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28° | Salvación

    V A ✝ Z E L

He regresado al Mundo que tanto ansiaba encontrar. Estoy en el Inframundo, frente a mi creadora.

Soy yo quien acorta la distancia de nuevo y vuelvo a abrazarla. Aún no puedo creerlo después de tantas equivocaciones, pero la extrañé. Necesitaba comprobar que aún existía.

Me alejo un poco, y, con temor, me atrevo a tomar sus manos, aunque no me atrevo a mirarla a los ojos.

—Lo siento... nunca quise perjudicar este Mundo, mucho menos permitir que Raziel los hiriera...

—No fuiste tú, Vatzel —me interrumpe, y con un suave gesto, me obliga a mirarla directamente—. Estabas bajo el control de Raziel. Todo lo que hizo, no fuiste tú —retira su mano de mi rostro y su expresión se torna triste—. Quería ayudarte, pero no pude. Veía tú rostro, sabía que estabas siendo controlado por Raziel que Zaeya fue quien actuó. Te liberó —una sonrisa se dibuja en su rostro—. Sabía que aún existías. Sabía que ibas a regresar.

Desvío mi mirada hacia la multitud de Demium. Entre ellos, al frente, encuentro a Zaeya.

—Destruí a Raziel —digo, retomando la conversación con mi creadora— me aseguré de enviarlo al Vacío. Esta vez no volverá.

—Hiciste lo correcto, Vatzel —me responde, haciendo una breve pausa—. Tú mismo lo expulsaste de aquí.

—¿Lo hice yo? —pregunto incrédulo.

—Tú poder... por lo que eres.

—Un Uverno. —Ella retrocede, asintiendo varias veces. —Ahora lo sé. —Le sonrío, mostrando mis colmillos expuestos. —Estuve perdido entre dimensiones, cruzando Mundos. Recorrí portales que siempre me guiaban al lugar equivocado. Recuerdo que la última vez estuve en un Mundo vacío, sin seres existentes  hasta que creé un portal y no me equivoqué esta vez. —Le cuento lo que recuerdo. —¿Cuánto tiempo pasó?

—En el Mundo mundano, pasaste seis meses cumpliendo tú misión. Cuando regresaste, controlado por Raziel, creí que todo se había acabado pero luego fue su ataque. Luego te fuiste otra vez y han pasado dos eternos meses —acorta la distancia y apoya su mano en mi mejilla—. Cada día esperé tú regreso.

Demasiado tiempo estuve lejos de mi Mundo.

—Nos salvaste, hijo —agrega ante mi silencio. Sigo procesando el tiempo perdido. —Todos los Reinos existen. Tú poder los hizo resurgir, y a los pocos que quedaban, los hizo sobrevivir. Ha habido muchos cambios en este Mundo, y todo gracias a ti.

Medio sonrío, sin poder creerlo.

—¿Lejos y yo tuve el poder para restaurar este Mundo? —mi creadora asiente. —Quiero comprobarlo.

—Te llevaré a cada Reino. Cada líder te recibirá.

—Y el Inframundo también te recibe. —Su voz llama mi atención. Veo al Rey acercarse y detenerse junto a mi creadora—. Sigues siendo mi hijo.

—Padre Azbel. —Aunque no es demasiado afectuoso, me acerco a él y le ofrezco un breve abrazo. —Creí que los había perdido. —Me separo rápidamente. —Tenías razón, no soy un Destructor.

—No lo eres, Vatzel —su mano reposa sobre mi hombro—. Eres el líder supremo que este Mundo y muchos más necesitan.

—Hijo —la Reina de Oscuridad se acerca y su presencia capta mi atención—. Te debemos una disculpa. Por años, tuvimos miedo de permitir que activarás todo tú poder, porque pensábamos que te harías daño. Desconocíamos que eras un Uverno y todo lo que eso implica serlo —las lágrimas se acumulan en sus ojos—. Pero estamos orgullosos de ti. Todos los Reinos te agradecen por la Resurrección.

Asiento, conmovido.

—Vatzel —la veo acercarse, sus alas semicerradas. Sería mentira decir que no la extrañaba.

—Zaeya. —Me alejo de mis creadores, y con dos pasos, me coloco frente a ella.

