27° | Entre Dimensiones
V A ✝ Z E L
Desconozco el lugar donde me encuentro. Ante mis ojos se extiende un Mundo desconocido y distinto al que yo pertenezco.
La debilidad se suma al agotador cansancio, fruto de la falta de recuperación de mi poder.
Alerta, de rodillas, observo a mi alrededor. Un simple movimiento de mis manos y las raíces de cada árbol comienzan a brotar. Sin embargo, no me atacan. Es la naturaleza de este Mundo, que responde a mis acciones.
«Uverno»
Intento poner en práctica su significado, aunque me cuesta asimilarlo.
Lentamente me pongo de pie y busco una manera de salir.
A medida que camino, las ramas abren camino a mi paso, y sigo buscando algún ser presente que pueda resolver mis dudas. Cuanto más avanzo, más infinito me parece este Mundo y no percibo ninguna presencia que me haga pensar que hay seres existentes aquí.
Me detengo junto al tronco de un árbol y sostengo mi propio cuerpo al apoyar la mano.
La preocupación por mi Mundo aumenta. Por mis creadores, por todos los Reinos sobrevivientes.
—Debo volver —emito para mí mismo, sabiendo que no pertenezco aquí.
Sin embargo, sigo demasiado débil para dejar crecer mis alas e impulsarme hacia arriba para ver desde las alturas.
De repente, mi mano se hunde en el tronco del árbol, que cobra vida. Con desesperación, logro zafarme de su agarre y retrocedo torpemente tres pasos.
Bajo mi atenta mirada, siluetas emergen de cada tronco.
—¿Qué son? —retrocedo con cautela.
No parecen duendes, ni dríades, ni elfos. Son pequeños, y su físico se confunde con la corteza de los árboles.
No tardan en hacerse evidentes; se arrastran por el suelo y regresan al tronco.
—¡Esperen!
Entro en conflicto.
Me confío demasiado al acercarme, queriendo detener a uno.
—Dime —lo sostengo con intriga entre mis manos— ¿Dónde estoy? —Mi aguda audición solo percibe sonidos extraños que no comprendo— ¿Me ayudaron, cierto? —Lo que asumo son sus piernas se enroscan en mis manos—. Hace un momento estaba con un ser de mi Mundo... un Demium Desterrado. Fueron la distracción que necesitaba —lo suelto cuando su intención parece ser esconderse en mí—No sé cómo llegué aquí.
Ese ser regresa al tronco y, bajo mi mirada atenta, se oculta, camuflándose.
Frustrado, paso mis manos por mi cabello, entre mis cuernos y me doy la vuelta. Cuanto más avanzo, percibo el ruido de las ramas. Tratan de alcanzarme.
—¡Basta! —les grito cuando se acercan a mis pies.
Por un instante creo estar a salvo, cuando todas las ramas se enroscan alrededor de mis pies y me elevan con tal fuerza y rapidez que me cuesta moverme.
«¿Qué esperabas, Vatzel? ¿Eres un intruso en su Mundo?»
Estoy de acuerdo con mi subconsciente.
—¡Sea lo que sean! —les advierto, mientras más ramas me atrapan— ¡Actuaré en su contra! —Me sorprende cómo crecen desmesuradamente, sin necesidad de tocar el suelo. Desde mi posición invertida, veo su mundo pasar hasta que su avance se detiene, y desde la rama más alta, caigo al suelo. Al mismo tiempo, todas las ramas me liberan.
—Por el Infierno —digo, mientras me levanto con las manos.
A mi alrededor, todo se detiene. Estoy frente a un árbol mucho más antiguo y decaído.
—No pienso quedarme —emito en voz alta mientras me pongo de pie. — Me iré, eso se los aseguro.
Sus ramas emergen, crecen y todas, en la misma dirección, señalan un punto.
Desconfiado, avanzo hasta ver un arco creado por dos árboles cuyas ramas se entrelazan.
Enseguida me detengo y me doy la vuelta. Sus ramas lucen inmóviles y, de nuevo, esos seres emergen de cada tronco cercano.
«Protectores del Bosque»
Comienzo a creer que lo son, y con ello, mi don emerge de mis manos. Poco a poco, la oscuridad parece asustarlos, ya que regresan a ocultarse. Por el ruido de las ramas detrás de mí, me doy la vuelta. Comienzan a separarse y el suelo bajo mis pies tiembla.
—Soy yo —digo al comprender.
Justo como Raziel lo intentó, pienso crear un portal. Mi ventaja es que he recuperado mi poder y espero ser lo suficientemente fuerte para huir de aquí.
Pongo en práctica lo aprendido de mi creadora y abro mi portal de escape. Lanza la oscuridad contra esos árboles y consigo un resultado favorable:
Un portal ante mí.
Sin dudarlo, avanzo y al estar lo suficientemente cerca, cruzo. El portal me absorbe con tal presión y fuerza que apenas logro mantener la conciencia.
Desconozco el tiempo exacto que ha pasado. Me expulsa y mi cuerpo impacta contra las rocas. Maldigo en silencio y me levanto lentamente. Ya no veo el portal y, por un momento, pienso que he aterrizado en el Inframundo, aunque el lugar es distinto.
No hay Demium a mi alrededor.
No veo a mi padre Azbel ni a la Reina de Oscuridad.
Las rocas son diferentes, grandes, y entre los orificios emergen gigantescos seres largos de escamas negras. Su cabeza es grande, con colmillos de los que gotea un extraño líquido verdoso.
Alerta, me pongo de pie y salto a otra roca para alejarme, sin perder de vista a esos seres.
—Me equivoqué de Mundo —emito para mí mismo.
Desafortunadamente, no me comprenden cuando se arrastran en mi dirección, así que tengo que correr dándoles la espalda. Brinco de roca en roca mientras dejo fluir mi don. Mi intención no es herirlos, sino crear un nuevo portal.
Antes de que me alcancen, lo logro. A pocos pasos del portal, el líquido verdoso toca mis pies; el simple tacto arde, pero, por suerte, logro cruzar y esos seres desaparecen.
De nuevo, la misma sensación.
Un nuevo aterrizaje y al incorporarme, me doy cuenta de que no volví a donde quería.
Veo un Mundo diferente, peculiar. El cielo, si es que tal cosa podía llamarse cielo, es de un verde enfermizo, con nubes turbulentas que no cesan de girar, como un océano del que emergen monstruos indescifrables y desconocidos, todos de tamaño imponente y aura peligrosa.
A esas alturas, dejo crecer mis alas, y como todo intruso, lo toman como un ataque.
Comienzan a acercarse a mí, y en cuanto me levanto, dejo fluir la oscuridad desde mis manos, lo que los hace detenerse. Retroceden a medida que avanzo.
Es vano intentar hablar con esos seres sobrenaturales que ni siquiera sabía que existían, pero me dan la respuesta: es una dimensión distinta.
Estoy cruzando entre Mundos, y el correcto parece perdido.
«¿En qué estoy fallando?»
Atento, avanzo lo suficiente lejos. A costa de llamar su atención, creo otro portal y no me demoro en cruzarlo.
En cuanto el portal desaparece, es la misma situación.
No es mi Mundo.
Estoy perdido.
Me levanto y comienzo a caminar.
Tal vez no son solo Mundos extraños, sino una red infinita de dimensiones que se cruzan.
Comienzo a dudar de tener el poder de un Uverno.
Todo lo hago mal.
Sin embargo, sigo mi camino, atento a qué ser me cruzaré o conoceré.
No obstante, me detengo cuando escucho un extraño susurro y miro a mi alrededor.
No hay árboles.
No hay monstruos gigantes.
En la oscuridad de este Mundo, bajo un cielo grisáceo, percibo una silueta en el horizonte.
—Soy Vatzel —hablo en voz alta.
Tan pronto como lo hago, ese ser desaparece ante mis ojos.
Gruño y comienzo a avanzar, decidido a alcanzarlo. Subo hasta lo más alto, pero cada vez se aleja más. Esta vez, uso mis alas para acercarme.
—¡Detente! —lo señalo con mi mano.
No es una sombra de oscuridad.
Su silueta es parecida a la de un mundano, pero su tono de piel es grisáceo, con destellos rojizos, y su rostro está cubierto por demasiados ojos. Su boca está llena de colmillos.
—No te haré nada —le digo con calma y oculto mis alas— pertenezco a otro Mundo y este es el incorrecto —señalo alrededor— ¿Me puedes comprender?
No recibo respuesta.
Entonces empleo el idioma demoníaco y repito lo mismo.
Ese ser parece atento, se acerca y levanta su brazo. Sus manos se transforman en una sola garra, demasiado puntiaguda y afilada. Me doy cuenta del corte en mi mejilla.
—¿Puedes ayudarme? —me apunto y me rindo. Niego varias veces y retrocedo varios pasos. Me sorprende que existan otros seres y Mundos. Me encojo de hombros. Ese ser camina y se acerca a mí, rodeándome con cautela. Inspecciona mis cuernos. —Es la misma intriga —le digo, atento a sus movimientos. No puedo confiarme demasiado, un ser desconocido podría atacarme—. Todos creen que soy un Uverno.
Rápidamente, cubro mis oídos cuando emite un grito bestial e irritante, y retrocede. En cuestión de segundos, huye de mí y se pierde de nuevo.
—Bien hecho —me digo a mí mismo.
Miro a mi alrededor y decido tomar un descanso.
Tal vez regrese.
Tal vez informe de mi presencia a otros seres.
Sin embargo, estoy frustrado de tanto cruzar portales equivocados que consumen mi energía.
Así que espero, aunque sé que me tomará más tiempo volver a donde pertenezco.
(...)
He perdido la noción de los días. Desconozco el tiempo exacto desde que destruí a Raziel, y desde entonces no he dejado de cruzar portales, pero todos son distintos y ninguno es mi Mundo. No ha existido un ser que me entienda.
Desconozco cuántos Mundos he recorrido y he perdido la cuenta.
Es una rutina vaga: cruzar portales, conocer nuevos seres y volver a crear un portal que no me guía en la dirección correcta.
Estoy enloqueciendo.
Mi poder no me sirve demasiado, o tal vez lo uso de forma incorrecta.
Apenas cruzo otro portal, observo con atención el Mundo en el que me encuentro.
Han sido días de frustración, molestia, decepción, desesperación, hasta tristeza.
Descalzo, avanzo adentrándome más y más en este Mundo ajeno al mío.
Mi ropa está rota y sucia.
Luzco más pálido a falta de sangre o almas mundanas. Sin embargo, en los Mundos que he visitado, he tenido que calmar mi sed.
No estoy orgulloso de lo que hice.
La situación desesperante me hizo devorar otros seres. No es lo mismo, pero calmó mi hambre.
Volví a causar temor y soy un ser errante e intruso que solo causa daño a su paso.
Negarme sería debilitarme más, sin poder tener la fuerza para cruzar otro portal, además de las constantes alucinaciones.
Estoy perdiendo la vaga esperanza de regresar con mis creadores. Tal vez es demasiado tarde e intento volver a un Mundo que ya no existe.
Los pensamientos torturantes me agobian, pero sigo intentándolo.
—Estoy solo —espeto cuando me detengo. No percibo presencias, y no es el primer Mundo que encuentro solo y deteriorado, que no dudo que en cualquier momento va a desaparecer.
Así que no me demoro en crear otro portal, pero esta vez dudo en cruzarlo.
La cruel realidad me golpeará y sabré que volví a equivocarme.
Soy un cobarde.
Sin embargo, siento que en ningún Mundo puedo quedarme.
—Soy Vatzel —me animo a mí mismo—Hijo de la Reina de Oscuridad, hijo de un Rey de Inframundo —doy un paso adelante—. Hijo de un Rey de vampiros —mis dedos absorben el portal—. Soy un Rey de dimensiones —emito con burla, y con un paso, caigo en el portal.
No me atrevo a abrir los ojos cuando desciendo sobre una superficie plana. De rodillas permanezco por varios segundos.
La ilusión de ser recibido por mis creadores sigue presente, pero cada error lo aleja más.
Entonces, me armo de valor.
Lentamente abro los ojos y, por primera vez, me recibe la oscuridad. Una oscuridad profunda a mi alrededor, que no me permite distinguir el Mundo.
Enseguida me levanto y observo atento.
«¿Regresé tarde?»
Varias teorías me atormentan.
¿Las sombras consumieron mi Mundo?
¿La Reina de Oscuridad perdió el control?
Bajo la vista al suelo que piso, pero solo veo oscuridad. No hay naturaleza, no hay nada.
—Uverno.
Esa voz me hace mirar a mi alrededor con desconfianza e intriga. Después de tanto tiempo, puedo entender a ese ser de este Mundo.
—¿Quién eres? —me atrevo a avanzar entre la oscuridad, sin ningún punto en concreto, guiado por su voz que me parece conocida— ¿Dónde estoy?
Recibo su silencio.
Sin embargo, el sonido de unas cadenas me guía. Trato de ver entre la oscuridad y, pese a mi visión desarrollada, que no solía ser un problema, solo alcanzo a distinguir una silueta desde lo que parece ser un trono.
Ladeo la cabeza y creo ver sus cuernos.
—¿Eres igual a mí?
Su silencio es eterno.
—Alguna vez fui un primer Rey Oscuro.
No lo creo.
Retrocedo un paso vacilante.
—Luzziel —no tengo más dudas.
Era su voz en mi cabeza pronunciando Uverno, y me sorprende estar frente a él.
—¿Es el Vacío? —me extraña, porque no percibo el ruido agonizante.
Las cadenas se remueven y comienzo a creer que se ha levantado y se acerca a mí. Pero siempre lo hace lo suficiente lejos para no poder verlo con detenimiento.
—Mi propia oscuridad.
—¿Te enviaron aquí? —las cadenas arrastran a su paso— ¿Por qué estás encadenado?
—Es el precio de mi condena. En una ocasión, tú creadora me liberó, pero siempre regreso a mi oscuridad.
Doy un paso adelante y él se detiene.
No estoy enterado de eso.
—No comprendo. Eres el creador del Mundo que conozco. Llegaste a ser poderoso, ¿por qué no regresas?
—Volver tendría consecuencias. La conexión con mi hermano es más poderosa de lo que crees —pienso en Donovan, creador de Raziel y todo lo que causó durante su existencia. Hubo conflicto y la anterior profecía que perjudicó a mi propia creadora. Difícilmente, lo destruyó—. No caí en el Vacío como él, pero mi castigo es parecido. Volver sería afectar a Annebett.
—Lamento escuchar eso.
No lo convenzo de lo contrario, y no permitiré que su regreso derive en consecuencias que pongan en riesgo la eternidad de mi creadora. Además, desconozco si puedo ayudarlo con mi poder.
—Mi creación es la líder que elegí y merece el Mundo que creé —avanza cuando las cadenas suenan de nuevo—pero tú, Vatzel, tú debes volver.
—Lo he intentado —me encojo de hombros— cruzo portales y ninguno es el correcto. No estoy seguro y temo que el Mundo donde nací, crecí y pertenezco ya no exista más.
—Existe. De lo contrario, aquí vagaría tú creadora.
Veo a mi alrededor.
—¿Estás solo? —recibo su silencio— Ayúdame, Luzziel, no sé cómo volver —le confieso.
—Depende de ti mismo. Eres un Uverno.
—Uverno, Uverno —niego varias veces— ¡Estoy harto de serlo! —alzo la voz sin evitarlo—. Serlo no me ayuda en nada. No encuentro mi Mundo y ya estoy... cansado.
—No quieres encontrarlo —me responde con voz serena—No estás preparado para volver y cuando no estés preparado, tú poder no funcionará. Un Uverno entre dimensiones es quien decide qué Mundo cruzar.
Guardo silencio.
Le doy la razón.
Tal vez no estoy listo para volver y enfrentar las consecuencias de las acciones de Raziel, cuando me controló.
Tal vez no estoy preparado para recibir el odio de todos los Reinos o incluso el rechazo de mis propios creadores.
No quiero enfrentar la realidad.
—Tienes razón, tengo miedo de su reacción —hago una corta pausa— pero sé que no puedo evadirlo siempre.
—Decide, Vatzel.
Corta la conversación.
El ruido de sus cadenas comienzan a alejarse cada vez más.
—Volveré —digo decidido a enfrentar la situación— ¿No le darás un mensaje a su hija?
Sus pasos se detienen.
—No vas a recordarme.
—No voy a olvidar que te conocí.
—Vatzel —su voz es profunda— puedes ser un Uverno, pero aquí no tienes poder para cambiar mi única voluntad y es que no recordarás, ni volverás a este lugar. Olvidarás que nos conocimos y todo lo hablado.
Niego varias veces.
—No puedes...
—Te esperan, Uverno —me interrumpe—tendrás una guía a la salida.
Su voz se pierde como su silueta en la oscuridad.
Gruño, me doy la vuelta y avanzo sin encontrar la salida. La oscuridad me parece infinita.
—Elegiste la dirección incorrecta —resuena una dulce voz.
Enseguida me doy la vuelta y distingo una sombra frente a mí. Cada vez se acerca hasta que puedo ver su apariencia con detenimiento.
—¿Ser angélical? —digo sin creerlo.
Su rostro me resulta familiar. Una belleza destacable.
Ella sonríe ampliamente.
Sus alas blancas, ocultas en la oscuridad, resplandecen con un mínimo destello.
—Mi nombre es Annedelia.
Eso me sorprende.
—¡¿Eres... Betzalel?!
—Alguna vez lo fui —comienza a caminar, y por el destello de luz que emerge de ella, la sigo, caminando a su paso— estoy encantada de conocerte, Vatzel.
—Mi creadora me habló mucho de ti. De sus creadores —medio sonrío.
Luzziel no está del todo solo cuando puede tener la oportunidad de compartir su condena con su alma.
Su luz.
—La extraño tanto. No hemos olvidado a nuestra hija.
—Ni ella a ninguno.
El parentesco nos une.
Annedelia gira a verme.
—Estoy orgullosa de ti, Vatzel. Del ser que eres.
—Lo mismo me decía mi creadora, pero no lo siento así. Les sigo fallando.
—¿Eso crees? —se detiene y se da la vuelta— Eres salvación —frunzo el ceño—. Tienes que volver, Vatzel —señala con su brazo.
Le doy una última mirada y luego enfoco mi vista al frente.
—¿Puedo crear un portal?
—Tienes el poder.
Levanto mi brazo lentamente. El contacto de mis dedos es suficiente para crear un portal ante mí. Un espejo al Mundo que recuerdo.
Sorprendido, lo analizo con detenimiento, ya que siempre eran portales sin reflejo.
Antes de cruzar, regreso a verla.
—La olvidaré, ¿cierto? —Ella asiente— Entonces, es una despedida definitiva si no volveré a verlos.
—Te necesitan, Vatzel.
Le medio sonrío, mostrando mis colmillos.
Así que, preparado, cruzo el portal ante mí, y esta vez, logro aterrizar en el Mundo correcto.
Distingo el Inframundo, los Demium alrededor entre las rocas, pero lo que más me llama la atención es la Reina de Oscuridad, que emerge y se acerca a mí.
Rápido me pongo de pie y la observo con detenimiento.
—Vatzel —me sonríe y se acerca más. Cuando está lo suficientemente cerca, me recibe con un abrazo. Es el recibimiento que tanto esperé. —Hijo mío —se retira un poco y, con sus pálidas manos, coloca sus dedos en mis mejillas.
—Madre —agradezco que siga existiendo y con emoción agrego: Volví.
Ella asiente varias veces.
Jamás le haría daño bajo mi propio control y decisión.
No soy un Destructor.
La Reina de Oscuridad se aleja de mi, retrocede varios pasos y temo su reacción cambiar y recibir su miedo o rechazo, pero su sonrisa no desaparece. Las lágrimas se acumulan en sus ojos y, en un susurro, pronuncia:
—Bienvenido a tú Mundo, Vatzel.
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