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Cambio de planes

Eran cerca de las siete de la mañana del primer sábado de vacaciones cuando los rayos solares se filtraron a través de las cortinas de mi habitación. El trinar de las aves sonó tan melodioso, que me pareció una sinfonía de buenos días.Me arremoliné entre las sábanas mientras me desperezaba, cuando de pronto, mi hermana menor irrumpió en mi cuarto.

—¡Meghan, Meghan! —exclamó emocionada—. ¡Levántate, date prisa!

—¿Qué pasa? ¿Por qué gritas así? —pregunté molesta.

—¡Rápido, apúrate! —insistió ansiosa—, no queda mucho tiempo.

—No pienso levantarme tan temprano —repliqué—. Mi papá y yo, ya tenemos planes para estas vacaciones y en ellos no está programado levantarnos temprano hoy.

—Pues parece que cambió de opinión, porque él y mamá están empacando su equipaje y me pidieron que te dijera que hicieras lo mismo.

—Estás mintiendo —espeté intrigada.

—Si no me crees, puedes comprobarlo por ti misma —dijo con tono de burla.

—¡Largo de mi cuarto! —grité furiosa—. No creo en nada de lo que dices. ¡Fuera! —volví a gritar mientras le arrojaba una de mis almohadas a Karla.

Mi hermana volvió a la puerta riendo mientras una segunda almohada volaba de nuevo hacia ella, justo cuando Karla cerró tras de sí al salir; ella siempre aprovechaba cualquier oportunidad para molestarme y hacerme enfadar, seguramente esta vez no sería la excepción.

Volví a recostarme e intenté acomodarme de nuevo. El reloj marcaba las siete en punto y entonces comencé a percibir la quietud que reinaba en toda la casa; era extraño ese silencio, mi madre debería ya estar en la cocina como de costumbre preparando el desayuno, en lugar de eso, solo un sordo rumor se alzaba por encima de la eminente quietud.

La duda me venció y entonces, comencé a creer lo que Karla me había dicho minutos antes. Salí de la cama y abrí despacio la puerta de mi cuarto. Fue entonces que el enorme silencio se quebró ante un débil murmullo proveniente del otro lado de la escalera, justo al fondo del pasillo donde se encontraba la recámara de mis padres.

Antes estaba la habitación de mi hermana, de la que también provenía un vago sonido que incrementó mi curiosidad. Avancé unos pasos aprovechando que la puerta de la recámara de mis padres estaba entreabierta.

Caminé despacio, tratando de acercarme lo más posible sin ser descubierta y entonces logré confirmar lo que me había dicho Karla.
Mis padres estaban empacando sus cosas en una maleta; vi a mi madre cerca de la ventana, de aquel lado de la cama, con el cajón medio vacío, sentada en la orilla y pensativa hasta cierto punto.

—¿Cómo crees que lo tome Meghan? —preguntó sorpresivamente—. Tengo entendido que ella estaba haciendo planes para estas vacaciones —agregó.

—Descuida —respondió mi padre con plena confianza, quien estaba de este lado de la cama—, estoy seguro de que le encantará la idea —continuó diciendo mientras lo veía luchar con la pila de ropa que intentaba hacer entrar en su maleta—. Hace tiempo que no vemos a la tía Teresa y ahora que piensa casarse, considero que es la mejor oportunidad para convivir con ella y su prometido.

«¡Entonces es cierto...!» dije en mi mente.
Sabía que no debía espiar en la casa y menos a mis padres, pero mi papá me había mentido; de no haber espiado, nunca me habría enterado.

—Opino que por lo menos deberías explicarle a Meghan la situación —sugirió mamá, ligeramente preocupada.

—¡No, mamá! —exclamé al tiempo en que irrumpía en la recámara—. No es necesario que me expliquen absolutamente nada —continué diciendo, parada en el umbral de la puerta.

—¡Meghan…! —exclamó mi padre sorprendido—. Sabes bien que no debes espiar en la casa —dijo en un vano intento por reprenderme.

—¡Lo sé, papá! —contesté iracunda—. Pero también me has enseñado que no es bueno mentir y, sin embargo, ¡tú me engañaste! Dijiste que nos divertiríamos mucho estas vacaciones y me mentiste.

—Hija, la tía Teresa...

—¡No, papá…! —interrumpí furiosa—. ¡No me importa la tía Teresa y mucho menos me interesa su boda! Lo único que deseaba era divertirme en estas vacaciones y lo arruinaste...

Sentí que el llanto me asaltaría en cualquier momento, ya que tenía como aliado a un enorme nudo que me obstruía la garganta, y que al mismo tiempo me obligaba a gritar con el deseo de liberar toda la impotencia y el coraje que me inundaban por dentro.

Me di media vuelta y regresé a mi cuarto tan rápido como pude ante la mirada expectante de mi hermana, quien por el alboroto había salido de su cuarto.
Las lágrimas comenzaron a nublar mi vista y el camino hacia mi habitación me pareció eterno; no podía creer lo decepcionada y engañada que me sentía.

No lograba entender por qué me había ilusionado, por qué me hizo creer que pasaríamos las mejores vacaciones, cuando en realidad él ya tenía otros planes.
Me tiré en la cama en cuanto entré a mi recámara con la cara hundida en la almohada; apenas podía creer que mi padre cancelara todos nuestros planes por culpa de mi tía, era inaudito. Pensaba en todo esto, cuando súbitamente una mano tierna y delicada se posó suavemente sobre mi espalda.

—Meghan, hija... —Habló mi madre con voz modulada—. Entiende a tu padre, pequeña, hace mucho tiempo que no vemos a tu tía y ahora que se piensa casar, es normal que quiera pasar unos días con su hermana.

—Eso lo entiendo —contesté girándome hacia ella—, lo que no me explico es, ¿por qué quiere pasar todas las vacaciones en casa de mi tía?

—Ese es un tema complicado —respondió ella con mirada piadosa—. Hay cosas que a tu edad son difíciles de entender y explicar —agregó.

—¿Qué tipo de cosas? —pregunté curiosa.

—Son temas de adultos —contestó después de un leve suspiro—. Anda, arregla tus cosas y date un baño; en un momento vendré para ayudarte a empacar.

Después de ducharme, bajé a la cocina; mis padres y mi hermana ya estaban esperándome para desayunar. Karla, como de costumbre, jugaba con sus oscuros rizos que le colgaban a la altura de los ojos, tirando de uno mientras soplaba a otro en su inútil intento de lanzarlo hacia atrás. En la mesa estaban cuatro platos repartidos con dos tiras de tocino en cada uno, dos rebanadas de pan francés y una pequeña porción de huevos revueltos que mi madre recién había sacado del sartén.

Mi padre, por otro lado, terminaba de servir jugo de naranja en cuatro vasos de cristal azulado. De manera casi indiferente me acerqué al que supuse que era mi plato y tomé las rebanadas de pan para volver a mi habitación sin decir más.

—¿No piensas desayunar, Meg? —preguntó mi madre de inmediato.

Alcé el pan por encima de mi hombro sin detenerme en mi camino de vuelta y lo agité a modo de respuesta.
Eran casi las diez de la mañana cuando escuché a mi padre encender la camioneta y también a Karla bajar corriendo las escaleras. Yo seguía incrédula todavía; dentro de mí, cabía la esperanza de que todo fuera una mala broma o quizá una terrible pesadilla de la que ya me había tardado en despertar, pero no. Mis vacaciones realmente estaban arruinadas.

—¡Meghan, vámonos! —gritó mi padre desde el jardín.

Mi madre ya había empacado y bajado mis cosas, así que no tenía opción. Terminé de guardar en mi mochila mis herramientas de pintura y bajé lentamente los escalones.

El reloj de pared en forma de gato en el recibidor marcaba las diez de la mañana con cinco minutos. Lo observé por un momento a detalle y sus enormes ojos saltones, con las cejas enarcadas, junto con esa media sonrisa curvada, me pareció más una mueca de burla. Agité mi cabeza para disipar esas ideas locas que tenía, justo cuando mi padre volvía a tocar la bocina de la camioneta.

Cuando salí al jardín, un cálido sol me dio justo en la cara. Fruncí el ceño y miré de manera fugaz al otro lado de la calle, hacia la casa de mi amiga Ashley en particular, y la vi con su familia, jugando en el patio mientras su padre asaba carne, y entonces recordé que, gracias a este ligero cambio de planes, me pasaría las vacaciones de verano encerrada en una antigua casa a mitad de la nada, además de intentar sobrevivir a casi dos horas de viaje.

Subí al Jeep y cerré la puerta de golpe e inmediatamente interpuse mi mochila entre Karla y yo; no me sentía de humor para tolerar jueguitos de primaria.

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