Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 1: ¿De dónde eres?

El Subcódigo no se alejaba demasiado de como era el exterior, capaz un poco más avanzado como si fuese una gran ciudad similar a la de Barcelona, la cual Andrea le angustiaba por como la vida surgía como si nada hubiera ocurrido ahí fuera.

Lo habían conseguido. De verdad lo habían conseguido.

Se quedaba en silencio admirando todo lo que le rodeaba, esperando a que los médicos del lugar le dijeran los resultados sobre su hermana y Mikuro. Sabía que ambas estaban bien, pero aun así necesitaba saber los resultados de si habían sufrido heridas que no eran visibles de primeras.

Podía haber entrado junto con Andrina, pero si no lo hizo fue por razones personales. Después de todo no soportaba los hospitales, daba igual en que sitio o planeta. Se quedó en silencio al lado de las puertas, un pie apoyado en la pared brazos cruzados con un rostro pensativo.

No sabía cómo estaba viva aún.

Agradecía al cielo que Solace y Alas estuvieran a su lado cuidándola, pero en su cabeza no sabía como reaccionar. Estaba viva con heridas que se iban recuperando, pero con vida.

Miraba todo lo que la rodeaba como si por un momento el tiempo careciera de sentido. La velocidad era lenta y podía ver a los Iruins caminar o usar sus transportes como si fuera un día más en su día a día. Era obvio que muchos eran conscientes de lo que habían hecho e incluso se lo agradecieron como héroes que eran del planeta, pero aun con ello la vida seguía transcurriendo a pesar de estar los líderes atentos a ellos por si necesitaban algo en concreto.

Héroes. Era una vez más heroína de un planeta, y en este caso lo habían salvado. Ningún herido o muerto de los Iruins o Scurins había resultado, pero en cambio ellos sí.

Bajó la cabeza con un rostro serio y recordó lo que había hecho, en especifico a las palabras que Kamico le pronunció cuando mataron a Adela. ¿Realmente había una opción para ella? Era la duda que más rondaba en su cabeza a la vez que sentía su corazón ser estrujado sin compasión alguna.

Y no solo era Adela la afectada, Renic también. Saber tal hecho bajó un poco la moral, pero no para Luminosa. Aseguró que tenía planes un poco más distintos a futuro.

—Futuro —susurró, poniendo la mano en su cabeza—. Joder macho.

¿Futuro? ¿Qué iba a ser de su futuro? Ahora que habían terminado su misión, ¿qué iban hacer ahora? ¿Vivir una vida humana como si nada o ser los protectores de la tierra cuando se volviera un código?

—La segunda opción es la que nos queda hacer por obligación —se respondió en un susurro—. A no ser que Andrina se largue.

Soltó un largo suspiro de frustración, rascando su cabello con fuerza.

¿Qué le pasaba en la cabeza de Andrina? Podía comprender su frustración al no sentirse suficiente, pero acababa de cometer una locura al descontrolarse de esa manera, y si era cierto lo que había dicho Adelfra, era normal que la consideraran una amenaza.

Que incluso Pyschen la ayudara...

—Debió de ser un engaño que aplicó hacia Adelfra para que creyera que Andrina era un peligro, por ello también le afectó al Vigilante —murmuró Andrea, negando con su cabeza—. ¿Qué va a ser Andrina una amenaza? ¡Ya me jodería! Más peligro era yo cuando no sabía usar mis poderes o cuando tomé el destello sin permiso. ¡No me puto jodas!

En medio de sus palabras, pudo escuchar unos pasos a su derecha que la hicieron alzar su cabeza. Se quedó atónita al encontrarse con Ànima porque en principio había dicho que estaría con Urchevole y Kemi.

Cuando se acercó, Andrea quiso decir alguna palabra de por medio, pero era tan complicado e ¿incluso incómodo? No podía describirlo bien teniendo en cuenta lo que sabía de ella. Una humana que pasó a ser una diosa. Una diosa que pasó de ser su enemiga a su aliada.

Tan complicado todo...

—Hola, Andrea. —Que Ànima saludara tomó por sorpresa a la mencionada, mirándola con asombro—. Pensé que estarías con Mikuro y Anais.

—No llevo bien los hospitales —respondió Andrea sin intentar sonar maleducada.

Ànima alzó la ceja con una leve sonrisa.

—La guerrera de este código teme los hospitales. Qué cosas —contestó con una leve risa para luego mirar el edificio—. No te culpo. En sí cualquier sitio puede ser terrorífico.

Andrea frunció un poco el ceño, pero no le tomó importancia, bajando de nuevo la mirada.

—Vas a por Luminosa, ¿no? —preguntó, viendo como Ànima afirmaba en silencio—. Pensé que estarías con Urchevole y Kemi.

—Iba, pero Kemi me dijo que me quedara con vosotros.

Andrea pudo entender de inmediato el porqué de ello. Soltó un largo suspiro, mirando a otro lado.

—Andrina no es un problema.

—Y quiero creerte, Andrea —respondió Ànima, mirándola con calma—, por ello me gustaría hablar contigo una vez visite a las demás para ver como están. ¿Te es algún problema?

Se quedó en silencio sin saber como responder. Miraba a Ànima y se sentía tan ¿humana? ¡Educada! De eso seguro y tenía una actitud muy amable por como se mostraba ahora mismo, pero a la vez la respetaba por lo que había vivido. Cierto era que no la había visto luchar, pero era obvio que tenía un gran poder si pudo enfrentarse a Pyschen o dejar muy heridas a Lizcia y Luminosa.

—No, ni-ningún problema. —Miró hacia la entrada del hospital—. De hecho, haré de tripas corazón y entraré para ver a las demás.

Ànima afirmó sin decir mucho más que entrar. Andrea la siguió, encontrándose dentro de un edificio que no se alejaba de los pocos hospitales que había visto. Una limpieza impecable junto a los colores blancos que intentaban transmitir pureza, pero que para ella era una interpretación a una bienvenida al cielo.

Escalofríos inundaron sus hombros. Negó rápido con su cabeza y se dirigió hacia las escaleras para ir a las habitaciones. A la primera que se dirigió fue a la de su hermana.

Con cuidado abrió la puerta, vendo que aun se encontraba dormida bajo las sábanas ligeramente gruesas que le aportaban la calidez que necesitaba. Tenía su brazo derecho y pierna izquierda vendadas, lo que la preocupaba porque si so lo veían sus padres...

—Aunque supuestamente dijeron que sus vendas contenían una medicina natural que aceleraba el proceso de curación —recordó Andrea en un susurro para luego suspirar—. Espero que sea así.

Dejó que su hermana durmiera para ir a la habitación de Mikuro. Sabía que la suya tenía unas condiciones que tan solo pensarlo hacia que se abrigara bien con su inseparable y quemada chaqueta roja. Recordaba bien el consejo que le había dicho el médico, antes de que saliera.

—No puedes estar ahí más de unos pocos minutos. Sabes que Mikuro es una Hielex y se cura mediante el frío, a diferencia de otros.

Saber tal información la tomaba por sorpresa. ¿habría tenido una recuperación así en Extra-Sistema? Suponía que sí, pero no era algo que debiera de pensar al encontrar la puerta enfrente suya.

Respiró. Se puso firme y abrió la puerta para ser azotada por el frío.

—Carallo, esto es peor que en Galicia —susurró, poniendo de inmediato sus manos en sus brazos.

—¿Andrea?

Le tomó por sorpresa que Mikuro estuviera despierta. Al acercarse, pudo ver como su pareja se encontraba en la cama sentada. Tenía algunas heridas en sus brazos y piernas, pero las vendas hacían su trabajo y no eran tantas como la anterior vez que la vio en el exterior.

Pensar en las condiciones que se encontraba antes hizo que Andrea sintiera una repentina tensión en sus hombros. Tragó saliva sin querer y negó con su cabeza, caminando hasta encontrarse con ella enfrente.

—No deberías estar aquí —habló Mikuro, mirándola con preocupación—. No llevas ropa adecuada para aguantar el frío y encima...

—Peores climas me he tenido que acostumbrar en mi hogar —interrumpió Andrea con una sonrisa en la que sus dientes no paraban de tiritar—. Si supieras el clima que hace, ¡y encima nieva! Yo creo que te gustaría visitarla.

Mikuro rio con delicadez al verla.

—Me lo creo, Andrea, pero no creo que sea igual de frío que aquí.

—No, la verdad. Aquí el frío es como si me encontrara en el Antártida. ¿A cuántos grados estamos? —preguntó, moviendo su cabeza de un lado a otro.

—A cero grados.

—Me cago en...

Mikuro soltó otra risa.

—Sé que has venido para ver si estoy bien, y te aseguro que lo estoy. Solo necesito reposar un poco más y estaré como nueva —contestó con una sonrisa tranquila—. No te preocupes por mí. Por ahora ve y estate atenta a los demás por si necesitan algo, aunque creo que todos están bien atendidos, ¿no?

Andrea afirmó sin parar ante el frío que sentía en todo su cuerpo. Esto preocupó aún más a Mikuro.

—Vete, Andrea. Luego iré a por ti y hablaremos de lo que haga falta, a no ser que haya ocurrido algo ahora...

—N-No, tra-tra-tranquila.

Como mejor pudo, intentó irse de la habitación. Aquello era como si estuviera escalando la montaña más nevada que pudiera conocer en su vida, peores que las que había en su hogar. Sentía que en cualquier momento iba a derrumbarse en medio de la nieve y morir ahí mismo.

De no ser que Mikuro se acercó a ella para darle un beso en su mejilla.

—Gracias por preocuparte por mí, Andrea.

Ese delicado y adorable beso fue el detonante de una explosión volcánica en todo su cuerpo. El fuego se repartió en todos lados como si hubiera comida una sopa muy picante, pero con un sabor impresionante. Se puso firme y miró a Mikuro para luego agachar la cabeza sin saber que pensar o decir.

Su reacción hizo reír a Mikuro, viendo como Andrea se marchaba, abriendo la puerta para luego despedirse con un gesto tímido y así cerrar la puerta.

Nada más hacerlo, la temperatura de su cuerpo se fue acomodando. Andrea no pudo evitar ponerse la mano en su mejilla con la mirada perdida. La vergüenza la azotó, siendo consumida por un montón de pensamientos tontos de una cría que experimentaba el amor por primera vez.

Aunque en su caso era la segunda. Y menuda forma de enamorarse de alguien que no era humana.

—De las chorrocientas personas que hay en mundo, me enamoré de un alíen. Eres la ostia, Andrea.

Se dio pequeñas palmadas en sus mejillas para relajar sus nervios y alzar su cabeza. Al hacerlo, pudo ver a su izquierda una de las habitaciones abiertas, escuchando una conversación que captó su atención.

—No, Kamico. No puedo dejar que salgas de la tierra con todo lo que ha ocurrido.

Con cuidado, caminó hacia la habitación, pero sin dejar de prestar atención a la conversación que tenían.

—¡Debo hacerlo! Eres mi hermana, jamás te dejaría de lado, ¿¡lo entiendes!?

—¡Y yo no quiero que te hagan daño de esta forma! —chilló Andrina con desespero—. Me niego. ¡Te utilizó! ¡Y sé que ella no podría ser la única con los miles de amenazas que hay fuera! Te dejo que quieras proteger el planeta cuando se vuelva un código, pero no puedo dejar que vengas conmigo porque en cualquier momento...

