Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 5: De regreso a la vida cotidiana.

Sentir la cómoda cama era un milagro para ellos, o al menos lo era para Andrina y Kamico, porque para las hermanas les era complicado tomar el sueño en una cama hinchable. Al menos Anais pudo tomar el sueño con cierta rapidez, a diferencia de Andrea que no sabía si dormía o si estaba despierta aún.

Con el pasar de las horas, Andrea habría escuchado como abrían la puerta con delicadez. Sus ojos se dirigieron a la luz para ver la silueta de Andrina yendo hacia la cocina. Ante esto, Andrea soltó un suspiro de resignación, levantándose sin hacer ruido para irse también.

No iba a dormir en este día, por lo que necesitaba algo para recargar sus energías y aguantar lo que le quedaba por delante.

Cuando Andrea se presentó en la cocina, Andrina la miró con cierta sorpresa, cerrando la puerta de la nevera, del cual había sacado una botella de leche. Su pijama de colores azules con un estampado de pequeñas vaquitas se le hacía gracioso para Andrea, pero al mirar sus ojos y vio sus ojeras, la preocupación la inundó.

—¿Qué haces despierta? —preguntó Andrina en un susurro.

—No he podido dormir nada —respondió Andrea, soltando un bostezo—. Era como si estuviera despierta y dormida a la vez.

—Capaz la cama no era del todo cómoda, podía haberte dejado la mía —murmuró Andrina, dejando la botella a un lado para prestarla atención.

—Daba igual que cama fuera, Andrina. Si no es la mía, no duermo.

Andrina soltó una ligera risa débil.

—Al menos espero que el desayuno te dé algo de energías.

—¿Tienes bebidas energéticas? —preguntó Andrea. Andrina negó con su cabeza, un poco sorprendida—. Necesito algo que me dé un chute de energía.

—No creo que sea conveniente si pronto volverás a casa —murmuró Andrina.

—No voy a descansar cuando esté en casa, eso tenlo por hecho —aseguró Andrea.

Andrina abrió un poco la boca y la cerró un poco.

—¿Te obligará a...?

—Seeep —contestó, abriendo unos de los armarios pequeños colgados en la cocina para buscar un vaso—. Le da igual que hayamos trasnochado. Los fines de semana son de limpieza y hay que ayudar en casa. Luego hay que comprar, por lo que tendré que ir y ayudar. Después será visitar las tumbas de mis abuelos, y toda esa rutina que los fines de semana hacemos.

—No sabía que tu familia era tan...

—¿Estricta? —terminó Andrea, mirando a su amiga de reojo—. Ya es una costumbre. —Agarró una taza de colores azules al final, cerrando la puerta para mirar a Andrina—. Y en vacaciones es peor porque se pone muy quisquillosa con lo que hacemos. En mi caso me dio cierta libertad, pero con mi hermana suele ser un poco controladora.

—¿En qué sentido?

—En que no quiere que acabe como yo y sea una chica educada, lista y responsable. Que vaya a clases de guitarra y que siga estudiando para bachiller. Ya sabes como es mi madre de exigente, y es irónico porque mi padre, que tiene familia japonesa, debería ser más exigente, y ya es como actúa.

Andrina se quedó en silencio como los ojos bien abiertos, una reacción que para Andrea le hizo gracia.

—No te acordabas que tenía familia japonesa —murmuró con una risa ligera.

—No. Se me olvidó —admitió Andrina.

—No pasa nada, en parte lo entiendo porque muchos no lo toman en cuenta hasta que recuerdan mi apellido Koduko —explicó, acercándose a Andrina para pedirle paso. La cocina era un pasillo pequeño del que difícilmente cabían dos personas—. El asunto es que cuando llegue a casa, no voy a descansar nada. Mi hermana tampoco.

Andrina se quedó pensativa, viendo como Andrea buscaba en la estantería alguna capsula de café para poder tomárselo.

—Y hablando de todo eso, ¿se lo dirás a tus padres? —preguntó Andrina.

Se quedó de piedra con el brazo levantado a punto de pillar una de las cápsulas de café. Estuvo así por unos segundos, para al final moverse.

