Capítulo 2: Unidas por las luces.
Sus ojos brillaban en un fuego que a veces ardía de frustración o se apaciguaba como si le hubieran tirado agua. Escuchaba todas sus palabras con atención, dándose cuenta que en este tiempo habían ocurrido demasiadas cosas. Tantísimos años luchando para al final tener este resultado.
Y no se sentía tan dulce como esperaba. Eran flores que cuando se lanzaban, dejaban un aroma agradable, pero se marchitaban con rapidez al llegar al suelo, dejando en claro que la celebración que tenían era temporal.
Aun había mucho por solucionar, y más si era consciente de los problemas en los que estaba metida ella y, irremediablemente, su hermana. Deseaba que despertara de una vez para hablar de todo lo que le había jurado decir. Necesitaba que abriera los ojos y dijera todo.
Pero por ahora solo quedaba esperar o llevar a Lizcia y Adela a sus respectivos hogares.
Esto último era muy complicado. Ser la portadora de tal noticia no era agradable. De imaginar que tenía que llegar a Tugia y decir todo lo ocurrido era como si apretaran su corazón. Luego, era dejar a Lizcia que, si bien seguía con vida, era una sensación amarga al saber que no todo estaba seguro. La amenaza seguía en todos los lados.
Al menos tenía muy claro que cuando llegara a Codece, pudiera hablar con Rima una vez más para pedirle un favor. Ver su a lo mejor despertaba un recuerdo oculto tras lo ocurrido en Steinfall.
Solo lo haría si Pyschen no despertaba.
En un momento de su caminata, se sentaron en los bancos que había en un extenso parque donde algunos jóvenes se ponían a jugar. Tal hecho para Ànima fue nostálgico, era revivir su infancia en la anterior vida. Un recuerdo tan inusual como si por un momento todo fuera en blanco y negro, viéndose reflejada en ellos.
—¿Ànima?
La voz de Andrea la despertó, mirándola con tranquilidad. Analizándola, se dio cuenta de como era físicamente. Una joven de apariencia ruda y que no tenía mucho cuidado en su aspecto, aunque no le parecía importar a estas alturas.
—Estoy bien. Lo siento, me distraje un poco mirando lo que me rodeaba —admitió Ànima, apoyándose contra el respaldo del banco de madera.
—Oh. Tiene sentido —respondió Andrea, mirando también hacia los demás—. Capaz te es... ¿raro?
Ànima se quedó en silencio dándole vueltas a toda la historia que le había dicho. Respiró hondo y afirmó.
—Más que raro, es una sensación inusual de querer volver a esa vida que tuve antes. Desear que todo esto no ocurriera —admitió, bajando la mirada por un momento—. Todo llevó a consecuencias horribles, ¿sabes? De una cosa tan mínima llegáramos a este punto donde nos conocemos. Somos de distintos años y aquí estamos.
Andrea rascó la cabeza en un gesto un poco incómodo.
—Sí, es... extraño. Pensar que tú has sido humana y que ahora has llegado a esto —respondió sin saber donde mirar—. Aunque si lo miramos, yo también estoy igual al...
Suspiró agachando la cabeza, despeinándose por completo para poner las manos en sus mejillas. Ànima entendía el porqué de sus gestos al no ser tan humana y tener dos anomalías.
Quién le iba decir. Anomalías aliadas con ellos.
—A mi me sorprende que hayas podido comprender todo esto hasta este punto. Pocos aceptarían algo así de arriesgado —admitió Ànima, recibiendo una mirada de reojo por parte de Andrea.
—Mismo en tu caso, ¿no crees?
—Lo mío era por obligación a estas alturas, Andrea —contestó Ànima con seriedad—. Era un cúmulo de problemas que me llevaban siempre a mi hermana.
Andrea alzó la ceja por un segundo y soltó un suspiro.
—Nosotros fue más por Andrina con el destello y por Luminosa —respondió, mirando hacia enfrente—. Aunque en mi caso fue más porque fui una inconsciente de mierda. Creía que todo era como un videojuego.
Ànima cruzó sus brazos sin quitarle ojo.
—Supongo que era tu forma de tolerarlo.
—Y de la peor forma si te pones a pensar —contestó Andrea sin mirarla aun. Soltó un largo suspiro y agachó la cabeza—. Admito que en cierta parte era emocionante. Es... un sueño que muchos jóvenes obsesionados por los videojuegos pueden pensar. La idea tonta de decir, ¿qué pasaría si estuvieras dentro de ese mundo? Es una infantilidad y yo pensé que sería igual.
—Ya ves que no es así —respondió Ànima con calma.
—Y encima llevé a mi hermana en esto —añadió Andrea, bajando la cabeza.
Ànima se quedó en silencio y frunció un poco el ceño. Le parecía irónica la situación por como Andrea se asemejaba en algunas cosas con su vida. Aun así, no le dio más vueltas y la miró de vuelta.
—¿Qué piensas hacer cuando vuelvas a casa?
La pregunta que puso en tensión a Andrea. En ese momento era como si las chispas del fuego estuvieran a punto de incendiarlo todo.
—¿Te soy honesta? No tengo ni puta idea —contestó sin tapujos, mirándola por fin—. Es... ¡Es difícil! Joder, tener que explicarle esto a mi familia debe de ser complicado de narices. ¡No me van a creer y me tomarán por loca o... o...!
—¿Quieres mi consejo?
Andrea se quedó en silencio ante sus palabras. La miró de arriba abajo para luego afirmar.
—Yo fui demasiado imprudente al obsesionarme con la idea de que mi hermana estaba condenada —admitió Ànima, bajando un poco la mirada—. No les dije nada cuando ocurrió todo y es el mayor fallo que pude tener porque no me despedí de ellos. No quiero imaginarme que habría pasado si mis acciones hubieran sido erróneas, posiblemente sería más sufrimiento del que mi cabeza no quiere asimilar. —Suspiró, sonriendo como mejor podía, pero su corazón en verdad deseaba soltar las cadenas que tanto agarraba.
» El asunto es que, si yo fuera tú, le diría la verdad a mis padres. Es una situación compleja, claro que lo es, pero es preferible decir toda la verdad con tu familia a que en un futuro las cosas no puedan ser dichas. A que a lo mejor en un futuro no puedas volver a tu hogar por cosas que el destino ha decidido. —La miró con una pequeña sonrisa, esta vez si era honesta—. Aunque de miedo, hazlo. Es en parte quitarse un peso encima y quien sabe si una preocupación a la vez que evitar los arrepentimientos.
Andrea se quedó con los labios un poco abiertos, pero de inmediato los cerró junto a su cabeza. Agarró sus rodillas en un gesto rápido y un poco bruto para luego alzar su rostro y mirar al cielo, parpadeando varias veces sus ojos.
Sabía que estaba conteniendo sus ganas de llorar. Esos gestos tan precisos que le recordaba alguna vez a su infancia.
—Puedes desahogarte sin temor alguno, Andrea. Es cierto que no me conoces, pero no te voy a juzgar por soltar las emociones que tienes —habló Ànima, recibiendo una mirada discreta de su compañera para desviarla a otro lado—. En parte es mejor hacerlo.
Andrea chasqueó la lengua con una leve risa.
—Creo que tú también deberías habiendo pasado todo esto —murmuró sin saber donde mirar.
—Sí, pero me lo contengo porque a estas alturas no merece la pena llorar por algo que lo considero perdido —admitió Ànima, agachando su cabeza por un momento—. Mi hermana ha hecho tantos fallos, he intentado ayudarla, pero tiene demasiado miedo. ¿Y sabes? La entiendo, pero vivir estancado en eso no es bueno.
Tales palabras hicieron que Andrea la mirara de reojo con una sonrisa leve.
—Toda la razón —susurró para luego soltar un suspiro—. ¿Qué crees que hará cuando despierte?
—Decirme la verdad —aseguró Ànima, mirándola con decisión—. Y con ello matarla.
El silencio se hizo en el parque. El viento movió sus cabellos, pero no por mucho tiempo. Revelaron sus rostros y con ello las emociones. Andrea parecía ser el fuego vivo que demostraba todos sus sentimientos mientras que Ànima era la oscuridad estable que miraba sin temor alguno a la luz que tenía enfrente.
Siempre era la luz la que la rodeaba. Siempre...
—Eso es... jodido.
—Lo sé, pero son muchísimos años, Andrea. Y no solo eso, ella mismo me lo pidió al estar harta de todo lo que ha vivido —contestó Ànima, soltando un leve suspiro—. Es doloroso pensarlo, y hasta irónico saber que soy yo la que debo matarla si he querido salvarla.
—No tienes porqué hacer eso.
Ànima bajó un poco la mirada.
—Pero soy la más indicada si vamos a mirar. Otros desearían pagarle con la misma moneda. No quiero que pase por eso si en parte sé que ella... no los hacía sufrir por tanto gusto.
Andrea frunció el ceño.
—Lo siento, pero discrepo. Tu hermana es una loca sin remedio.
Esto la hizo reir y afirmar.
—Sí, y sé que como tal si tuviera el poder en sus manos haría estos desastres, pero no con alguien a su lado diciéndole que decir. Ella no deseaba eso. Ella... en parte parece que no quería hacerme pasar este mal rato.
Andrea seguía con el mismo rostro, cruzando sus brazos y ladeando un poco la cabeza a la derecha.
—No puedo decir que empatízo contigo, pero si podría ser capaz de hacerlo en parte —respondió, bajando sus ojos al suelo—. El temor me inundó ante la idea de que mi hermana pudiera escoger un mal camino. Menos mal que no lo hizo, pero aun así si ocurriera, no sé como habría reaccionado... Mi hermana para mi es lo más preciado.
Coincidencias. Ànima se reía por dentro al ver como su compañera se asemejaba mucho en varios aspectos de su vida, y eso que se llevaban muchísimos años de diferencia.
—Te entiendo muy bien, Andrea. Por ello mismo te recomiendes que hables eso con tu familia. Es en parte quitarse un gran peso que agradecerás —aseguró Ànima, para luego levantarse del banco y estirar un poco su espalda—. Por ahora, creo que sería idóneo volver para ver como están los demás. Capaz estén un poco mejor y podáis volver a vuestro hogar.
Sus palabras hicieron que Andrea afirmara y con ello se pusiera de pie, mostrando una sonrisa leve que dejaba en claro su alivio.
—Gracias, y perdón por darte el coñazo. La verdad no sueno dar la tabarra con mis cosas, pero...
—Tranquila, no me ha molestado, de hecho ha sido hasta curioso. En sí tengo muchas dudas de lo que ha pasado en la tierra y me es increíble como ha evolucionado todo desde que me fui —admitió Ànima, cruzando sus brazos—. Me cuesta creer como tenéis esos dispositivos y la de miles de cosas que me has tenido que repetir.
—Según mi familia, dicen que no somos nada conscientes de como ha evolucionado todo. Siendo honesta... yo lo veo como algo normal ¿y hasta que se veía venir? Bueno, al menos es lo que estudié en los libros de Historia.
Ànima soltó una leve risa y la miró con intriga. No se esperaba una situación así ni de lejos y le parecía curiosa la actitud de su compañera. Aunque por fuera se mostrara ruda y puede que con ideas un poco alocadas, la veía como alguien que brillaba con una fuerza que podía superar a la de Luminosa. Era un fuego que no temía a nada, que aun si lo apagaban con agua o con un extintor, siempre buscaba la forma de crear las chispas que lo arrasaran todo.
Una luz que tomaba una fuerza imparable una vez que tomaba fuerza.
Así pues, regresaron de nuevo al hospital, manteniendo conversaciones que le eran interesantes por como todo había evolucionado en su hogar. También iba conociendo un poco la manera que tenía su juventud ya que Andrea era alguien demasiado apasionada por los videojuegos y algunos términos se le escapaban cuando no se trataba de un tema muy serio.
Al llegar, pudieron ver a Andrina y Mikuro a fuera. Esto la tomó por sorpresa a Andrea, corriendo en su dirección para hablar con ellas. Ànima no intervino por dos motivos simples. La primera era porque quería ver a Luminosa y Lizcia, y segundo por la mirada de Andrina en el que se mantenía la desconfianza.
«¿Aun cree que soy una amenaza?», se preguntó Ànima, pero intentó no darle vueltas una vez se adentró y fue a por las demás.
Decidió visitar primero a Lizcia. Con cuidado abrió la puerta para ver que aun se encontraba dormida en medio de la oscuridad. Sonrió con dulzura al verla en ese estado y saber que se encontraba tranquila sin ninguna preocupación encima. Deseaba verla despierta para hablar de tantísimas cosas y saber de su vida como le había prometido una vez que volviera.
Deseaba incluso... darle una gran disculpa por desaparecer y no dar ni una señal.
Cerró con cuidado la puerta y fue a la habitación de Luminosa. Al abrirla, se encontró con una luz brillante en medio de la oscuridad, se encontraba sentada en la cama, estirando un poco sus brazos y soltando un bostezo. Su encuentro hizo que la joven abriera los ojos con asombro.
—¡Ànima!
Quiso salir de la cama y correr en su dirección, pero sus piernas no reaccionaban del todo bien. Casi se cae contra el suelo de no ser que Ànima llegó a tiempo para agarrarla en un abrazo y sentarla con cuidado en la cama.
—Ve con cuidado, te vas hacer más daño y no queremos eso —respondió Ànima con calma, mirándola con una sonrisa cariñosa.
El brillo blanquecino apareció en las mejillas de Luminosa, contemplándola por unos segundos para luego negar con su cabeza.
—¿¡He dormido demasiado!? —Ànima afirmó—. ¡Ahg! ¡No tendría! Juré en ayudar a Kamico y en poco se va a ir a la tierra. Tenía intención de aplicarle algunas mejoras en su cuerpo. Capaz si me pongo ahora podría...
—Eh, eh. ¿A dónde crees que vas sin antes recuperarte? ¿Te recuerdo lo que has tenido que pasar?
Ànima impidió que Luminosa se moviera una vez más de la cama. Con las manos agarrando sus brazos, sus miradas se encontraron de nuevo. La joven luz no pudo evitar mirar a otro avergonzada mientras que la mayor reía ante su reacción.
—Pero sabes que tengo mucho pendiente, y ellos...
—Aun no se han ido, y entiendo que tengas mucho por hacer —interrumpió de nuevo Ànima, mirándola con una sonrisa tranquila—, pero hay que priorizar tu descanso. ¿Entendido?
—¡Pero...! —La miró con los ojos bien abiertos hasta que al final agachó su cabeza—. Está bien... ¿Los demás están bien entonces?
—Sí, aun andan recuperándose, pero están mejor que antes por lo que sé —contestó, sentándose a su lado con calma.
Luminosa la miró por unos segundos para luego mirar al suelo, viendo sus pies descalzos junto a su ropa cambiada. No era una que le acostumbrara llevar por como agarraba la prenda con cierto disgusto. Esto la hizo reír por sus adentros porque sabía que, según le había dicho, en sus actuaciones llevaba una ropa muy concreta y bien elaborada.
Sus... actuaciones. La nostalgia en esa palabra hizo que por un momento reviviera ese encuentro que tuvo con ella, haciéndola sonreír.
—¿Estás bien? —preguntó Luminosa, mirándola con atención.
—Oh. Sí, tranquila. Recordando varias cosas que me hacen aun sonreír —admitió, mirándola con calma hasta que vio de nuevo el sonrojo en sus mejillas, lo que la hizo reír por un segundo—. Quitando eso, todo está en orden, por lo que no deberías preocuparte tanto y descansar un poco más.
Luminosa la observó con cierta preocupación.
—¿De verdad? ¿No hay nada que haya pasado con...? Ya sabes
Ànima bajó un poco la mirada, soltando un largo suspiro.
—No despertó desde lo ocurrido.
—Entiendo —murmuró y apoyó sus manos contra la cama, inclinándose un poco hacia atrás—. Aun recuerdo lo que te dije en su momento y, si soy honesta, siento que es faltar a la palabra.
Ànima frunció un poco el ceño y cuando la miró, pudo entender a qué se refería.
—Ese día desconocía la verdad que tenía mi hermana a sus espaldas —explicó Ànima, viendo como Luminosa la miraba con lástima—. No sabíamos nada y creía que podía salvarla. Ahora sabiendo todo, solo sé que tengo que sacarle esa información y... matarla.
No hubo respuesta de vuelta, solo un silencio en el que los pensamientos de ambas las consumían sin descanso. Ànima intentaba no darle vueltas, pero tanto lo que habían vivido en esta forma.
Y le dolía tanto que fuera en una vida más humana...
—¿Urchevole sabe lo que vas hacer?
—Sí, pero me dijo que tenía que ser Christel la que se encargara de matarla, no yo —admitió, soltando un largo suspiro sin saber donde mirar—. Si soy honesta no quiero que haga eso porque se va a dejar consumir por el rencor, ¡y lo entiendo! Christel también perdió mucho, pero si vamos con esas, todos han perdido demasiado y quieren darle su merecido a mi hermana.
Luminosa afirmó en silencio sin saber que rostro poner. Lo entendía, después de todo ella era de las primeras que tenía mucho por lo que hacerle devolver.
—Es mi tarea —se dijo Ànima, bajando la mirada—. Debo hacerlo yo.
—La duda es si te ves capaz de ello.
Ànima soltó una triste sonrisa.
—Es volverme insensible por un momento. Carecer de esos sentimientos —se dijo sin mirar a ningún lado hasta que soltó una risa triste—. Ojalá tuviera ese poder que Kemi tiene como Drasino.
Era difícil, demasiado. Aunque tuviera a su hermana enfrente, no se veía capaz de matar a alguien que aun sabiendo sus delitos, tenía que matarla. Prefería mil veces tenerla encerrada de por vida en alguna cárcel cósmica que la tuvieran vigilada por siempre antes de matarla, pero sabía que no había otra opción.
Frío y soledad. En su piel sentía que la presión que tenía encima era una que cientos... No. Miles de ojos. Almas condenadas. Seres torturados por su hermana, la observaban esperando a que tomara acción de una vez. Creía, incluso, que escuchaba sus voces pidiéndole una justicia necesaria. Que la asesinara sin importarle que su hermana estuviera condicionada a esto.
Después de todo Ànima era consciente que su hermana, con o sin alguien al lado, haría ese mal, pero ¿hasta que punto? ¿Hasta que punto habría llegado si ella se hubiera presentado de esa forma sin alguien al lado?
¿Se habría rendido como esa vez que se abrazaron en Claimia y se habría disculpado de verdad?
Era tortura lo que se hacía. Le daba miles de vueltas que la hacían llorar por dentro, aunque por fuera se mostrara impasible como si nada le importara. ¿Quién era después de todo? Oscuridad. Aquella a la que muchos respetaban y valoraban por su fuerza. Aquella que los ayudaba, aunque muchos la temieran.
Era Ànima. Un nombre que ya resonaba en muchos lados. De forma positiva o negativa.
Consumida en sus pensamientos envueltos en oscuridad, sintió en su piel una calidez que la despertó de esa nube y la hizo abrir sus ojos. Giró un poco su cabeza, lo suficiente para ver como Luminosa la abrazaba con todo el cariño que tenía. Una luz tan brillante que no la hacía daño como siempre la habían engañado.
Era una luz que rompía todo desde su interior para que llorara como si fuera una cría pequeña que no temía a ser juzgada por los demás. Que expresaba sus emociones como ser con corazón.
Se abrazó a ella y ambas se dieron el cariño del que hacía años que no tenían. Un abrazo fuerte en el que dos elementos fluían en un equilibrio perfecto. En silencio y con los ojos cerrados, parecían ser capaces de expresar todo lo que no se pudieron decir en décadas.
Y era mejor así. Era una forma de recuperar las energías que Ànima necesitaba.
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