26° | El Vacío
El portal infernal estalla ante sus ojos. Los tres seres sobrenaturales pierden la conexión por medio del espejo al Mundo mundano en cuanto se percatan de que su creación ha cruzado su propio portal.
—Nuestro hijo, volverá —emite con emoción la Reina de Oscuridad y se aleja del portal inexistente.
Un hoyo permanece en el suelo infernal.
—¿Lo destruyó Vatzel? —espeta el vampiro con intriga.
—Fue su poder y no es la primera vez —le cuenta el Rey del Inframundo —por obtener las almas de Demium Desterrados.
Ambos se voltean al mismo tiempo y observan a su alma avanzar a una esquina del Inframundo. A su alrededor, marcan distancia la huestes de Demium con clara intriga.
—Vatzel —pronuncia la Reina Annebett atenta de su regreso.
El suelo infernal bajo sus pies comienza a temblar y a agrietarse cada vez más.
Azbel y Valkian se acercan lo suficiente a su alma, se sitúan de cada lado y cuando un portal se crea ante sus ojos, ella da varios pasos adelante.
Del mismo portal, emerge un ser sobrenatural. Apenas cruza cuando cae al suelo de rodillas y el portal desaparece.
Al instante lo reconocen, desde sus cuernos sobre su cabeza, sus grandes alas negras y la peculiaridad en su cabello como en sus ojos en el momento que se pone de pie con su espada en mano.
—El Príncipe de la Tinieblas —emiten varios Demium con asombro.
—Vatzel —las lágrimas se acumulan en los ojos de su creadora al verlo ante ella—. Volviste —no se controla a recibirlo con un anhelado abrazo sin ser correspondida. Recibe su silencio y poco a poco se aleja revisando su rostro—. Bienvenido.
Él la analiza con detenimiento.
—Juré regresar —le responderé con frialdad.
Su creadora lo observa con detenimiento.
—Annebett —le advierte el Rey Azbel.
Ella pasa saliva al darse cuenta.
—No eres mi hijo —no alcanza a alejarse cuando es sostenida y la obligan a darse la vuelta.
—No te atrevas a hacerle daño a tú creadora —le advierte Valkian Lekan con seriedad.
—No es Vatzel. —Causa la sorpresa en todos las palabras del Rey Azbel — puede lucir como nuestro hijo, puede ser su mismo poder pero aseguro que lo controlaste de nuevo Raziel.
Él sonríe con malicia mostrando sus blanquecinos y puntiagudos colmillos mientras guía el filo de la espada al cuello de la Reina de Oscuridad.
—No es el recibimiento que esperaba.
—Deja de controlar a mi hijo.
Fugazmente la observa.
—Su hijo no vendrá a salvarla. Vatzel está perdido.
La Reina Annebett cierra por segundos sus ojos.
—Suéltala Raziel —le advierte el Rey del Inframundo—. No tienes escapatoria.
Él ojea a su alrededor.
—No serán capaces de atacar a su preciado Vatzel ¿o si? —comienza a retroceder con la Reina Annebett—. De matar a su propio hijo, me harían un gran favor.
—Vatzel te detendrá —se queja ella ante el pequeño corte en su garganta.
—Yo lo controlo y decido por Vatzel —ríe siniestro cuando se detiene—. Será mi venganza y sufrirá la misma agonía con todo aquello que aprecia. Sus creadores, su Mundo —se inclina a su oído— él mismo se van a encargar de desaparecerlo. Concebio a un destructor.
En silencio, la Reina Annebett deja fluir la oscuridad de su mano.
—Lo conozco y Vatzel no lo permitirá y si tengo que ayudarlo a volver, lo haré. —. Lo ataca con su don, los hilos de oscuridad comienzan a enrroscarse en su mano libre de la espada. Él enseguida retira su espada y la aleja liberandose de su agarre. —Hace mucho que debí matarte, Raziel.
—No me detendrá —él levanta su espada y sin consideración, la atraviesa en su abdomen—. Si cometió un error, lo pagará con su vida. La Reina de Oscuridad perderá a su hijo, a su Mundo y lo verá con sus propios ojos.
—¡Raziel!
Antes de ser detenido por el Rey del Inframundo, retira su espada, extiende rápido sus alas y con las mismas se impulsa para huir y atravesar el portal.
La Reina Annebett cubre rápidamente la herida con sus manos, pero está a punto de perder el equilibrio cuando es sostenida a tiempo.
—Bett —dice Azbel, sujetándola con firmeza entre sus brazos—. Tenemos que detenerlo.
—No puedo... —ella deja que las lágrimas resbalen por sus pálidas mejillas—. No puedo matar a mi propio hijo.
—Annett —Valkian llega hasta ellos, y en un rápido movimiento, se hace una herida con sus filosas uñas en el brazo. La sangre brota y guiado por un impulso, la lleva a su boca—. Si en este momento no es Vatzel, ese demonio será capaz de vencernos a todos.
Cuando Annebett bebe su sangre, Valkian retira su mano y el Rey del Inframundo imita su acción. Por un breve momento, su misma alma tarda en sanar, temblando por la intensidad de su dolor.
—Soy la Reina de este Mundo —dice ella, aferrándose a ambos con la fuerza que le queda—. Debo salvarlo, como a todos los Reinos existentes. —Gira hacia el vampiro—. Valkian, ve al Castillo y dales el aviso. Todo tú Reino está en peligro.
Él asiente varias veces.
—Emely me necesitará —se despide con un casto beso en la mejilla y se aleja rápidamente hacia la salida del Inframundo.
—Bel —la Reina gira hacia él, el peso de la situación haciéndola vacilar—. Tenemos que encontrar una forma de que Raziel libere a nuestro hijo, sin que eso destruya a Vatzel.
—Ni a ti, Annebett —responde él, apoyando su frente contra la suya con ternura—. Eres nuestra ancla.
Justo en ese momento, una Demium aterriza cerca de ellos, las alas batiendo con fuerza.
—¡Reina Annebett! —Zaeya cierra parcialmente sus alas, su mirada llena de preocupación— ¿Es cierto? ¿Vatzel está aquí?
—Regresó —responde la Reina, con voz cargada de pesar—. Pero Raziel lo controla.
Zaeya maldice entre dientes, su rostro endurecido por la rabia.
—Huyó para atacar otros Reinos, y desafortunadamente, el vampirismo y los lobos están en el mismo punto —le informa el Rey del Inframundo—. Vatzel no parece estar presente.
—Les ayudaré —se ofrece Zaeya, su voz es firme—. Cumpliré mi promesa con Vatzel. No permitiré que se pierda cuando lo consuma la oscuridad, el mal, y todo eso es lo que es Raziel.
Con determinación, Zaeya se retira en busca de su espada.
La Reina Annebett, al sentir un mal presentimiento, coloca una mano sobre su pecho, como si su propio corazón le avisara.
—Bel... los ángeles no resistieron —murmura, con lágrimas asomando en sus ojos—. Aurora... ha muerto.
—Tres Reinos permanecen, Bett —le dice Azbel, intentando darle fuerzas—. Demium, Vampiros y Lobos.
—La Profecía... —ella susurra, como si fuera una sentencia.
—Se detendrá si logramos salvar a Vatzel —responde él, su voz es grave pero llena de esperanza.
Ella asiente varias veces.
—Subiré.
—Iré contigo.
—Azbel, el Inframundo te necesita aquí —ella lo mira, con un rastro de angustia en su mirada.
—Mi prioridad es nuestro hijo —responde él, decidido, mientras sus ojos arden con una determinación rara en él. Es pocas veces que el Rey del Inframundo sale de su propio Reino, pero esta vez no hay dudas—. Será la única manera de sobrevivir.
Ambos entrelazan sus manos, y con el poder de sus alas, se impulsan hacia lo más alto. Al mismo tiempo, cruzan el portal, acompañados por Zaeya, que sigue su paso con la espada en mano, dispuesta a cumplir su promesa.
...
Por otro lado, todo el Reino Sangrier retrocede al ver su Castillo agrietarse y varios trozos caer.
—Venció el tiempo —emite el Alfa Luwid atento con su manada a su alrededor.
Ambos Reinos reunidos en el patio principal del Castillo.
Emely Lekan, guía su mano a su pecho y ojea a su Rey.
—¿Qué sucede? —le pregunta en voz baja Abraham Vanci.
—Es mi hermano.
No obstante, causa su atención un ser sobrenatural aterrizar ante ellos a medida que semicierra sus alas.
—¿Vatzel? —ambos líderes dan un paso adelante—. Sabía que regresarías —agrega Emely Lekan con emoción.
Él les apunta con su espada.
—Vampirismo y Bestias de la Luna en un mismo lugar —ladea su cabeza—. Será más fácil matarlos a todos.
—No digas eso —le responde su hermana desconcertada. Le sorprende la oscuridad en sus ojos completamente.
—Emely —causa su atención Jared— o es por la Profecía o por cualquier cosa pero Vatzel tiene toda la intención de atacarnos —ojea a su manada— ¡Atentos!
A la Reina del vampirismo la hace retroceder su Rey.
—Emely, tenemos que defendernos con nuestras armas.
—Es mi hermano, no puedo hacerle daño —se safa de su agarre.
Al instante, la mitad de la manada retrocede y se adentra al Castillo mientras que tanto el Alfa y varios lobos, se transforman.
—Iré a ayudar al Alfa.
—Calum, no —lo detiene del brazo Lunett con clara preocupación.
—Es mi manada —besa castamente su mejilla—. Quédate con tú Madre, iré ayudar a tú padre.
Calum se encamina a la batalla y en cuestión de segundos se transforma en un lobo de pelaje gris.
La Princesa del Reino Creciente, regresa con su creadora. Ambas con preocupación.
—¡Preparen las armas! —ordena Abraham Vanci para su Reino y tan pronto ellos acatan su orden.
—¡Vatzel! —Emely se acerca a cierta distancia prudente a él—. Somos tú Reino, tú nunca nos harías daño. Reacciona.
Él se burla de ella y la señala.
—Su preciada hermana —la analiza— Será la primera en morir —se le lanza a atacarla con su espada más intervienen varios lobos.
La Reina de Sangrier desconcertada, retrocede varios pasos.
—¡EMELY! —su Rey le lanza su espada que logra sostener en su mano y regresa con ella—. Entra al Castillo, nos haremos cargo.
—No dejaré a mi Reino, ni esperaré sentada en un trono —levanta su espada—. Soy Emely Lekan y como Reina, lucharé con los míos.
Perciben el aullido de varios lobos heridos.
Vatzel controlado por Raziel, no se detiene y sigue hiriendo a todo obstáculo en su camino.
Varios seres del vampirismo pierden su eternidad. Sus armas sin causarle daño.
Unidos lobos y vampiros contra un mismo enemigo. Sin más rivalidad.
El Alfa Jared se interpone entre un Calum herido y su atacante recibe la mordida por sus caninos.
—¡Maldita Bestia! —el ser de alas retrocede revisando su brazo herido con profundidad.
El Alfa le gruñe y con pasos lentos, se acerca a él.
—Tú —él lo apunta con su espada— solo lograrás perder tú bestial Reino —con velocidad se abalanza hacia Jared.
—¡No! —se interpone Emely con su espada entre ambos—. Te desconozco hermano pero no permitiré que causes más daño —. Lo ataca con su espada siendo un choque entre ambas y lo obliga a retroceder varios pasos.
Él gruñe, se mantiene firme en su lugar y logra derribarla al suelo.
Emely tan rápido retrocede lo más que puede y no alcanza a sostener su espada ni a levantarse cuando recibe el filo de su espada. Con sus brazos se cubre su rostro más nunca recibe el daño.
Cuando la vampiresa retira sus brazos lentamente, logra ver una silueta ante ella quien recibió el daño.
—¿Padre? —emite sin creerlo— ¡Padre! —se pone de pie y logra ver la espada atrevesada en su pecho— ¡Noo! ¡Tú no!
—Hija —Valkian conllevando el dolor, logra alcanzar su pálida mano.
Vatzel recibe todo el odio de su hermana. Con malicia retrocede con su espada con rastro de sangre.
—Sufre Vatzel —gruñe al percibir su voz— uno a uno y perderás todo —apunta con su espada a Emely.
—Jamás te lo voy a perdonar —le dice ella, con la voz temblorosa. El carmín de sus ojos se intensifica, y desesperada, cubre la herida de su creador con sus manos.
Él no parece afectado, carente de la conexión con el vampiro agonizante.
Jared y varios integrantes de su manada se acercan peligrosamente, deteniéndose cerca de la Reina del vampirismo, tensos, preparados para defenderla.
Justo cuando su rival está por atacar, detrás de él se abre un portal, un vórtice oscuro que comienza a absorberlo. Obligado a retroceder, el ser se ve arrastrado por la fuerza sobrenatural del portal y ante los ojos de todos, desaparece en su interior.
Con lágrimas resbalando por sus mejillas, Emely trata de sostener a su creador, pero la debilidad la vence y cae al suelo junto a él.
—Resista, padre... —susurra, desesperada.
Con las manos manchadas de sangre, presiona la herida, tratando de detener el flujo de vida que se escapa de su creador.
—No es... tú hermano... —logra decirle entre susurros, con voz quebrada Valkian —. No lo culpes.
—Te hirió —responde Emely y su frente apoya contra suya— así que dejó de ser mi hermano para mí.
Ambos Reinos se acercan, formando un semicirculo a su alrededor. El Alfa Luwid y varios de su manada, aún transformados, observan en silencio, esperando una señal para intervenir.
—Emely... —la voz grave de Valkian la interrumpe. Él entrelaza su mano con la suya, su presencia un consuelo en medio del caos. En ese mismo instante, el anillo de gema azul de Valkian estalla en mil pedazos, al igual que el de su creación. El lazo sanguíneo que los unía, destruido.
Desde el interior del Castillo, varios seres del vampirismo emergen, entre ellos Valliolett Vennadetti, quien se lamenta la pérdida y el dolor de su hija.
—No mueras —le suplica Emely, su voz quebrándose. Un brillo de desesperación cruza sus ojos—. Somos Lekan, ¿recuerdas? —Retira su mano y, con un gesto decidido, le otorga su propia sangre para sanarlo—. Eres un Guerrero, y sigues siendo el Rey de Sangrier.
El silencio en el aire es profundo, pero la luz de esperanza en los ojos de Emely parece reflejar un último destello de vida en su creador.
...
En ese preciso momento, el portal expulsa al ser de alas oscuras y desaparece.
Alerta, él sobre el suelo observa a su alrededor un Mundo deteriorado. Al sentir su presencia, sonríe con maldad.
—Sabía que eras tú —poco a poco se levanta y se da la vuelta—. Sobrevivió Reina Annebett.
—No vas a destruir a mi Mundo, Raziel —ella anula su don de sus manos— lograste controlar a mi hijo pero olvidas un valioso detalle. Soy su madre y a todo ser en mi Mundo, yo puedo controlar.
Él niega varias veces y sostiene con fuerza su espada.
—Tiene una debilidad —se apunta— Vatzel —ojea al Rey del Inframundo como a cierta distancia a Zaeya con una espada en mano— va a perder.
—Raziel, es... suficiente —el Rey Azbel guía una mano a su pecho—. El problema es... conmigo.
—Demasiado tarde para súplicas. Se lo advertí y de todas formas me Desterro —celebra su debilidad— y no esta vez, salvará el Inframundo.
Annebett es la primera en darse cuenta cuando gira a verlo.
—Bel... —ojea detrás suyo— el Inframundo —regresa a verlo y se percata de varias plumas de sus alas caer— no, no puedes morir.
—Salvalo, Bett —apenas se sostiene de su hombro cuando pierde el equilibrio y cae al suelo.
—¡Rey Azbel! —recurre Zaeya hasta él y se arrodilla percatandose de la sangre demoníaca él expulsar de su boca—. Es el Demium más fuerte que conozco, tiene que sobrevivir.
Annebett con lágrimas en sus ojos regresa su atención en su creación.
—Será la última sobreviviente y después, yo mismo la mataré —le dice Raziel disfrutando su malvada venganza.
—No seguirás aquí... un segundo más
—ella hace sus manos puños impotente al ver el rostro de su hijo— ¡Lo estás destruyendo todo!
Desde el suelo, con esfuerzo el Rey Azbel busca el tacto de la Demium a su lado.
—No resistiremos...
—No diga eso.
—Zaeya —entre la sangre le encomienda su único anhelo— Salvalo... Bett no lo hará.
Zaeya observa fugazmente de Vatzel a la Reina Annebett.
—No me lo perdonaría nunca —regresa la vista en él.
—La espada —le ordena el Rey Azbel en su mal estado— Vatzel debe... volver.
Ella asiente varias veces al comprender su punto. Se limpia sus lágrimas de sus mejillas y se levanta con su espada.
—Por el Inframundo.
Con valentía, Zaeya se aleja del Rey Azbel y se dirige decidida hasta él.
—¡Raziel! —le grita causando su atención y levanta su espada.
—¡Zaeya, no lo hagas! —le pide la Reina de Oscuridad.
Sin embargo, ella no se detiene y continúa avanzando hasta que lo alcanza. Ambas espadas reciben el impacto.
—La hija de Zave y Valak, no eres tan poderosa.
—No permitiré que destruyas a Vatzel con tus acciones. Él jamás estaría de acuerdo.
Su rival está por herirla con su espada cuando simple tacto le causa dolor y ardor en su mano que lo orillan a soltarla. Raziel gruñe y retrocede varios pasos cuando se percata del esfuerzo de Vatzel por recuperar el control.
Zaeya con su pie, lanza lo suficiente lejos su espada.
Acorralado, ese Vatzel controlado baja la vista por unos segundos.
—No necesito una espada —trata de usar su poder a su favor cuando no fluye con libertad.
Ahí se da cuenta de la desventaja.
La Reina Annebett, crea una neblina de oscuridad y logra orillarlo a caer de rodillas ante Zaeya.
—Cumpliré mi promesa —le dice ella y levanta su espada con su mirada fija en él.
—Zae, soy yo —le contesta desde el suelo—. Raziel no me controla más... me tienes que creer.
—¿Vatzel? —ella sorprendida lo observa con atención.
—Zaeya —le exige la Reina de Oscuridad cuando no puede más inmovilizarlo.
—Ayúdame —él le súplica—. Vamos Zaeya, confía en mi y no permitas que me maten.
—Vatzel, —ella confusa baja su espada lentamente y se agacha a su baja altura— quiero ayudarte —hace una corta pausa— ¿Recuerdas nuestra idea de algún día ser tú el Rey de este Mundo y yo tú Reina?
—Lo recuerdo Zaeya —los hilos de oscuridad se extienden hasta su cuello —y así será.
La maldad invade el rostro de la Demium.
—Caíste Raziel —sostiene su espada con fuerza—. Vatzel nunca quiso ser Rey y nunca me propuso ser su Reina. Nunca hablamos de eso —con ferocidad atraviesa su espada en su pecho.
—Mal... dita —logra decirle con esfuerzo.
La Reina Annebett no resiste más y la neblina de oscuridad desaparece y en segundos, su creación se vuelve cenizas.
Zaeya deja brotar sus lágrimas y cae de rodillas viendo las cenizas.
—Perdóname Vatzel —gira a ver a la Reina de Oscuridad— ¿murió?
Ella medio sonríe y guía su mano a su pecho.
—Confío que nuestro hijo, volverá —apurada regresa a su alma y se sitúa a su lado—. Resiste, Bel —apoya su mano en su pecho—. Vatzel es un Uverno —le dice con seguridad.
(...)
En otro Mundo distinto, Vatzel es el primero en despertar. Desconoce a su alrededor y en cuestión de segundos, se incorpora sobre un suelo. Desconcertado se revisa a si mismo y coloca su mano en su pecho sin ninguna herida existente como la inexistente herida en su brazo.
—Zae —emití en voz baja para si mismo.
De pronto, percibe ruido cerca y desvía la vista alerta. Le sorprende verlo a pocos pasos de él.
—Raziel.
El susodicho, de pie se apoya de un tronco de un árbol y lo observa con odio. Sin alas y medios cuernos sobre su cabeza.
—Siempre lo arruinas, Vatzel —él avanza con dificultad hasta él— ¡¿Qué hiciste?!
Vatzel se pone de pie alerta a sus movimientos.
—Me liberé de tú control —ojea el lugar— y por lo visto, no estamos en mi Mundo.
—Es por ti —lo apunta—. Tú nos enviaste aquí —Vatzel niega varias veces— Ella... la astuta Zaeya —Raziel ríe con gracia— es tú alma... si es eso... por eso tuvo el poder de salvarte.
Vatzel oculta su sorpresa e internamente le agradece a la Demium.
—Te equivocas Raziel, no tengo la menor idea de como llegamos aquí. Si la Reina de Oscuridad nos envió aquí, hizo lo correcto.
—Deja de fingir —Raziel se detiene a pocos pasos de él— Eres tú Vatzel... es tú poder como Uverno —se apunta— y yo merezco serlo.
—Uverno —Vatzel mueve sus brazos y percibe el movimiento de las ramas del árbol más cerca. Se mantiene inmóvil y regresa la vista en Raziel— He escuchado demasiado eso.
—Es lo que eres —Raziel lo observa con envidia—. El Rey de dimensiones y Mundos y esto es tú plan ¿cierto?
Vatzel asimila sus palabras.
«Soy un Uverno»
Medio sonríe con sus colmillos a flote.
—Si, tal vez esto es por mi —emite con arrogancia—. No ibas a perjudicar más a los seres de mi Mundo, utilizandome.
—Fuiste tú Vatzel, tú heriste a tú creador vampiro. Para todos eres el Destructor y solo tú eres el culpable —lo apunta— ya debiste perder a tus creadores, ya debieron dejar de existir hasta tú preciada creadora.
—Resistiran y los salvare. Se dieron cuenta que era controlado por ti.
Raziel se encoge de hombros.
Vatzel mueve sus dedos y observa las raíces del árbol moverse bajo su control.
«Interesante mi poder»
Piensa a sus adentros.
—Me encargaré de enviarte al Vacío y esta vez, no podrás huir —gana tiempo y usa las raíces como distracción.
—Los dos estamos aquí, Vatzel —Raziel da un paso adelante— y te obligare a que me digas la manera de salir de aquí —observa a su alrededor—Por un portal ¿es eso? —trata de crear uno cuando es nulo su poder— ¡Dime la salida, Vatzel! —le grita desesperado.
—La única salida Raziel, la conoces perfectamente.
Él niega varias veces.
Sin darse cuenta, las ramas se dirigen hacia él.
—El Vacío —agrega Vatzel con malicia y en ese preciso momento, las ramas se enrroscan en los pies de Raziel. Su agarre no es lo suficiente fuerte más es la distracción necesaria cuando el Uverno con velocidad, lo alcanza y sin dudar, atraviesa su mano en su pecho —te espera, Raziel— con maldad, le arranca el corazón recibiendo su grito bestial y en cuestión de segundos es convertidos completamente a cenizas.
Finalmente, el Príncipe de las Tinieblas logró derrotar a Raziel sin él tener oportunidad de huir. Atrapado en una profunda oscuridad agonizante.
Lentamente, Vatzel baja su mano con rastro de sangre oscura y cansado, cae de rodillas al suelo.
Su misión cumplió.
Sin embargo, se encuentra atrapado en un Mundo ajeno y desconocido.
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