Capítulo 20: Asesinas de distintas ciudades.
El pánico consumía todo a su paso. Corría como mejor podía en las Ramblas que tanto apreciaba y quería, encontrándose con las personas que huían consumidas por el temor. Algunos se atrevían hacer frente a las anomalías, pero era un resultado que poco servía al haber gran cantidad atacando en conjunto.
Deseaba hacer algo, pero su brazo izquierdo no parecía funcionar como deseaba. Se veía atacado por los nervios, como si todo fuera en cámara lenta sin saber bien qué hacer. Lágrimas caían de sus ojos a la vez que los edificios empezaban a derrumbarse ante el caos. Y eso no era nada cuando cada pulsación de su corazón era un recordatorio de todo lo que había oído y vivido antes.
Ya no estaba con vida. También había perdido a su hermana.
Agarró su cabeza con desespero sin saber bien que hacer. Quiso chillar, pero en vez de eso tuvo que esquivar a la gente que huía despavorida de la situación, encontrándose a lo lejos a las anomalías que se fijaban en él.
Un recuerdo del inicio de todo. Una burla de la vida misma al saber en que situación estaba metido, y esta vez estaba completamente solo.
Dio pasos inciertos hacia atrás, moviendo su brazo izquierdo para que su mano derecha la agarrara. Apuntó hacia ellos, sintiendo el sudor en todo su cuerpo junto a su respiración apurada. Temblaba sin descanso, como si en cualquier momento cayera de rodillas contra el suelo y se rindiera ante la situación.
¿Por qué debía de ocurrir esto así? Se preguntaba sin descanso. ¿Por qué debía ocurrir esto en su propio hogar? Lo habían hecho todo de la mejor forma posible, ¿por qué su hermana había llegado hasta este punto? ¿Por qué tenía que llegar a este límite?
Recordaba la conversación que había tenido con su madre y lloraba desesperado, chillando de la rabia y el dolor hasta tal punto que soltó la electricidad de su brazo sin poder aguantarlo más.
Esto fue un acto imprudente y a la vez su salvación. Acabó con las anomalías que había cerca suya, pero llamó la atención de otras personas y también de aquellas bestias. Se sintió en el punto de mira. Confusión y terror. Ira y caos. Se veía rodeado por el fin de su hogar, ¿y quién sabe si del mundo? Después de todo, había sido teletransportado aquí por... ¿su hermana?
¿Tanto poder había ocultado en este tiempo? ¿Qué había hecho durante todo este tiempo en la tierra? Y ni si quiera era tanto, solo tres días. ¿Los suficientes para volverla así?
Apretó sus dientes y levantó poco a poco su rostro para mirar con decisión a las anomalías que se iban acercando. Era imposible olvidarse de su apariencia y hedor. Una mezcla entre lo líquido y lo sólido, tomando cada vez más tamaño, como si unidas pudieran crear la peor bestia que sus ojos le enseñaran. Oscuridad, pero no era anda similar a la de Ànima, sino una que irradiaba dolor, rabia y odio, más en esos ojos circulares blancos.
Unidas en un solo ser bestial, se abalanzaron hacia él con sus garras que podían duplicar su altura a la perfección. No supo bien cómo, pero se apartó de inmediato, viendo como esa bestia seguía adelante para acabar con todo lo que había a su paso. Se quedó sin aire, inmóvil y abrió la boca por unos segundos para al final cerrarla.
—¡A mi es a quién debes atacar! —chilló Kamico, levantándose del suelo apra ir en su dirección.
¿Cómo iba a dejar que todo lo que adoraba de su ciudad fuera destruida? ¿Cómo iba a dejar que toda esa gente sufriera las consecuencias que ellos debían remediar? Un desastre del que debía solucionar yendo a por su hermana de inmediato. Desconocía el lugar concreto donde se encontraba, pero buscaría por todos los lados con tal de detenerla, aun si lo hacía solo. Lo haría.
Era un dolor agonizante saber a qué punto habían llegado. Enfrentarse a su propia hermana, aun si decía que no lo eran. Para él aun seguía siéndolo, para él era alguien a quien quería como nunca para protegerla y ayudarla.
Verla en ese instante, actuando sin temor alguno de las consecuencias que iba a dejar... como si ya lo tuviera meditado desde el principio. Destrozaba su corazón, más de lo que ya estaba.
Corrió en dirección hacia la bestia para disparar un rayo de electricidad a sus espaldas. Al captar su atención, no dudó en moverse lejos de las calles para llevarle a un punto un poco más amplio. Conocía uno, no era el ideal, pero tampoco tenía el tiempo para correr o entretenerle.
«Al menos no habrá mucha gente ahí, o espero que se vayan de ahí de inmediato», pensó, yendo en dirección a la plaza Cataluña, viendo la gente huir de un lado a otro sin saber donde esconderse, aun si tenían el metro, no parecía ser lo más seguro si las anomalías solían esconderse en los puntos más oscuros.
En sí, creía que no había mucho sitio donde refugiarse, pero al menos podría hacerse cargo de la bestia solo, que era el mayor problema. Confiaba en que la policía pudiera hacer cargo de las demás.
—¡Sígueme, inútil! —chilló Kamico, girándose para dispararle otro rayo de electricidad, dándole así en el ojo. Sonrió, sintiendo una pequeña gota de esperanza—. ¡Veamos si eres capaz de siguiera alcanzarme!
Tampoco era muy veloz, había que admitirlo, pero sus provocaciones funcionaban contra la bestia, acelerando el paso para así llegar antes la grandiosa plaza rodeada por los imponentes edificios. En medio del lugar donde la niebla era presente, haciendo a su alrededor apenas visible de percibir, sintió una presión en su pecho que le hizo temer por su vida.
Esto no era como había ocurrido en Suqueia, que podían moverse y actuar sin temor a herir a nadie. Era su hogar, y con ello, consecuencias que debía mantener en cuenta de alguna manera u otra.
Se movió rápido hacia un lado al ver como la bestia impactaba uno de sus puños contra el suelo, creando unas grietas en el suelo en el que destrozaron por desgracia las baldosas. Sintió pánico, aun si ya sabía que esa bestia era fuerte al correr por las calles pavimentadas y asfaltadas, dejando el destrozo a su paso sin miedo alguno.
Tras apartarse, apuntó al monstruo para soltar un gran rayo que logró perforar una parte de su cabeza, cerca donde Kamico intuía que era el oído. Sonrió al herirle, pero no por mucho tiempo al ver como la bestia movía su mano izquierda para cubrirla y regenerarla en cuestión de segundos.
«Mierda. Se regeneran como Andrea, pero es mucho peor. ¡Peor!»
Se apartó a un lado, pero este no lo pudo esquivar, siendo afectado por las rocas que chocaron contra su cuerpo. Impactó contra el suelo, pero no dudó en mover su brazo para disparar una vez más, esta vez dándole en el pecho. La bestia si bien le afectó el daño, hizo lo mismo de antes, pero mirándole con una sonrisa burlona.
Los ojso de Kamico parecían salir en cualquier momento. Intentó pensar en algo, pero no le era posible cuando esa bestia golpeó una vez más el suelo. Se apartó, pero no se esperó que su pierna derecha fuera agarrada por lo que parecía ser una masa líquida y putrefacta que lo levantó por los aires para luego impactarlo contra los edificios que había cerca.
Rompió los cristales que había a su paso hasta rodar contra el suelo. Pronto sus sentidos empezaron a fallar, pero siendo capaz de escuchar a duras penas los gritos de la gente que huía despavorida, creando un ambiente terrorífico, más de lo que ya era. Intentó moverse, pero sus piernas y brazos no reaccionaban. Trató de mantener los ojos abiertos, pero ni si quiera podía ver los colores como correspondía.
Era como si una vez más tuviera una llamada con aquella que tanto temía. La misma que intentó evitar en el hospital.
«Me-Me niego...».
Como mejor pudo, puso la mano derecha en el suelo para intentar levantarse. A duras penas logró sentarse en el suelo, arrastrándose poco a poco hasta chocar contra la pared. A duras penas pudo ver la bestia yendo en su dirección y rompiendo todo a su paso, incluso si lo deseaba tiraba los vehículos más grandes a un lado para generar más caos del que ya había.
Se mantuvo en el sitio, y juró que el tiempo se reía de él al hacerlo todo demasiado lento. Apoyó su cabeza contra la pared y deseó cerrar los ojos para aceptar la derrota al saber que no era como Andrea. Tenía dos anomalías a su lado, ¿y él? Aun siendo un ciborg, tenía el cuerpo de un humano, por lo que era obvio que su resistencia no era la misma, y menos tenía regeneración.
Respiró como mejor pudo, aunque esta parecía ser mucho ma's lenta que antes. Juró ver el aire que expulsaba, que todo lo que había a su alrededor era como polvo que tenía diversos colores que cobraban un significado inexplicable para él. ¿Esperanza? Podría serlo, aunque era complicado con todo lo que ocurría.
Su cuerpo no parecía responder a ninguna orden de su mente. Era como si la propia intentara luchar con todo, pero las opciones se reducían tanto a una sola opción que a Kamico le aterraba, pero tarde o temprano debía llegar, ¿no?
A punto de cerrar sus ojos, juró ver por instante algo que le dejó confundido. Unos cables de electricidad se movían de un lado a otro, no con mucha fuerza, pero lo suficiente como para que Kamico abriera los ojos y lo que viera enfrente era un brillo amarillento que se movía de un lado a otro sin descanso.
Daba la sensación de que esos cables le hablaban. Le pedían su ayuda. Algo tan surrealista que el propio Kamico se sentía disperso de todo lo que le rodeaba, pero a la vez le generaba una fuerza inusual en su brazo izquierdo, uno del que le permitió agarrar los cables y sentir esa corriente en su cuerpo.
¿Cómo podía explicarlo? Si bien era cierto que sentía esa electricidad, no se centraba solo en su brazo, sino que podía decir que toda su parte humana dejaba a un lado lo que era para ser todo un robot. Como si por instante, dejara todo lo que le hacía él para levantarse del suelo y agarrar los cables para ponerlos en su brazo izquierdo.
No pensaba a estas alturas, simplemente hacía caso a lo que... ¿un robot podía pedir? Energía. Eso era. Solo necesitaba eso y con ello levantar su brazo izquierdo. Mirar al monstruo y con ello darse cuenta que podía luchar a pesar del dolor. Podía disparar de su brazo izquierdo toda la electricidad que pudiera robar para disparar a la bestia.
El rayo de luz eléctrico que salía de la palma de su mano perforó el pecho de la bestia que medía por lo menos unos cinco metros de altura. Chilló de dolor ante ese ataque, intentando regenerarse, pero siéndole imposible ante la energía que aun seguía desprendiendo Kamico. Se veían las lágrimas en sus ojos a la vez que gritaba con todas sus fuerzas.
Y si bien eso le generaba un dolor horrible, a la vez sentía una fuerza mayor, un temor mayor que existía a su lado. Era complicado expresarlo cuando todo este tiempo se sentía vigilado, como si en cualquier momento la muerte estuviera a su lado para ver su momento, y él siempre se negara a ello.
Esa era la fuerza que le hacía seguir adelante a pesar del dolor. Era el motivo por el que seguía luchando, soltando un suspiro de alivio al ver como esa bestia moría, o mejor dicho, las anomalías que lo componían desvanecían.
Volvió a escuchar su respiración a la vez que el tiempo parecía regresar a la normalidad. Lágrimas cayeron ante el alivio que sentía, pero sabía que esto no era el fin. El desastre aun seguía en el exterior y no podía mantenerse quieto.
Con el mayor esfuerzo intentó levantarse del suelo para seguir caminando, pero intentarlo fue crearle un mareo constante en su cabeza del que le creaba ganas de vomitar. Apoyó su mano contra la pared, caminando con lentitud con tal de salir del edificio, aunque pronto sintió una mano a sus espaldas para luego agarrarle de brazo derecho para que se apoyara.
—¿Estás bien? —preguntó una voz femenina, una que Kamico pudo escuchar a duras penas—. No sé que ha sido eso, pero ¡ha sido increíble!
Kamico no pudo responder como deseaba, ni siquiera podía ver a la chica que tenía a su lado. Debía de admitir que era bastante grave para ser el de una mujer, similar a la de Andrea incluso.
—Tú no te preocupes —continuó hablando, y Kamico juraba que estaba sonriendo la chica—. Saldremos de esta.
—¿Có-Cómo...?
Intentó girar su cabeza, pero al hacerlo pudo ver como la chica sujetaba lo que parecía ser un bate de béisbol en su mano derecha.
«Va armada. No parece tener miedo», pensó con cierto alivio al saber que, a pesar de lo malo, parecía haber gente valiente a su lado.
—He estado luchando durante toda mi vida, ¿sabes? —habló la chica con una leve risa que se le escapó a sus labios—. Esto no me asusta tanto, aunque para vosotros lo sea.
Pronto frunció el ceño, y fijándose como mejor pudo, se dio cuenta de que la mujer que tenía al lado tenía algo que no era normal. Una cola de ratón totalmente mordisqueada y destrozada.
—Y créeme que ver el miedo en otros es algo que me encanta.
Con un pujón de la contraria, Kamico pudo ver a duras penas la apariencia de la joven mujer que tenía propiedades como las de un ratón. Sujetó su bate de béisbol, lista para golpearla en su cara, pero Kamico a pesar del cansancio y el temor, movió su brazo izquierdo para soltar electricidad e inmovilizarla en el sitio.
Impactó contra el suelo, pero ignoró el dolor y trató de alejarse, aunque no pudo cuando el pie de la chica impactó en su pecho. Escupió y gritó de dolor. Su fuerza era como si por un instante le pusieran cientos de pesas encima suya, impidiéndole la respiración. Vio la sonrisa sádica de la contraria, sujetando el bate con sus dos manos.
—¡Es una pena! ¡Tu hermana me habló muy bien de ti! —gritó la contraria con una risa—. ¡Supongo que me llevaré una gran decepción contigo si te mato ahora, ¿no?!
Y a punto de mover el bate, vio como de repente el peso en su pierna desaparecía gracias a que alguien se había interpuesto en el camino de aquella asesina. Escuchó un grito lleno de dolor, uno del que le obligó a Kamico a levantarse para ver que no estaba solo, aunque tampoco entendía que hacía ella aquí.
Dio varios pasos hacia atrás y pudo ver su mirada rojiza, sonriéndole con calma para luego agarrar su cuchillo y mirar a la contraria.
—Me hablaron de ti, Marchie —comenzó a hablar Charlot, moviendo su cuchillo sin temor—. Me dijeron que eras un peligro, pero solo veo a una niñata cegada por su parte infantil y confianza.
Vio como Marchie se levantaba del suelo con una sonrisa que aun no desaparecía. Sujetó su bate y miró de reojo a Charlot para soltar una leve risa.
—¿¡Es cierto lo que veo?! ¡¿Estoy viendo a quién fue la consentida de Pyschen?! —preguntó Marchie, limpiándose la sangre en su boca.
Charlot rio por lo bajo y afirmó.
—Veo que hablaron bien de mí.
—¡Oh! ¡Créeme que sí! —gritó de emoción Marchie, levantándose del suelo—. Tu me robaste un puesto.
—¿Vas a pelear por algo que ya no existe?
Marchie sujetó su bate, riéndose como nunca.
—Voy a pelear hasta matarte, Charlot. Hasta tener mi título como asesina de Steinfall.
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