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Capítulo 3: En mis palabras hay...

Verla con Andrina era una sorpresa inesperada, pero agradable por como Mikuro se encontraba ahí de pie en un mejor estado. Sonreía aliviada al verla, conversando sobre todo lo que iban hacer después de que todos se recuperaran.

Andrina era la que menos participaba en la conversación y se hacía una idea del porqué. La conversación que había escuchado con Kamico no era una que la tranquilizara. Cuando llegaran a la tierra, las cosas empezarían a ser más complicadas, pero era necesario.

Como había dicho Ànima, era mejor decirlo que ocultarlo, aunque no se veía aun capaz.

—¿Anais está bien? —preguntó Andrea, intentando pensar en otra cosa.

—Sí. Aun sigue dormida, pero capaz se haya despertado en este tiempo que llevamos a fuera hablando —respondió Mikuro con calma—. Veo que en tu caso estuviste con Ànima hablando.

—Sí. Conversando un poco de todo y explicando quienes somos.

—¿Confías en ella sabiendo lo que es?

La pregunta de Andrina hizo que frunciera el ceño. La miró, encontrándose con su mirada llena de desconfianza.

—Andrina, sabes que le pasaba. Ella es nuestra aliada —aseguró Andrea, cruzando sus brazos.

—A saber por cuánto tiempo —respondió, desviando la mirada a otro lado.

«No me calientes la cabeza, Andrina», pidió Andrea en un largo suspiro desde su interior.

—Te estás haciendo ideas que no son, Andrina. Sabes lo que le pasaba, Luminosa lo dejó muy claro —aclaró Mikuro.

—Cierto, pero nada me asegura que haga algún error que se involucre con su hermana. De lo poco que recuerdo en esa pelea fue como Ànima no la mataba, sino que quería escuchar sus palabras. Eso es inútil si hablamos de una diosa que los manipula a todos —respondió Andrina, cruzando sus brazos con un gesto claro de molestia.

—Iba a matarla, pero tiene información que nos puede venir bien —añadió Andrea, viendo como su amiga la miraba de reojo—. Entiendo tu preocupación y el porqué de tus acciones, pero dale una oportunidad. No es la que tanto temíamos. Es ahora una aliada que desea acabar con todo el desastre.

Andrina no dijo nada al respecto, solo miró a otro lado para ver las puertas del hospital.

—Como queráis —respondió secamente—. Yo me voy a ver a mi hermano a ver cómo se encuentra.

—También lo haré lo mismo con mi hermana, ¿te importa que te acompañe?

Andrina afirmó sin decir nada, una actitud que a Andrea la ponía tensa. Intentaba comprenderla, después de todo lo que había pasado era normal que se pusiera así, pero no había que cegarse en ello cuando todo había terminado, o al menos por el momento.

Miró hacia su novia y le pidió que esperara ya que no tardaría mucho. Mikuro no le dio importancia y simplemente le dejó en claro que estaría por la zona, que estuviera con su hermana el tiempo que le hiciera falta.

Así pues, se adentraron en el hospital, pero con un silencio que a Andrea la ponía cada vez más tensa. La expresión seria e irritada de Andrina dejaba en claro que su mente estaba consumida por miles de problemas que no había solado como deseaba. Pensó en hablarla, pero esto fue impedido cuando vieron a Kamico en medio de los pasillos intentando caminar.

Andrina reaccionó de primeras corriendo en su dirección para evitar que se cayera.

—Te dije que no hicieras eso, ¿¡estás bien de la cabeza?! —preguntó Andrina.

—No quiero estar todo el rato en cama. Sabes que cuando volvamos a casa, nuestros padres nos preguntarán y se preocuparán. Quiero intentar recuperarme lo antes posible —explicó Kamico con cierta dificultad, tosiendo incluso que sus piernas flaquearon por un momento.

Andrea intentó acercarse para agarrarle, así tendría un apoyo firme en sus brazos. Recibió una mirada apenada por su parte, viéndose la frustración en sus ojos llorosos, pero no dijo nada.

—Te llevaremos de nuevo a tu habitación y si quieres te ayudo a caminar —sugirió Andrina. Su hermano aceptó con su cabeza—. No quiero que hagas esto de nuevo. Antes pide ayuda, sabes que no estás solo.

Sin respuesta, pero sus gestos dejaban en claro que había aceptado ya que no le quedaba otra opción. Con cuidado lo llevaron en la habitación, una que a Andrea le ponía mal cuerpo al ser similar a los hospitales que había visto de pequeña. Incoloros y carentes de vida. Aunque simularan esperanza, para ella era un color deprimente y de enfermedad.

No se quedó mucho tiempo ahí porque era preferible que ellos dos estuvieran juntos y hablaran de lo que vieran necesario. Se marchó con una despedida breve, yendo a la habitación de su hermana, pero dándole vueltas a todo lo que acababa de ver y recordando la conversación que tuvo con Ànima.

Debían volver a casa de inmediato.

No tardó mucho en llegar donde Anais. Al abrir la puerta, pudo ver enfrente suya a su hermana con la ropa ya puesta y el cabello un poco despeinado. Su rostro de asombro se mostró y de inmediato se abrazaron con cariño.

—Iba a buscarte, pero veo que no hace falta —contestó Anais con una sonrisa tranquila—. ¿Todo bien?

—Sí. Bueno, más o menos. Digamos que algunos ya se han recuperado, pero anímicamente están aun comprendiendo todo o llevándolo como mejor pueden —respondió Andrea, agachándose a su altura para verla mejor.

Anais afirmó con calma y miró hacia los pasillos por un momento.

—¿Y los demás ya están fuera? ¿Soy la última en despertarme?

—Se podría decir que sí —contestó Andrea con una leve sonrisa—. ¿Te duele algo? ¿De verdad que estás bien? ¿Necesitas...?

—Sí, Andrea. Tranquila. Los médicos de aquí tienen una medicina más avanzada, eso y que tienen la ayuda de los pocos Scursins que han querido ofrecer su magia para acelerar el proceso de curación —recordó Anais para luego poner la mano en su barbilla—. Aunque no sé como estarán los demás como Luminosa y Mikuro, que se curan mediante sus elementos.

—Oh. Mikuro se encuentra bien y está a fuera esperándonos. Con Luminosa no lo sé, pero me imagino que debe de estar mejor con el tiempo que nos hemos estado recuperando —supuso Andrea.

La mirada de Anais pasó a una más preocupada.

—Hemos... pasado mucho tiempo aquí. Estaría bien volver a casa de una vez antes de que todo se descontrole —recordó Anais, tragando saliva con cierta dificultad—. Habría que incluso...

—¿Decir la verdad? —preguntó Andrea, viendo como su hermana afirma con su cabeza—. Sí. Deberíamos. —Suspiró—. Pero no sé cómo iniciar aún.

Anais alzó un poco los hombros.

—Supongo que es algo que saldrá solo.

Andrea sonrió con delicadeza.

—Supongo que sí.

Su respuesta hizo que Anais la abrazara de nuevo con fuerza, un gesto que le tomó por sorpresa, mirándola con cariño al ver como apoyaba su cabeza en su hombro. Correspondió el abrazo, acariciando su cabello a la vez que sus sentimientos deseaban salir una vez más en forma de lágrimas ardientes. Unas que quemaban su interior, pero que liberarlas la hacía sentir en parte renovada.

—Está bien, Anais —murmuró Andrea, sonriendo aun estando destrozada por dentro—. Sea lo que sea, saldrá bien. Confía en eso.

Se sentía miserable. Se sentía como un muñeco usado. Exacto. No había mejor forma de definirlo. Era un muñeco que acababan de utilizar para hacer el mayor daño posible, aunque al final no acabara en nada grave.

Sentía en su interior miles de nudos en su corazón que obstaculizaban la sangre adentrarse en su cuerpo. Miraba hacia su brazo izquierdo y se creyó por un momento un militar que no tenía sentimiento alguno. Alguien que obedecía las órdenes de un superior. Sintió lo que era ser un robot sin emociones, sin nada más que una función que le habían ordenado y debía cumplir.

Su piel chillaba de pánico al recordar esa sensación. Carente de vida. Carente de pensamiento. Verlo todo y no poder hacer nada al respecto.

Ahora comprendía lo que estaba sufriendo Ànima. Ahora comprendía los años de sufrimiento que había pasado. Era lo más horrible que podía sentir en su cuerpo, ¿o alma? A estas alturas se cuestionaba todo mientras veía a su hermana agarrarle para dar pequeños pasos.

Sabía caminar. Sabía correr. Sabía hacer de todo, pero daba la sensación de que estar bajo control era como si le resetearan sus funciones más básicas, como si fuera de nuevo un bebé. Uno del que tenían que tenerle demasiada paciencia, aunque sabía que eso era complicado con todo lo que acababan de pasar.

Miró hacia su hermana y se quedó sin aire al recordar las palabras que había dicho. Al recordar esa conversación que tuvieron antes en la habitación.

—Me descontrolé, Kamico. Obtuve por un momento mi verdadera apariencia.

Sus palabras resonaban, pero no con el orden que había dicho la frase, sino como voces distantes en su cabeza en el que repetían más veces las dos palabras siguientes: Verdadera apariencia.

Pensar que su hermana no era humana era algo que le costaba procesar, pero intentaba tolerarlo como mejor podía. Se engañaba con la normalidad (dentro de la que había) al ver a su hermana, aunque al pronunciar esas dos palabras, sentía el peso similar al de mil yunques encima de su espalda.

No era humana. No lo era. Debía quedarse grabado en su cabeza, y no solo eso, debía ayudarla.

Por ello hacía el esfuerzo aun si su hermana le decía que no tenía que acompañarle en esto. Por ello intentaba dar esos pasos hacia adelante sin su ayuda. No podía estar dependiendo de alguien si al final esa misma persona necesitaba encontrarse e incluso pedir ayuda, porque sola en esa misión tan grande iba a perderse o incluso...descontrolarse.

Entraba en pánico con tan solo pensarlo, respirando con dificultad y que las lágrimas cayeran, por suerte su hermana lo despertó con un abrazo cariñoso.

—¿Qué te carcome ahora, Kamico?

Su pregunta hizo que riera apenado.

—Todo. Todo, Andrina. Todo —admitió, separándose del abrazo, pero agarrando sus manos—. Es como si fuera un muñeco y me deshicieran hilo por hilo. Es como si fuera un robot y me remontaran porque no soy lo que deseaban. ¿Entiendes lo que digo? No sé como sentirme, pero a la vez deseo hacer tanto y...

—Ya te dije que no tenías que verte involucrado en esto.

—Pero quiero ayudarte porque eres mi hermana —dijo con firmeza Kamico, mirándola con ojos llenos de decisión—. Me importas, ¡me da igual que no seas humana o que no seas mi hermana! Has estado a mi lado desde siempre, ¡hemos vivido junto miles de cosas que no recuerdas! ¡Pero me da igual porque no me importa repetirlas! ¿¡Entiendes?! ¡Para mi eres importante y no pienso abandonarte en algo tan importante como esto!

Lágrimas salieron junto a su sonrisa dolorosa de su hermana. No supo donde mirar, solo agarrar con fuerza sus manos y agachar la cabeza con frustración.

—Y yo no quiero que os metáis en esto teniendo en cuenta lo peligroso que es. El destello... E-El destello me puede llevar a miles de sitios que serán más peligrosos que esto. ¡No quiero imaginarme que por mi culpa vosotros muráis! ¡No quiero tener el peso en el que vosotros no podías estar con los tuyos por culpa de mi misión! ¡No quiero...!

—Andrina, mis padres también son los tuyos.

Tales palabras hicieron que Andrina entreabierta la boca. Sus labios temblaron como nunca y por fin lloró con un grito ahogado, abrazándole con todas sus fuerzas.

—Pe-Pero...

—Somos tu familia, Andrina —interrumpió Kamico, correspondiendo el abrazo—. Sé que no es tu verdadera familia, pero es una que te ha cuidado sin importar el peso que dieras. Te queremos. Te quieren, y aunque tengas esa misión encima, no te van a dejar de querer jamás e incluso te apoyarán. No olvides eso.

Andrina siguió llorando a la vez que apretaba el abrazo, soltando las emociones que desde dentro tenía quemadas y guardadas en una caja que no quería abrir, al menos era lo que suponía Kamico por como soltaba toda la tensión hasta ir poco a poco relajándose.

Sonrió ante sus gestos, manteniéndose firme mientras miraba hacia la puerta de la habitación.

Era abstracto, pero lo que veía en esa misma entrada era una salida necesaria. Una que tendrían que cruzar cuando soltaran todas las emociones contenidas porque lo que se venía después al llegar a casa sería una larga explicación y tomar una decisión muy importante.

Por ello agradecía que su hermana llorara por fin, que soltara su dolor en llantos llenos de rabia que no había podido soltar.

Cuando se hizo el silencio, Andrina miró hacia el suelo por unos segundos para al fin mirarle con sus ojos rojizos.

—A-Al final... vendrás conmigo, aunque te diga que no, ¿verdad?

—Es obvio que iré contigo sin importar la dificultad —aseguró Kamico con una sonrisa relajada.

Andrina también sonrió, pero no con la misma fuerza.

—Intentaré... I-Intentaré controlar mi don. Intentaré ser más cuidadosa y o-os ayudaré. Seré útil y-y...

—Eres útil, hermana. ¿O no recuerdas lo que has hecho?

Andrina movió la mirada hacia la izquierda.

—Eres de los pocos que dice eso a diferencia de los demás —murmuró Andrina.

—Porque no te conocen, y ¿sabes? Puedo entender la frustración que tienes encima. Después de todo estuviste en el subcódigo sin poder hacer nada y... Te conozco. Sé que te has comido la cabeza pensando que no eres útil —respondió Kamico con una leve risa, agarrando sus manos con calma—. Sabes que no es así.

—Ya, pero aun así es frustrante ver que los demás lo hacen todo y yo no. —Tras eso, soltó una de sus manos para agarrar el destello que tenía colgado en su cuello—. Esto es lo que me ha dado pistas y a su vez me ha hecho ver muchas de las cosas que aun me cuesta procesar. Esto y todo lo que me ha ocurrido ha acabado en lo que soy, y no quiero que me vean como una amenaza. Yo solo quiero...

—Ayudar —terminó la frase Kamico con una sonrisa—. Y lo entiendo, hermana. Créeme que es cuestión de tiempo de ir entendiéndote. Es... como lo que le pasó a Andrea con las anomalías.

Andrina afirmó con una sonrisa un poco más presente.

—Sí... Es cuestión de tiempo.

Verla con su sonrisa hizo que Kamico se sintiera renovado. Eran unas fuerzas que le hacían sentir más seguro de sus acciones. Era una locura ir con ella y alejarse de su planeta, pero por ella estaba dispuesto a ayudarla sin importar la dificultad.

—Creo que estaría bien movernos, salir de la habitación —comentó Kamico.

—¿E-Estás seguro? —preguntó Andrina, mirándole de arriba abajo.

—Sí. Esta vez me veo con las fuerzas para ello.

Iba a demostrarlo, no solo con esta pequeña tarea tan simple como caminar, sino con todo. Su hermana ahora más que nunca necesitaba su apoyo y no podía ser el Kamico asustadizo que no sabía que decisión tomar. Ahora iba a ser el hermano que Andrina necesitaba, uno que con sus capacidades, iba ayudar en toda aventura arriesgada que tuviera.

Era una locura. Se lo repetía su subconsciente. Era lo necesario. Se lo decía su corazón.

Al salir de la habitación y dirigirse al pasillo, se habrían encontrado con varias personas que no se esperaban ver. Andrea y Anais junto con Ànima y Luminosa. Tal encuentro hizo que los presentes se sintieran en parte aliviados de que se encontraran bien, aunque otros tuvieran una reacción un poco más fuerte.

—¡Kamico! —gritó Luminosa, acercándose a él—. ¡Esto es maravilloso! ¡Si estás despierto puedo aplicar ahora las mejoras y...!

—¿Qué te he dicho, Luminosa? —preguntó Ànima, cruzando sus brazos con una leve sonrisa.

—¡Déjame al menos mejorar algo! ¡Será muy rápido! ¡Lo juro!

La insistencia de Luminosa y su energía tan brillante hacían de ella como una mujer hiperactiva. Una actitud que a Kamico no le acostumbraba por cómo era antes siendo Negatividad.

Ànima aceptó bajo un suspiro calmado y con ello, Kamico fue agarrado de la mano para que la siguiera. Esto gesto angustió a Andrina, pero la sorpresa la tomó de inmediato cuando él mismo pudo seguir el ritmo y caminar con cierta prisa.

Era un gesto poco significativo, pero uno grande para demostrar que no se iba a rendir de mínimas con todo lo que habían vivido.

No tardarían mucho en llegar al lugar que Luminosa deseaba ir. Era una tienda que había cerca del hospital, en uno de las calles donde pudieron adentrarse. Ahí justamente se encontraba uno de los líderes, que conversaba con el encargado de la tienda sobre temas triviales.

Kamico frunció el ceño al ver como su amiga hablaba con el líder y como le ofrecía unos cuantos cables y materiales diminutos que parecían ser como... ¿micrófonos?

Miró hacia sus ojos, encontrándose con una mirada divertida y llena de seguridad, agarrando los objetos que había en la bolsa.

—Kamico, a partir de ahora tu misión será muy importante. Espero que te veas capaz de ser un agente secreto. 

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