—¿No estás molesto conmigo por atravesar esa espada en tú corazón?

Niego varias veces.

—Me salvaste. —Tomo sus manos, que tiemblan bajo mi toque—. Sin ti, no hubiera recuperado el control y Raziel habría cumplido su venganza. Es todo lo contrario, Zae, me ayudaste más de lo que imaginas.

—No iba a permitir perderte.

Me toma por sorpresa su beso en mis labios. Apenada, Zaeya se aleja.

—¿No vas a atacarme por eso? —le pregunto.

—No, soy yo quién quería besarte.

Por un instante, olvido todo: las miradas, que estamos en el Inframundo. Bastan unos pasos para inclinarme y besarla como tantas veces lo imaginé. Guío mi mano hacia su nuca mientras devoro sus labios, a un mismo ritmo.

—Vatzel —la interrupción me obliga a separarme de Zaeya. Humedezco mis labios varias veces, doy un paso atrás y ella baja la mirada—. Todo el Mundo esperaba tú regreso y todos querrán verte.

—Por supuesto, Madre —le respondo, sin apartar la vista de Zaeya. Cuando ella se atreve a mirarme, compartimos una sonrisa cómplice.

—Tienes responsabilidades, Vatzel.

Obedezco.

Tal vez soy superior, pero siguen siendo mis creadores y a ellos les debo respeto.

—Hablamos después —me dirijo a Zaeya y entrelazo mis dedos con los suyos.

—Te estaré esperando —me responde.

Le doy un beso en los labios, suave pero lleno de promesas, mientras mis creadores se apartan respetuosamente. Después de tanto tiempo, lo que parecía un simple anhelo, ahora es una realidad.

Zaeya no me rechaza, es recíproco, y no tengo la menor duda de que es mi alma.

—Vamos, hijo —la suelto y comienzo a retroceder. Con una última mirada, me giro y alcanzo a mi creadora, dejando atrás a la Demium que he amado desde crio. —Tú padre Valkian, querrá verte.

Dejo mis propias fantasías a un lado, cuando es hora de enfrentar cada Reino.

—No me recibirán, mi hermana fue clara. Aunque parezca raro, vi todo lo que causó Raziel, usándome. Lo peor es que, en ese momento, no pude hacer nada.

—Perteneces al Castillo, Vatzel. Eres el hijo del Rey —me dice mi creadora, mientras avanzamos hacia el portal—. Tú hermana fue Reina mientras tú padre Valkian estaba en el Inframundo. Por sangre demoníaca, se convirtió en un Dempire. Pero tú lo curaste. Tú padre Valkian volvió a ser vampiro, su linaje perdura. La corona regresó a él hace semanas y tú hermana estuvo de acuerdo.

Asiento varias veces, atónito.

Me perdí de tantas cosas.

—Valkian nunca exiliaría a su hijo.

Guardo silencio, más la culpa me atormenta.

Juntos, extendemos nuestras alas y nos impulsamos hacia el portal, la única salida al Mundo exterior. En cuestión de segundos, aterrizamos en el lugar esperado.

—Es el Mundo que recuerdo —digo, sorprendido. La naturaleza se ha restaurado.

Sigo a mi creadora hacia el Castillo. No nos toma mucho tiempo en llegar; nuestra presencia es suficiente para que las puertas se abran. Los guardias nos guían hacia la sala principal.

A medida que avanzamos, las miradas vampíricas se centran en nosotros, especialmente en mí, al reconocerme.

Al llegar a la gran puerta, mi creadora se adelanta.

—Annett, bienvenida.

—Valkian, te tengo una sorpresa.

Escucho sus voces desde el otro lado de la puerta. Me armo de valor y me obligo a entrar. Mientras avanzo, bajo la vista.

—Vatzel —resuena su voz, llena de sorpresa.

—Nuestro hijo está de vuelta.

—Tenías razón, Annett. Nuestro hijo es un Guerrero. —Me detengo y levanto la vista. —¿No vas a saludar a tú creador?

—No lo merezco.

Él niega con la cabeza, se acerca y me abraza. Su mano palmea mi espalda.

—Sin resentimientos, hijo.

—Padre Valkian. —me alejo de él. Me escanea, pensativo. —Fui controlado por un Demium. Yo nunca me atrevería a herirlo.

—Vatzel, estoy enterado de eso. —Sonríe con sus colmillos, similares a los míos—. Lo importante es que estás de vuelta. —Retrocede un paso—. Sigues siendo vampiro.

Asiento varias veces.

Prefiero evitar la discusión sobre mi naturaleza híbrida.

—Recuperé mi Reino, el perdón de tú hermana y a mi hijo. —Agrega y entrelaza sus pálidas manos con las de mi creadora—. Y tengo a mi alma. Es la eternidad que prefiero.

En ese momento, pasos percibo y dos seres del vampirismo causan mi atención. Entra mi hermana acompañada de Abrahm Vanci y ambos se acercan a mi.

—Te extrañé tanto, hermano —me toma desprevenido su abrazo.

—Emely —la observo mientras se aleja lentamente—. Es bueno no recibir tú odio.

—Sabés que soy muy vengativa cuando me lo propongo, no querrás de enemiga a una Lekan. —Una sonrisa peligrosa aparece en su rostro, pero la neutraliza con un simple gesto. —Bienvenido a Sangrier —se acerca y besa mi mejilla, un gesto que no esperaba. — Me debes un enfrentamiento y podré desquitar mi coraje contigo.

Su actitud retadora me hace reír por lo bajo, aunque sé que no debo subestimarla.

—Tendrás ese enfrentamiento, pero no tendrás oportunidad de ganarme —alardeo.

—Príncipe de las Tinieblas, enhorabuena por tú regreso —causa mi atención las palabras de Abrahm.

Lo observo y noto su mano unida con la de mi hermana.

—¿Es lo que pienso? —los señalo con curiosidad.

—Sí. —Emely lo besa en la mejilla con una ternura que no le había visto antes. —Abraham es mi alma. Por un tiempo fue mi Rey y descubrí tantas cosas sobre mí misma. Ahora sigo siendo princesa, pero con él, permanece mi vínculo eterno.

—Felicidades a los dos.

—Gracias, hermano —ojea a Abraham. —Ojalá nuestro padre lo aceptara del todo.

Mis ojos se dirigen hacia mi creador, Valkian. Su mirada es grave y algo tensa que transmite todo lo que no ha dicho con palabras.

—¿No lo apruebas? —le pregunto.

—Vanci debe hacer muchos méritos por Emely. —Responde en un tono serio, que hace que la atmósfera se vuelva aún más pesada.

—Padre. —Emely protesta, su tono lleno de frustración, pero también de cariño.

—Y así será, su Alteza. Lo que sea por Emely.

Me burlo internamente al ver la expresión de Abraham, claramente nervioso bajo la mirada severa del Rey. Sabe que no es el tipo de tensión que se alivia con facilidad.

—Su padre debe comprender que su hija ya no es una niña. Emely creció y tiene todo el derecho de ser feliz con su alma —lo deja en claro, con tono firme, mi creadora.

—No me opongo a su felicidad, ni mezclar ambos linajes —la desconfianza se refleja en sus palabras, su mirada fija en Abraham. —Si Emely cree que él es el correcto, así lo aceptaré —hace una pausa, señalándolos a ambos. —El trato es no descendencia en siglos.

Emely casi se atraganta con su propia risa nerviosa.

—Padre, estamos comenzando una relación hace poco. No habrá nuevos integrantes Lekan, por años, puedes estar tranquilo.

—Siglos, de preferencia milenios.

El rostro de Emely se torna pálido ante la mención de milenios, pero mi creadora interrumpe, como siempre, con una calma que solo ella puede mantener.

—Podrás asimilar ese momento cuando llegue. Como creadores, no estamos preparados para ver a nuestros hijos crecer. —Me mira, una ligera sonrisa curva sus labios. —Debemos continuar, hijo.

—Sí, madre.

—¿No se esperan a la ceremonia en honor a Vatzel?

Negamos.

—Después brindamos con una copa de sangre —le respondo.

—De acuerdo, siempre serás bien recibido en el Castillo, hijo.

—Lo tendré en cuenta, padre Valkian. —Respondo mientras me alejo, dirigiéndome a la salida del castillo. Al pasar junto a Emely, beso su mejilla. Con Abraham golpeo su hombro— Bien hecho —me inclino a su oído y bajo la voz—. Si veo una sola lágrima en mi hermana, por tú culpa, no vas a recibir un castigo por el Rey, será por mi y no querrás conocer mi manera de tortura. Tienes una corta eternidad, Abraham, de ti depende la felicidad de mi hermana —me alejo y observo su reacción. Luce más pálido de lo normal— Disfruten su conexión.

La salida es silenciosa hasta abandonar el Castillo.

Afuera, mi creadora me observa con una leve sonrisa.

—Te pareces a tú padre.

—Específica.

—A Valkian. No era necesario la amenaza para Abraham Vanci.

—Es una advertencia, nada más. —contesto, algo más serio.

Mi creadora suspira.

Sonrio y me acerco a abrazarla a medida que seguimos caminando.

—Soy igual a los tres —le digo.

—Estoy de acuerdo.

Entonces, nos dirigimos al siguiente Reino. A medida que avanzábamos entre el espeso bosque, el Reino Creciente se alza ante nosotros, visible desde la colina. Mi creadora no dejó de hablar sobre lo ocurrido en el pasado. Su Reino, perdieron por las sirenas, la increíble alianza con los vampiros y la persistencia de los lobos entre tanto caos.

Cuando finalmente llegamos, oculto mis alas, pero no puedo evitar que los cuernos en mi cabeza llamen la atención de todos. La manada de lobos nos observa en silencio, evaluándonos y uno se acerca, sonriendo con cordialidad.

—Bienvenidos a nuestro Reino Creciente.

—Gracias, Jaxon. ¿Dónde está Jared? —le pregunta mi creadora.

—Con Mara. Tenemos un nuevo integrante, Luwid —responde, con un brillo en sus ojos.

Mi creadora demuestra una emoción que no puedo evitar notar. Yo, por otro lado, me siento ligeramente confundido.

—¡Reina Annebett! —exclama Lunett, emergiendo desde su carpa y alcanzándonos rápidamente. —¡Vatzel! ¡Tengo un hermano, no lo creo! —Grita, su rostro radiante mientras nos abrazaba a ambos.

—Le avisaré al Alfa —emite el lobo antes de correr hacia el líder.

—La alma gemela de Jared Luwid, estaba embarazada. Hace días la visité y estaba a días de dar a luz —me informa mi creadora.

Asiento, comprendiendo la importancia del momento. Y justo cuando pensé que todo se calmaría, el Alfa aparece con su creación en brazos y su mate acompañandolo. Una nueva vida que representa todo lo que los lobos desean proteger.

—¡Su visita es inesperada, bienvenidos! —abraza a mi creadora con ese cariño de años por su amistad. Conmigo es suficiente un vago apretón de manos—. Les presento a mi hijo Liam Luwid Lowains.

Mi creadora es la primera en acercarse y con emoción, lo carga entre sus brazos.

—Es hermoso —sonríe y apoya su dedo en su frente—. Yo, Reina Annebett, te otorgo la valentía.

Me sorprende su acción, pero aún más cuando se acerca hacia mí.

—Cárgalo, hijo.

—No —niego de inmediato. —No estoy en contra de las nuevas creaciones, pero no les daré afecto.

—Vatzel... —me mira fijamente con un brillo serio en sus ojos. —Como líder de este Mundo, me corresponde otorgarles algo valioso a cada ser que nace aquí. Y tú eres un Uverno, un líder superior y es igual, con más razón.

Entiendo su punto.

Así que accedo su petición.

De forma torpe, pero con la ayuda de mi creadora, sostengo a esa nueva creación en mis brazos. El crío no se mueve, se encuentra en descanso que así lo prefiero. No evito lucir rigido.

—Solo es un bebé —mi creadora me tranquiliza.

Aunque mi expresión permanece seria, no pude evitar la extraña sensación de responsabilidad que me recorre al sostenerlo. Luego, con un toque firme, poso mi dedo en su frente.

—Yo, Vatzel, como Uverno, te otorgo fuerza para sobrevivir y enfrentar todas las complicaciones durante tú existencia.

Enseguida ese crio despierta y su llanto comienza casi de inmediato, más se calma en los brazos de su creadora cuando lo sostiene.

—Deberías ser creador. —Lunett me mira burlona.

—Nunca lo seré —le aseguro.

—No digas eso, hijo. Es el ciclo de la vida. —Mi creadora me sonrie, aunque sus palabras me hacen sentir un nudo en el estómago.

Antes de que pudiera responder, el Alfa interviene.

—Desgraciadamente, Ann, nuestras creaciones siguen nuestro ejemplo. Siempre y cuando tengan la edad y madurez adecuadas, ¿verdad, Lunnet?

—Papá, ya te dije que solo soy amiga de Calum.

—Es evidente la intención de él contigo.

—Jared, no empieces con nuestra hija.

Es algo que no logro comprender, esos celos protectores de los creadores.

Intercambio una mirada fugaz con mi creadora.

—¿Cuál Reino sigue? —pregunto, con curiosidad.

—Celesty —responde, carraspeando, antes de añadir—. Nosotros nos retiramos.

Ambos nos despedimos de todos y comenzamos a ascender por la colina. A cierta distancia, nos detenemos y dejamos que nuestras alas crezcan.

—Te espera una sorpresa —dice, con una ligera sonrisa.

La miró confundido, mientras nos dirigimos al Reino de los ángeles.

...

Es la primera vez que subo a su Reino. Afortunadamente, Caliel ya no es el Rey y no siento la más mínima compasión. Estoy completamente de acuerdo con que mi creadora haya elegido a Aurora como nueva Reina.

A medida que avanzamos entre los ángeles, pronto somos el centro de atención. Nos guían, hasta que finalmente llegamos a la sala principal.

Un leve destello de sonrisa se dibuja en mi rostro al ver a Aurora en su trono.

—¡Vatzel! —exclama, saltando de un brinco, sus alas blancas batiendo con gracia antes de aterrizar frente a nosotros— ¿Cuándo regresaste? —me abraza— Lo lograste.

—Hoy. Hace poco estuve en el Inframundo y ahora estoy visitando todos los Reinos.

Aurora dirige su mirada hacia mi creadora.

—Bienvenida, Reina Annebett.

Ella le dedica una sonrisa cálida.

—La Reina de Celesty, eso sí me sorprende. —Lanzo una mirada de entendimiento—. Lo mereces, Aurora.

—Gracias, Vatzel —responde, tocando suavemente mi hombro—. En mi Reino, siempre serás recibido con los brazos abiertos.

Asiento.

—¿Estás listo para tú sorpresa?

—¿Qué ocultan? —pregunto, observando a ambas con creciente intriga.

—Iré por mi Guardiana —anuncia Aurora con firmeza antes de retirarse rápidamente.

Confuso, doy unos pasos hacia adelante, me detengo y me giro hacia mi creadora.

—Madre, ¿qué está pasando?

—Celesty tiene una nueva integrante.

—No me digas que Aurora estaba... —comienzo a preguntar, pero ella me interrumpe.

—No, Vatzel —responde, tajante—. Ella está aquí por ti.

Al poco tiempo, Aurora regresa, esta vez acompañada de una figura que al acercarse, me parece extrañamente conocida. La observo con detenimiento y algo en ella me resulta inconfundible.

—Nos volvemos a ver, Príncipe —dice con voz serena.

La observo mejor y no puedo evitar la sorpresa.

—¡¿Li... Liath?!

Ella asiente lentamente.

—Tú la enviaste aquí.

Niego varias veces, aún sin comprender del todo.

—Envié su alma al Inframundo —digo, sin apartar la mirada de ella. Su cabello es completamente blanco, y su tez sigue siendo pálida. Lo más inquietante son las dos alas blancas que brotan de su espalda, que mantiene semicerradas.

—Y así fue —responde mi madre, sin perder su compostura. —Ella llegó al Inframundo a través de un portal, justo después de que tú te fuiste. Con esencia angélica, y tú sabes, Vatzel, que un ángel que no ha sido Desterrado no puede convertirse en Caído. Así que la enviamos a Celesty y Aurora la recibió en su Reino.

—La nombré mi guardiana —interrumpe la misma figura— y le di un nuevo nombre: Lia.

Aurora y mi creadora comparten una mirada cómplice antes de retirarse, dejándonos a los dos a solas.

—Sigo sin acostumbrarme a mis alas —musita ella, visiblemente más tranquila.

—No era mi intención esto, Li... Lia —respondo con cierta incomodidad.

—Tú creadora no intervino, Vatzel —me corrige—. Ella me contó que fuiste tú. Fue tú elección. En el fondo, me diste una segunda oportunidad. Quiero creer que me perdonaste por mis pecados y me diste la oportunidad de elegir el bien y no el mal.

—Me cuesta asimilar que la mundana... terminó aquí, después de morir —confieso, frotándome la frente en un gesto pensativo.

—Me mataste —me corrige ella, con una ligera sonrisa en su rostro. —Es posible. La Reina de Oscuridad lo afirma. Soy hija de Alaric, de un ángel, pero en mi interior todavía conservo mi humanidad.

Paso mis manos por mi rostro, sintiendo el peso de la confusión.

—Tal vez lo hice. Mi intención era darte una segunda oportunidad para vivir. Tal vez quise que llegases hasta este Mundo —admito, con un suspiro profundo—. Pero nunca imaginé que la mundana que me invocó sería un ángel.

—Tú error o acción demuestra que eres benevolente, Vatzel —se encoge de hombros—. Y te juro que no cometeré más errores. Voy a elegir sabiamente de ahora en adelante —ríe ligeramente—. Quiero cambiar, y te agradezco por darme esta oportunidad.

No puedo evitar reír suavemente.

—Contigo, me doy cuenta de que mi poder no tiene límites.

—Eres un Rey de dimensiones —su sonrisa se apaga por un momento—. Aurora me contó todo lo que pasó contigo. Estoy empezando a conocer los otros Reinos. Hasta ahora, no he salido de este Reino celestial —hace una breve pausa—. Dime que destruíste a Raziel.

—Raziel ya no existe más —le respondo con la seguridad de saber que ese mal ya no tiene cabida en este Mundo.

Lia lleva su mano a su pecho, como si algo se aliviara en su interior.

—No pienso nombrarlo, nunca más.

—Esa es la primera elección correcta —afirmo, sonriendo levemente.

Ambos compartimos una sonrisa, pero de inmediato cambio de tema, tocando un punto más personal.

—¿Extrañas tú Mundo mundano? —le pregunto con seriedad.

—No. Quiero olvidar la vida de humana que tuve. Olvidar que alguna vez fui Liliana Dalson, para un Príncipe del Inframundo... Liliath —dice, nerviosa, mientras toma mi mano con suavidad—. De verdad, Vatzel... gracias.

—Te perdono —respondo, sin pensarlo demasiado. Las lágrimas se acumulan en sus ojos, y rápidamente retira su mano de la mía. —A pesar de todo lo que pasó entre nosotros... si no me hubieras invocado, ya sea por decisión propia o por la manipulación de Raziel, nunca habría descubierto mi misión, conocido mi poder y me habría dado cuenta de lo que soy. De verdad, te agradezco, Lia.

—Suena raro, ¿cierto? —se limpia las lágrimas—. Sabés , lo único que realmente extraño es un chicle. Por aquí no puedo conseguir uno, ¿verdad?

No puedo evitar sonreír, aunque el gesto es mínimo.

—No, pero si Aurora lo decide y te lo permite, algún día te enviará al Mundo mundano.

—¿Me va a exiliar? —pregunta, alarmada.

—No, Lia. Darás un mensaje. Cumpliendo con eso, volverás.

Asiente, claramente más calmada.

—Espero no fallar en mi primera acción buena.

—Vas a aprender mucho en este Reino —le respondo con una sonrisa ligera.

—La Reina Aurora me está ayudando mucho. Estoy ganando la aceptación de los otros ángeles, y... —sonríe— Addiel ha sido muy amable y comprensivo conmigo.

—Addiel... —murmuro, pensativo.

Conozco al ángel, tiene menos de cinco décadas de existencia. Demasiado bondadoso para mi gusto.

—No es lo que creés —musito—. Bueno, no negaré que tiene un encanto que me atrae. Sus alas son hermosas, su cabello blanco, su voz celestial que unida a la melodia de un piano que me gustaría tocar con él...

Carraspeo, desviando la conversación.

—¿Qué? Es mi propia fantasía, demonio.

—Es tú elección, ángel —me encojo de hombros—. Solo no vayas a incumplir las reglas. No quiero verte tan pronto siendo parte de los Caídos.

—Me voy a comportar —niega, pero se ve como si estuviera lejos de ser seria—¿No es pecado si con Addiel implica un deseo, cierto?

Niego rápidamente.

De alguna manera, sigue siendo la mundana que conocí.

—Me tengo que ir, Lia. Soy un Uverno y este Mundo me espera —le digo cuando eso no es mi asunto.

—Visítame para hablar —dice, y antes de que pueda responder, me da un abrazo breve.

Asiento.

—Adiós Lia.

—Adiós Vatzel.

Salgo de la sala y fuera, me encuentro con mi creadora conversando con Aurora.

—¿Listo para seguir? —me pregunta, con una mirada expectante.

—No tengo más dudas en este Reino —respondo.

Mi creadora es la primera en extender sus alas y retirarse. Me acerco a Aurora de manera tranquila.

—¿Recuerdas a Zeth? —le pregunto.

—¿El demonio desterrado? —responde, con una ligera curiosidad.

—Demium —la corrijo— sobrevivió y sigue en el Mundo mudando. Pero te envía saludos.

—¡¿De verdad?! —exclama, con una alegría contenida—. Es una lástima no verlo más en este Mundo.

—Planeo que regrese al Inframundo —le confieso.

—Ojalá lo logres, Vatzel. Y si así sucede, será un pretexto más para bajar, ver a mi creadora y a Zeth —sonríe, casi con nostalgia.

—Serás recibida en el Inframundo —le respondo, inclinándome suavemente. Me acerco a ella para besar su frente de forma casta, dejando que mis alas se desplieguen mientras me preparo para marcharme—. Adiós, Aurora.

Recibo su sonrisa, y con un batir de alas, dejo atrás su Reino.

...

Un Reino más por conocer.

Mi madre y yo cruzamos el portal, y a medida que avanzamos, siento la creciente oscuridad que se avecina.

—¿Las sombras volvieron? —pregunto, con un tono grave.

—Luzziel las hizo parte de este Mundo. Su inexistencia habría causado un desbalance —responde, seria.

No la contradigo; cuando tiene razón.

En cuestión de segundos, cruzamos el Reino de Shanees. Pero lo que me sorprende es ver las sombras en calma por nuestra presencia.

—No eres el único que cambió este Mundo —me dice, como si leyera mis pensamientos.

La miro confundido.

—¿A qué te refieres?

De repente, una sombra mayor emerge, brillando con un destello de luz en su centro.

—Vatzel —mi creadora se acerca a la sombra, y mi reacción es detenerla. No pienso permitir que esa nueva sombra la absorba—. Tranquila, ella no me hará nada. Es la nueva Reina de Shanees.

—¿Reina? —me sorprende, ya que su Reino ha sido liderado solo por Reyes—¿Qué le pasó al Rey Shaw?

—Tuve que destruirlo —responde ella—. Hubo un enfrentamiento, y en su último aliento, cree a Shalux. —La señala—. La oscuridad controlada por un destello de luz.

Observo fijamente a la sombra.

—Mi Reino ya no será un riesgo para los demás Reinos —habla la Reina—. Mis sombras estarán bajo mi control, y vamos a sobrevivir con la oscuridad que cada Reino elija otorgarnos. No pienso devorar a los míos.

—Eres mejor que los anteriores líderes —le respondo, aunque no puedo detallar su rostro con claridad.

—Gracias, Shalux —mi creadora regresa conmigo—. Nos retiramos.

—Es su Reino, su oscuridad —dice, y desaparece ante nuestros ojos.

Inmediatamente abandonamos su Reino y nos dirigimos al siguiente, el Reino de las sirenas. En el camino, me sorprende el cambio en la Reina Sira; parece haberse visto más afectada por la Profecía. Sin embargo, su Reino sigue existiendo y nos reciben desde sus aguas.

—¿Todo bajo control, Sira?

—Nada de qué preocuparse, Reina Annebett —responde, emergiendo  medio cuerpo del agua mientras me enfoca con la mirada—. Mis sirenas y yo le agradecemos, Uverno. —Asiento, y lentamente se sumerge de nuevo—. Sigue siendo tan apuesto. —Extiende su brazo hacia mí.

—Sira —la advierte mi creadora.

Ella ríe desde el agua.

—Me veré en la necesidad de rechazar su tacto. —No me confío; puede arrastrarme a las profundidades.

—Mm, qué descortés —responde, hundiendo su brazo. Tan pronto como lo hace, desaparece, junto con todas sus sirenas.

—Vámonos, no es seguro seguir en su Reino —escucho decir a mi creadora en voz baja y juntos nos marchamos.

(...)

Los Reinos sucesivos fueron diversos y únicos. Comenzamos con el Reino de las Ondinas, donde no hubo conflicto con su Reina, Odelia. Después visitamos el Reino Magger, gobernado por la Reina Merisy, cuya magia había crecido enormemente, volviéndose aún más poderosa, como sucede con todas las brujas. A continuación, llegamos al Reino de las hadas, donde la nueva Reina Lirix nos pidió disculpas por cualquier malentendido y obsequió a mi creadora una corona hecha de la misma naturaleza que la rodeaba. Luego, viajamos al Reino de las arpías, donde la Reina Harper y su pueblo seguían sustrayendo pertenencias de otros Reinos cercanos. No era por necesidad, sino por su naturaleza, a pesar de los conflictos que esto generaba. En el Reino del Rey Grale, descubrimos nuevos integrantes. La Reina Draga, aunque aún aferrada a su rivalidad con el vampirismo, expresó su agradecimiento por la existencia del reino y por nuestra presencia. La Reina Delia de las driades mantiene su árbol sagrado, sin intenciones de rebelión contra otros Reinos. El Rey Elías, uno de los líderes más antiguos, nos recibió con gratitud, y como muestra de su aprecio, me ofreció un fruto de su reino. Con el Rey Dul, fue evidente la felicidad que sentía por nuestra visita y nos convenció de disfrutar de su compañía, proponiéndonos divertirnos juntos.

Después de haber recorrido todos los Reinos, era el momento de regresar al Inframundo. Sin embargo, mi creadora se desvió en otra dirección. Decidí seguirla hasta las rocas más altas de este Mundo y desde la orilla, se detuvo a admirar todos los Reinos.

Lucía hermosa con su corona, sonriente, feliz.

En silencio, la observo, permaneciendo a su lado. Mi diferencia de altura es considerable; soy mucho más alto que ella.

—Es hermosa la Luna —habla mientras alza la vista al cielo nocturno. Confirmo sus palabras al observar a nuestra Diosa desde lo alto, tan brillante en el firmamento. —Mi padre me nombró la líder de este Mundo y en esta ocasión, por la segunda Profecía, fuiste tú quien lo salvó. Lograste la existencia de todos los Reinos que me juré proteger.

Gira hacia mí.

—Los dos lo salvamos —agarro su mano con firmeza. —Tú, como la Reina de Oscuridad, este Mundo es tuyo, eres su líder, y yo, como un Uverno, alcancé el poder para liderar y proteger otros Mundos de distintas dimensiones. —Entrelazo mis dedos con los suyos. —Y los dos, uniremos nuestro poder para mantener la existencia de este Mundo, el lugar donde nací, crecí y al que pertenezco.

Las lágrimas comienzan a acumularse en sus ojos.

—Hijo...

—Te doy mi palabra, madre —hago una breve pausa. —Puedo ser un Uverno, pero nunca olvidaré este Mundo y siempre lo preferiré —lo observo fugazmente antes de volver mi atención hacia la Reina de Oscuridad. —Como si fuera un inmenso Afiro, este Mundo será eterno.

✝ Preparen sus pañuelos. Faltan dos capítulos más para el Final. Vamos a llorar y no estoy lista para la despedida ✝

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