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La Fiesta

De no ser por Karla, creo que quizá hubiera regresado a la casa, quería conocer más a Kevin, pero también me daba miedo socializar yo sola con toda su familia y de cierta forma mi hermana me daba el valor necesario, sin embargo, no me sentía del todo satisfecha; se suponía que mi tía vendría para conocer gente nueva, para que se olvidara por un rato de su relación con Carlos ¡Pero no…! Ahí estaba, contenta y feliz al lado de ese pelagatos…
El clásico “ding, dong” del timbre me sacó de mis pensamientos; Karla daba pequeños saltitos sin moverse de lugar, esperando ansiosa a que nuestro anfitrión abriera la puerta.

—Hello! May I help you? —dijo una chica rubia y de ojos color miel cuando la puerta se abrió.

—¿Eres la novia de Kevin? —preguntó Karla de inmediato.

—Karla, mide tus palabras —reprendí por lo bajo colocándome detrás de ella al instante.

—Oh, are you looking for Kevin? One second…

—¡Ah…! Meghan, dijo que sí —comentó Karla alarmada cuando la chica volvía al interior de la casa sin cerrar la puerta.

—No seas tonta, cállate —espeté—. Ni siquiera sabes lo que dijo en realidad.

—Kevin, they're looking for you at the door! —gritó cuando se detuvo frente a unas escaleras.

Súbitamente, el aroma a carne asada deleitó mi sentido del olfato, mismo que llegó acompañado por el olor a salsa martajada, al grado de hacerme desear un plato justo en ese momento; jamás una carne asada había olido tan bien.

—Kevin, did you hear me? —repitió la chica, antes de dedicarnos una amable sonrisa. Fue entonces cuando noté que su atuendo no era del todo apropiado para una fiesta; una blusa rosa escotada y unos shorts cortos de mezclilla azules, combinaban perfecto con aquellos pies descalzos.

—Yes I'm going! —escuché responder a Kevin desde el segundo piso mientras la chica volvía con nosotras a la puerta.

—I'm sorry, do you speak English?

—Yes, of course!

—¡No Meghan! No le contestes, pensará que sí hablamos.

—¡Hola pequeña, qué tierna eres! —exclamó la chica luego de soltar una risa divertida.

—¿Hablas español? —preguntó Karla desconcertada.

—Así es —respondió, apoyando las manos sobre sus rodillas para inclinarse y estar más cerca de mi hermana—, ¿cual es tu nombre hermosa?

—Yo soy Karla y ella es mi hermana Meghan. Mi tía dice que somos chaperonas.

—Bien, me alegra conocerlas —dijo acariciando la mejilla de Karla.

Ella se enderezó y me estiró la mano a modo de saludo, cuando la estreché, sentí un ligero tirón hacia ella e inmediatamente recordé el saludo universal entre chicas que mencionó mi tía y me acerqué para besarla en la mejilla al mismo tiempo en que ella lo hacía.

—Mi nombre es Judy y no, no soy novia de Kevin —anunció mirando a Karla.

—¡Ey que tal, ya vine! —exclamó Kevin de pronto—. Parece que ya conocieron a mi hermana mayor.

—¡¿Tu hermana?!

—Así es, yo también debo sobrevivir a una hermana mayor —bromeó Kevin.

—Oye, gracias por el halago —comenté de inmediato.

—Tranquila, solo bromeo, pasen, pasen por favor. Están en su casa.

Cuando entramos, nos recibió de inmediato una sala con dos sillones de piel en color chocolate de tres piezas en los extremos norte y sur. Uno de dos piezas en medio y justo a un lado un enorme televisor, todo esto sobre una alfombra aterciopelada en color beige y una mesa de centro con un diseño minimalista y funcional; era rectangular y estaba hecha de madera con un acabado liso y natural, que resaltaba las vetas de la madera.
El diseño era de una superficie superior plana y una base más amplia que actuaba como soporte. Entre la superficie superior y la base, había un estante intermedio que proporcionaba un espacio de almacenamiento adicional para libros, revistas u otros objetos. La estructura general de la mesa daba una sensación de ligereza y simplicidad.

Las paredes lucían un decorado con revestimiento de madera en un diseño tridimensional, formado por pequeños bloques de madera cortados en formas geométricas irregulares, esto las hacía sobresalir en diferentes ángulos creando un efecto visual de profundidad y textura. Los tonos cálidos y variados, desde marrones claros hasta más oscuros, daban un aire de riqueza y dinamismo a los muros.

Seguimos a Kevin hasta la cocina, donde el olor de la carne a la parrilla se hizo más intenso y entonces pude ver una puerta de cristal corrediza que conducía a la terraza y patio trasero; con piso de madera maciza y muebles acolchados con cojines resistentes a los elementos, esta se adornaba con luces empotradas en un cálido color ámbar y allá, en una orilla del jardín se encontraba el señor James junto al asador. A un costado, sobre una barra de mármol, despuntaban por la luz tenue de las brasas, una charola con carne marinada lista para asar y otra con vegetales.
Una mirada dura y seria se iluminó al vernos en la terraza y en sus labios, una sonrisa se dibujó.

—Hi guys! How long have they been there? —exclamó, retirando un par de trozos de carne de la parrilla.

—Not much. I want to introduce you to someone —respondió Kevin, adelantándose al jardín—. These are Meghan and Karla.

—Oh Woow! Nice to meet you, you speak English? —comentó mientras se acercaba hasta nosotros.

—Of course —contesté de inmediato.

—Pero preferimos el español —intervino Karla.

—¡Eso es fantástico! ¿Son mexicanas?

—Sip. Vivimos en Tijuana, pero venimos de vacaciones a casa de mi tía porque se va a casar —soltó mi hermana, con esa carita inocente y tan peculiar, propia de ella.

—Ya veo, yo soy Jameson, pero pueden decirme James.

—Gusto en conocerlo señor James —dije, después de estrechar su mano en un saludo.

—¿Saben qué? Voy a dejar unas cuantas tiras de carne en el asador y en seguida volveré con ustedes, mientras tanto, me encantaría que me esperaran aquí, sentadas en la terraza. Kevin, por favor ofréceles algo de tomar a tus invitadas.

—Acompañenme chicas y tomen asiento. Con mucho gusto les ofrecería algo del minibar, pero aún no tenemos edad para eso. ¿Qué soda se les antoja? —preguntó abriendo un frigobar, abastecido con diferentes bebidas refrescantes.

—¡Yo quiero una de naranja! —exclamó Karla de inmediato.

—¿Qué te ofresco? —inquirió Kevin.

—Me gustaría algo de limón, por favor.

—¡Dos bebidas para las señoritas! —anunció cuando se acercó.

Aunque los muebles eran de madera, la parte acolchada estaba tan cómoda que no parecía que estuviera sentada en un sillón de madera.
En el asador, el señor James volteaba la carne y acomodaba los vegetales en las orillas de la parrilla. Lo ví tomar unas tortillas de harina y ponerlas junto a la carne por un instante.

—Oye Kevin, ¿puedes ayudarme un momento aquí?

—¡Yes, dad…! —exclamó al momento.

Kevin trajo de un extremo del jardín una mesa plegable que colocó en medio de la terraza, mientras que el señor James, traía consigo el bowl con carne asada y tortillas de harina.

—Mi papá hace la mejor carne asada que puedan haber probado —anunció Kevin.

—Es carne Wagyu, cien por ciento de res originaria del Japón.
Se caracteriza especialmente por ubicarse al norte del país; un lugar con clima frío y rodeado de montañas heladas que favorecen la crianza de las vacas —explicó el padre de Kevin—. La crianza de ganado en ambientes tranquilos y libres de estrés, tiene como resultado una carne de mayor calidad y más sabor que la convencional.

—Nunca había escuchado de esa carne —confesé asombrada.

—¡Yo quiero probar! —exclamó Karla de inmediato.

—Pues como dicen los hermanos mexicanos: echen taco —respondió el padre de Kevin.

Tomé una tortilla, un trozo de carne y esparcí sobre todo el taco un par de cucharadas de esa salsa que me había abierto el apetito, mi hermana por otra parte, optó por ponerle guacamole.
El sabor intenso de la carne de res en un término medio y su jugosidad, hizo que estallaran mis sentidos; su delicioso sabor e incomparable suavidad eran algo sin igual.

—¡Está deliciosa! —exclamó Karla—. Por cierto, ¿cuando llegará el resto de los invitados?

—Kevin, ¿invitaste a más personas? —preguntó el señor James sorprendido.

—No, yo no…

—Kevin nos dijo que sería una fiesta.

—¡Karla, cállate! —le reprendí—. No seas imprudente.

—Papá yo solo invité a Meghan y a su hermana a cenar hoy, pero no sabía cómo decirlo sin que pareciera una cita —explicó Kevin, nervioso.

—¡Con que de eso se trata! —exclamó el señor en medio de una sonora carcajada—. Me disculpo por eso, chicas. Kevin está luchando para aprender español.

—Eres un lento hermanito —se mofó Judy apareciendo de pronto en la puerta de la terraza.

—Shut your mouth, mom taught you before I was born! —espetó de inmediato.

—Kevin, stop it —intervino su padre.

—She started, dad!!

—That's enough, stop both of you.

—Pfff... I'm leaving! —espetó ella.

—Lamento mucho el inconveniente. Kevin está aprendiendo español pero es complicado. Normalmente hacemos comidas especiales solo porque sí —explicó el señor James—. Supongo que no supo cómo invitarlas.

—Descuide señor James, mi hermana suele ser demasiado imprudente en ocasiones. Agradecemos mucho la invitación, más aún porque jamás había probado una carne tan buena.

—Es un placer tenerlas de invitadas. Recién nos acabamos de mudar aquí y Kevin no tiene muchos amigos, toda su vida se quedó en Estados Unidos y el hecho de que sean sus primeras amigas, significa mucho para nosotros.

—Dad, no es para tanto —replicó Kevin.

—Y aparte de surfear, ¿qué otra cosa haces en tus ratos libres? —pregunté con interés.

—Solo escucho música, me ayuda a olvidarme de todo.

—¡Sí, cuando pone música su cuarto es una locura! —señaló el señor James.

—¿En serio? —pregunté incrédula—. Mis padres sufren del mismo mal. Me gusta el rock y algo de heavy metal —agregué con una sonrisa divertida.

Después de la cena, Kevin y yo hablamos de nuestros gustos musicales, después hablamos de películas, anime y videojuegos. Karla por otro lado, quedó maravillada con la colección de muñecas de Judy y ella la llevó a su recámara para mostrarle más de estas. El señor James terminó de recoger las cosas y puso a asar en lo que quedaba de las brazas unos tiernos elotes mientras disfrutaba de una cerveza.

—¿Quieres salir a caminar? —preguntó Kevin de pronto.

—¿Caminar? ¿A dónde?

—No lo sé —dijo encogiéndose de hombros—, quizás a la playa.

—¿No es algo tarde para ir a la playa?

—Es verdad, pero si nunca la visitas de noche, jamás conocerás ambos mundos.

Sabía que su invitación tenía un propósito adicional al de un simple paseo por la orilla del mar, pero esos ojos azules eran tan cautivadores que no me pude negar. Además, Karla estaba entretenida con las muñecas, así que no le ví mayor problema en salir un momento.

—De acuerdo —concedí nerviosa—, viajemos a ese mundo distinto del que tanto me he perdido.

Sus rosados labios se curvaron en una hermosa sonrisa y sonreí también al imaginar lo que sucedería.
En cuanto salimos de la casa, instintivamente busqué el coche de Carlos, pero no estaba a la vista; en la casa, solo la luz de la sala estaba encendida. Actuaba de forma indebida y lo sabía, pero al mismo tiempo deseaba salir de la rutina y empezar a hacer cosas distintas.
Cuando llegamos a las escaleras de piedra, miré nuevamente hacia atrás, creo que en el fondo no estaba del todo segura de querer hacer esto, justo en eso la voz de Kevin me sobresaltó.

—Dame tu mano —ordenó, lo miré por unos segundos confundida, con su mano estirada a mitad de la escalera casi tocando la mía—. Te ayudaré a bajar —indicó, entendiendo mi indecisión.

Estreché su mano y me sorprendió la seguridad con que la tomó; su mirada fija en mí, me hizo saber que no me soltaría y que estaba segura con él.
Casi había terminado de bajar los escalones, cuando mi pie se dobló hacia un costado por una deformidad del escalón y, de no ser por el agarre firme de Kevin, quizá me habría lastimado severamente.

—Las alpargatas no te servirán aquí —señaló—. Se hundirán en la arena y te costará caminar —agregó.

Su orden en ese momento fue tan imperceptible que al instante me deshice de ellas y él me ayudó a llevarlas sin soltarme de su mano.
A lo largo de la playa podía ver personas caminando, disfrutando del fresco verano que la playa nos regalaba; la arena ya no estaba hirviendo como aquella vez, ahora era fresca y resultaba placentero sentirla colarse por entre mis dedos.
En la distancia pude distinguir un par de grupos de personas rodeando una fogata y escuchando música. El viento fresco jugaba con mi cabello y Kevin no dejaba de mirarme como si fuera lo más bello que hubiera visto en toda su vida.

—¿En qué piensas cuando me miras? —pregunté curiosa.

—En lo hermosa que te ves cuando caminas —respondió él.

—¡Mentiroso! —exclamé sonriendo para ocultar mis nervios.

—Ni siquiera esta hermosa luna reflejada en la negrura del mar, se compara con tu belleza al caminar.

—Woow, no sabía que además de surfista, fueras poeta.

—Antes tomé clases de poesía, mi madre dijo que algún día me serviría.

Justo en ese momento, quise saber la razón por la que su madre no había estado presente en la reunión, sin embargo, calculé que no era apropiada la ocasión.

—Pues tu madre tiene mucha razón, las chicas amamos la poesía. O al menos yo…

Su alegre expresión se turbó por unos segundos pero inmediatamente la recompuso.
Sonrió con orgullo y besó mi mano con decoro sin apartar sus ojos de mi rostro.

—De tu parte le agradeceré —afirmó después.

Sonreí complacida y seguí caminando, adelantandome un poco al paso de Kevin, quién se vió ligeramente rezagado. Justo en eso, su brazo rodeó mi cintura y apuntó al norte con su mano.

—¡Mira, de eso estaba hablando! —indicó señalando un enorme crucero que en la profundidad de la noche, partía la neblina apoyado por un centenar de luces que se expandían a todo lo largo del barco.

Fue un espectáculo maravilloso que todavía no sé cómo describir; dicen que la vida te da consejos metafóricos y que debes ser lo suficientemente inteligente para descifrarlos y por alguna razón, sentí que esta era una de esas ocasiones, lo que no entendía era la forma en que un barco se relacionaba con mi situación actual.

—Ni siquiera este espectáculo tan hermoso se compara con el brillo de tus ojos —escuché decir a Kevin.

Giré mi rostro hacia el de Kevin, y en ese momento el tiempo pareció detenerse, fue como si me olvidara del lugar en donde estaba; me sentí soñada al estar tan cerca de esos ojos azules y esos labios que parecían tan suaves. Él me miró y sonrió al mismo tiempo, yo le correspondí y sentí cómo me envolvía con ambos brazos, mi respiración se agitó al igual que la de él, bajé ligeramente la cabeza y Kevin apoyó su frente en la mía. Los nervios me paralizaron y no supe qué hacer cuando Kevin juntó sus labios con los míos.

—¡Meghan…! —gritó Karla de repente.

Me aparté inmediatamente de Kevin y descubrí a mi hermana a un costado nuestro.

—Mi tía te está buscando —advirtió con tono autoritario.

—¡Diablos! ¿Le dijiste dónde estoy? —pregunté nerviosa.

—No hace falta, te está mirando desde las escaleras.

—¡Demonios…! Kevin lo siento, tengo que irme.

Mientras corría de vuelta a los escalones, me dí cuenta de que en cierto modo había vivido la velada de la Cenicienta y sonreí orgullosa para mis adentros, aunque sabía que me esperaba lo peor, la experiencia de esta noche, bien que lo valía.

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