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Mamá siempre me decía que las apariencias siempre engañan. Recuerdo claramente cuando juzgué a mi mascota, pensando que era una hembra y que me habían engañado, pero resultó ser un macho. Fue una sorpresa para mí cuando lo vi orinando en mi habitación en esa posición. ¿Por qué menciono esto? Porque ese perro dejó una marca en mí, más allá de marcar territorio por toda la casa. Me enseñó a no dejarme engañar por las apariencias. También me hizo reconocer que soy el tipo de persona que se deja llevar por las apariencias desde que era niño y que nunca aprendo, y hasta el día de hoy sigo siendo así.
En Gangnam, cuando llegamos con mis amigos a Cheongdam-dong, me dejé llevar. Bebí de todo y fumé algo desconocido, según ellos decían que era un vaporizador moderno. De repente, nos encontramos en la sección VIP de un club nocturno. Era un lugar elegante y lujoso. Answer era fascinante, tanto por su ambiente luminoso como por su lujo. Pero esta área era aún más impresionante, con más espacio y la gente parecía más elegante. Parecía que todos habían nacido en cunas de oro. La música house resonaba, los jóvenes bailaban en la pista de baile y algunos estaban acompañados. Otros, como yo, estábamos sentados bebiendo vodka.
El lugar tenía restricciones en cuanto a que los omegas y alfas no podían dejar escapar sus aromas. No lo sabía en ese momento, ya que cuando estaba a punto de ir a la pista de baile con uno de mis amigos, un aroma me distrajo y me hizo buscar a su portador. Mi lobo se empezó a inquietar, dándome una sensación extraña, y mis instintos me decían que lo ignorara, pero el aroma era dulce. Vainilla. Ese olor me resultaba familiar y me traía buenos recuerdos, ya que el aroma de vainilla ha sido reconfortante en mi vida desde que mamá partió hacia el más allá. Mis encías picaban y mi lobo estaba desesperado, entre la multitud me dispuse a encontrarlo.
Y ahí fue cuando lo vi. Sentado en una de las barras, bebiendo algo desconocido, parecía estar solo ya que no había nadie a su alrededor y tampoco llevaba un anillo en el dedo anular. Se veía tan lindo y tenía un aura angelical, además de una ternura en sus ojos mientras miraba su vaso de vidrio con nostalgia. Su aroma era intenso y dulce. Era un omega, me dije a mí mismo. Mi lobo insistía en acercarme y reclamarlo, quería hacer las cosas a su manera, de una forma tosca, porque lo conozco y sé que lo primero que haría sería acorralar a ese omega contra la pared y decirle cosas obscenas. Sin embargo, el control lo tengo yo.
Esa noche en Answer, lo conocí. Se llamaba Park Jimin. Me quedé fascinado por él, me encantaron cada uno de sus rasgos y su comportamiento. Tenía esa manera única de ser él mismo. Era muy coqueto y seguido, según yo, intentaba seducirme. Su aroma dulce y reconfortante a vainilla despertaba curiosidad y anhelo en aquellos afortunados que cruzaban su camino. Su presencia encarnaba esa fragancia cálida y envolvente que evoca una sensación de confort y familiaridad. Desde ese primer encuentro, quedé cautivado por su esencia, y creí que su aroma suave y embriagador era un reflejo de su naturaleza omega seductora, capaz de envolverte en un torbellino de emociones y dejarte anhelando más.
Por un momento, mientras él hablaba de su vida, mis ojos se detuvieron en sus labios carnosos y me pregunté cómo se sentiría besarlos. Tenía la tentación de probarlos, de no quedarme con esa duda. Podría haberme dejado llevar por el impulso en ese momento. Pero Jimin se dio cuenta de que mi concentración estaba en otro lugar, me acarició la mano y me dijo que sabía en qué estaba pensando en ese instante. Lo sabía. Ambos éramos conscientes y él estaba dispuesto a cumplir uno de mis deseos desde que lo vi. Se acercó primero y me besó con pasión, mientras acariciaba mis mejillas y yo trataba de seguirle el ritmo. Mi lobo estaba inquieto y con ganas de tenerlo debajo de mí, quería dejarle una marca y darle cachorros. En una danza entre sus labios y los míos, sentí cómo agarraba mi nuca para profundizar el beso. Estaba a punto de ahogarme, de dejar de respirar, ya que nunca antes había experimentado un beso así.
Cuando nos separamos, una vez que notó que me faltaba el aire, me miró a los ojos y me sonrió de manera coqueta. Se acercó a mi oído y me dijo que deberíamos experimentar otras cosas. Yo asentí ansioso porque, finalmente, mi lobo y yo estábamos de acuerdo en que ambos deseábamos lo mismo: tener a Jimin debajo de nosotros y marcarlo como nuestro. Fue él quien tomó mi mano, con sus dedos delicados y cálidos entrelazados en los mios. Su aroma me mareaba hasta el punto de embriagarme con su dulzura. En el hotel que reservó, comenzamos a hablar un poco mientras firmábamos unos papeles, y en medio de la conversación me preguntó si era algo que solía hacer con frecuencia. Le dije que no, que esto era algo nuevo y que nunca antes me había abierto a nuevas experiencias, ya que siempre había sido partidario del compromiso hasta llegar al matrimonio. Ante mi respuesta, soltó una risa encantadora, sin creerme del todo. Y cuando llegamos al ascensor, fui yo quien quedó contra la pared. Pensé que era uno de esos omegas que les gusta tomar la iniciativa y que luego me rogaría que lo hiciera mío. Continuó con besos por aquí y por allá, me dio chupones en el cuello y yo, excitado, me estremecí. Era una nueva experiencia.
Algo nuevo que también experimenté fue cuando llegamos a nuestra habitación. Él continuó con desesperación y me lanzó a la cama con cuidado. Lo miré con excitación. Mi lobo estaba ansioso por tomar el control ahora y cambiar de posición. Cuando intenté colocarme encima suyo, él agarró mis brazos y me devolvió a mi lugar de manera brusca, haciendo que mi espalda impactara contra las suaves sábanas. Me sonrió de nuevo y yo no dije nada. Fue entonces cuando me dijo que a él no le gustaba estar abajo y que abriera las piernas. Me pregunté por qué, si era un omega. No entendía muy bien lo que estaba pasando, estaba confundido, pero mi lobo insistía en dejarse llevar, ya que había esperado mucho tiempo para embriagarse con ese aroma.
Sus labios encontraron mi cuello y su lengua trazó círculos provocativos sobre mi piel. Sentí un escalofrío recorrer mi columna vertebral. Mis manos se aferraron a las sábanas mientras él continuaba explorando cada centímetro de mi cuerpo con sus labios y sus manos. Cada roce, cada beso, encendía una llama ardiente en mi interior. Mis gemidos llenaban la habitación mientras nuestros cuerpos se unían en un baile de pasión desenfrenada.
La noche transcurrió entre susurros y suspiros, entre caricias y arañazos, entre el vaivén de nuestros cuerpos y el estallido de nuestras emociones. Cada momento con Jimin era como una sinfonía de sensaciones intensas y deliciosas. Descubrí en él un amante apasionado y entregado, dispuesto a llevarnos a ambos al límite del placer.
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