrisa en su rostro porcelana, ella usa un vestido verde limón que cae hasta sus rodillas y una playera blanca de manga larga debajo.
—¡Volvieron! —grita echando a correr emocionada siendo recibida en los brazos de Alexandre.
—Claro que volvimos pequeñita —afirma el chico levantando a su hermana —¿Dónde está Vanya?
—Aquí —responde una vocecita cantarina apareciendo por el pasillo a un lado de la cocina.
La niña que sale acompañando la respuesta es una pequeña tal vez de la edad de Mor, sus brazos delgados y su rostro son blanquecinos y con varias pecas esparcidas, sus ojos son de un claro color celeste y su cabello es rizado y rojizo, ella viste una playera de manga larga con una falda color cuero y zapatos; se acerca a los gemelos a paso lento con una leve sonrisa.
—¿Ninguna novedad? —cuestiona Dorian acariciando el cabello de la niña.
—Todo en orden —afirman las tres niñas.
—Perfecto —exclama Alex bajando a la más pequeña —¿Preparamos de comer?
—¡Sí! —gritan las niñas emocionadas.
—Vanya, Morgana, ayuden con los platos —pide Alex apuntando a la cocina.
—Milly, pon la mesa —finaliza Dorian.
Las dos niñas mayores corren a la cocina y la pequeña da brincos de caperuza para acercarse a la mesa, ambos hermanos intercambian una sonrisa antes de ponerse manos a la obra.
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