—Luminosa dijo que usaría las piezas de Renic en mi cuerpo. ¡Podría ser un ciborg más fuerte!

—¡Y dejar de ser humano!

El silencio inundó la habitación. Andrea se apoyó contra la pared con rostro angustiado, cerrando sus ojos para meditar sus palabras. Si lo miraba de cierta forma, no podía dejar que su hermana acabara con el mismo resultado.

Porque ella ya no era tan humana como Anais.

—Kamico, entiende que yo no soy humana. ¡Soy de otra raza que desconozco! Y quiero buscar las respuestas que tanto necesito —explicó Andrina. Según imaginaba Andrea, estaría con lágrimas en sus ojos y moviendo sus manos con nerviosismo—. Sé que debo ir a otros lados, ¡galaxias incluso! ¡Galaxias! No estamos hablando de un juego infantil, sino algo demasiado grave en la que nuestras vidas peligran.

—Pero yo quiero...

—Sé que quieres acompañarme, Kamico. —Escuchó los pasos de Andrina. Posiblemente iría a por su hermano para abrazarle—. Pero no puedo permitir que alguien más te haga daño de esta manera. No puedo.

«La verdad, Andrina tiene razón. Es lo más prudente, más si ella no es humana —pensó Andrea, soltando un largo suspiro—. Y creo que debería hacer algo así con mi hermana una vez despierte».

No se quedó mucho rato escuchando. Se marchó de los pasillos para salid del hospital. Podría visitar a los demás, pero no tenía mucho conocimiento sobre Lizcia a diferencia de Ànima, y tenía claro que visitar a Luminosa no sería buena idea si estaba con la diosa.

¿Qué sabía de los demás? Charlot se encontraba descansando, pero a su manera. Decía que los sitios cerrados no le transmitían calma, menos las habitaciones. Prefería estar en el exterior recuperándose a su manera. Con Adelfra la situación era distinta porque se encontraba en el exterior con los Scursins, organizando todo para que se mantuviera en orden.

Incluso... repoblar el exterior de una extensa naturaleza.

Esta idea en verdad era una que se había planeado de improviso. A los líderes no les pareció mal ya que después de todo sabían que un Subcódigo era más seguro que el exterior, que incluso si lo organizaban bien, podrían hacer el exterior un lugar peligroso para aquellos que intentaran invadirlos.

En definidas cuentas, se quedó esperando en el mismo sitio de antes, mirando todo lo que la rodeaba y sentir que el tiempo volvía a ser lento, pero en esta ocasión le generaba una presión horrible en su pecho al darle tantas vueltas a todo.

¿Qué sería de su familia cuando supieran la verdad? ¿Qué sería de su vida cuando el planeta fuera un código?

¿Qué sería de ella?

Su cabeza le daba muchísimas vueltas que la ahogaban en medio del océano profundo, aunque por fuera mostraba una estabilidad y calma poco comunes en ella. Cualquiera que la viera pensaría que estaría esperando por alguien, y si bien era cierto, en verdad su cabeza necesitaba soltar todas las emociones acumuladas que no sabía administrar.

—¿Andrea?

La voz de Ànima hizo que la mencionada se girara, mirándola de reojo con una sonrisa que fingía tranquilidad. Se quedó en silencio, intentando que su voz no sonara quebrada, como si restableciera las cuerdas vocales de su garganta para por fin hablar.

—¿Ya hiciste la visita?

—Ambas están durmiendo, así que podemos hablar de ello si te parece bien —respondió Ànima hasta que movió un poco su cabeza a la derecha—. ¿Estás bien?

Tal pregunta podría ser como un martillo rompiendo un mineral duro, pero Andrea lo resistió con una sonrisa imperturbable.

—Sí. De maravilla. —No le dio más vueltas, se despegó de la pared y empezó a caminar—. Vamos. Te explicaré todo bien como me has pedido.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro