Capítulo 25: Galaxia Olvidada.
Contemplaba toda su habitación con una sonrisa calmada mientras sujetaba su taza de café. Pensaba en silencio todo lo que había vivido y como había llegado hasta este punto. Unas palmadas imaginarias fueron dadas a sus espaldas para sentir el orgullo y la felicidad en su interior, pero no la suficiente al verse solo.
Le debía todo. Desde principio a fin. Deseaba estar un poco más a su lado, aun si tenía esa apariencia escalofriante, sus sentimientos por ella no desaparecían por mucho que pasara el tiempo.
Soltó un suspiro y decidió cerrar la habitación. ¿Quién le diría? Salir de En'rec no solo era un logro personal, sino que también había descubierto el gusto por la tecnología, creando pequeños robots que algunos de ellos fueron de interés para los famosos que había en Ic'nes. Ganó un buen dinero con ello, aunque fuera un pasatiempo que tenía mientras grababa sus videos como siempre estaba costumbrado, pero sin esa dependencia que le hacía respirar de alivio.
Se dirigió al comedor y en a punto de dejar la pasa, pudo percibir una luz blanquecina en el enorme salón de la casa. Se giró de inmediato, viendo varias figuras aparecer como si fuera arte de magia. Miró a cada uno de ellos, soltando sin querer su taza y manchándose de café en cuanto entendió lo que estaba ocurriendo.
«¿¡Ya?! —se preguntó, siéndole difícil respirar—. ¡Pe-Pensé que sería más tarde! ¡No-No ahora!»
No supo bien como reaccionar, ignoraba el dolor que acababa de hacerse, yendo al comedor para poder ver a diversos seres que no eran Swedels. ¿Cómo debía tratar con ellos? ¿Cómo debía hablarles? ¡Tan poca información le había dicho y ahora tenía que tratar con ellos! ¡No le importaba ayudar! ¡Claro que no! ¡Le debía muchísimo, pero no se sentía preparado!
Veía a cada uno de ellos sentados en el sofá y tumbados en el suelo con un gran dolor de cabeza o heridas graves que le dieron la primera pista. Debía traer las medicinas y sus pequeños robots médicos. Por ello mismo corrió hacia su habitación, o al menos lo intentó hasta que uno de ellos le habló.
—¿Dó-Dónde estamos?
La voz provenía de un hombre que tenía las orejas de lo que parecía ser un zorro. Su mirada cansada dejaba en claro el sufrimiento que pudo haber pasado, y no era el único por como algunos intentaban despertarse o ayudar a los demás. Eran seis en total, demasiada gente en su hogar sin apenas conocerlos.
—E-Eh. E-Est-tais en-en...
Una de ellas pudo levantarse del sofá, mirándole directamente con una clara molestia en su rostro.
—¡Responde, maldita sea! ¡¿A dónde nos ha llevado esa maldita?!
Frunció el ceño de inmediato. ¿Cómo se atrevía a hablarla así?
—¡U-Un respeto! —contestó como mejor pudo—. O-Os salvó la vida como mejor pudo, ¡de-deberíais estar agradecidos de que os llevara aquí! ¡Ella solo hi-hizo lo que mejor pudo!
—Ya claro, ¿y tú quien eres? ¿Un fanático sin cabeza? —contestó la chica de la chaqueta rojiza.
—Soy su pareja —contestó, esta vez con una seguridad que dejó todos mudos—. Soy Zigor, y sé por lo que estáis pasando. Así que os pido paciencia y que me digáis si necesitáis algo en concreto para curar vuestras heridas, ¿e-entendido?
No hubo ni una palabra en su contra, y con ello le pidieron lo que les hacía falta. Zigor pudo respirar un poco más aliviado, poniéndose así en marcha.
Susurros la rodeaban sin parar. No paraban de hablarla, pero no era en un lamento que se había acostumbrado. Era más relajante, incluso parecían ¿admirarla y apoyarla? No lo tenía claro a estas alturas, solo deseaba despertarse y pudo hacerlo cuando sus manos, por un instante, parecían volverse tan delgadas como si solo fuera hueso.
Aunque en verdad... eran agujas.
Despertó de golpe al ver esto y se vio envuelta en un comedor que no podía reconocer más que su tecnología avanzada a su alrededor. Se miró, encontrándose con algunas vendas en su cuerpo que sanaban a gran velocidad sus heridas. Era bueno que no tuviera muchas y que no fueran graves, pero eso no calmaba sus males cuando recordaba todo lo vivido, poniendo la mano en su cabeza y teniendo esa desesperación de chillar entre lágrimas.
Por suerte no lo hizo cuando pudo sentir la mano de Andrea agarrando la suya. Sus miradas se encontraron en un gesto de calma y paciencia, aunque no parecía que su compañera la fuera a tener al encontrarse en medio de esta casa que desconocía por completo.
Miró a cada uno de los presentes. Rostros derrotados y de confusión a excepción de uno, un joven que tenía sobre unos cincuenta años con los brazos cruzados mirándolos sin saber bien qué decir a continuación. Vestía con una ropa que no había visto nunca, una que mezclaba los colores blancos y azules en su chaqueta moderna al igual que sus pantalones.
—Parece que todos estamos despiertos y un poco mejor que antes —supuso el chico, cruzando sus brazos.
—¿Mejor? ¿Eso crees, Zigor? —preguntó Andrea, alzando la ceja—. Te hemos explicado lo que ha pasado y aun tienes el valor de decir esa gilipollez.
Zigor soltó un leve suspiro.
—Solo pido paciencia, las cosas no son tan fáciles como parecen, Andrea.
—¡No jodas! ¿¡De verdad?! —Andrea quiso levantarse, pero Ànima la agarró del brazo para evitar cualquier problema—. ¡Desde el principio, maldita sea! ¡Nuestro hogar todo estaba tranquilo para que en cuestión de días todo se vuelva un maldito desastre! ¡Andrina era mi mejor amiga para luego matar a mi hermana y mi pareja! ¡Mató incluso a Luminosa y podría ser capaz de más! ¿¡No lo entiendes?!
Zigor desvió un poco la mirada.
—P-Puedo decir que, a pesar del desastre, Nilia... ¡D-Digo! ¡Karma! Podrá encontrar la solución —aseguró Zigor, viéndose el sudor caer en su frente.
—¡Ni una mie-
—Cálmate, Andrea. No vas a llegar a nada con esa actitud —exigió Kemi en un tono firme, recibiendo una mirada llena de odio por parte de la joven—. No eres la única que lo está pasando mal. Solamente mira como están Kamico o Ànima y te darás cuenta.
No se equivocaba. Ànima pudo mirar hacia Kamico, que se encontraba sentado en el suelo agarrando su cabeza sin saber donde mirar ni qué hacer. Charlot se mantenía a su lado, intentando calmarle como mejor podía, pero de poco servía y no le culpaba.
Al mirar a otro lado, encontró con los ojos rojizos de Andrea. Sus rostros expresaban diversas formas de expulsar el dolor. Una mantenía la calma. La otra deseaba destrozarlo todo.
—Karma me explicó todo en su momento. Me dijo que las cosas no iban a ser fáciles a partir de ahora y que necesitaba parte de mi ayuda para cuando os llevara aquí —siguió hablando Zigor—. Es doloroso, pero me temo que esto no ha terminado cuando ese desastre irá planeta por planeta consumiéndolo todo, pero aún se puede detener.
Ànima vio como los ojos de Andrea se abrían como nunca para luego soltar una carcajada nerviosa.
—¡Ni una mierda! ¿¡Tú has visto lo fuerte que es?! ¡Casi nos mata! ¡Mejor dicho, casi nos mata Andrina al estar bajo su protección! ¡No me creo que haya ni una sola forma para detenerle! ¡Estamos condenados!
—No te consideraba tan negativa, Andrea.
La voz de calmada y femenina interviniendo en la sala hizo que los presentes se giraran para ver en la entrada al comedor la figura de una mujer vestida con una chaqueta larga y azul junto a un conjunto simple, poco común para alguien que tenía un gran poder en sus manos. Las vendas de su rostro eran presentes, dejando su ojo izquierdo libre para poder mirara a cada uno de ellos con calma hasta que la sonrisa apareció cuando miró a Zigor.
—Siento que sea tan pronto, ni yo misma contaba con que fuera justo ahora —murmuró Karma en un tono tranquilo.
—No importa, he hecho lo que me pediste, aunque el chico, ehm, Kamico...
—Con él será algo que trataremos un poco más adelante —interrumpió Karma para luego mirar a los demás, cruzando sus brazos—. Con ustedes tenemos mucho por hacer si de verdad deseáis acabar con Caos.
Andrea se giró para levantarse del suelo. Tambaleó un poco, pero pudo mantenerse firme para caminar en dirección a Karma. Intentaron detenerla, pero no pudieron. Solo vieron como Andrea se quedaba a unos pasos enfrente de ella para mirarla con odio.
—¿Por qué no le puedes matar tú? ¿¡Eh?! ¡Eres la maldita muerte! ¡Tú deberías ser capaz de...!
—Porque cuando morí, el buscó la inmortalidad y la consiguió, Andrea —interrumpió Karma, mirándola con total seriedad—. Yo sola no puedo detenerle, pero si podemos debilitarle lo suficiente para retenerle de por vida.
Andrea se quedó quieta en el sitio sin quitarle ojo. Pronto cruzó sus brazos en gesto rápido.
—¿Cómo? Porque yo no veo la manera.
—Te cierras en banda por el miedo al verle. No te culpo. No todos son capaces de aguantar su poder cuando le encuentran por primera vez. —Karma miró de reojo hacia Ànima para luego soltar un suspiro—. Ambas, graciosamente, tuvisteis un encuentro, uno del que sobrevivisteis porque los Números os protegieron. ¿Cómo os lo deberíais de tomar? ¿Un privilegio o una opción mayor para proteger esta galaxia?
Tanto Ànima como Andrea fueron azotadas por la duda, de hecho, la joven empezó a dar varios pasos hacia atrás hasta que fue agarrada por Kemi.
—¿Te crees que sois los únicos? —preguntó Karma, cruzando sus brazos—. Tú mejor que nadie sabes que hay seres de otras galaxias, incluso escuchaste los nombres de esas leyendas.
Andrea se quedó en silencio para mirarla con la boca entreabierta.
—La chica que copiaba todo...
—Ella es de la galaxia M, por lo que sí, existe, de hecho, ella junto a los demás está acabando con todo el desastre que hay en su hogar. Y no es la única, las demás galaxias hacen su mayor esfuerzo para acabar con esa fuente de poder que Caos toma sin descanso —continuó hablando Karma sin romper su posición—. Vosotros también debéis de hacer lo mismo lo antes posible. Un ayuda que no pasará desapercibida cuando le hagamos frente.
—¿Y cómo lo haremos frente? —preguntó Ànima, mirándola con total atención.
—Hay varias cosas que se tienen que solucionar de una vez, ¿no creéis, Aspaura y Kemi? —preguntó Karma, mirando a ambos con una clara molestia en sus ojos.
Kemi desvió rápido la mirada mientras que Aspaura observaba a Karma con un claro pánico en sus ojos.
—Vosotros debéis volver a vuestro hogar para que Sensibilidad e Insensibilidad vuelvan a estar juntos como estaba destinado. Es un equilibrio que debe regresar, pero no se hará si las Elinas y Drasinos aun se ciegan por ese pasado del que sabéis que es la locura actuando en las sombras. Ambos tenéis que acabar con eso, hablar con vuestros respectivos dioses para así eliminar una de las fuentes de poder.
Tras eso, dirigió su mirada hacia Kamico y luego a Ànima, soltó un largo suspiro, apretando un poco sus dientes.
—Otro de los problemas es Kersmark. Para acceder ahí se necesita de alguien que sea un robot o un ciborg. —Su mirada se dirigió a Kamico y luego a Ànima—. Y me temo que él solo no podrá ir, sino que alguien le debe acompañar para acabar de una vez con Kersmark y así otra de las fuentes.
—¿Por qué no puedo ir yo? —preguntó Andrea.
—Porque tú irás con Charlot a Claimia para acabar con Christel de una vez. Ella, lo más probable, es que quiera destrozar todos los planetas, incluido la tierra —contestó Karma para luego chasquear la lengua—. Ya le puedes agradecer tu vida entera a la hija de los Soles, porque gracias a ella tu hogar sigue en pie. Graves secuelas, pero por lo menos se mantiene en pie.
Andrea bajó la mirada en un largo suspiro en donde apretó sus puños con frustración. Lágrimas caían sin descanso, pero no hizo ni un solo ruido al respecto. Esto solo hizo que Karma soltara un largo suspiro para bajar la mirada por un momento.
—Todo esto ha sido un desastre que no os debió haber involucrado —murmuró Karma con arrepentimiento—. Caos supo jugar bien sus cartas. Cordura estaba derrotada ante su pelea. La Muerte buscaba su recipiente para empezar su larga tarea que dejó durante años. Y el Tiempo, al parecer, esperó el momento exacto para matar a Urchevole, que era la protectora del arma, no su elegida.
Aspaura se derrumbó ante esas palabras, cayendo contra el suelo sin saber bien que decir o pensar. Lágrimas salieron, unas que fueron acompañadas por Kemi al enterarse tal noticia.
Karma solo pudo poner los dedos en su entrecejo para soltar otro suspiro.
—No nos queda otra que movernos, aunque estéis derrotados por este desastre. Se que hubo pérdidas, pero...
Alzó por un momento su rostro, mirando a cada uno de ellos. Ànima se sintió extrañamente intimidada y observada cuando los ojos de karma se dirigieron a ella y los de Andrea.
¿Por qué... miraba hacia ellas como si hubiera algo a su lado? ¿Por qué las miraba con esa esperanza que hacía brillar su ojo en un color azul cielo? ¿Por qué?
—Os aseguro que no estáis solas. —Karma pudo soltar un leve suspiro, sonriendo a pesar del dolor. Miró hacia todos, poniendo las manos en sus caderas—. Menos cuando por fin los números empiezan a moverse tras tantos años de descanso.
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