Dos: La sanadora
La torre Mirtis era el centro de atención en la ciudad de Uaset, imponente en medio de la ciudad, resguardaba años de arte medicinal curativo y sus portadoras. En su interior, Salem había vivido por unos quince años aprendiendo con las ancianas sanadoras, esa torre fue el lugar seguro que el rey pudo ofrecerle cuando la encontró en la espesura del monte.
Kimiro, la madre del rey Nemrac y la madre sanadora, la acogió en sus brazos al saber de lo sucedido, pensando que tal vez Cocha le haya mandado como un consuelo a la niña luego de la muerte de la reina. Salem tuvo una crianza buena y segura a la par de la familia real, allí fue criada con los mismos beneficios que el príncipe Yoongi, Misoo y el menor, Woozi.
El frío era una característica de la ciudad, pero, eso no imposibilitaba que Salem fuera al bosque en busca de algunas hierbas que Kimiro le había pedido, y como siempre sucedía, se demoraba más de lo que debía.
— ¿Salem aún no vuelve, abuela?— Yoongi entró al cuarto privado de Kimiro en busca de su amiga, su abuela negó divertida al ver a su nieto inquieto— le pedí puntualidad.
—Sabes cómo es, deja en paz a mi sucesora y espera, ¿tu hermana como esta? ¿Aún no sale de su cuarto?— cuestionó la sanadora mientras preparaba los tónicos, la princesa Misoo estaba esperando un hijo, en tres lunas el niño nacería, todos estaban ansiosos por la llegada de un ser que extendería el linaje real.
—Ese niño da problemas y aún no nació— respondió el príncipe, a pesar de estar feliz por un nuevo miembro en la familia, la actitud de su hermana dio un giro enorme, de a poco su carácter alegre comenzaba a extinguirse— su esposo dice que Misoo no quiere ver a nadie, que está cansada y de mal humor siempre.
—Es normal en las embarazadas, tranquilo. Le llevaré un té, apenas pueda— su abuela dio por terminado el tema, escuchó los pasos de su estudiante y sonrió— allí viene Salem.
La joven entró con su canasta llena de hierbas, su rostro resplandecía con una envidiable felicidad que se esfumó cuando vio a Yoongi y recordó que hoy tenía lección con él, y seguramente como siempre se le hizo tarde.
—Perdón Yoongi, es que encontré una hierba que no podíamos encontrar aquí y no podía venirme sin ella—se excusó rápidamente dejando todo, limpió sus manos en el delantal y salió rápido a prepararse.
—¡Tienes cinco minutos!— exclamó Yoongi de forma efusiva.
Desde acontecimientos turbios y extraños, Salem tomaba clases de defensa personal con Yoongi en los últimos meses, de todo lo que él le había mostrado, el arco era su arma favorita, fue fácil su manejo, sin embargo, Yoongi iba a llevar las cosas a otro nivel.
—También haremos tiro de arco hoy, me tomé el tiempo de poner ciertos blancos, vas a tratar de alcanzarlos con las flechas arriba de tu yegua— ordenó dejándole el camino libre.
—Eso es imposible— expresó Salem asustada, apenas podía detener a su yegua Izkra en el andar, no se sentía capaz de hacer lo que el príncipe le pedía.
—Tú y la yegua deben ser uno— explicó Yoongi— te lo mostraré.
Con suavidad Yoongi hizo que su caballo comenzara a andar, sujetó las riendas e hizo que el animal comience a trotar, cuando llegó a una velocidad óptima, liberó sus manos de la rienda y atacó cada blanco. Salem observó con atención la hazaña, sintiéndose un poco más inútil.
—Si confías en tu montura, ella lo hará igual, muéstrame.
La sanadora se armó de valor e hizo lo que pidió su maestro, tomó las riendas de Izkra para hacerla andar, el problema fue cuando clavó con demasiada fuerza los talones en la yegua que se desbocó echándose a galopar sin freno, aun así Salem se aferró al arco para lanzar las flechas a los objetos. En un momento la yegua se paró en dos patas tirándola al suelo de sopetón, reaccionó a los segundos sintiendo su cuerpo doler, buscó que tan bien fue su puntería y gimió frustrada al ver que solo alcanzó dos de los blancos.
—Estaremos aquí hasta que salga perfecto— sentenció el príncipe sin preguntarle si estaba bien, espero que ella misma se pusiera de pie— rápido, el trasero se me congela.
Para la noche Salem estaba completamente entumecida, el unto de malva alivió muy poco el dolor junto con la ducha en las maravillosas aguas termales, se relajó leyendo uno de los manuales que Kimiro encomendó que leyera, el sueño la venció horas más tarde.
A Yoongi le gustaba el frío, peculiarmente la ciudad parecía haber sido creada para él, su piel blanquecina como su cabello se fundía con la nieve, amaba el invierno más que cualquiera, se sentía cómodo con eso.
El día comenzaba mal, uno de los portadores de Kasen hizo su presencia muy temprano en la mañana exigiendo más soldados para llevar a cabo sus planes, Yoongi odiaba ese maldito tratado que su padre aceptó años atrás a cambio de salvar la vida de su madre, lo que resultó en vano. Esta vez el emperador exigía más de doscientos soldados, aunque quisiera evitarlo, no podía hacerlo; tendría que sonreír falsamente a aquellos que se ponían al servicio, sin saber que existía bajas probabilidades de que regresarán con vida.
Woozi, su hermano menor, lo acompañó en el viaje. Era poco el tiempo que podía pasar con el príncipe más joven, sumando a qué Yoongi no era conocido por expresar su cariño, pero, lo intentaba.
Aun así, Woozi lo admiraba. Era su ejemplo a seguir, alguien digno de ejemplo y confianza, desde pequeño el príncipe era la sombra de Yoongi dónde sea que fuere.
—¿Vamos a entrenar hoy? — cuestionó el menor, sus ojos se escondían en una sonrisa. Yoongi lo miró de soslayo, Woozi no tenía madera de guerrero, pero lo intentaba y eso le hacía tener respeto hacia él.
—Antes del atardecer, sé puntual Woozi o será doble la paliza que te daré— le respondió a modo de broma provocando un par de risas— esas piernas aún están demasiados débiles.
—No me recupero aún de la última práctica, sé paciente Yoongi— la yegua de Woozi apuró el trote hasta llegar al lado del caballo de Yoongi— eres el mejor, así que sé que seré tan bueno como tú algún día.
—Pide a Salem que de un tónico— masculló pasando por alto lo que su hermano había dicho, sentir ese cariño tan relajado a él le provocaba una sensación nerviosa— vuelve al castillo y prepárate, me esperas en el campo de entrenamiento.
El fuego crepitaba en la chimenea de la habitación, a pesar de ello hacía frío, el invierno al parecer pegaba más duro esa noche la nieve caía copiosamente en Uaset, a través de la ventana podía verse los copos danzando con el viento suave que corría. Para Salem esa vista era hermosa, le brindaba calma, le ayudaba a estudiar unos libros de tónicos que Kimiro le había dado de tarea, un bostezo profundo salió de su boca acompañado de un rugido de su estómago. Un par de galletas solucionaría el hambre mientras seguía en la lectura.
El frío se había adherido a su piel por lo que tuvo que irse a la cama, el sueño vino rápido a ella. Un aroma a lavanda y jazmines inundó sus sueños.
“En un bosque envuelto por un manto de nieve pura, su vestido se desvanecía entre la blancura del paisaje, siendo su cabello rubio la única nota de color en la escena. En ese lugar misterioso, desconocido para ella, todo parecía sumido en un silencio profundo, como si el tiempo se hubiera detenido.
Avanzaba con paso lento sobre la nieve, sintiendo el frío en sus pies descalzos, hasta que una luz iridiscente al final del sendero atrajo su atención, obligándola a entrecerrar los ojos. De entre esa luminosidad emergió una figura femenina que se acercó a ella con una sonrisa dulce en el rostro, irradiando una paz que había olvidado”.
—Hija, cuánto tiempo ha pasado...— fueron las palabras de la diosa de la sanación: Cocha.
Cocha: diosa de la mitología incaica considerada la madre de todas las aguas, se decía que tenía el poder de la fertilidad y la sanación.
Nesblack ⚔️
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