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Capítulo 15: Micros y lupas.

—¿Qué ha hecho qué?

Antes de siquiera entrar a clases, las hermanas pudieron escuchar las palabras que Kamico pronunció de forma apurada. Anais estaba con los ojos bien abiertos sin saber bien que decir al respeto mientras que Andrea cruzaba sus brazos, mordiendo sus labios hasta arrancar parte de la piel.

—La voy a pegar en cuanto la vea. No puede ser que esté actuando así de idiota —contestó Andrea sin pensar.

—No creo que sea la solución...

—¿Y qué si no, Kamico? Tu hermana utilizó los poderes aun sabiendo que no debía, ¡y más habiendo un montón de gente enfrente! No sé como mierda no fue detectada por los demás. Supongo que suerte o fue demasiado discreto para ser percibido —teorizó Andrea, poniendo la mano en su barbilla.

—De ser así... ¿no es peor? —murmuró Anais con una preocupación visible en sus ojos—. Me refiero, sino fue percibido, eso significa que estuvo perfeccionando sus poderes a nuestras espaldas.

Andrea y Kamico miraron a la menor. Los rostros de ambos expresaban un mismo sentimiento, pero con mueca distinto al otro.

—¿Cómo? Si estuvo con Kamico en todo momento —respondió Andrea, frunciendo el ceño.

—E-Eso. Y-Yo estuve a su lado, no pudo ir a ningún lado...

—A no ser que lo hiciera de noche cuando tú ya estabas dormido —explicó Anais.

Sus palabras no mejoraron la situación. Se podía ver como Kamico empezaba a temblar. La palma de su mano derecha sudaba como nunca al igual que las pequeñas gotas caían por su cuello.

—¿Ha-Habrá sido capaz de usar sus poderes aquí sabiendo que no puede? ¿Qué eso pone en peligro a todos no-nosotros? —preguntó Kamico, daba la sensación de que sus ojos temblaban por si solos, como si quisieran salir de su rostro.

—Quiero creer que usó sus habilidades fuera de la tierra, usando el destello —murmuró Anais, cruzando sus brazos—, pero en caso de ser así, te habrías dado cuenta del brillo que desprende el destello.

Kamico miró hacia el suelo, parecía querer llorar. Andrea se acercó para abrazarle de un lado, intentando calmarle.

—En caso de ser así, lo que tendríamos que hacer es hablar de inmediato con Andrina —decidió Andrea, mirando a Kamico—. ¿Tienes idea de donde pudo haber ido?

Kamico se quedó en silencio, tragando con dificultad.

—Quiero imaginarme que fue a casa, pero viendo la situación... lo más probable es que se haya ido a la última parada del bus. No se si estará en el HULA.

Andrea puso la mano en su rostro. HULA (Hospital Universitario Lucus Augusti) estaba demasiado lejos de donde ellos se encontraban. ¿Por qué tenían que poner los hospitales tan importantes tan alejados de la ciudad? Era lo que se preguntaba mientras pateaba el suelo con nerviosismo, mirando la hora del móvil.

Tenía claro que llamarla no iba a servir de mucho. Si no hacía caso a su hermano, ¿por qué iba hacerla caso a ellas? Mordía sus labios, haciéndose incluso daño en estos para luego soltar un largo suspiro de resignación.

—Nos arriesgamos y vamos a por ella —decidió Andrea, mirando entre los contactos de su móvil para llamarla—. Voy a llamarla como una pesada mientras pillamos el bus. Podríamos incluso avisar a tu madre para que podamos ir a por ella. No podemos dejar que esté sola. Me niego. Hay que hablar con ella de una vez.

Kamico le tomó por sorpresa tal acción, pero aceptó, agarrando su móvil para empezar a llamar a su madre, de mientras Anais empezó a buscar en su móvil la línea de autobuses que pasaran ahora mismo y que los llevaran al hospital.

Los tres se sincronizaron como mejor pudieron, esperando alguna señal para empezar a moverse, pero no hubo ni una.

¿Cómo decirlo?

Ni uno tenía conexión ni cobertura en sus móviles.

Andrea bajó poco a poco el móvil, viendo el rostro de pánico de Kamico al igual que su hermana menor. Ni uno solo comprendía lo que estaba pasando, a excepción de ella, quien empezaba a ponerse más tensa.

—Vamos a tu casa, Kamico —decidió Andrea, captando la atención de ambos—. Si de esta forma nos toca los huevos, nosotros los tocaremos más. Estoy harta de sus actitudes.

Necesitaba saber la verdad de una vez y una de las que podía tener mejor idea era Elena. Confiaba en que, si hablaban con ella de una vez, podrían saber que estaba pasando con su hija y por qué actuaba así. Si hilaba las cosas, podía comprender el porqué le borraba su memoria. Si tenía esta actitud tan insoportable y usaba sus poderes in consecuencia alguna, lo veía hasta normal que la encargaran de esto.

Pero ahora necesitaban saber como tratar con Andrina. Después de todo, no era humana, y si empezaba a descubrir quien era, también tenían que saber cómo tratarla.

Sin perder más tiempo, los tres agarraron el bus que los dejaría más o menos cerca de la casa de los hermanos. Durante el transporte, Andrea estaba con los brazos cruzados escuchando todo lo que la rodeaba.

—¿Tamén falla a túa conexión? (¿A ti también te está fallando la conexión?)

Si, e non sei por qué. (Sí, y no sé bien porqué).

Será unha caída global, pode resolverse en breve. (Será una caída global, puede que se solucione en poco).

Espero que si. Teño que enviar algúns correos electrónicos no traballo e se non o fago... (Eso espero. Tengo que enviar unos correos en el trabajo y como no lo haga...)

Se daba cuenta que no eran los únicos que tenían este problema. ¿Una caída de conexión global? A estas alturas lo desconfiaba teniendo en cuanta que Andrina podía poseer algún poder que le permitía alterar lo que la rodeaba. De lo poco que sabía y había visto, era capaz de ello ante ese cambio de escenario en el que diferentes colores parpadeaban como los errores propios de una pantalla de ordenador.

Un... ordenador.

De reojo miró hacia Kamico. Según le había dicho en su momento (cuando salían juntos) Andrina tenía varios sueños inusuales, unos en los que se relacionaban mucho con el interior de un ordenador. Como si estuviera encerrada sin saber bien qué hacer.

Como si viera por un momento números y errores rodeándola.

—Kamico —murmuró Andrea, sintiendo una presión horrible en su pecho—. ¿Hace cuánto tu hermana no menciona sobre esas pesadillas?

Tal pregunta hizo que el chico pusiera su mano en su barbilla, frunciendo un poco el ceño.

—H-Honestamente hace mucho que no me habla sobre ello, pero si recuerdo que la otra vez que habló sobre pesadillas fue cuando te vio a ti en Extra-Sistema —murmuró, mirándola de reojo.

Era cierto, tal detalle se le había escapado, eso y todas las acciones que había hecho al salir de la tierra. Todas y cada una de ellas que la dejaban con una gran tensión encima, respirando con cierta dificultad.

—Próxima parada. San Eufasio.

Que anunciaran tal parada hizo que Andrea despertara de sus pensamientos, moviéndose para estar cerca de las puertas en cuanto el bus frenara. Era la más próxima a la estación de trenes, por lo que a partir de ahí tenían que apurar el paso, sí o sí.

Miró hacia Kamico y Anais y afirmó con rapidez. En cuanto el bus abrió sus puertas, no dudó en correr a la mayor velocidad que sus piernas le permitieron, cruzando por el puente que atravesaba las vías del tren que había debajo suya. Detrás le seguían ambos, aunque a un paso un poco más lento al serles difícil alcanzar el ritmo que tenía.

En medio de los edificios antiguos de la calle que veía a su paso, pudo identificar la casa donde vivían los hermanos. De hecho, la puerta estaba abierta, por lo que parecía que Elena iba a salir a trabajar de una vez.

A nada más llegar, quiso entrar sin permiso alguno para hablar con Elena de una vez, pero lo que se encontró ahí fue algo que la dejó sin palabra. Detrás suya, Anais y Kamico llegarían, quedándose atónitos ante lo que sus ojos le enseñaban.

—¿Qué hacéis aquí, chicos?

La voz de Andrina resonó en sus oídos cuando vieron a la chica junto a su madre. La situación... ¿parecía ser calmada? Aunque apra Andrea no había ninguna calma al respecto. Deseaba pronunciar palabras en su contra, pero ni una sola le salía. Era como si la ahogara, como si algo se lo prohibiera y le exigiera silencio.

—¿Chi-?

—¡Me preocupaste! —gritó Kamico como mejor pudo—. Te fuiste sin mí. ¿Te quedaste en el bus!

—Lo sé, lo siento —murmuró Andrina, bajando la mirada—, pero quería hablar con mamá de una vez porque no puedo quitármelo de encima.

Kamico no dudó en acercarse a ella para abrazarla con todas sus fuerzas. Un gesto que por primera vez Andrea vio como Andrina deseaba separarse de ese abrazo.

—Kamico, quiero estar a solas con mi madre —pidió, para luego mirar a las demás—. Me gustaría estar sola. Siento que mi hermano os haya preocupado y hayáis faltado a vuestras clases, pero de verdad...

—¡Está bien, hermana! —gritó Kamico con una sonrisa nerviosa—. Pero por favor te pido que avises a la próxima. Si quieres hablar con mamá está bien, pero avísame, por favor. ¿Vale?

Andrina soltó un suspiro y afirmó.

—Está bien. —Se giró, mirando a su madre—. Y perdón por el susto, mamá. Espero que no te moleste hablar ahora.

—No, tranquila, hija mía —respondió Elena con una sonrisa tranquila—. En parte esta conversación tenía que llegar.

Andrina afirmó para luego mirar a los demás. La mirada dejaba un claro odio en sus ojos. Un mensaje que decía "iros ya" en el tono más borde y poco respetuoso posible. A pesar de querer quedarse, aceptó, pero solo porque Kamico le agarraba del brazo de forma que hicieran caso y no molestaran en la conversación.

La puerta se cerró mientras se marchaban. Andrea soltaba un largo suspiro de resignación, uno que, tras soltarlo, miró hacia Kamico. Iba a insultarle y decirle cualquier cosa que se le pasara por la mente.

Pero en vez de eso, se quedó en silencio cuando vio la sonrisa nerviosa del chico, poniendo su mano izquierda en el oído de ese lado.

—Le pu-puse el mi-micrófono —murmuró con dificultad, apareciendo pequeñas lágrimas en sus ojos—. Puedo escuchar la conversación que tienen.

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