Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 18: Una vez más, ¿no?

Sentía una presión inusual en su pecho, una que no le permitía respirar como deseaba. Agarraba la mano de Luminosa con todas las fuerzas, tragando con cierta dificultad mientras veía como Rima y Eymar hablaban con una preocupación notable en sus rostros. La habían agarrado de la mano hace poco, y la expresión de Rima era similar a la que había visto hace años atrás cuando se conocieron por primera vez.

No creía que las cosas fueran bien por como las manos de Rima temblaban, que incluso soltaba notas desentonadas de su propio cuerpo. Una melodía caótica del que no era capaz de controlar, pero que Eymar, como mejor podía, intentaba calmarla agarrándola de las manos con una sonrisa tranquila. Palabras que juraban que todo iría bien.

Entre los presentes, pudo ver a Lizcia junto a su hijo. Estaba intrigado por lo que iba a pasar, y no negaba que ella también sentía esa emoción, pero no era nada positiva cuando vio a Rima acercarse enfrente suya, respirando como mejor podía.

—¿Es algún problema que Luminosa esté a tu lado? —preguntó Rima, mirando hacia la mencionada—. Más que nada para evitar algún momento de tensión o descontrol. Siento que ella podría calmarte de inmediato.

—Claro, no veo ningún problema, ¿verdad? —preguntó Ànima, sonriéndole con dulzura a su novia.

Luminosa afirmó sin dudar para luego agarrar con más fuerza la mano de Ànima.

—Estoy lista —aseguró la joven luz, viendo como Rima suspiraba con lentitud para mirar a Eymar.

—Bien.

Levantando sus dos brazos, empezó la melodía con calma y armonía. Ella, podría decirse que era la parte más estable de la canción. Instrumentos que sonaban a su alrededor con notas precisas. Estas eran como las de un piano que a su alrededor se movían con calma, envolviendo a Ànima en una paz que la dejó inmersa, cerrando sus ojos.

Respiró con la mayor paz que pudo, dejando que a su alrededor las cosas fueran cambiando a los recuerdos más ocultos que pudiera acceder, pero no era tan fácil cuando la oscuridad era lo único que podía encontrarse. Esperó con paciencia, pero seguía todo igual.

Hasta que los brazos de Eymar empezaron a moverse, siendo él mismo la parte caótica de una melodía que intentaba sonar estable, pero no era posible cuando ese desastre musical aparecía. Propia de un director musical que deseaba ver todo tipo de combinaciones desastrosas en una sola canción.

Una agonía clara en los instrumentos que no parecían ser siquiera naturales, sino avanzados y destructivos. Voces que incluso lo rodeaban con un odio claro a la hora de actuar. ¿Cómo podía hacer algo así Eymar? Si él mismo era honesto, no lo sabía, pero se sentía demasiado debilitado al intentarlo por unos pocos segundos.

Los suficientes para que Ànima pudiera ver algo más que solo oscuridad.

Lo que la rodeaba en ese instante era la desolación. Lo que una vez fue una ciudad que brillaba de esperanza y armonía, pasó a ser parte de esa niebla que había visto tantas veces. Un lugar consumido por el desastre, similar a lo que ocurrió en Steinfall en el momento que todo fue destrozado por las manos de su hermana.

Esta situación era similar, pero cuando movía su cabeza en dirección a ella, veía la angustia en sus ojos y sus manos temblorosas. Por instinto, miró hacia su cabeza, encontrándose con unos hilos que no estaban siendo estirados, por lo que en principio ella tenía consciencia de lo que estaba siendo.

Vio las lágrimas en su rostro derrotado. Vio el pánico en sus manos temblorosas, y en medio de ese dolor, sonrió como si no tuviera control de sus acciones. Se dio cuenta que su hermana misma no era tan consciente de lo que hacía, y no la tomaba tanto por sorpresa porque era el sufrimiento que ella había aceptado sin medir las consecuencias, sin pedir la ayuda que tendría de inmediato.

Todo, absolutamente todo, era deprimente, silencioso y carente de vida. Ya no solo era que la vida en ese mundo desapareciera, si quiera existía naturaleza que pudiera tener la oportunidad de renacer. Era, lo que muchos decían, un código muerto, pero provocado por las acciones de su hermana.

Quiso decir algo, pero ¿qué iba a poder decir? Si después de todo eran los pocos recuerdos que pudo tener en momentos de lucidez. Era su alma atada al cuerpo, pero sin control de ello. Era ser un espectador de miles de desgracias que en momentos concretos pudo ver, pero no recordar del todo hasta este momento.

Sumida en sus pensamientos, pudo escuchar unos pasos a su espalda que la hicieron girar lo suficiente para ver a una figura de unos tres metros de altura observándolas en medio de la niebla. Su hermana también se giró, pero antes de hacerlo habría dejado a un lado las lágrimas y habría mostrado su falsa careta.

«Y te quejabas de las falsas apariencias, hermana», pensó apenada tras mirarla de reojo. No iba a quitarle ojo a esa figura que pudo ver una vez, y era suficiente para acordarse de por vida.

—Veo que te lo has estado pasando bastante bien —habló con su voz grave e imponente, dando un paso para que ambas se arrodillaran contra el suelo por la presión que él ejercía—. No voy a mentir que yo también lo he hecho al descubrir ciertas cosas de mi interés.

Vio como su hermana se mantenía en silencio, pero con los ojos deseosos de llorar y chillar de la desesperación. Se mantenía lo más firme posible, con la mano izquierda en su pecho.

«Gestos hechos por el lado izquierdo indican la devoción hacia él», recordó Ànima, moviendo sus ojos para ver como se movía en su dirección.

—Me imagino que tendrás curiosidad de saber que es, pero ya te lo dije en Steinfall, ¿no lo recuerdas?

Frunció un poco el ceño ante esas palabras. ¿En Steinfall? Juraba que lo poco que había dicho era que fueran al código 006 y el 005. A partir de ahí su hermana tomó diversas acciones distintas para conseguir más poder, aun si Negatividad había escapado.

«Aunque no lo entiendo —pensó Ànima, mirando de reojo a su hermana—. ¿Por qué no fue directamente hacia Negatividad si sabía que iba a ser un problema?»

Escuchó los pasos de Caos a su alrededor, haciendo resonar la tierra en la que se encontraban. Se mantuvo inmóvil, aun si era solo sus recuerdos. Sabía que nada le podía ocurrir, pero aun así era capaz de temer por su vida en algo tan abstracto en el que al final salió con vida.

Vio por un momento su apariencia, encontrándose con su sonrisa confiada y sus ojos blancos observando a ambas. Soltó un leve suspiro para mover su mano izquierda, observando el poder que tenía.

—Sé que lo recuerdas. Sé que te molesta no haber ido por Negatividad, pero esto es en parte importante, Pyschen —continuó hablando, soltando una leve risa—. Su aparición es solo una escusa más para todo lo que viene. ¿Entiendes?

—Sí, señor —respondió Pyschen en una voz carente de vida.

Caos caminó alrededor de ella para inclinarse un poco hacia Pyschen, mirándola con una sonrisa llena de odio y crueldad. Una que a Ànima no se la podría quitar de su mente al ver lo peligroso que era con tan solo estar ahí. Una presencia que, con tan solo quedarse quieto, podría eliminar a lo más insignificante que hubiera a su alrededor.

—La he visto —continuó hablando y rio como nunca—. ¡La he visto, Pyschen! ¡Y no sabes la felicidad que me da!

Movió sus brazos, revelando tras su capa azulada de estrellas doradas el arma incrustada que tenía en su brazo derecho. Un cañón de alta tecnología que temía de las capacidades que podía poseer.

—La vi en la habitación del hospital sosteniendo el destello que le dio. ¡La vi y me di cuenta de lo que la hicieron! —gritó, pero no de la ilusión, sino de una rabia clara que Ànima no pudo comprender—. ¡Quiso escondérmela para luego usarla en mi contra! ¡Pero qué pena que la haya encontrado por fin!

Juraba quedarse sin aire en ese instante. La rabia y felicidad que tenía mezcladas en su interior hacían de él una bomba que era imposible de detener. Un poder tan abrumador que ella misma le costaba mantenerse de rodillas contra el suelo. Deseaba llorar, deseaba chillar y pedir ayuda, pero eso no servía de nada contra él, que las dejaba sin opción a nada. Solo obedecerla.

—Si se pensaba que no tendría la opción de encontrarla en ese maldito planeta desecho, se equivoca. Porque a diferencia de ella, yo si hago el esfuerzo de descubrir todo aun si estoy derrotado —continuó hablando, soltando una leve risa—. La tortura y el sufrimiento han sido viejas compañeras desde el principio, por ello se lo devuelvo de la manera que se lo merecen, ¿lo entiendes?

Su pregunta... no parecía ir hacia Pyschen. No. De hecho, estaba mirando a Ànima.

—Pero con ella al lado... créeme que me lo voy a pasar muy bien. Devolverles la moneda que tanto he deseado tirar —continuó, riéndose entre medio sin quitarle ojo a la diosa de la oscuridad—. He tenido que esperar miles de años, pero ha merecido tanto la pena... Que ahora vas a ser testigo de lo que ambos podemos hacer, Ànima.

En el momento que deseó hacer algo, se dio cuenta que su alrededor empezaba a parpadear en esos colores que tanto detestaba. Unos que alteraban toda la realidad que había en sus recuerdos. No daba crédito a lo que veía. No podía comprender como Caos podía adentrarse en su propia cabeza para hacer lo que le diera la gana.

Intentó despertar, pero lo poco que pudo escuchar fue el grito de auxilio de Luminosa. Esto la alteró, girándose de inmediato para ver que todo lo que eran sus recuerdos desaparecían, y ahora se encontrara en un sitio distinto.

No era Codece. No eran sus sueños. En sí, no era nada de lo que hubiera podido visitar.

Pero vamos... Este sitio si lo reconoces, ¿no es así, Ànima?

¿Cómo no vas a reconocer tu primer hogar?

¿Cómo no vas a reconocer la Tierra?

El dolor en sus hombros era mayor que el de su espalda. Era estúpido, pero las enredaderas de Kemi, aunque la apretaran con todas sus fuerzas, no era nada comparable a lo que tuvo que sufrir en su momento. Alzó su cabeza, encontrándose con los presentes en medio de los bosques. Sonrió y afirmó en silencio.

Había que admitirlo, el cambio era presente en cada uno de ellos. A pesar del odio que transmitían sus miradas, se podía ver la mejora que tenían en sus habilidades, en especial Christel, que ahora sí se mostraba como una diosa de la guerra, una que de verdad la intimidaba con estar ahí.

Capaz... podía decirlo todo y si él aparecía, podían frenarle temporalmente.

Respiró hondo y con ello miró hacia Urchevole para ver como sujetaba el bastón de oro con sus dos manos. Le pareció curioso tal objeto en sus manos, pero lo más interesante era el reloj de arena que colgaba de este.

—Es cierto que tu eres la elegida del tiempo —murmuró Pyschen, alzando la ceja.

Urchevole negó con calma.

—No lo soy, aunque si es cierto que me ha mostrado cosas, pero no lo suficientemente concretas para saber que ocurre —respondió Urchevole con calma.

—Entiendo. Entonces teníais siempre el tiempo con vosotros, ¿no es así? —preguntó, soltando una leve risa—. Caos llega a saber esto y sería un gran problema.

—Por ello nos alejamos de Sinea cuando fuimos atacados, y ahora entiendo el porqué. Caos estuvo ahí. No era un elegido.

Pyschen afirmó con una sonrisa débil.

—Siempre estuvo en todos los lados. Aprovechó bien esa confusión cuando lo tomaban por muerto. Solo tuvo que recuperarse en la galaxia E gracias a sus elegidos que cedieron su poder —admitió Pyschen, agachando la cabeza.

—En-Entonces obtuvo lo que deseaba...

Pyschen soltó una leve risa, mirando a Urchevole con sus ojos que parecían sonreírles aun con el cansancio.

—¿Por qué crees que la Muerte no lo puede matar? —preguntó, viendo así la angustia en todos los presentes—. Durante años lo preparó todo demasiado bien. Jugó al ajedrez con demasiada paciencia. Recuperó las piezas que se creían derrotadas y ahora está volviendo con todo lo que tiene. Cordura no le va a gustar nada de lo que se le viene encima.

Urchevole miró de reojo hacia Kemi para luego soltar un largo suspiro.

—Debo volver a Sinea y tú a Ineas —decidió Urchevole, agarrando el bastón con decisión—. No podemos dejar que esto se vaya de las manos. Tenemos que volver ahí, unir nuestras fuerzas y ver si podemos hacer algo más. A su vez, tienes que avisar de esto a Fusis, es posible que así contacte con la Luna y la Muerte.

Pyschen miró hacia Kemi, encontrándose con la indecisión y temor. Chasqueó la lengua con los dientes casi cerrados.

—Tendrás que matar a tu padre, Kemi. No te queda de otra —habló Pyschen con cierto cansancio en su tono—. Te corresponde el puesto de Luz Impactante y debes hacerlo ahora si no quieres que tu padre acabe obedeciendo las órdenes de Caos.

Kemi solo pudo agachar la cabeza, afirmando en silencio. Ante esto, Pyschen miró hacia Christel, encontrándose con el odio reflejado en sus ojos rojizos. Esto en vez de asustarla, solo la hizo sonreír con calma.

—Unas disculpas serían inútiles a estas alturas, ¿verdad, Christel? —preguntó, sabiendo que no obtendría una respuesta—. Al menos te puedo decir la verdad dolorosa, y es que Kersmark no tuvo ese amor por ti como creías. Sí, puede que hubiera, pero... ya sabes como están siendo las cosas ahora mismo.

Vio como apretaba los puños. Suspiró. Aunque le diera la verdad, iba a estar cegada en sus pensamientos que ahora mismo no podía saber. ¿Y si era honesta? No deseaba saberlo al renunciar a la locura que tenía como poder. Simplemente deseaba morir.

—¿Hay algo más que pueda decirnos, Pyschen?

Se quedó en silencio por unos segundos para luego afirmar.

—Varios puntos importantes como que los elegidos de Caos intervinieron, aunque no tanto como él. Descubrieron a una SaveCopy aquí, eliminando a la última que había en las galaxias. —Estas palabras hicieron que Urchevole diera un paso hacia atrás. Pyschen soltó una leve risa—. Sí, y me mencionó que deseaba buscar a la cuidadora, pero nos entretuvimos con otros temas relacionados con mi hermana. Tienes mucha suerte que no murieras.

—Yo... —Soltó un gruñido de frustración, agarrando con más fuerza el bastón—. ¿Qué más?

Pyschen tragó con dificultad.

—Que no está solo. —Rio por lo bajo—. Ah. Claro que no está solo. Ese desgraciado le salió todo bien. Se podría decir que obtuvo la pieza más importante. Obtuvo la princesa, si es que se puede llamar así a la pieza de la reina, ¿entiendes?

—Sé más directa, Pyschen.

Movió un poco sus hombros, soltando una leve risa.

—Andrina es la pieza que me refiero, Urchevole —contestó, mirándola con burla—. Ella también es de la misma raza que él. Los dos únicos supervivientes que ahora sí pueden recuperar a las anomalías y virus a su apariencia original.

El silencio en ese lugar hizo que los presentes se quedaran sin aire, mirando con detenimiento a Pyschen, que bajaba la cabeza con una risa débil, lamentándose de saber toda esta verdad y decirlo ahora.

—Caos tenía pensado todo esto. Que Negatividad se escapara le vino bien. Era obvio que la iba a vigilar. ¿Y sabes? Fue la pieza perfecta para encontrar a Andrina. A partir de ese punto, es cuando todo el desastre se iría montando —siguió explicando con paciencia—. Alguna información me llegaba, y lo poco que sabía era que Andrina iba a ser la pieza perfecta en contra de Cordura. —Suspiró, soltando una leve risa—. ¿En qué pensaba esa diosa en dejar a la niña en la Tierra? ¿Se pensaba que nadie la iba a encontrar? ¿Se pensaba que los elegidos de Caos no iban a ir a un planeta desecho? ¡Pero si es lo que les encanta! ¡Y a él más! ¡Conocedor de esta terminología! ¡Conocedor de todo! ¡¿No comprende que a su lado creó todo esto sin querer?!

Los nervios liberaron el pánico que guardaba en medio de su risa llena de lágrimas. Miró a los presentes y pronto sintió una presión a sus espaldas que empezó a dejarla sin aire. No dudó en moverse con desesperó, chillando alterada para mirar hacia Christel.

—No lo entendéis ¿¡verdad?! —preguntó, riéndose en medio de sus palabras—. ¡Os pedí que me matarais! ¡Hacerlo maldita sea!

Ante esas palabras, vio como Christel invocaba su espadón de sus manos. La levantó con una sola mano, viendo en medio del soleado día, la figura de aquella arma que podía medir sobre unos tres metros de altura.

Tres. Ese maldito número.

Vio como el arma bajaba de inmediato para matarla. Quiso llorar de felicidad y chillar de la ilusión. Quiso reírse y burlarse de Caos al soltar una información que al menos era importante para él. ¿Tarde? Lo era, pero al menos podía remediarlo, ¿no?

¿No?

¿No?

¿Por qué...?

¿¡Por qué no había muerto?!

«Capaz porque quiero pasar un rato divertido, ¿no crees, Pyschen? Serás una chica obediente y me darás toda la locura que tu repudiabas, ¿no es así?»

Sus ojos vieron lo que jamás pensó que se encontraría. La figura de un hombre deteniendo el ataque de Christel con su mano izquierda. No sangraba, no le dolía, si quiera parecía resultarle demasiado esfuerzo para él detener su ataque.

Se mostraba ante ellos con una sonrisa divertida, mirando a cada uno de ellos con esos ojos en blanco que para Kemi le recordaban a su padre, pero en esta ocasión era muy distinta. Sí. Frente a él se encontraba aquel que Pyschen había mencionado.

Apartó el arma a un lado para mover su mano izquierda, apareciendo unos hilos que fueron directamente a la cabeza de Christel. Ante esto, Urchevole intentó usar la música para detenerla, pero el mínimo gesto hizo que las notas fueran destrozadas como pequeños fragmentos de cristal. El temor se vio reflejado en sus ojos cuando se encontró con Caos mirándola con una sonrisa divertida, apareciendo notas musicales a su alrededor que se movían de forma inestable y en un color oscuro.

A pesar del temor, Kemi no dudó en ir a por él, pero sus pasos se frenaron cuando escuchó un grito a su izquierda que le dejó inmóvil. Como mejor pudo, se giró para ver como Christel, irremediablemente, estaba el control de Caos.

—La terapia no sirvió de mucho. En verdad, no sirve por mucho que lo intentéis. Siempre caen ante mí.

Rápidamente vio como Christel se movía a las ordenes de Caos. Fue directa hacia Urchevole para usar sus armas sin temor alguno. Sin pensarlo mucho, Kemi fue a por Christel, viendo por un instante como Pyschen chillaba aterrada para desaparecer de la zona.

Caos se la había llevado con ella, ¿dónde? Su única pista por todo lo que había dicho, era la tierra.

Aun con ello, no frenó sus pasos y fue a por Christel para detener sus acciones. Usó la naturaleza para agarrarla con las enredaderas. No estaba solo, porque en lo alto de los árboles Aspaura usó la música y sus armas para detenerla, pero sus acciones servían de poco por como Christel se movía con un odio y agresividad notable en sus acciones.

Con todo lo que tenían, intentaron detenerla mientras que Urchevole daba varios pasos hacia atrás para agarrar algo que tenía en su bolsillo. El brillo que desprendía era uno que le dio esperanza para mirar a su hijo y a su hermano.

Respiró hondo y, como mejor pudo, dio una patada contra el suelo para que miles de notas aparecieran a su alrededor.

—¡Kemi, Aspaura! ¡Huid! —chilló Urchevole, soltando el bastón de oro a un lado—. ¡Usad el destello!

La música y las órdenes de Urchevole se adentraron en los oídos de Kemi y Aspaura, aunque quisieran negarse y desear luchar a su lado, no pudieron hacerlo cuando vieron como el destello era lanzado al cielo, y con ello, ver como Urchevole agarraba a Christel a un lado. La apartó para evitar que el destello la teletransportara.

Lo último que pudieron ver ambos, fue un brillo rojizo en el que ambos desaparecieron de Claimia, dejando sola a Urchevole a manos del destino. 

Y en sí... eso no iba a ser lo único.

Por que en medio de los bosques de Suqueia, donde el viento anunciaba un mal augurio, un desastre inevitable, Charlot no pudo evitar girarse ante un susurro que la puso de los nervios. Sus manos empezaron a temblar como nunca, girándose para acercarse a Mikuro y agarrarla de sus espaldas.

Ambas se miraron, viéndose la diferencia de emociones. Mikuro se dio cuenta que algo no iba bien en el momento que Charlot la agarró, aunque en sí, tenía claro que lo que la rodeaba era una presión similar a lo que habían sufrido en la pelea que tuvieron en la ciudad, aunque esta era peor.

—Mikuro —habló Charlot con seriedad, respirando con cierta dificultad—. No serás capaz de comprenderlo del todo. Ni si quiera de sentir lo mismo que yo, pero... estamos en un buen problema.

—¿A qué te refieres? —preguntó Mikuro, frunciendo un poco el ceño.

Charlot respiró hondo, y miró a su alrededor, viendo como su alrededor empezaba a cambiar a unos colores más distintos a la vez que formas más complejas.

—Me temo que esta pelea aún no ha terminado.

En el momento que dijo esas palabras, ambas vieron como todo su alrededor cambiaba a unos colores más oscuros y deprimentes. Mikuro mostró la angustia en su rostro mientras que Charlot sentía una presión en sus hombros que la dejaba sin aire cuando escuchaba las demás almas en su cabeza.

Todas chillaban lo mismo. Todos le decían que los asesinos que los habían condenado, estaban en ese lugar nuevo al que acababan de ser teletransportadas sin permiso. Pudo escuchar, como las cuatro almas chillaban dos nombres que a Charlot la dejaron muy alerta.

—Mikuro —murmuró Charlot, girándose para darse cuenta que su compañera no estaba al lado. Chaqueó la lengua, para luego mirar la grandiosa ciudad en la que estaba rodeada, una que se asemejaba a Tei—. Mierda... Qué remedio.

Suspiró, cerrando sus ojos por un momento para abrirlos, viéndose la molestia en su rostro para empezar a caminar a un ritmo más rápido.

—Amelia, Max, decirme donde está Marchie. Mismo te digo a ti Namia y Aledis. Decirme donde está Daria —exigió Charlot, corriendo y mirando a su alrededor como mejor podía—. Las asesinas de Steinfall parecen querer divertiste también.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro