Capítulo 19: ¿Cuál es su nombre?
Agarraba la mano de su hermana a la vez que miraba todo a su alrededor. Apretaba los dientes con fuerza, intentando pensar en algo, pero no era fácil con todo lo que le enseñaban sus ojos. Respiraba de forma frenética, sujetando su espada para ponerse en marcha de una vez.
¿Qué remedio había? Ya se había descubierto todo. El desastre estaba ahí presente y la forma de detenerlo era yendo a por Andrina, pero era obvio que no tendrían las cosas fáciles si había obstáculos de por medio, entre ellas, las anomalías que atacaban a las diversas personas que había a su alrededor.
Aunque en sí, no era a lo único que atacaban.
Sus mayores temores se hicieron realidad cuando estuvo en Extra-Sistema. Sus manos temblaban como nunca, pero a pesar del pánico, pudo por fin reaccionar y atacar con la espada en mano.
Era una desventaja clarísima. Cuantas más veces usaran los poderes, más anomalías aparecerían. Era un plan que debían aprovechar ellos, porque sabían que era todo en su contra. Era un puñal, uno que a Andrea le hacía gritar en su interior de la rabia.
Sin perder más tiempo, atacaron a las anomalías que había a su alrededor. Se centraron en aquellas que deseaban hacer más destrozo, que eran las que iban a por los transportes para explotarlos o abalanzándose contra los autobuses. La gente huía despavorida mientras que las hermana intentaban mantener el orden en sus cabezas, pensando la forma en protegerlos.
¿Iban hacerlas caso? Era la duda que carcomía a Andrea hasta que recordó algo que la dejó sin aire.
Sus padres.
—¡Anais! ¡Tenemos que ir al centro! —chilló Andrea, mirándola de reojo.
—¿¡Pero cóm...?!
A estas alturas a Andrea le da igual el método. Agarró a su hermana para moverse con el viento a la mayor velocidad posible. De mientras, Anais como mejor podía disparaba a las anomalías que veía a su paso. Intentaron ir lo más rápido que pudieron, pero no era fácil si las propias anomalías iban a por ellas, abalanzándose para atacar las piernas de Andrea.
En una de estas logró darla, obligándola a bajar contra el suelo de forma brusca. Tras eso, se giró para usar la electricidad contra esta, eliminándola de inmediato.
—Al menos son débiles —se dijo aliviada, soltando un suspiro—. Se puede. Se puede. Podemos.
Mirando a su hermana de reojo, se pudieron en marcha para atacar a todo lo que había cerca suya, si no era eso, avisaban a la gente que huyera al lugar más seguro que conocieran. Seguían adelante en dirección a su hogar, sin que pudieran quitarse de encima la angustia que las carcomía por dentro.
Había de admitir que Anais en todo momento disparaba a las anomalías que estaban en lo alto de los edificios. Un alivio para Andrea por que así eliminaban y limpiaban todo lo que había a su paso, aunque eso no quitaba su preocupación en los demás lugares. ¿Esto afectaba solo a su ciudad o también a otros puntos del mundo? Pero no solo eso, ¿dónde estaba Kamico?
—Me cago en...
Cargando sus manos de electricidad, se movió lo más rápido que pudo para darle patadas y puñetazos a las anomalías que atacaban a las personas. Veía el alivio en sus ojos al ser salvadas, aunque también la confusión al no comprender que estaba comprendiendo. No los culpaba, después de todo, ¿cómo era posible que algo tan ficticio ocurriera en sus vidas?
El desastre las rodeaba en colores más deprimentes que dejaban a Andrea sin aliento al reconocer que todo estaba siendo consumido por la niebla. De por si no la asustaba, era algo que había visto siempre, pero saber su peligrosidad era lo que dejaba sin aire, y más ante los parpadeos que había en el suelo, el cambio de color a uno más chillón.
—No puede estar lejos —susurró Andrea, para girarse y ver a su hermana—. ¿¡Puedes seguir adelante?!
—¡Sí! ¡Aun puedo! —gritó Anais, sujetando su arco con fuerza.
Siguieron avanzando por las calles, acercándose poco a poco a la estación de autobuses. Empezó a ver lo que tanto la desmoralizaba por dentro, la destrucción de algunas estatuas, estructuras o algunos edificios que algunos tuvieron que evacuar. Escuchar y ver el pánico era un puñal que Andrea no sabía como tolerar, deseando llorar y expulsarlo todo de una vez, pero no lo hacía al saber que era gente que podría salir herida.
Juró, por un momento, escuchar la risa de Andrina a su izquierda, siendo así un disparo en su cabeza que la hizo entrar en ira.
—Si no era un planeta, sería otro, ¿verdad? —se preguntó Andrea en bajo, apretando sus puños—. Y fuiste a por este planeta primero.
De reojo vio como Anais, a pesar del pánico y las pequeñas lágrimas en sus ojos, disparaba sin importarle ya las consecuencias. Salvaba a los que podía, era lo poco que podía hacer. Ante esto, Andrea hizo lo mismo también, poniendo las manos contra el suelo para soltar por fin la electricidad.
Intentó ir con cuidado, viendo como la electricidad saltaba de un lado a otro, esquivando a las personas y atacando a las anomalías que había a su alrededor. Trataba de concentrarse lo máximo que podía, apretando los dientes a la vez que escuchaba las indicaciones de Solace sobre donde tenía que atacar.
—¡Detrás!
El grito de Alias hizo que Andrea se girara de inmediato, intentando protegerse, pero las estacas de hielo hicieron que las presentes abrieran los ojos con asombro, girando su cabeza hacia la derecha para encontrarse con alguien que jamás pensó que vería.
—¡¿M-Mikuro?! —chilló Andrea, levantándose del suelo.
Vio como se movía creando el hielo sobre sus pies, deslizándose a gran velocidad para soltar varias estacas del mismo elemento para atacar con las anomalías que había cerca. Tras eso, frenó sus pasos para acercarse a Andrea, agarrándola con cuidado y retirando una parte de su casco para mirarla.
—Parece ser que nos han invitado a este planeta en medio del desastre —respondió Mikuro, mirándola con una clara preocupación en sus ojos azules—. Traté de llegar lo más rápido posible, pero no era tan fácil con la cantidad de obstáculos que había en medio. Eso sí, el hielo en esta montaña se mantiene de maravilla.
Andrea soltó una risa débil para abrazarla con todas sus fuerzas. Mikuro correspondió, pero sin bajar la guardia al mirar su alrededor.
—Quiero creer que esto es tu hogar —murmuró Mikuro, soltando un leve suspiro—. No es de la forma que me habría gustado conocerlo.
—M-Mikuro, ¿c-cómo habéis llegado aquí? —preguntó Andrea, apartándose del abrazo.
—Nos invitaron —respondió en un tono serio— y no creo que sea una invitación agradable.
—¿H-Ha sido Andrina quien os llevó aquí? —preguntó Anais, mirando a ambas con los ojos bien abiertos.
Andrea negó con rapidez.
—A estas alturas no creo que sea solo Andrina —contestó Andrea para levantarse y observar su alrededor—. Tenemos que ir a nuestros padres. Ver si podemos dejarlos en algún sitio seguro, o...
—Andrea, creo que lo más prudente sería proteger todo este lugar antes de que sea más desastroso —interrumpió Mikuro en un tono calmado.
—¡M-Me niego! ¡No puedo dejarles así!
—Andrea, esta situación es similar que en Extra-Sistema —recordó Mikuro, viendo la frustración en las acciones de Andrea—. Tenemos que llevarlos a un sitio seguro, ¿conoces alguno?
—El problema es que no sabemos si habrá algún sitio seguro con todo lo que está ocurriendo. Desconozco si está pasando en otros lugares —murmuró Andrea.
—Capaz pueda haberlo mientras acabemos con las anomalías. Es eliminarlas y llevarla s aun punto seguro —contestó Mikuro, agarrando sus manos con calma para luego mirar a Anais—. ¿Tienes alguna idea de donde sería ideal un refugio?
Anais movió sus ojos de un lado a otro para luego soltar un suspiro.
—Capaz en los polígonos o en los recintos feriales que pueda haber cerca, pero temo que puedan ser punto de interés —murmuró Anais, sin saber dónde mirar.
—Es eso o nada. —Mikuro miró hacia Andrea—. Tenemos que movernos de una vez.
Andrea, con un largo suspiro, afirmó a duras penas para así ponerse en marcha de una vez más con las demás. Sin dudar, empezaron a eliminar las anomalías que había a su paso a la vez que dejaban que las personas salieran de los edificios sin ser atacadas. En medio de ese proceso, pronto pudieron ver como la policía también empezaba a actuar, aunque eso ponía más de los nervios a Andrea.
—Ellos podrán llevarlos a un lugar seguro —murmuró, mirando hacia Mikuro por un momento—. Tenemos que ir a otras zonas.
—¿Pero ellos no están de nuestra parte?
Andrea bajó un poco la mirada.
—Lo están, pero si ven que tenemos poderes no sé como van a reaccionar, y más si te ven a ti —contestó Andrea, tragando con dificultad—. Recuerda que no comprenden nada, que esto ya llega a ser surrealista, y prefiero ahorrarme un disparo o una discusión con ellos. Actuemos sin que nos detecten. Aligeremos su trabajo porque ellos no tienen munición infinita.
Mikuro no se la veía muy convencida por sus palabras, pero aun así aceptó. No culpaba su reacción, después de todo para Andrea todo era demasiado complejo para hacerlo frente, y más en su propio planeta del que muchos no eran conscientes del peligro al que se estaban afrontado. Explicarlo ahora sería perder tiempo y posiblemente heridas innecesarias.
Moviéndose y atacando con la mayor eficacia posible, Andrea sentía cierto alivio al darse cuenta que no había tantas anomalías a su alrededor como creía. Contar con cierta ayuda extra era un respiro, pero aun así no podía bajar la guardia al estar vigilando el centro de Lugo. Se mantenía en lo alto de los edificios donde se encontraba su hermana al lado, disparando a las anomalías que había a cerca.
Si bien era cierto que algunos edificios se veían afectados por el destrozo, no eran tantos como se pensaban. En el suelo, podía ver como Mikuro se movía con velocidad y precisión, congelando el suelo a su paso o expulsándolo de sus manos para acabar a las anomalías o proteger a las personas.
Las dudas, temor y pánico eran presente en los demás, aunque también se podía ver el alivio y la esperanza en sus ojos. Lágrimas caían en sus ojos mientras Mikuro les indicaba donde esconderse. No dudaban de su palabra, más al ver que habían sido salvados por ella y que no era una amenaza como los demás.
—Anais, ¿te ves capaz de quedarte aquí en lo alto? —preguntó Andrea en un murmullo.
—Sí. Tranquila, ve con Mikuro y ayuda a todas las personas que puedas —contestó Anais.
Afirmó en silencio, saltando del edificio para impactar usando el viento en sus piernas. Al hacerlo, ayudó a las personas a evacuar la zona e irse con los policías, quienes indicaban donde podían esconderse. No se dejaba ver por ellos, simplemente huía en el momento en el que se aseguraba que los demás se encontraban seguros.
Miró a su alrededor de un lado a otro para ver si aun quedaban supervivientes por la zona. En su paso, se podía encontrar con algunas anomalías en su paso, eliminándolas con sus puños o con la espada, siendo Alias que se movía con total libertad. Sin bajar la guardia, pronto se encontró con Mikuro, acercándose en medio del parque.
—No parece haber más gente cerca. La zona está asegurada —contestó Mikuro con calma, cruzando sus brazos.
—Entonces podemos movernos a otra zona. No tardemos más tiempo —aseguró Andrea.
Fue en dirección a su hermana para bajarla del edificio, pero antes de poder hacerlo, una flecha salió disparada cerca de su dirección. Al girarse, pudo ver como había alguien a las espaldas de Mikuro, a punto de cortarla con lo que parecía ser un machete.
Movió su brazo para intentar expulsar el aire, pero su pareja logró crear un muro de hielo a sus espaldas y apartarse de inmediato, viendo a sus espaldas a una mujer que intentaba retirar el machete del hielo en un gesto brusco y rápido.
Rápidamente pudo ver su manera de vestir poco usual. Su cabello castaño corto y despeinado cubría una parte de sus ojos carentes de vida, viéndose en sus mejillas y frente unos triángulos rojizos que parecían pintados por la sangre de otros. Vestida con una chaqueta a rayas verdes y rojas junto a unos pantalones desgastados y agujereados de color marrón.
Sujetaba su machete como si eso no tuviera peligro alguno. Lo ponía encima de su hombro, sonriendo con malicia a la vez que movía su mano izquierda, la cual tenía un guante con cuchillas ensangrentadas.
—Parece que me encontrado con unas. No se equivocó de lugar —murmuró en un tono de voz bastante agudo del que Andrea se esperaba, de igual forma no bajó la guardia, levantando sus puños mientras la miraba—. Creo que algo me dijeron sobre vosotras. Mikuro, Andrea... —Levanto un poco su cabeza—. Y Anais.
A una abrumadora velocidad despareció de su vista, lo que puso en alerta a Andrea para girarse y ver como el edificio donde estaba su hermana, empezaba a derrumbarse. Sin pensarlo dos veces, uso el viento para impulsarse e ir a por Anais para agarrarla con sus brazos.
—Adorable.
Escuchó su voz a sus espaldas, viendo lo suficiente para que su machete fuera levantado con tal de cortarla. Al moverlo, el arma chocó contra un escudo que Anais pudo crear a tiempo, y con ello Andrea pudo usar el viento para apartarse de ella, quedando así cerca de Mikuro.
La niebla parecía ser cada vez más espesa junto a la destrucción que acababa de crear aquella mujer. Oía sus pasos lentos en medio del caos junto a una pequeña risa que se le escapaba de sus labios. Cuando se hizo visible, vio como ladeaba su cabeza hacia la izquierda, cerrando sus ojos con una amplia sonrisa.
—Esto me trae buenos recuerdos, ¿saben? En su momento pude destrozar un hospital entero. Uno muy grande y conocido en mi hogar, pero ¿esto? Esto es muchísimo mejor. Podré divertirme con todo lo que tengo a mi alrededor, y más con vosotras —admitió la mujer, soltando una leve risa y bajado su machete contra el suelo—. Creo que sería idóneo presentarme. A mi me conocen por dos nombres. El primero es Daria.
Al decir ese nombre, el suelo parecía temblar, como si el propio lugar sintiera miedo por lo que podía ser capaz esa mujer. Las presentes se prepararon, siendo Andrea que agarraría su espada para que el fuego la consumiera.
—El segundo, es mi favorito porque Caos mismo decidió ponérmelo como nombre —continuó, soltando una risa inocente, avanzando con pasos un poco más rápidos para atacar—. Espero que no lo olvidéis, ya que es un nombre que aprecio mucho, ¿y como no hacerlo? Si el nombre es Jynddie, la asesina de Steinfall.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro