11- Con los amigos todo vale.
Por fin un nuevo día en nuestra isla favorita. Parece que la cosa se pone tierna…
XI- Con los amigos todo vale
El desayuno se desarrollaba con normalidad en la exótica Bahikki: Un panecillo por aquí, una tostada por allá… un huevo frito volando, un incendio en el plato de Finnigan…
El séptimo día de vacaciones estaba en marcha.
Un trozo de beicon impactó en la mejilla de Pansy Parkinson, que se quejó sonoramente con un: “¿Quién ha sido el imbécil…?”
Pregunta que se respondió automáticamente unos segundos después cuando Blaise sonrió con picardía.
—No sé por qué no me sorprende —murmuró por lo bajo la chica antes de volver a centrarse en su revuelto de huevos.
Apenas un par de minutos después, otro pedazo de beicon le engrasó completamente la nariz.
—Vamos a ver, Zabini… —explotó la morena, que al parecer no estaba de humor en absoluto—. ¿Qué demon… —Pero se vio interrumpida cuando el que sonrió lentamente frente a ella fue Theo.
Pansy puso los ojos en blanco y miró de nuevo a su plato.
—Por favor, decidme que al menos esta vez os han pagado por fingir tener tres años —dijo entre dientes.
Al instante, los dos chicos aparecieron a su lado.
—Alguien tiene un mal día… —insinuó Theo.
Pansy esbozó una sonrisa amarga que abarcó también sus ojos verdes, restándoles brillo y si en algún caso pudiera haberla, también suavidad.
—O una mala semana… —intervino Blaise, dejándolo caer.
Pansy tragó grueso, pero no alzó la cabeza para mirar a sus amigos. Sí, realmente no había estado demasiado contenta ni alegre en esos siete días y, aunque lo había intentado, no había conseguido dar con la razón. Tomó un pedazo de huevo y se lo llevó a la boca, pero una mano morena le quitó el tenedor y se comió el huevo antes de que pudiera reaccionar.
—¡Estos huevos son una basura! –exclamó Blaise con una sonrisa, dejando aparte el tenedor.
Finalmente, Pansy resopló y miró a sus amigos.
—¿Qué ocurre, Pans? –Theo se alisó la camisa y se sentó junto a ella, dejando a Blaise su anterior sitio sobre la mesa—. ¿Es por Draco y Granger?
Parkinson bufó profundamente. ¿De veras creían que eso podría importarle ya? Daba lo mismo, hacía tiempo que había perdido a Draco… años quizá.
—¡Claro que no! –exclamó–. No, en absoluto…
Nott le dirigió una mirada desconfiada. Ya comenzaba a pensar que no entendía a las mujeres, pero no era una frase para soltar tan a la ligera delante de su amiga.
—¿Seguro? —Blaise bebió un vaso de zumo y se lo apartó sonriendo—. Puajj… intragable.
—¡Blaise! ¡Deja de criticar la comida! —Parkinson no soportaba cuando Zabini hacía cosas así porque siempre acababan del mismo modo.
Con una sonrisa realmente contenta en el rostro, Blaise volvió a la carga:
—No me extraña que no adelgaces comiendo estas cosas. Con razón te trajeron en thestral en vez de en traslador con nosotros...
La bofetada no tardó en llegar, borrando la sonrisa socarrona del Slytherin y sí, dolió, pero Pansy estaba disimulando una sonrisa, en el fondo le había hecho gracia la broma de mal gusto. Y Zabini ya no se dio cuenta de si el golpe dolía o no lo hacía, puesto que había conseguido lo que quería: que se olvidara aunque fuera durante unos segundos de que estaba triste y enfadada.
—Eres idiota.
—Por eso somos amigos.
Se miraron unos segundos y Blaise esbozó una amplia sonrisa que borró la mueca solitaria de Pansy. Él siempre la hacía reír aunque no quisiera.
—Ejem… —el carraspeo repentino de Nott los sacó rápidamente de su ensoñación—. Voy a tomar un poco el sol… tengo que prepararme porque estar tarde iré abuscar a Lovegood… ¿Vienes o ya te has rendido, Blaise? —miró a su amigo con desconfianza.
Ante todo pronóstico y al ver la nueva mueca de Pansy porque iban a dejarla sola de nuevo, Zabini negó con la cabeza.
—Mi nena necesita a su papaíto –dijo señalando Pansy, que fingió enfadarse de nuevo.
En sólo una nueva mirada pudo expresarle lo agradecida que se sentía por que alguien se quedara con ella en esos momentos en los que todos estaban siempre ocupados.
Y sin saber por qué, eso a Blaise le hizo sentirse bien.
___
Tus ojos son como el mar y tu cabello como la arenera
Tus pendientes son cómo rábanos, bueno son rábanos
Que combinan con tus manos
Y con tu bonita… tetera…
¡No!
¡No!
¡NO!
¿Cómo que tetera?
George arrugó el papel y lo tiró al suelo, junto a los otros quince. No salía nada coherente de su mente, ¿en qué momento se le había ocurrido escribir poesía?
La culpa era de Luna… lo estaba volviendo loco poco a poco y no era el tipo de locura que podría soportar.
Se levantaba pensando en ella, se asomaba a la ventana para verla, por las tardes la buscaba…
Eso no podía ser bueno, ¿no?
—¿Qué es esto?
La voz de su hermano gemelo le sobresaltó y rápidamente intentó coger los papeles que había en el suelo, pero ya era tarde. Fred ya tenía un folio arrugado en sus hábiles manos.
—Si yo tuviera una aceituna —comenzó a leer—. La llamaría como tú… Luna.
George sintió cómo el color rojo subía por sus mejillas y su dignidad descendía hasta límites insospechados. Pensó que Fred se echaría a llorar de risa, que explotaría tras horas riéndose, que gritaría por todo Bahikki que su hermano estaba enamorado de Luna Lovegood… pero al contrario, se sentó a su lado con sólo una sonrisa.
—Estás bien pillado, Georgie…
Al no ver burla en su rostro, decidió participar en la conversación. ¿Qué tramaba su hermano?
—Ni te lo imaginas…
Bajó la cabeza, resignado, pero la mano de Fred se colocó firmemente sobre su hombro y le instó a levantarse.
—Pues entonces no entiendo qué haces aquí aún. ¡Ve a decírselo de una vez!
—Sí claro, puedo poner un cartel.
Fred pareció meditarlo unos segundos rozándose la barbilla con los dedos.
—Con luces de neón —propuso.
George puso los ojos en blanco. Fred no desistiría.
—No te vas hasta que no me declare, ¿no?
—No –contestó con una mueca afable en el rostro—. ¿Quién te rechazaría con lo guapo que es tu hermano?
—¿Quién? ¿Ron?
—No, Ginny.
—Ginny no es un hombre.
—Pues entonces Harry.
—Pero Harry es el hermano más feo que tenemos.
—¡Vete!
Con una palmada en la espalda, Fred despidió a su hermano y se tiró en la cama. Realmente esperaba que todo le fuera bien.
____
¿Cómo podía ser? ¿Cómo?
Llevaba siete días en Bahikki y Hermione no había estudiado ni una décima parte de lo que se supone que debería haberlo hecho. ¿Se estaba volviendo una descuidada?
Cogió el libro de Aritmancia y lo depositó en la cama intentando no dar un golpe con el colchón que pudiera hacer las sábanas volar, porque la verdad es que el libro era grande, grandísimo.
Pasó un par de páginas y ojeó las palabras, sabiendo su significado pero sin asimilarlo… ¿Qué le estaba sucediendo? ¿Por qué perdía la concentración tan fácilmente?
Un millón de preguntas se agruparon en su cabeza y cuando, agobiada, se tumbó en la cama cerrando los ojos… Una imagen impensable se apareció en su mente: Ella besando a Malfoy la noche que jugaron a la botella detrás del cenador…
¡NO!
Se levantó rápidamente y se apartó del libro como si éste quemara. Necesitaba tomar el aire.
Abrió la puerta y se lanzó desesperadamente hacia el exterior, sin darse cuenta de que se acababa de chocar con Luna hasta que oyó el grito de la rubia.
—Lo… lo siento. Aire… necesito aire… —gimió trabajosamente.
Luna simplemente compuso una mirada extrañada, pero enseguida la sustituyó por una nerviosa cuando vio que dos figuras se acercaban poco a poco a la cabaña: George y Theo.
***
Hermione acababa de empotrarse literalmente contra Theodore Nott, uno de los Slytherins que últimamente prestaba demasiada atención a Luna… Pero no quería hablar de Slytherin, no, no y no.
Eso era justamente lo que no quería pensar: en chicos con rostros altivos vestidos de verde y con la nariz en alto… Por eso no pudo reprimir un pequeño e inofensivo taco al vislumbrar a un chico rubio que cumplía todos estos requisitos caminando por la playa a escasos metros de ella.
No podía ni salir a la calle, ¡Draco Malfoy era un completo acosador!
Se dispuso a dar media vuelta para evitar que él la viera, pero antes de que la idea tomara forma exacta en su mente, el rubio la miró fijamente y compuso una mueca cruel.
Hermione ya se imaginaba lo que pasaría entonces.
—¡Qué casualidad Granger! Hacía mucho tiempo que no disfrutaba de tu compañía.
Ya no podía librarse, su presencia le obnubilaba los sentidos y su pulso se aceleraba involuntariamente. Pero por alguna razón, la joven Gryffindor apreció en un segundo que él tampoco estaba tan tranquilo como expresaba: Su respiración era pesada y sus ojos grises no terminaban de pararse en ningún sitio concreto.
—Estoy segura de que incluso podrías intentar no disfrutar de mi compañía durante más tiempo —contestó ella, cortante mientras la arena parecía volverse interesante o más cálida o más mojada… simplemente haciendo que Hermione no pudiera apartar la vista de ella.
—Sí bueno, la verdad es que me aburro.
Hermione frunció el ceño, frustrada. Cada vez que la mirada de ese chico la atacaba, se sentía indefensa, débil y tonta.
—¿No es un poco triste que el señor popular de Slytherin busque divertirse con la aburrida empollona de Gryffindor? —preguntó ella muy sarcásticamente pero sin mirarle directamente a los ojos. Evitando delatar que lo único que intentaba era molestarlo. Mucho.
Draco se mantuvo en silencio durante unos segundos hasta que acabó sonriendo mientras seguía mirando a la joven Granger; estaba plantada delante de él buscando pelea y pese a lo que esa misma mañana él se había recordado esmeradamente (ni siquiera mirar a Granger), ahora le parecía muy interesante.
Pocas veces ella se molestaba tanto sin razón así que el rubio dedujo que la chica también estaba teniendo una mañana dura y su sentido de la mala educación le ordenó aprovecharse.
—Si quiero divertirme, tengo a Pansy.
Hermione le miró con desconfianza y algo en su estómago le dolió. ¿Celos? No, seguramente eran gases.
—Apuesto a que es muy entretenida, pero si ella también llama divertirse a… estar contigo, no creo que sea muy inteligente.
Draco chasqueó la lengua. Se estaba cansando de que esa cerebrito estuviese de tan mala leche constantemente. Vale que él la estaba provocando al principio, pero desde que había empezado a coincidir con ella cada día ya no la veía de la misma forma. Al principio se había dado cuenta de que ese cuerpo y ese rostro no estaban nada mal y poco a poco despertaban en ella matices personales que Draco no había descubierto antes y que curiosamente, se moría de ganas de comprender.
No, no era lógico. Eso estaba claro.
—Sí, bueno… tú llamas divertirse a estudiar durante horas en la biblioteca con la gata de Filch paseando como única confidente.
—Y aun así, la Sra. Norris me parece más interesante que tú.
Malfoy rechinó los dientes intentando contener una sonrisa. ¡La muy lianta tenía gracia!
—Supongo que al menos te aguanta… o seguramente sólo se acerca a ti por esa bola peluda que tienes por mascota.
—¡Se llama Crookshanks! —replicó Hermione perdiendo los nervios.
—¡Me importa una mierda cómo se llame tu gata!
—¡Gato!
—¡Me-da-igual! —gritó Malfoy.
¿Por qué demonios siempre acababan discutiendo como críos? Ya no tenían once años y supuestamente tenían que ser maduros, pero cuando estaban juntos, ninguno de los dos parecía tener diecisiete años, sino doce.
Hermione se quedó quieta unos segundos, oyendo su propio corazón latir aceleradamente y observando detenidamente a Draco.
—Hagamos un trato —soltó la chica de sopetón.
Un atisbo de confusión se vislumbró en la mirada gris de Draco, pero no dijo nada, sino que se quedó callado dispuesto a saltar en cuanto Granger le dijera eso que tenía que decir.
—¿Por qué no intentamos llevarnos bien? ¿No podemos tener la fiesta en paz?
—¿Un trato? ¿Tú y yo?
La chica lo miró molesta, estaba siendo un cínico, aunque, ¿de qué se extrañaba? Él era así y lo había sido siempre, lo único que tenía que hacer era intentar razonar con él. No dejarse pisotear.
—No te hagas el inocente. Ya sabes que podemos llevarnos relativamente bien.
Tras unos segundos, Malfoy comenzó a sonreír… era extraño pero Hermione se había sonrojado y había bajado la cabeza al pronunciar ese “relativamente bien”. Se estaba refiriendo a esos besos impulsivos y alocados que habían compartido y Draco se reconoció sorprendido al no encontrar huella de seducción en su voz, sólo timidez.
Esa Granger no era una chica normal o simplemente fingía muy bien no ser una maniática controladora. Aunque parecía sincera…
Al ver esas mejillas arreboladas, algo en él cambió y de pronto tuvo el impulso de abrazarla, pero se controló a tiempo. No, él no dejaría de ser Draco Malfoy, igual que ella seguiría siendo Hermione Granger.
Habían nacido así y así deberían continuar.
—¿Te refieres a…? —dijo él con toda la intención de sonrojarla aún más.
Lo consiguió, pero aun así ella alzó la cabeza y lo miró a los ojos.
—Me refiero a todo. No merece la pena estar aquí para estar enfadada contigo a todas horas y no poder dejar de pensar en… —se quedó callada. ¿Qué demonios estaba diciendo?
Draco se acercó un poco más y sintió algo extraño en su pecho. ¿Ella acababa de decir que pensaba en él? Algo no encajaba en su forma de verlo. Se suponía que ella le odiaba, ¿no?
estaba claro que se atraían físicamente, pero también lo estaba que Hermione no le soportaba por lo del acoso, desprecios, insultos, peleas y todos esos rollos desde que tenían once años…
Aunque la verdad es que él no la odiaba… era un poco pesada, eso sí, pero no era mala, ni egoísta, ni abusona, ni retorcida… en resumidas cuentas, no se parecía en nada a él.
Hermione lo miró expectante.
—¿Entonces? —preguntó.
—Entonces puedo intentarlo.
Hermione sonrió radiantemente, pero terminó por apocar su sonrisa, no quería que él se diera cuenta del importante paso que estaban dando para ella. Hermione Granger y Draco Malfoy… amigos. ¿Quién lo diría?
____
Luna sonrió a pesar de que la situación era un tanto… tensa.
Theo Nott y George Weasley se miraron largamente, por sus cabezas pasaban prácticamente las mismas palabras: “¿Qué hace él aquí?”
La chica miró al cielo soñadoramente y se preparó para darles la bienvenida a sus amigos.
—Hola chicos…
_____
Hermione caminó lentamente por la arena, sintiendo los suaves granos acariciando sus pies. ¿Qué se supone que iba a pasar ahora? Estaba un poco confundida y sentía a Draco caminando tras ella. ¿Ahora eran amigos? ¿Ella era amiga de alguien como Malfoy? Notó la mirada de Draco suavemente a su espalda. Seguramente él estaba pensando también en eso, quizás se arrepentía…
¡Qué buen culo!
Draco no podía pensar en otra cosa mientras caminaba tras Hermione y sentía que incluso el sol incidiendo en su espalda lograba hacer aún más excitante la visión… Pero algo le decía que esa vez era diferente…
—¡Sólo es un culo! —se dijo a sí mismo, pero el rostro de Hermione también aparecía en su visión mental—. ¡Un culo! —repitió para sí mismo de nuevo. Pero no, parecía ser que no funcionaba.
Bufó suavemente y se colocó frente a ella, cortándole el paso.
—Oye, Granger…
—Hermione… Creo que puedes llamarme Hermione… ¿no?
Draco abrió los ojos. La verdad es que no sabía si podía llamar por su nombre a una impura. Nunca lo había hecho y no estaba realmente seguro.
—Sí... supongo —Hermione le miró un poco desconfiada, acababa de apreciar el tono arrastrado que siempre llevaba Draco Malfoy, pero relajó el rostro al escuchar su nombre saliendo de sus labios–. Hermione.
—Vale… Draco.
Malfoy enarcó una ceja.
—¿Te he dicho que me llames por mi nombre? —espetó el chico con expresión dura.
Hermione sintió el rubor subiendo por sus mejillas y bajó un poco la cabeza. No estaba acostumbrada a tener una conversación pacífica con él. Cada escena que recordaba acababa en pelea.
Pero por primera vez, Draco Malfoy… ¿Sonrió? Sí, bueno, algo así.
—Es bromaaaa, gatita.
—¿Gatita? —preguntó con tono molesto. Ese nuevo Draco iba de gracioso…
—Los de Ravenclaw son aguiluchos, vosotros gatitos, nosotros reyes y los Hufflepuff… en fin, ¿Para qué hundirlos más?
—Qué humildad… reyes —murmuró Hermione mientras alzaba la cabeza, no acababa de creerse que estuviera hablando civilizadamente con Draco.
Él la miró pausadamente y sin pensar en nada colocó su mano en el cuello de ella, muy suavemente.
Hermione cerró los ojos. No sabía qué estaba haciendo pero esa mano le gustaba, no quería que se apartara.
Cuando abrió los ojos y se encontró con los de él, se acercó, como un acto reflejo.
Se sentía demasiado bien con él, no sabía hasta qué punto eso era recomendable.
—¿Qué es esto? –—murmuró ella.
La pregunta pilló desprevenido a Draco, que compuso de nuevo el rostro antes de que se diera cuenta de que siempre lograba desarmarlo con cualquier simple frase.
—Un beso —la voz de él sonó asombrosamente confiada a pesar de que se sentía nervioso.
La iba a besar, sí. Pero esta vez era diferente, él seguía siendo Draco y ella seguía siendo Hermione, pero ya no eran ellos mismos… ¿Cómo explicarlo? Bueno, daba lo mismo. Se podía explicar de otras formas aparte de hablando.
Con un movimiento firme, Draco la atrajo hacia él y acarició sus labios con los suyos, besándola con seguridad. Hermione se dejó ir. Total, ya daba lo mismo. Se estaba enamorando de ese tío e, hiciera lo que hiciese, ya no podría hacer nada.
Sintió sus lenguas tocarse y un escalofrío la recorrió. Sólo un beso…
Sus propias manos acariciaron el cabello platino y no pudo evitar sentirse completa. Eso era extraño… No podía, no estaba bien.
¿Pero cómo podía estar mal algo tan dulce como sus labios moviéndose intensamente bajo los de él?
Le encantaba su forma de moverse contra él, empezaba a ser adictivo. Era como si sólo se sintiera así con él, lo cual era estúpido porque era un gesto de protección y… ¿Quién se siente protegido junto a su enemigo? Aunque claro, si desde hacía veinte minutos eran best friends forever…
Sí, bueno… lo mejor de ser amigos era que, sin duda, podrían hacer fiestas de pijamas.
Se separaron lentamente, sin prisas, saboreando los últimos besos.
Sus ojos conectaron y Hermione pareció recuperar el hilo de su existencia. Como si ambos hubieran estado en una especie de sueño.
—¿Sólo un beso? —repitió con voz baja. No se podía creer que estuviera preguntándole eso. Pero tampoco se hubiera creído que querría más con él. Mucho más.
Las palabras retumbaron en la mente de Draco y ambos se soltaron en un segundo, como repelidos por un imán. ¿Qué responder a eso?
¿Qué respondería Draco Malfoy? “Claro, muñeca” Eso era lo que se esperaba de él. ¿De veras ella lo estaba cambiando? ¿Ahora diría algo cómo “Te quiero, pequeña”? No, no y no.
—Claro, gatita.
Casi pudo percibir la bofetada antes de que Hermione arremetiera contra él. Se esperaba un derechazo como ese que había recibido en tercero, pero la verdad es que no dolió demasiado y en su rostro vio que no estaba realmente enfadada.
Era como una especie de trance que debían pasar. No sería correcto que se besaran sin nada más en el fondo… y la verdad es que Draco no sabía si había algo más ahí, pero no tardaría en descubrirlo.
—¡Imbécil! —le soltó Hermione antes de darse la vuelta para regresar a su cabaña, viendo cómo justamente la noche caía sobre la isla.
—¡Nos vemos mañana, Hermione!
Ella sintió su piel ponerse de gallina al oír su nombre, pero no se giró ni respondió.
Al cabo de unos segundos, ambos dibujaron una sonrisa en su rostro.
La de ella: esperanzada y contenta por todo lo que había logrado ese día… aunque quizás también asustada por eso que comenzaba a nacer entre ellos.
La de él: No era propiamente una sonrisa, expresaba orgullo y nerviosismo por no saber qué iba a ocurrir, pero cuando vislumbró su cabaña sólo pudo pensar en una botella de mojito y todos sus amigos viviendo su séptima noche en Bahikki.
¿Qué esperabais? Era Draco Malfoy.
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Os dejo una foto de lo que es un cenador por si acaso no vivís en España. Debería haberla puesto antes, pero bueno, mejor tarde que nunca.
¡Mil besos!
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