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Capítulo 22: La diferencia.

No sabía bien lo que estaba ocurriendo, Charlot le había agarrado para dejarle lejos de la pelea que iban a tener, y si bien eso le había dolido, en parte tenía claro que era por su bien. Aun con ello, pudo ver la pelea que tenían ambas y podía decir que era lo más tétrico y escalofriante que podía ver en años.

Golpeas, cortes y patadas eran dados a diestra y siniestra. Se bloqueaban o recibían los ataques, pero eso no las frenaba. Ambas se peleaban en medio de la plaza, teniendo Charlot que acabar con las anomalías que intentaban interferir en la pelea, pero de poco servía. Era imparable y asustaba a cualquiera con su risa escandalosa en medio del lugar. Esto, en cambio, no afectaba a Marchie.

—¡Me hablaron genial de ti y ya entiendo el porqué! ¡No pareces tener un límite! ¡Menos con las cinco almas que tienes a tu lado! —gritó Marchie, soltando una leve risa—. ¡Muéstrame más! ¡Enamórame con tu violencia, Charlot!

Kamico se ponía las manos en la cabeza ante esas palabras. Se daba cuenta que tanto una como la otra no tenían consciencia alguna de sus acciones ni palabras. Lo disfrutaban, se reían, y todo en medio del caos.

Intentó como mejor pudo ponerse de pie. Si Charlot se iba hacer cargo de aquella loca, por lo menos intentaría ayudarla acabando con las anomalías que había cerca o ayudar a los demás ciudadanos que estaban aun presentes en medio del desastre. Apoyándose contra el suelo, trató de levantarse, sintiendo el frío en toda su espalda ante las risas desquiciadas de Marchie.

Se quedaba sin aire cuando la escuchaba. Era como si por un instante estuviera a su lado sujetando un cuchillo para herir toda su espalda y luego amenazar su cuello. Creía, incluso, que escuchaba su respiración en su oído junto a su risa burlona que carecía de buenas intenciones. 

Giró su cuerpo, y si bien sintió alivio al ver que eso no eran más que alucinaciones, no podía perder más el tiempo. Tenía que moverse y ayudar a los demás de una buena vez.

Avanzó por las calles hasta que pronto escuchó un estruendo que lo hizo frenar, girándose para ver como Marchie, con la sangre en su cuerpo y cabeza, se levantaba del suelo con una sonrisa llena de satisfacción.

—¡Tú viviste lo mismo que yo! ¡Fuiste una asesina! ¡Fuiste como yo! ¿¡Por qué te niegas a esto?! ¿¡Por qué peleas contra mi si somos iguales?! ¡Podríamos habernos conocido incluso! —preguntó Marchie entre risas, mirándola con total atención.

El desprecio y asco se vio reflejado en su rostro, pero no solo eso, pronto juró ver como sis ojos pasaban a ser unos más castaños junto a una expresión llena de odio.

—¿Quién se acercaría a ti con esa asquerosa apariencia? No me extraña que Amelia te rechazara dos veces.

Sus palabras parecían haber afectado como Marchie se quedaba inmóvil en el sitio hasta que sus manos empezaron a temblar. Pronto empezó a reír, pero con tanta fuerza que resonó en toda la manzana.

—¿¡Amelia estás ahí!? ¡Caos me dijo que este cuerpo inútil tenía miles de sorpresas! ¡Pero no me esperaba que fuera algo de este estilo! —chilló emocionada, levantándose del suelo como si las heridas no existieran—. Si está Amelia, entonces... ¡Mei! ¡La zorra asquerosa de Mei está contigo también!

En el momento que pronunció tales palabras, Charlot se movió para agarrarla del cuello e impactara contra el suelo. No dudó en clavar su cuchillo contra su estómago, escuchando sus gritos de dolor y risa mezclados.

A estas alturas, Kamico se veía incapaz de avanzar, era como si la actitud de Marchie hiciera a su alrededor un efecto de presión en su cuerpo. Una fuerza que le dejaba sin aire. Aun sabiendo que estaba ahí, sentía que estaba a sus espaldas agarrándole y amenazándole con una risa que seguía escuchando. ¿Y en cambio Charlot? Seguía ahí luchando como si nada importara. 

—¡Déjame darte un regalo más! —chilló de la emoción Marchie para agarrar el cuchillo, aun si era clavado en la palma de su mano—. ¡Déjame llevarte todo el desastre de Steinfall aquí!

No pudo comprender sus palabras, pero tampoco le hizo falta esperar mucho. Cuando terminó la frase, todo se volvió mucho más oscuro de lo que ya era. El Sol parecía ser opacado por la niebla y la oscuridad, viéndose así una ciudad hermosa transformada en el escenario perfecto para una masacre que ninguno iba a olvidar.

La presión de sus hombros era peor que antes, sentía que todo lo que le rodeaba era la desgracia de las almas que habían sufrido durante años sin ser salvadas. Miró como mejor pudo su alrededor, y juró ver cientos de ojos rojizos escondidos en las diversas calles o estructuras destrozadas. Sintió por un instante lo que era ser la presa, y por desgracia, no sería la única.

—¡Deja que los Steins también disfruten de este fin del mundo! —chilló Marchie entre risas, moviendo sus brazos con alegría y emoción

Ante esto, Charlot se alejó de ella para atacar a los Steins, pero su idea fue denegada cuando Marchie la agarró para impactarla al suelo y con ello perforar su pierna. 

—Ah. No. Tú y yo tenemos una relación amorosa pendiente.

Consumido por la presión, Kamico hizo lo poco que se le ocurrió hacer. Luchar aun si no tenía la resistencia para ello. Usar la electricidad aun si significaba morir. De pie en el sitio y con su brazo apuntando a las bestias, no dudó en ponerse en marcha para soltar la electricidad con tal de aturdirles y, con ello, darles puñetazos o patadas con tal de acabar con sus vidas.

El problema era que no era tan fácil como creía. Si bien era cierto que lograba inmovilizarlos y herirlos, las bestias seguían adelante con tal de matarlo en el acto. No parecían conocer el dolor ni el miedo. Simplemente se movían por lo que sus instintos le decían.

Trató de seguir adelante. Esquivó, atacó y se mantuvo firme las veces que pudo, pero no era tan fácil cuando poco a poco las bestias lo iban rodeando hasta dejarle sin opciones. Oscuridad, risas y muerte. Era lo que su mente podía captar en medio de su presión en la que su corazón parecía querer salir en cualquier instante.

Movió su brazo izquierdo, pero al hacerlo, su mano y parte de su brazo fue mordida. Chilló de dolor e intentó quemarlo, pero de poco sirvió cuando otra de estas bestias agarró su otro brazo para arráncarselo. Gritó como nunca, pidió ayuda, pero sentía que de poco servía cuando sus ojos miraban hacia Charlot y se daba cuenta que su compañera también estaba en apuros.

Todo parecía ir tan lento. Una vez más. Una lentitud que a estas alturas no quiso hacer caso. Solamente dejó que su cabeza impactara al suelo, dejando que su mente activara esa último recurso.

—Lo siento. —Frunció el ceño ante esa voz. Sintió una presión en su espalda, una delicada y tranquila, demasiado para ser real—. Aun no es el momento. Me haces falta.

Confundido, abrió sus ojos y se quedó sin aire cuando vio su alrededor. Respiró con dificultad, cayendo lágrimas de pánico al ser incapaz de comprender cómo era posible que todas esas bestias que había a su alrededor, habían muerto con solo un corte brutal y poco compasivo de un arma poderosa y afilada.

—Mantente con vida —habló de nuevo la voz—. Puedes seguir adelante, pero mantente con vida. Estas acciones que hago no le gustan, pero saben que son necesarias.

—¿Quién... Quién...?

Intentó girarse, pero lo poco que pudo ver antes de caer inconsciente fue lo que parecía ser la prenda de una chaqueta azulada moviéndose con lentitud.

Trató de mantener el ritmo de la pelea con Marchie, aunque no era nada fácil por como se movía. Daba la sensación de haber invocado este desastre con sus palabras le daba más fuerza, aunque sabía que ella no había hecho esto, sino Caos que vigilaba desde algún lado que no quería imaginarse donde.

Sentía una gran presión encima, sin quitarle ojo a Kamico, aunque esa obligación pronto desapareció cuando se dio cuenta que las bestias que se habían acercado a él, al igual que las que había en otros puntos, habían sido eliminadas en cuestión de segundos.

Tal acto captó la atención de Marchie, mirando hacia el mismo sitio que observaba Charlot. Ambas eran testigos de una sombra que estaba encima de Kamico, sujetando... ¿lo que parecía ser una guadaña?

—¡Tú! ¡Ven aquí y lucha! —chilló Marchie enfurecida.

Sin perder tiempo, fue a por la figura para intentar matarla, pero esta, en vez de defenderse, solo movió su mano derecha, apareciendo lo que parecían ser unas líneas blancas y negras que formaban un símbolo similar a la figura de un destello.

—Número 79.

Y nada más pronunciar esas palabras, desapareció. Marchie aun así siguió avanzando hacia Kamico con tal de matarle, pero no pudo ante una gran barrera reforzara que lo protegió. El bate de Marchie no podía hacerle ni un solo rasguño, de hecho, golpear esa barrera era hacerse daño a si misma.

Rio ante esta situación tan curiosa, girándose lo suficiente para mirar a Charlot de reojo.

—¿Quién de vosotros sabe usar las magias del núcleo de esta manera tan perfecta? —preguntó, manteniendo la sonrisa en su rostro.

«¿Magias? Nadie... Nadie sabía eso», pensó Charlot, frunciendo el ceño.

«Ninguno de nosotros lo sabíamos, Charlot, pero eso ahora mismo no es algo que debamos pensar. Aprovecha esta situación para centrarte solo en ella».

Soltó un leve suspiro y afirmó con una sonrisa.

«Entonces dime sus puntos débiles, Amelia».

Sin perder más tiempo, fue en dirección a Marchie con el cuchillo en mano para atacarla sin descanso. No la iba a dar opción alguna. La iba a dejar en un buen apuro, aun si la contraria esquivaba o reía como nunca. Había que decirlo, su enemiga carecía de cordura, pero no se dejaba llevar sus acciones, más al saber que tenía más ventaja que ella a la hora de atacar y moverse.

Cuando lograba herirla, podía encontrarse con su sonrisa, como si el daño la hiciera de ella imparable, como si los golpes y cortes fueran algo que la hacían sonreír hasta estallar de la emoción. En ocasiones trataba de esquivar sus ataques, viendo como su bate era movido con brutalidad. Un golpe así, era destrozar una parte de su cuerpo, y era lo último que deseaba.

«Provócala, Marchie aun tiene estigmas del pasado. De eso estoy segura».

Esas palabras dulces mezcladas con el veneno hicieron que Charlot afirmara, moviéndose y atacando hasta que una de sus patadas logró darle al estómago de Marchie, tirándola contra el suelo. Tras eso, la miró de reojo con un claro odio visible en sus ojos, parecía incluso que un brillo rojizo como si fuera un aviso de que cualquier acción que hiciera, no iba a ser perdonado.

—Se suponía que eras la asesina de Steinfall, o la próxima, pero solo veo a una débil que ha perdido todo y reía en vez de llorar —habló Charlot sin quitarle ojo.

Marchie alzó un poco su cabeza para mirarla con una sonrisa ensangrentada.

—Puede que haya perdido todo, pero más que eso no puedo perder. ¡Solo ganar! —chilló Marchie, intentando levantarse para atacarla, pero esto no sirvió de mucho cuando Charlot la agarró del brazo y la impactó contra el suelo.

—Me gustaría saber bien cómo —mrumruó Charlot, sonriéndo con malicia, haciéndo más daño el brazo de Marchie a la vez que se acercaba a su oído izquierdo—, porque según sé, tu ibas a derrotarme, pero solo has acabado en esta posición en la que no puedes hacer nada, al igual que ocurrió con Mei y Amelia.

Vio como Marchie empezaba a moverse con desespero, pero se lo impidió perforando en hombros con su cuchillo. Chilló de dolor. Por fin dejó de reírse. Ahora le tocaba a Charlot hacerlo.

—Puede que mataras a Max porque era el único que no sabía defenderse, pero ¿con Mei y Amelia? ¡Venga ya! Una estaba retirada de sus acciones del pasado y la otra no había hecho daño en su vida. ¿Cómo puede ser que ambas te ganaran? Porque lo hicieron, aun si murieron, fue más por culpa de Pyschen que tuya —siguió hablando Charlot, acercándose lo suficiente para ver las facciones del rostro de Marchie. Lágrimas caían, unas que la hacían sonreír con ganas—. Perdiste a la que más amabas por tus inútiles acciones. Perdiste todo lo que te hacía ser por caer en la desesperación. Perdiste todo, y aquí estás, rendida ante la verdadera asesina.

—T-Tú no eres una asesina... —murmuró Marchie, mirándola de reojo con odio—. Mataste para proteger.

Charlot soltó una leve risa.

—Ante una acción justa y un límite que yo sola tuve que romper. Yo maté para proteger. Tu mataste por diversión. Claramente, no somos lo mismo, y por ello fui la favorita.

Ante esas palabras, Marchie chilló como nunca e intentó levantarse del suelo. Charlot se apartó y vio como la contraria se ponía en pie a duras penas por las heridas que había recibido. La miró con un claro odio en sus ojos, uno del que a estas alturas dejaba en claro quien era la que estaba bajo el control de aquellos hilos.

Vio su sonrisa. Escuchó su escandalosa carcajada y agarró el bate como mejor pudo.

—¿Sabes que es lo que me alivia, Charlot? —preguntó Marchie, agarrando su bate con sus dos manos—. Que sea cual sea el resultado, tú perderás a tu obsesión o ¿quién sabe? ¿Morirás ante sus órdenes? ¿Servirás a ella aun sabiendo que no es correcto? ¿Qué harás sabiendo nuestra condición? 

Charlot se quedó en silencio, respirando hondo para cerrar sus ojos con calma. Desde afuera, Marchie pudo contemplar algo que la dejó sin palabras, y era que alrededor del cuerpo, cinco almas se encontraban atadas a ella, observando a la contraria con diversos rostros de odio, diversión mezclada con confianza y asco.

Para la contraria, era una situación surrealista en el que la presión de su cuerpo aumentaba, cayendo incluso de rodillas al suelo al ver tal escenario inusual. ¿Quién le diría que sus ojos verían el muñeco más terrorífico que Pyschen pudo haber creado? No era de extrañar que ella fuera su favorita si había tenido la idea más despiadada que pudo haber tenido en su momento.

Cinco almas, consumidas por diversos poderes y funciones, mostrando una oscuridad más grande que la otra, siendo la quinta y última la que más consumida por los peores sentimientos se encontraba.

—Puede que Charlot se obsesionara con esa chica —habló una voz que Marchie pudo reconocer. Era Max.

—Pero eso no quita que los demás lo estemos —continuó Amelia con una sonrisa divertida.

—Y mientras nosotros tengamos el control —siguió Mei.

—Entonces no tendrá que pasar por esa decisión, por esa obligación —terminó una voz que nunca había visto, pero que Marchie sabía al haber sido avisada de esas almas. Esta, tenía el nombre de Namia.

Antes de que pudiera hacer algo, vio uno de los espíritus acercarse a ella. Parecía tener unas cadenas en sus manos, unas que de inmediato usó para ahogarla y retenerla contra el suelo. Marchie, mediante gestos desesperados, trató de buscar el oxígeno, pero no pudo cuando el espectro que tenía enfrente se puso enfrente, mostrando la tenebrosidad en sus ojos consumidos por la oscuridad propia de un universo destrozado y consumido por el odio.

Su mirada su suficiente para que perdiera poco a poco la consciencia, aunque escuchando sus últimas palabras.

—Tú no eres la desgraciada que casi me mata antes de irnos de Steinfall, por ello no voy a perder tiempo contigo. Inútil.

Y ante esas palabras, lo poco que pudo ver Marchie, fue a las almas entrar de nuevo en el cuerpo de Charlot, como si estuvieran atadas a ella y supieran donde regresar aun si se alejaban un poco. Pronto, vio como la apariencia de Charlot parecía ¿ser más grande? Daba incluso la sensación de que su apariencia carecía de forma Stein. En sí, era como si viera la bestia más grande, como la de un lobo de más de cinco metros abriendo sus fauces para matarla con sus colmillos.

Rio aun sabiendo que no debía y se dio cuenta que la apariencia que pudo haber tenido Charlot era la de un lobo, pero no uno cualquiera, sino el líder de una gran manada que actuaba cuando era necesario. Silencioso, tenebroso y el más peligroso. Un animal que no conocía la compasión. Un animal que asesinaba y mataba tantas veces hiciera falta.

Fue lo último que pudo presenciar. Fue el último respiro dentro de ese cuerpo. Fue la última carcajada desquiciada que oyó, y ante su muerte, sonrió.

Una sonrisa que a Charlot le causaba asco, pero ya no le dio más importancia. Le dio la espalda y fue a por Kamico. Por desgracia, todo esto no había terminado y ahora no le quedaba otra que ir a por Andrina para detener sus acciones.

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