Capítulo 8: Dudas y respuestas.
Para tenerlo todo preparado tenían que utilizar una nave que no se esperaban tener a mano. Antes de que Ànima y Luminosa se fueran a por Lizcia, tuvieron la oportunidad de encontrarse con Kemi. El joven se encontraba con Adelfra ayudando en los planes que tenían a futuro con el exterior de Suqueia. Ahí mismo, el Vigilante ofreció la nave que habían usado para llegar aquí.
—Estamos hablando de la nave que Kersmark usó para ir a Claimia. Es obvio que tiene propiedades mejores que la de los Iruins, y no es por faltar el respeto a su trabajo, pero es obvio que hablamos del dios de la tecnología ante sus naves —aclaró Kemi, cruzando sus brazos en un gesto tranquilo—. Puedo deciros lo poco que sé sobre su uso gracias a Christel, pero no mucho más que eso.
Ànima puso la mano en su barbilla.
—Mirándolo así, sí será más útil, y dudo que necesitemos mucho más que tener un conocimiento básico de la nave.
—Es mucho más fácil de lo que uno puede pensar al tener que poner las coordenadas estimadas.
Ante sus palabras, Ànima vio bien la opción que tenían. Miró hacia Luminosa, encontrándose su sonrisa segura al estar de acuerdo también, moviéndose así al subcódigo para hablar con Lizcia.
Durante las próximas horas estuvieron organizándolo todo. No solo fue Lizcia quien salió para estar en la nave, sino que también estuvo presente uno de los líderes al tener cierto conocimiento de la tecnología de Kersmark, ya que tuvieron cierto contacto en su momento.
Mientras Luminosa aprendía todo lo que la nave ofrecía, Ànima se hizo cargo de la parte más incómoda, que era llevar las cenizas de Adela en una urna. No era agradable, e incluso ella misma lo comparaba como la incineración que se asemejaba a lo que hacían algunos en la tierra. Una forma que algunos incluso lo consideraban como poco ético, ¿quién deseaba incinerarse en vez de ser enterrado?
Sujetaba la urna con cuidado mientras miraba hacia la nave con un rostro tranquilo, sintiendo escalofríos en toda su espalda al recordar toda la vida que había tenido como humana y con ello los miles de preguntas que le hacían un nudo en su corazón.
¿Qué habría sido de sus padres? ¿Cómo lo habrían llevado todo?
Recordaba bien ese día en el que su hermana fue enterrada. Ese día el Sol brillaba, pero no daba la alegría que los presentes necesitaban. Ese día, Ànima (o Radow) vio la tumba con unos ojos de los cuales carecían ante las lágrimas que caían sin descanso.
Y recordó sin querer la sensación de derramar el dolor con una pesadez, como si eso no fueran lágrimas, sino una oscuridad que existía en su cuerpo. Sufriendo en silencio, aguantando todo el daño hasta que no lo soportara más.
Cerró sus ojos con paciencia, sintiendo los escalofríos en sus piernas que casi la hicieron perder el equilibrio, pero se mantuvo firme al abrirlos y mirar la urna. Sí, puede que las formas de darle un descanso a alguien eran distintas de una forma u otra, pero al fin y al cabo se mantenía el recuerdo de la persona siempre en su interior o por los pequeños tesoros que se conservaban en la casa. Daba igual en qué tipo de objeto, siempre era presente.
—¡Ànima! ¡Ya estamos! —chilló Luminosa, saliendo por una de las puertas de la nave—. ¡Cuando quieras nos movemos!
Sonrió ante su voz y afirmó en silencio. Camino en su dirección, sujetando con cuidado la urna para por fin adentrarse en la nave. Observó el pasillo hasta encontrarse con la cabina de mando del cual disponían de cuatro asientos muy cómodos y ergonómicos. Uno de ellos disponía con un holograma y la mesa de control de la nave, la cual se iba a encargar Luminosa.
