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Capítulo 12: Gema olvidada.

No era fácil explicarlo. Era normal que en algunos momentos Mitzy pidiera silencio para poder procesarlo. Agarraba la urna con fuerza, dejando que las lágrimas cayeran sin descanso a la vez que balbuceaba palabras sin sentido. Tampoco le exigían nada, después de todo era normal que soltara sus emociones de esa manera.

Cuando se dijo todo lo necesario, Mitzy pidió que la acompañáramos en el Subcódigo ya que ella misma no se veía capaz de explicar la verdad. No tuvieron ningún problema, aunque el camino sería parcialmente silencioso mientras se dirigían al portal.

—Al menos Adela ayudó ¿no es así? —preguntó Mitzy con la voz entrecortada, sin mirarlas.

—Claro que lo hizo. La idea del Subcódigo salvó a muchísimas vidas. Le debemos mucho por eso.

Mitzy bajó un poco el ritmo de sus pasos, viéndose una leve sonrisa en su rostro.

—Eso más bien fue Coltán quien tuvo la idea. En sí él trajo la salvación de este mundo por culpa del Blatulion.

Ànima frunció un poco el ceño.

—Es imposible que esa gema pueda traer este desastre —aseguró Ànima, captando la atención de la joven—. Conozco bien sus funciones. Era curativa y de propiedades mucho más avanzadas que en su momento intentábamos descubrir.

—Propiedades preventivas a la contaminación —añadió Mitzy, bajando un poco la mirada—. Coltán era científico y en su momento se dedicó a ver las propiedades que tenía la gema que pudo conseguir. Con el tiempo, obtuvo la ayuda de Miver, la conocida hija de las Lunas.

Ànima frenó los pasos de inmediato, abriendo los ojos como nunca ante esas palabras que casi la dejaron sin aire.

—¿T-Tú p-pudiste conocerla?

—Sí. Adela también lo hizo. Todos los que vivimos en este planeta la pudieron conocer —admitió Mitzy, frunciendo un poco el ceño—. Pensaba que los Cutuis también pudieron verla.

—N-No...

Puso la mano en su rostro al no saber como tolerar esas palabras. La hija de las Lunas había visitado el planeta que una vez vivieron. ¿Por qué? Se creía que la misma hija estaba centrada en las demás lunas que había en las demás Galaxias. Rumores que no se confirmaban del todo, pero que muchos decían al saber que verla era casi imposible.

Y aún así ahí estaba, viendo a una joven de apenas dieciocho años siendo testigo de la majestuosidad y belleza de alguien superior a un dios. Alguien que cualquiera se rendiría a sus pies.

—Yo... —Tragó con dificultad para luego soltar un suspiro—. Siento interrumpir. Mejor sigamos avanzando.

—Tranquila, no me es molestia. Incluso diría que es interesante conocer a la diosa de los Cutuis. Vuestra raza vivió aquí como bien sabe y es... raro poder hablar con una diosa como usted —admitió Mitzy con una leve sonrisa, mirando hacia la urna—. Posiblemente Adela habría tenido mucho interés en conocerte porque en el subcódigo quiso seguir los pasos de su tío, incluso se interesó mucho sobre el Blatulion y sus orígenes, pero al final acabó en...

Mitzy no pudo terminar sus palabras ante las lágrimas cayendo una vez más. Negó con rapidez y apretó sus labios, levantando su mirada para ver como el Sol estaba cayendo poco a poco.

—Gracias por traerla aquí. Sé el sitio donde Adela querría descansar, pero antes de hacerlo quiero hablar con mis padres —habló con una voz que intentaba ser valiente y segura, aunque en ocasiones la misma se quebraba—. Creo... Cre-Creo que me veo capaz de ir sola e ir.

—¿Está segura? No nos es un problema acompañarla —aseguró Lizcia, moviendo su cabeza hacia su voz.

Mitzy giró su cabeza para sonreír afirmando sin dudar.

—Adela mismo me lo dijo una vez. —apretó un poco sus labios, controlando sus ganas de llorar—. La princesa tendrá que perder a su mejor capitán cuando tenga que ir a la guerra para luchar por lo que es justo, y cuando eso ocurra, debo ser fuerte y proteger a todos.

Vio como Mitzy intentaba mantener la sonrisa mientras agarraba la urna como si por un momento se pudiera ver la figura de Adela al lado. Se abrazaban en un gesto tranquilo, uno en el que se demostraba ese cariño que se tenían. Le daba pena a Ànima no poder conocer más sobre ellas, pero estaba segura que su amistad era una que ninguna de las dos podía olvidar siendo tan jóvenes.

Aunque en sí, no iba a ser lo único que iban a olvidar con todo lo que las rodeaba. Si bien era cierto que estaban en los bosques, su cabeza no se podía olvidar del destrozo de lo que fue una vez la hermosa ciudad de Tuin. Y lo que más la carcomía era saber que por culpa del Blatulion, las cosas no habían ido del todo bien.

Por... su culpa.

Cuando llegaron a una pequeña choza abandonada, pudieron encontrar el portal protegido por varias barreras que dieron permiso a Mitzy para acceder. Les pidió que se quedaran por la zona y que intentaría no tardar demasiado para dar la noticia a sus padres.

—Si tardo demasiado, os daré el acceso al subcódigo. Por desgracia esta barrera no deja pasar a nadie a no ser que sea yo y Adela —explicó Mitzy, soltando un suspiro leve—. La creé hace poco por temor a que nos pudieran atacar.

—Se entiende, Mitzy. Nosotras esperaremos aquí. No te preocupes —aseguró Luminosa.

«De hecho es una idea prudente que deberían tomar en Suqueia», opinó en silencio Ànima, viendo como Mitzy se adentraba en el portal que había en el suelo para adentrarse al subcódigo.

Al desaparecer, decidieron descansar en el interior de la choza que aun lograba mantenerse. Al menos lo habrían hecho Luminosa y Lizcia, ya que Ànima estaba en el exterior vigilando su alrededor por s algo inusual ocurría.

Su alrededor era llenado por el sonido de las hojas movidas por el viento, uno tan relajante que la dejaba inmersa en sus pensamientos donde el pasado la volvía a llamar una vez más. Cerró por instante sus ojos, escuchando su propia voz infantil, correteando por los bosques en solitario, como en más de una ocasión hacía sin temor alguno.

Sin abrir aun los ojos, empezó a caminar en dirección a ese sonido, dejándose llevar por aquella versión joven de si misma que parecía agarrarla de la mano y pedirle que se apurara para que viera algo importante. Obedeció, sonriendo con calma cuando empezaba a acelerar y abrir los ojos para ver los bosques de gran tamaño a su alrededor, similares a los que una vez pudo ver en Claimia.

Eran golpes del pasado que la herían, pero que a su vez lograban ¿calmara? Era como una felicidad mezclada con el dolor de lo que pudo o no haber sido, y esos puñetazos iban a más cuando escuchaba de fondo el río llevar el agua con fuerza. Sus ojos se abrieron como nunca al reconocer ese ruido, al reconocer el camino a donde se estaba dirigiendo.

Pronto pudo encontrar el río en cuestión, y con ello, el brillo que desprendía, pero no porque la luna se viera reflejada en el agua, sino por colores anaranjados de partículas negras. Pudo reconocerlo al agacharse, viendo la gema que una vez pudo dejar en el pasado.

Hizo los mismos gestos que su versión pequeña, dejando con cuidado en el agua la gema que tenía a su lado con una sonrisa esperanzadora.

—Hemos pasado varios años viviendo aquí, y sé que podremos vivir aquí durante toda nuestra vida —se dijo a sí misma convencida, dejando con cuidado la gema—. No me importa dar el primer paso si sé que en el futuro tendré de nuevo la gema. Confiar en mí, papá y mamá. Solo tendréis que soportar a una pequeña rebelde por unos pocos años.

Soltó una ligera risa ante esas últimas palabras, viendo como la visión del pasado se desvanecía como parte de la oscuridad que la rodeaba. Una pequeña rebelde. Si ella supiera lo que pasaría más adelante. Si ella supiera que verdad dejar el Blatulion era liberar aquello que todos temían.

Aquello que incluso Cuis le pidió controlar aun si la situación era arriesgada en Claimia.

—Por ello me buscabas tanto las cosquillas, ¿no es así, hermana? —se preguntó Ànima en un susurro, mirándose en el reflejo del agua—. Capaz ese hombre te dijo algo sobre los Cutuis. Información que interesó al saber que el Blatulion contenía nuestra peor parte en todo sentido. Por ello muchos de la galaxia no se interesaban en la gema, se dejaban llevar por la peor parte de la oscuridad en vez de controlarla. —Rio por lo bajo—. Qué pena que siempre fui rodeada por la luz, ¿no crees?

Se miró en el reflejo del agua con una sonrisa tranquila. Mantuvo el silencio para apreciar todo lo que la rodeaba, soltando un leve suspiro para agachar su cabeza al darle vueltas a todo lo que había vivido.

Rio por lo bajo, agradeciendo que la vida misma fuera justa, pero sabía que su misión no estaba terminada. Tenía mucho, demasiado por hacer, pero se calmaba diciéndose que lo haría al lado de Luminosa, disfrutando de una vida un poco más tranquila, o al menos eso deseaba.

Alzó su rostro para ver algo que la dejó con la boca un poco abierta. La versión de su pasado estaba presente al lado, apoyándose en su hombro y mirándola con curiosidad. Esto no la asustó, más bien la dejó con otro deseo más pendiente en su lista, uno que... no sabía si era tan buena idea.

—Capaz algún día visite mi hogar —murmuró, levantándose con cuidado—. Por ahora tengo que terminar esto y llevar a Lizcia a su hogar.

Caminó de regreso a las demás para ver como Mitzy ya estaba de vuelta. No había tardado demasiado como se pensaban, y no estaba sola. Al parecer sus padres se encontraban ahí, con rostros que dejaban en claro las lágrimas que habían soltado ante tal noticia.

Al acercarse, recibió un agradecimiento del que se le hizo agridulce. ¿Qué gracias debía de recibir si después de todo ella había sido culpable de este desastre? Daba igual si fuera una cría, tenía que haber hecho caso a sus padres.

Si tan solo lo hubiera hecho...

—Ànima.

La voz de Luminosa hizo que abriera sus ojos un poco más, mirándola para ver como su pareja le agarraba de la mano con dulzura, mirándola con una sonrisa tranquila.

—¿Has escuchado lo que han dicho? —preguntó Luminosa con una leve risa.

—Ah. Yo... —Soltó un suspiro, escapándose una risa—. No. Lo siento.

—Han dicho que podemos estar aquí o regresarnos ya. No quieren que perdamos el tiempo por ellos y que agradecen traer una parte de ella aquí —explicó Luminosa con calma—. Ahora, si tu quieres, podemos quedarnos o irnos.

Movió su cabeza para ver como la familia se encontraba junta. La madre, llamada Adina, sujetaba la urna con cuidado mientras que Cael, su marido, la abrazaba. Mitzy en todo momento se quedó en silencio con las lágrimas presentes, susurrando palabras que no quiso escuchar.

—Mejor volvamos —decidió Ànima con seguridad—. Es un momento íntimo entre ellos. Nosotras no pintamos nada.

Luminosa afirmó para acercarse a Lizcia y darle la mano. La guiaría en dirección a la nave para poder irse a su hogar por fin. Ànima, antes de moverse, miró una vez en dirección a la familia, soltando otro suspiro más para agachar la cabeza.

—Haré lo que esté en mis manos para proteger este sistema, aun si me cuesta la vida —decidió, poniéndose firme para mirar hacia Lizcia y Luminosa—. Ya no haré más errores. Ya no más.

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