—No creo que haya otra opción con la familia que tengo, de hecho, sé que cuando llegue a casa, mi madre me hará un interrogatorio. Da igual lo bien que haya mentido tu madre.

—¿Tú crees? —preguntó Andrina, poniendo la mano en su mentón.

—La conozco tan bien que parece que la he parido —se burló Andrea—. Cuando llegue a casa me recriminará lo siguiente: "¿Por qué no me contestaste a los mensajes?" Mi escusa será "no tenía batería y no recuerdo el pin de mi móvil". "¡Pero tu hermana tampoco respondió!" Entonces diré algo así como, "también se quedó sin batería o se lo dejó olvidado en la habitación porque estábamos distraídos esa noche".

—¿Funcionará? —preguntó Andrina, esta vez cruzando sus brazos.

—1% de posibilidades, 99% de fe —respondió, alzando sus hombros—. Sinceramente dudo que funcione, pero mi último método es no responder a nada e irme a dar un paseo, como a veces hace mi padre. De hecho, la excusa de usar a mi padre podría venirme bien...

—¿No crees que sería mejor decírselo a ambos en ese momento? Capaz lo comprenderían.

—Ti estás tola, nenía —Tú estás loca, chica, respondió Andrea en gallego—. Mi madre se llega a enterar y me llevaría a un psicólogo.

—¿Y tú padre?

Aquello dejó pensando a Andrea por un buen rato. Su relación con él era mejor con su madre, eso se veía de sobras. Se sentía apoyada por él, en especial cuando tomó ese cambio tan radical. A él, y solamente a él, tenía la confianza de decirle toda la verdad que había oculta.

La verdadera pregunta era ¿cómo?

—Puede ser que se lo diga a él antes —respondió Andrea con una media sonrisa, mirando por un momento el suelo hecho de baldosas blancas—. Aparte, creo que comprendería mejor el hecho de los poderes, mundos escondidos y demás, fue gracias a él que empecé a ver series animé o leer mangas.

—Tiene sentido si es de Japón —murmuró Andrina con una risa ligera.

—Sí, pero no le digas eso porque en general a los japoneses no les hace gracia que se les conozca solo por eso, sino por toda su cultura —le informó Andrea.

Andrina afirmó con suavidad, dejando que su amiga pasara por el pasillo para preparar el café solo.

El silencio habría envuelto la cocina, escuchándose el ruido pequeño que hacía la cafetera. En ocasiones Andrea soltaba un bostezo, estirando sus brazos y su cuello, dejando ver parte de su piel que tenía aun esas heridas.

—Creo que debería disculparme con todos —susurró Andrina.

Andrea bajó los brazos, mirándola de reojo.

—¿Y por qué esta vez?

Andrina apretó sus labios para al final suspirar.

—Me comporté como una idiota frente a todos. No debí haber actuado de esa manera tan borde —admitió, logrando que Andrea sonriera.

«Al menos se dio cuenta», pensó aliviada.

—Creo que a quien deberías pedirle disculpas es a esa diosa.

—A ella no le pienso decir nada —interrumpió Andrina, saliéndole ese tono borde de nuevo.

Andrea dejó de sonreír, cruzando esta vez sus brazos.

«Joder, Andrina. No es tan difícil».

—¿Puedo saber el por qué? —preguntó Andrea.

Andrina tendría los hombros en tensión ante esa pregunta.

—No me trae buenas vibras. Capaz ahora se sienta culpable y quiera redimirse, pero siento que es una trampa, que en cualquier momento nos hará daño a nuestras espaldas. Se hace la pobrecita y en verdad presiento que es una máscara que se pone.

Cuando la cafetera terminó su trabajo, Andrea tomó la taza para beber del café de golpe. Hizo una mueca, casi queriendo escupirlo, y todo porque era la primera vez que lo tomaba.

—Creo que la estás juzgando demasiado pronto —admitió Andrea aun con la mueca por el sabor del café presente en su boca—. Es decir, no la conoces de nada, cierto, pero dale una oportunidad. Yo hablé con ella y se ve muy agradable.

—Eso es algo que me molesta. NO tendrías que haberle dicho anda sobre nosotros —respondió Andrina, viendo como Andrea hacia las muecas raras cuando tomaba el café—. ¿Acaso es la primera...?

—Sí —respondió con rapidez, terminando el café ardiendo que le dolió por toda su garganta para luego dejarlo en el fregadero—. Andrina, hablé de ti para que no tuvieras a alguien más desconfiando de ti. Esos dioses piensan que eres una amenaza cuando no lo eres. Y no solo eso, Ànima se arrepiente y quiere ayudarnos por todo lo ocurrido. Ten en cuenta que no es fácil enfrentarte a tu propia hermana.

—¿Qué no es tan difícil? ¡Venga ya si es...!

—Ten huevos a decirme que matarías a Kamico sabiendo que es alguien malo.

Las palabras de Andrina se frenaron de inmediato sin saber a donde mirar. Suspiró, bajando la mirada y apretando sus puños.

—No es fácil, Andrina. Ostia, hasta yo mismo admita que es una puta mierda hacer frente a eso, por ello Ànima lo tuvo tan complicado con todo lo que sufrió —explicó Andrea, cruzando sus brazos—. Dale una oportunidad. Sabes que nos intentó ayudar y que ahora quiere incluso ayudarte, ¡lo sabes bien!

Vio como Andrina levantaba un poco su cabeza para por fin afirmar en silencio. Andrea se relajó un poco más, pero sin dejar de mirarla.

«Solo le hacía falta volver a casa para ser la Andrina que conozco. Ahora solo queda la parte más dura pensó Andrea, girando un poco la cabeza para ver a Elena con un rostro que dejaba en claro su falta de sueño—. Hablando de la reina de Roma».

—Chicas, ¿qué hacéis despiertas? Son las doce de la tarde, deberíais dormir más —murmuró Elena, despejando sus ojos.

Andrina soltó una leve risa.

—Es raro que digas eso cuando antes nos obligabas a levantarnos a las nueve o diez de la mañana —recordó Andrina.

Elena sonrió con dulzura, viendo a su hija con el pijama que le había regalado para cuando vinieron a vivir a Lugo. El estampado de vacas era una pequeña representación de lo que era el sitio. Siempre que iban en coche, se encontraban por lo menos con un grupo de vacas descansando o comiendo del pasto.

—Esta ocasión creo que es muy distinta —respondió Elena para luego ver a Andrea y la taza de café que había dejado en el fregadero—. Veo que ya es desayunado algo.

—En verdad no, quería algo que me diera energías porque en casa iba a tener un largo día —admitió Andrea.

—Oh, tu madre —recordó Elena, abriendo un poco sus ojos—. Intenté tranquilizarla, pero la pobre quiso incluso venir a casa. Menos mal que la convencí al final, pero no creo que calme su molestia por no haberla respondido.

—Da igual, es el pan de cada día —contestó Andrea con una ligera sonrisa—. Mucho has hecho por nosotros, ya nos haremos cargo nosotras.

Elena sonrió con calma, pero rápidamente negó con la cabeza.

—Dejarme que os prepare el desayuno —dijo mientras entraba a la cocina—. No voy a dejar que hagáis nada. Venga, iros a descansar un poco más.

—Pero mamá, no tengo sueño —murmuró Andrina—, aparte ya iba...

—Ah, no. El desayuno será especial hoy —interrumpió Elena, para luego mirar a Andrea—. Hoxe faremos torrijas e frixos, ¿parecete? (Hoy haremos torrijas y freixos, ¿te parece?)

A Andrea se le iluminaron los ojos ante esas dos comidas. De normal se hacían por la tarde como merienda, pero también podían servir como desayuno en caso de que sobraran.

—¡Claro! —respondió Andrea con gran ilusión.

Tanto Andrina como Elena le hicieron el gesto de callarse. Andrea se rio con cierta vergüenza mientras rascaba su cabeza.

Poco a poco se fueron despertando los demás. Anais se habría levantado con un ojo medio abierto y el cabello totalmente despeinado, siendo incapaz de pronunciar ni una sola palabra. Con Kamico era similar.

Todos reunidos en el comedor, disfrutaron de un desayuno del que levantó los ánimos a los jóvenes. Andrea y Anais eran las que más disfrutaban de los freixos, mientras que Andrina y Kamico disfrutaban de las torrijas con azúcar.