El techo y las paredes de esa cabina disponía unas grandiosas ventanas que les permitía ver el exterior. Con ello, su alrededor estaba iluminado con luces LED azules distribuidas por toda la cabina en líneas futuristas que recorrían los bordes de la superficie y el control. Un diseño limpio, minimalista y demasiado perfeccionista siendo el dios de la tecnología poseyendo tal nave en sus manos.
Al girar la cabeza a la derecha, pudo ver el interior de una sala de estar que no se alejaba mucho del diseño del control de la nave. Elegante, minimalista y con muebles de aspecto moderno del que había unos pocos sillones alrededor de una pequeña mesa central. Daban ganas de sentarse ahí como estaba haciendo Lizcia en ese momento, moviendo sus manos ante el tacto suave y firme que poseía. La pobre no sabía que ese cuero era sintético y de alta calidad.
Todo era rodeado bajo un ambiente oscuro en el las luces azules eran presente junto al color blanco y con las ventanas de forma octogonal dando también al exterior. Un ambiente que en el espacio iba a ser un gran cambio para las presentes una vez se pusieran en marcha.
Con cuidado dejó la urna en la mesa para ir al control de la nave, tocando con cuidado las sillas para luego mirar hacia las grandiosas ventanas. Sin querer tragó en seco, cruzando sus brazos.
—¿Cuántas locuras más habrás creado, Kersmark? —se preguntó en bajo, escuchando a Luminosa de fondo hablar por última vez con el líder y Kemi. Se giró, mirándolos con un rostro serio—. ¿Algún problema?
—No, todo bien —aseguró Luminosa con una sonrisa—. Solo concretando algunos pequeños datos que acabamos de descubrir de la nave, pero nada grave. Nos pondremos ahora con el viaje.
Afirmó en silencio y miró hacia Kemi. Según había dicho, de ellos no había de qué preocuparse si tenían el destello, el mismo que usó Christel cuando lo encontró en la tierra. El golpe de realidad la azotó cuando se acordó del destello de Andrina, uno del cual no pasaba desapercibido.
No sabía mucho de los destellos, recién empezaba a comprenderlos, pero se daba cuenta de los miles de secretos que podía poseer. UN destello que podía transformar a alguien a un dios o alguien de gran fuerza. UN destello que podía contener información de otros planetas e incluso galaxias. Un destello... que en sí no pasaba nada desapercibido.
¿Quién fue el genio que creó algo así? ¿O se le podía considerar genio al provocar todo este cambio? Ya no solo afectaba en los planetas, sino que todo el universo. El orden de las cosas cambiaba por completo cuando comprendía que un planeta desecho pasaba a un código gracias a que absorbía los destellos, las estrellas. Pasaba a ser algo tan intrigante que su mente les daba vueltas a miles de opciones que no le había dado tiempo a meditar.
Pero ahora tenía el tiempo al haber esta calma.
Cascadas de oscuridad recorrieron sus hombros para retirar la tensión momentáneamente. Respiró hondo e intentó centrar todas las ideas para recordar la información que le pudieron decir los demás. Entre todo lo vivido, podía aun hacer memoria de las palabras de Christel y Kersmark, además de Cérin, quien estuvo interesado en todo ese misterio.
«Cérin —recordó, abriendo sus ojos para mirar a Lizcia—. Tengo tantas dudas sobre cómo están los demás y qué tan cambiado están. Que incluso hayas... tenido un hijo».
Sonrió de alivio al saber que Lizcia al menos había tenido una vida más o menos tranquila. Quiso incluso llorar al saber que al menos una parte de sus acciones sirvieron de algo. No todo estaba perdido por las acciones imprudentes de su hermana, aunque Caos existiera, la esperanza era aún presente.
Y más si existía alguien que le podía hacer frente. Alguien que muchos la llamaban como Cordura.
«Es a quién se refería mi hermana —pensó, moviendo su mano derecha para mirársela—. Actos hechos por el lado derecho llaman su nombre. Llaman su fuerza. —Suspiró—. Y yo lo hacía sin querer...»
—Ànima. —La voz de Kemi hizo que se girara, mirándola con seriedad—. ¿Todo bien?
—Oh, sí. Dándole vueltas a miles de cosas. Lo siento —contestó para luego mover su cabeza a Luminosa—. ¿Está todo listo?
—¡Sí! Nos podemos mover ya.
—Entonces haz los honores, líder Luminosa —bromeó Ànima con una ligera sonrisa.
—¡O-Oye! No soy tanto una líder —respondió con una vergüenza visible en sus mejillas mientras se dirigía al asiento del piloto principal.
—Déjame que lo dude si has estado ayudando a los jóvenes de la tierra y lo has organizado todo para salvarme —contestó Ànima, acercándose poco a poco para apoyar el brazo en el asiento.
Luminosa bajó la mirada sin saber que decir, por suerte no fue por mucho rato, negando rápido con su cabeza.
—¡Lo que sea! ¡nos movemos! —Miró hacia Kemi y 96—. ¡Gracias por los consejos y que Soal os ilumine el camino en todo momento!
Sin perder más tiempo, ambos se marcharon tras las despedidas, viendo como las puertas se cerraban y la nave se preparaba para despejar. Era bueno que en donde estaba ubicada, no hubiera ningún árbol que le afectara para salir de allí. En el proceso, Ànima le ofreció su mano a Lizcia para que se sentara en uno de los asientos.
—¿Seguro que esto irá bien? —preguntó Lizcia sin saber qué hacer. Solo estaba sentada sin mover ni un solo músculo.
—Claro. No tengas miedo, todo irá perfecto —aseguró Ànima.
Lizcia movió su cabeza hacia la voz.
—No sé como puedes comprender esto. Aun me parece asombroso todo lo que toco y huelo. Es tan... ¡moderno! ¡Me siento como en otro plano ante todo lo que me rodea!
«Créeme que no eres la única, Lizcia», pensó con una leve risa para luego mirar hacia Luminosa.
—Capitana Luminosa, ¿verdad que todo irá bajo control?
—¡De-Deja de llamarme así! —contestó mirándolas de reojo—. ¡Y-Y obvio que sí! ¡Nuestro primer viaje será rapidito hacia Tugia!
Tugia. Ese nombre se repitió en la cabeza de Ànima. Se le había pasado que ese lugar era conocido como el Código 007... Donde una vez dejó su Blatulion, creyendo que sería el hogar ideal para su raza.
¿Qué habría sido de ese planeta? Era lo que se preguntaba mientras veía como la nave despegaba. Sin perder el tiempo, se sentó en el asiento para agarrarse en los reposa brazos. Cerró sus ojos y respiró hondo, dejando que la nave fuera la encargada de hacer todo el viaje en el exterior.
Andrea no daba crédito a lo que sus oídos y ojos le enseñaban. ¿Anais acababa de enfadar a su madre? Sabía que tenía muchísimo cuidado con las palabras que escogía, que jamás la hacía enfadar, ¡era la hija perfecta! Era imposible cabrearla, menos por una sola cosa.
—¡Elías! ¿¡Por qué le mencionaste sobre Hertian?!
Las dos hermanas estaban atónitas por la reacción de su madre. Daba la sensación de que ese nombre era conocido, pero ¿de qué? Anais miraba de reojo a su hermana con una culpa notoria en sus gestos.
—Él mismo me lo pidió —susurró Anais como mejor pudo mientras Alma le gritaba a Elías—. Me dijo que le dijera su nombre.
Aquello la dejo sin palabras a Andrea. ¿El propio Hertian le había pedido algo así? ¿Por qué? La tensión recorría sus hombros, pero no era la única al ver a su hermana y a sus padres, de hecho, ellos dos estaban frente a frente. Alma gritando y Elías calmado.
—Cariño, no le mencioné nada sobre Hertian —respondió Elías, cruzando sus brazos.
—¡Mentira! Lo veo tras tus ojos. ¡Se te escapó su nombre o dejaste los papeles en algún sitio cuando debías haberlos destrozado! —replicó Alma.
Elías soltó un suspiro.
—Esos papeles los tienes tú, pediste quedártelos y me dijiste que a futuro los romperías cuando tuvieras el valor. —Arqueó la ceja, mostrando una pequeña sonrisa al ver el pánico en los ojos de su mujer—. Lo que me deja en claro que no lo has hecho.
Alma abrió la boca para luego mirar a sus dos hijas. Pequeñas lágrimas deseaban salir, pero logró contenerlas para irse del comedor.
—Pues lo haré ahora —decidió Alma, dando pasos fuertes por el pasillo.
—Ay esta mujer...
Elías fue detrás de ella antes de que hiciera alguna locura que se arrepintiera. Con ello dejaron solas a las hermanas, quienes se miraron con una cara que lo decía todo.
—¿Qué has liado? —preguntó Andrea.
—¡Nada! Solo le dije a mamá el nombre de Hertian. Le dije algo así como "Mamá, ¿te suena el nombre de Hertian?" Y empezó a dar vueltas y a tirar los cojines del sofá como loca. Nunca la había visto así —respondió Anais, viéndose sus hombros totalmente tensos.
—Eso de que nunca la has visto así es mentira. Sabes que actúa así conmigo cuando la lío —corrigió Andrea.
—Ya, pero no conmigo.
—Cierto. —Andrea giró su cabeza hacia el pasillo, cruzando sus brazos—. ¿Le dijiste algo más?
—No, nada. Fue llegar al comedor, preguntar qué cenaríamos y si podía ayudar, y tras eso Hertian me pidió que hablara un poco sobre el tema para que mi madre se preparara para la verdad, aunque creo que lo que hizo es saltar a un tema más directo en vez de discreto —supuso Anais.
—Ya veo —murmuró Andrea, poniendo la mano en su hombro derecho, masajeándolo—. Yo a papá le dije toda la verdad.
—¿¡E-En s-serio!?
—Sí. Le costó comprenderlo y... tuve que usar mis poderes tres veces —susurró esto último, viendo como Anais abría los ojos en señal de angustia—. No me quedó otra, la primera era para salvarle porque estábamos en la muralla y casi se caía. La segunda porque quería una prueba y la tercera fue la definitiva.
—Hay que ir con cuidado con eso, hermana. Según estuve informándome, están creando pequeños destrozos y robos en algunas zonas. Muchos no saben lo que son y no pueden identificarlo, pero la gente conspiranoica está diciendo que son seres de otro mundo —explicó Anais.
Andrea soltó un largo suspiro.
—Oh, esos locos conspiranóicos fliparían si supieran toda la verdad. Tierra plana, reptilianos, primado negativo... Esto es otro rollo, chaval —respondió Andrea con una risa ligera.
—Andrea, no estamos para bromas, y más con mamá que no sé qué le pasa.
Andrea dejó a un lado las bromas cuando se encontró con su rostro angustiado. Puso las manos en los bolsillos de su chaqueta para acercarse con cuidado a la habitación de sus padres, viendo que la puerta estaba cerrada.
Se giró para ver a su hermana menor. Le hacía gestos de que escuchara la conversación, algo que a Andrea no le hacía especial gracia, pero al final no le quedó otra, apoyando su oreja a la puerta.
—No quiero que se enteren ya de esto, ¿no lo entiendes? Es...
—¿Vergonzoso? No tiene nada de vergonzoso y no es tu culpa. Creo que deberían saberlo porque sabes que no puedes ocultarlo, y ya te lo he dicho millones de veces. No te verán como una mala madre —interrumpió Elías en un tono cansado.
El silencio se hizo en la habitación, lo que obligó a Andrea separarse un poco, poniendo la mano en su barbilla. Se giró hacia Anais, viendo como con su mirada parecía querer saber lo que decían.
—Está bien. Lo haré.
Aquellas palabras pusieron en alerta a Andrea, corriendo rápidamente al comedor para agarrar a su hermana y sentarse en el sofá, fingiendo que estaban ahí juntas esperando como buenas chicas en vez de estar curioseando. Una vez sus padres se presentaron, tomaron asiento para reunirse todos en un círculo casi completo.
Al principio no iniciaron con las palabras exactas. Para empezar, Alma se habría disculpado con su actitud, ¡algo inédito para Andrea! Ya podría haberla pedido perdón a ella por las discusiones tan estúpidas que tenían, pero esta no era la ocasión.
—Alma, al grano —le pidió Elías.
Alma soltó un suspiro, sacando del bolsillo de su batín unas fotografías, o mejor dicho, ecografías.
—No sé cómo lo supiste, Anais. Elías me prometió no haber dicho nada y bueno... digamos que me convenció de enseñaros y deciros la verdad —murmuró Alma sin poder mirarlas.
—Ostia, ¿y esto que es? ¿Éramos nosotras en tu estómago? —preguntó Andrea, interesada.
Elías puso los ojos en blanco mientras que Anais temblaba sin parar al ver lo que tenía en sus manos.
—No, Andrea —respondió Alma, soltando otro suspiro—. Es vuestro hermano. Hertian.
Aquella declaración hizo que Andrea se atragantara por un momento. Tosió con fuerza, levantándose del sofá para intentar respirar mientras su padre le daba palmadas en la espalda. Anais, por otro lado, dejó caer las imágenes al suelo, siendo incapaz de decir ni una sola palabra.
—¿¡C-Cómo que hermano?! —preguntó Andrea, aun tosiendo de por medio—. Es una puta broma, ¿cómo que hermano? ¡¿Desde cuándo?!
Alma bajó la mirada con un largo suspiro.
—No te acuerdas, eras un bebé de apenas un año, pero tu ibas a tener un hermano llamado Hertian —explicó Alma, agarrando sus manos con fuerza—. Cuando íbamos a tenerlo, el médico nos indicó que había dificultades en el parto, y al final pudo nacer... aunque no más de cuarenta y ocho horas.
Ahora mismo el mundo de Andrea se le caía a pedazos. Miraba de reojo a su hermana, pero no solo eso, juró ver a Hertian, el ángel que estaba protegiéndola desde que descubrió sus poderes.
Su corazón bombeaba con demasiada fuerza, dando varios pasos hacia atrás al entender que desde que su hermana nació, Hertian se encargó de protegerla aun si no estaba ahí al lado.
Siempre, hasta que Anais muriera.
—No me puto jodas —pronunció Andrea manteniendo la mirada a Hertian—. N-No pu-puede ser. N-No... —Miró hacia su madre, saliendo pequeñas lágrimas al fin—. ¿Por qué...? ¿¡Por qué no lo dijiste antes?!
—Por la vergüenza que sentía, Andrea. Entiende que no es fácil asimilar el hecho de perder un hijo —contestó Elías, mirándola con total seriedad.
—Pe-Pero... —Miró esta vez hacia Hertian—. ¿Por qué no me lo dijiste?
Alma soltó un suspiro, pensando que esa pregunta iba a ella.
—Es tan... complejo, hija. Es hacerme a la idea cosas que no son, un miedo que creció sin descanso, incluso cuando Anais nació —admitió Alma, mordiendo sus labios—. No sabes la de cantidad de veces que le recé a dios para que mi hija naciera sana. No sabes el miedo que tenía encima. —Alzó su rostro, mirando a Anais con alivio—. Y por ello cada día le agradezco por habérmela traído aquí con vida.
Aquellas palabras quebraron la mente de Andrea. No paró de patear el suelo, de morderse los labios, de jugar con sus dedos o intentar arrancarse las uñas. Miraba a su hermana pequeña, quien era incapaz de reaccionar a lo que decían, solo caían lágrimas mientras sus labios temblaban al igual que sus manos.
Intentaron calmarla, pero Anais no podía hacer nada más que mirar a su hermana mayor y llorar sin parar. Sus ojos dejaban un mensaje claro que Andrea comprendió de inmediato, mirando a sus padres y con ello tomar el aire que era necesario, recordando por un momento las palabras que Ànima le había dicho.
«Es ahora. Antes de que me arrepienta».
—Mamá —habló Andrea, manteniendo la mirada hacia ellos—. Tenemos que hablar de algo importante.
—¿Qué ocurre? —pregunto Alma, ladeando un poco la cabeza hacia la derecha.
—Si nos enteramos de Hertian no fue por las fotos ni por que papá o tú dijerais algo. —Aquellas palabras habrían sido las más complicadas se pronunciar, pero cuando mantenía sus ojos en su hermana, sentía que podía seguir hablando con la verdad enfrente.
—¿Cómo fue entonces? —preguntó de nuevo Alma, frunciendo un poco el ceño.
Andrea, con un leve gesto de su cabeza, le pidió que Anais mostrara una parte de sus habilidades, aun si eso podía ser arriesgado. Aquello puso en tensión a Anais, siéndole difícil controlar el temblar de sus manos, sin saber bien a donde mirar.
—¿Qué está pasando? ¿Qué me habéis ocultado algo?
—En parte... —admitió Andrea, mirando de reojo a su hermana y luego a su madre—. Anais, o lo haces tu o tomo cartas sobre el asunto.
La menor soltó un largo suspiro, pero al final aceptó. Con cuidado, se levantó del sofá, alejándose un poco de sus padres quienes se fijaron en ella.
—Mamá, yo me enteré de Hertian porque... —Tragando saliva, cerró sus ojos y dejó que la energía de sus manos empezara a fluir, revelando la figura angelical del guardián—. Él mismo me lo dijo.
Siendo agarrada por su esposo, Alma admiró la figura angelical que, con una armadura moderna, mostró parte de su rostro. Era obvio que no era como la del niño que pudo conocer Alma desde tan joven, pero si supo que era él por los ojos azules que tenía junto a su cabello rubio.
La situación era demasiado surrealista para Alma, tanto que perdió su consciencia al verle. A todos les angustió, pero no se tuvieron que preocupar mucho cuando Elías la agarró a tiempo.
Él tampoco era que estuviera muy tranquilo. Le era complejo de procesar la situación, pero al menos estaba un poco más preparado que su mujer.
—Por ahora dejarla que descanse —pidió Elías, mirando a sus hijas para luego observar a Hertian, tragando saliva por un segundo—. ¿D-De verdad que eres tú?
Anais giró su cabeza hacia Hertian, escuchando sus palabras para luego decirlas:
—E-El hospital donde había na-nacido era el de Lucus, en Lugo. Fu-Fue a las cuatro de la mañana. Me dice que lo único que recuerda es verte a ti con mamá, llorando de alegría por su nacimiento. —Lágrimas se deslizaban por sus mejillas mientras seguía hablando—. D-Dice que es una pena no haber nacido e-en la tierra, pero que agradece que haya tenido la oportunidad de renacer y s-ser m-mi a-ángel guardián.
Cuando terminó sus palabras, ambas podrían ver a su padre conteniendo sus lágrimas. Se mantuvo firme por un momento, agarrando a su esposa como mejor podía, apoyando su cabeza en su hombro.
—Gracias... y lo siento. —Fue de lo poco que susurró, antes de pedirle ayuda a Andrea para dejar a Alma en la cama y que descansara un poco.
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