O al menos lo hacía Andrina, porque Kamico se dio cuenta que sus papilas gustativas no eran las mismas que antes.

—¿Pasa algo Kamico? —preguntó Elena, viendo como su hijo no parecía tener mucha hambre.

—¿Eh? ¡No nada! —respondió con cierta rapidez con una sonrisa nerviosa—. Solo que ando comiendo poco a poco. Hay que procesar bien los alimentos y masticar con cuidado.

Elena frunció un poco el ceño, pero no quiso tomarle mucha importancia, a diferencia de las demás, quienes se temían un poco que era lo que ocurría.

Al terminar el desayuno, empezó ese momento donde la incomodidad y la ansiedad crecerían cada vez más. Andrea, con su chaqueta desgastada y destrozara que se ató en su cadera, esperó a su hermana menor terminara de cambiarse, viendo como Andrina y Kamico ayudaban a su madre a limpiar la cocina y fregar los platos.

«¿Crees que se lo tomará bien tu padre?», preguntó Solace a Andrea.

«Espero que sí, siento que él es quien podría comprender bien todo esto a diferencia de mi madre —respondió Andrea—. Siento que, siendo un friki como yo, podrá asimilarlo algo mejor».

«A ti aun te cuesta procesarlo y eso que lo has vivido en carne», comentó Alias.

«Lo sé, y me seguirá costando hasta que no lo tenga bien metido en mi cabeza», respondió Andrea para al final soltar un suspiro.

«Di tú que en la tierra podremos estar un poco más tranquilos», comentó Alias con optimismo.

«Sin quitar el hecho de que las anomalías existen en este lugar ya que es un planeta Desecho», recordó Solace.

«Es verdad. M-Mientras no sea como en el Extra-Sistema», comentó Alias.

«No mientras esté yo aquí aseguró Andrea, frunciendo un poco el ceño—. Me niego a que destrocen mi hogar».

«Pensé que no te gustaba L-Lugo», comentó Solace, resultándole raro pronunciar ese nombre de la ciudad.

«Lugo será deprimente, pero es mi hogar de nacimiento. Me niego a que destrocen lo que para mí es tan importante», contestó Andrea.

Sus palabras, brutas y honestas, hicieron que Solace sintiera un escalofrío, uno del que Andrea también sintió y la hizo sentir en parte culpa.

«Creo que la he cagado diciendo esas palabras», comentó Andrea algo arrepentida.

«¡No, no! Es... extraño, únicamente. Es como si comprendiera lo que dices. No porque es algo lógico, que también, sino... porque me da la sensación de que también perdí algo muy grande», admitió Solace con pesar.

Andrea se quedó en silencio viendo como su hermana estaba ya vestida y lista para salir. Con una sonrisa ligera y afirmando con su cabeza, se despidió de Elena y los hermanos. Ante esto, soltó un suspiro y afirmó con su cabeza.

«Te ayudaré con eso, Solace —prometió Andrea—. Creo que ahora es el momento de saber quién eres, ¿no crees? Recordar tu primera vida como es debido».

Sus palabas hicieron que Solace se queda en silencio, aunque no por mucho tiempo por como Andrea dejaba la espada a un lado. Era obvio que, por el momento, no podía dejar la espada su casa hasta que lo supieran todo. Luego verían como actuar y demás.

Tras despedirse de Alias y después de la familia, Anais y Andrea sintieron el aire fresco en sus rostros al salir de la casa. El sol intentaba calentar a pesar de estar esas nubes feas en el cielo, unas que a Andrea le entraba incomodidad por ese color grisáceo que le recordaba a la niebla.

Suspiró, bajando la mirada para ver como su hermana la miraba con calma para ver cuando avanzar.

Vamos —contestó Andrea con una leve sonrisa—. No perdamos tiempo.

—¿Te vista para ello? —preguntó Anais con cierta angustia.

Andrea la miró de reojo para afirmar con más decisión, agarrando la mano de su hermana.

—Créeme que sí, Anais. Creo que ambas podremos decirlo de alguna forma u otra.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro