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Capítulo veintiuno: Mantenerse al lado.

Gris. Todo era gris. No se veía. En sí no veía nada ni sentía nada de lo que era ella. Tampoco recordaba. Tampoco podía hacer nada. Estaba en medio de la nada grisácea. Un movimiento la llevaba al mismo bucle. Sonreír. Enfadarse. Llorar. Escuchar. Pensar. Hablar. Todo era un sinónimo de repetición. Estar en el mismo lugar en donde se sentía encerrada en una habitación tan pequeña que su cuerpo (si se le podía decir de alguna forma) estaba encerrado sin apenas tener la opción de mover sus brazos o piernas. Respiraba, y aun a duras penas.

Luz entró por primera vez en la caja. Sus ojos fueron bendecidos por un color que le dolía, pero no le molestaba cuando en ocasiones aparecía. Era como una mano que le ayudaba a sacar de esa habitación tan cerrada, pero no tenía suficiente fuerza. Eso sí, siempre que aparecía, le decía palabras o muy concretos.

Algunos la hacían llorar, pero al estar en ese bucle, se queda en esa caja sin poder hacer nada. Cuando esa luz insistía tanto en sacarla diciendo esas palabras, acababa en ese infinito donde seguía sin hacer nada.

Hasta que de repente en esa habitación pudo ver a alguien a su lado.

Tenía un alma. Brillante, hermosa y pura. Miraba a su alrededor con un claro desconcierto y chillaba de dolor cuando hacía un mínimo gesto. Aun así, aguantaba ese sufrimiento y la miraba con un claro pánico y dolor en sus ojos.

Se observaron por unos largos segundos hasta que la voz habló a pesar de ser un resultado doloroso, pero no le importó. Siquiera le importó que la torturaran mientras pronunciaba frases largas o movía sus manos para que ella las agarrara.

Pero no había ni una sola intención de su parte. Solo se quedaba inmóvil mirándola, encontrándose con sus lágrimas.

—Por favor, Ànima. T-Te necesitamos.

Escuchar su voz quebrada hizo que la mencionada moviera un poco sus ojos y viera la luz de sus manos. Iba desapareciendo poco a poco. Iba destrozándose en partículas oscuras, pero no se inmutó ante esto.

Hasta que la caja brilló en una luz tan pura que disipó la niebla por completo.

Abrió los ojos como nunca. Flotaba en medio de un escenario blanquecino del que poco a poco empezó a envolver su alma. Al principio tuvo miedo y no se movió, pero la calidez y cariño de esta hizo que moviera un poco su cabeza.

Ya no dolía. Ya no olvidaba.

Ya no estaba en ese bucle.

Vio de nuevo esa alma debilitada envuelta en luz. Respiraba con gran dificultad, pero aun así seguía adelante acercándose a ella. Cuando estuvo enfrente suya, dio sus manos.

Se quedó en silencio observándola para analizar cada detalle de su alma. Era una luz amarillenta mezclada de colores azules delicados. Una figura que parecía ser débil, pero con un grandioso poder en su interior que dejaba atónitos a todos, al igual que a ella en ese instante.

Y no era lo único que veía cuando alrededor la luz blanca la envolvía para darle fuerzas. Esta no tenía la forma de un alma, pero si la figura de una mujer que hizo abrir un poco su boca y dejar que las lágrimas cayeran.

Miró de nuevo al alma y agarró sus manos. Fue ahí cuando el escenario cambió por completo a unos bosques que no reconocía, pero que los colores otoñales en las hojas que había a su alrededor dejaban una calidez que hacía tiempo que no sentía. Movió sus manos hacia sus brazos y se dio cuenta de que tenía un cuerpo.

Se miró y entonces comprendió poco a poco lo que estaba pasando.

Estaba viviendo.

—¡Ànima!

Se giró ante esa voz y pronto comprendió lo que ocurría.

—¡No te quedes ahí quita, debemos escondernos!

Estaba viviendo todo de nuevo desde el principio.

No sabía si lo que había hecho estaba bien o no. Lizcia le costaba comprender lo que acababa de vivir. Un lugar tan vacío y limitado. Uno donde no podía respirar, ni siquiera moverse. Se sentía tan débil que a estas alturas no sentía su cuerpo, y sabía que estaba siendo controlado por Ànima, que atacaba con todo lo que tenía sin ser consciente aún de sus acciones.

Era terrorífico pensar que el poder de la locura llegaba a un nivel así. Alguien controlado, controlando a otros, aunque también era irónico cuando se ponía a pensar que Pyschen, a lo mejor, era una mandada más junto a los demás Elegidos que había de Caos.

A duras penas veía el escenario. Luminosa luchaba con todas sus fuerzas y admirable ver cómo usaba esa habilidad. La pureza lumínica se adentraba a los ojos del usuario, inmovilizando por completo a Ànima y que no pudiera atacar durante unos segundos. Lo malo era que se estaba acostumbrando poco a poco a ese ataque, después de todo Ànima era mucho más que una Luna Creciente.

Lizcia deseaba hacer algo más, pero solo podía rendirse ante ese control. Sonreía, porque a pesar de lo malo confiaba en que había conseguido algo al romper esa angustiante sala cerrada y privada de libertad. Creyó que darle por primera vez con esa luz tan pura, era una forma de despertar a Ànima y que empezara a moverse sin temor.

Que recordará de una vez quién era en verdad.

«Sé que son siete hilos en vez de tres, Ànima, pero puedes contra eso y mucho más. Eres fuerte, eres imparable. Te hemos visto, todos te admiran y sabes que eres capaz de ello y más —pènsó Lizcia, como si eso fuera una forma de comunicarse con ella aun si no obtenía la respuesta. Suspiró, cerrando poco a poco sus ojos—. No dejes engañarte por tu hermana y haz-haz fren-frente a la locura...»

Vio como el color de sus ojos azulados desapareció. Esperó a que volviera, pero durante su batalla se dio cuenta de que Lizcia había gastado tanta su energía que no era capaz de reaccionar. No la culpaba, desconocía en que situación había en su interior, pero estaba segura que era una muy complicada como para hacer frente sola. Al menos tenía la esperanza de que la pureza lumínica hubiera hecho algo, porque había dejado a Ànima quieta durante unos minutos, pero no lo suficiente para que reaccionara.

Se lamentó en silencio al ver como caían algunas gotas de sangre del rostro de Lizcia. Si Ànima seguía con ese ritmo, la acabaría matando, y eso era lo último que deseaba. Necesitaba hacer tiempo, por ello mismo frenó sus acciones, teniendo la esperanza de que a lo mejor hablar sirviera de algo.

—¡Para de una vez, Ànima! ¡Date cuenta de lo que estás haciendo! —chilló con todas sus fuerzas.

Vio como movía su cabeza en su dirección. Frunció el ceño e intentó moverse para atacarla con su espada. Luminosa se apartó a un lado, esquivando su ataque para intentar hablar de nuevo:

—¡Recuerda, Ànima! ¡Ella es Lizcia! ¡Es tu mejor amiga! ¡Ella te ayudó a recuperar sus memorias! ¡No es tu enemiga!

En medio de sus palabras vio como Lizcia chillaba como nunca, apareciendo de sus espaldas los tentáculos para clavarlos contra el suelo. De ahí, destrozaría el suelo y estos se movieron de forma que atacaron a Luminosa. Logró esquivarlos, aunque por desgracia uno de estos la agarró para impactar contra el suelo.

Escupió sangre y perdió por un momento la consciencia. Dentro de su cabeza escuchó el grito de aviso por parte de Luminem, despertando de golpe para ver a Lizcia encima suya con esos ojos llorosos llenos de oscuridad. Levantaba su espada, lista para matarla.

Luminosa solo pudo poner sus manos con la idea de bloquear el ataque. Esperó tras haber cerrado sus ojos, pero el ataque nunca llegó.

Vio a duras penas como Lizcia había impactado en el suelo, agarrando su cabeza a la vez que gritaba, pero su voz era la de Ànima.

—¡No quiero ver esas imágenes! ¡Basta! ¡Están engañando! ¡Me quieren hacer daño!

Como mejor pudo se sentó en el suelo y respiró lo más hondo posible.

—¡No! ¡Haz caso, Ànima! ¡Fijate en cada una de esas imágenes porque son tus recuerdos! ¡Son parte de ti!

—¡Mentira!

Vio como Ànima hacía un corte el aire para que la oscuridad se creara y fuera directa en un rayo horizontal hacia Luminosa. A duras penas pudo esquivarlo tirándose a un lado en el suelo. Al alzar la cabeza, vio cómo Ànima una vez ponía las manos en la cabeza, tambaleándose.

«Puedo con esto. ¡Puedo con esto! ¡Es insistir! ¡Es...!»

Alzó su cabeza en medio de sus pensamientos para ver algo que le generó esperanza. Tenía cinco hilos en su cabeza. Sonrió de alivio, pero no por mucho tiempo al ver como Ànima la atacaba de nuevo. Como mejor pudo, se levantó del suelo y trató de escapar.

—¡No huyas! —gritó Ànima en una voz irreconocible.

Vio cómo creaba varias esferas de oscuridad con tal de dañarla, pero no se dejaba. Esquivaba a la mayor velocidad posible sin dejar de observarla por si hacía algún movimiento que la tomara por sorpresa. Por desgracia, en una de esas veces que observó, chocó contra un muro de oscuridad creado de forma imprevista, recibiendo un golpe a su cabeza que la tiró de inmediato contra el suelo.

A punto de recibir otro golpe, Luminosa se giró aún estando herida para lanzar luz desde sus manos, cegándola de forma que se quejó de dolor, cubriendo sus ojos. No duró mucho porque al retirar sus manos, intentó atacarla.

Pero se quedó totalmente inmóvil cuando se fijó en ella.

Respiraciones agitadas se escucharon por parte de ambas. Luminosa no pudo evitar llorar al verla, agachando la cabeza y cerrando sus ojos. Tras eso, levantó su rostro y mostró una sonrisa llena de dolor.

—Por favor, Ànima. ¿No me recuerdas...?

Su voz quebró ante su pregunta, dejando un silencio que destrozaba cada vez su corazón. Al abrir sus ojos, vio algo que la hizo llorar aun más. Lágrimas caían, pero eran unas que mostraban al fin una emoción de arrepentimiento que Ànima por fin reflejaba.

Dio varios pasos hacia atrás y cayó de rodillas al suelo. Por fin se separó del cuerpo de Lizcia, dando aún más pasos hacia atrás con una respiración agitada mientras ponía sus manos en la cabeza. Ante esto, Luminosa no dudó en acercarse a Lizcia, aun estando muy herida, para comprobar que aun seguía respirando.

La abrazó aliviada y entre lágrimas, pero no dejó de vigilar a Ànima, quien no paraba de temblar ante el dolor que sentía en su cabeza. Ante esto, Luminosa intentó hablar.

—No temas a recordar, Ànima. Soy yo. Soy Luminosa.

—¡Tú moriste! ¡Lo vi! —chilló con desespero.

Luminosa sonrió con dolor, agachando su cabeza.

—MI alma se unió a la de Luminem y perduramos gracias a la bendición que nos dio Aspaura. Seguimos con vida gracias a ti cuando nos diste un cuerpo al encontrarnos en Steinfall —explicó Luminosa.

Vio cómo sus ojos se abrieran y alzaba su rostro para mirarla. Su boca estaba entreabierta, respirando aun con dificultad y con sus brazos aún temblorosos.

—Era Negatividad en ese cuerpo, pero en verdad siempre fui Luminosa. Ànima, siempre estuve a tu lado como nos prometimos.

No obtuvo una respuesta, solo vio la confusión en sus gestos. En ese momento, Luminosa no dudó en agarrar a Lizcia por si acaso tenían que huir. Sabía que Ànima estaba aun recordando, pero aun tenía los hilos encima de su cabeza, por lo que en cualquier momento podía atacarla.

El problema fue que hacer ese simple gesto hizo que la tomaran por sorpresa, siendo agarrada de sus extremidades por unos tentáculos. Para cuando quiso hacer algo, vio como ÀNima chillaba de dolor y como los hilos parecían ser estirados por una presencia que aun seguía controlándola.

—¡Lucha contra eso, Ànima! —gritó Luminosa con desespero—. ¡No te dejes engañar! ¡No te dejes controlar! ¡No dejes que te utilicen! ¡Lo que te enseñan son constantes engaños! —Respirando lo más hondo posible, cerró sus ojos y gastó todo su oxígeno—. ¡No olvides quien er-

En medio de sus palabras, sintió como atravesaban parte de su brazo derecho. Escupió sangre de su boca, perdiendo poco a poco la consciencia. Lo que veía a duras penas era como Ànima la observaba con los ojos llorosos, gritando con total desespero a la vez que intentaba moverse.

Movió un poco sus ojos y juró por un instante que quien la estaba controlando era una figura similar a quien había visto en Claimia. Una que la hizo entrar en pánico al revivir una situación similar a su muerte.

¿Iba a vivir lo mismo una vez más?

¿Iba a...?

«¡Me niego!»

A pesar del horrible dolor que sentía, pudo apoyar su brazo izquierdo contra el suelo. Tras eso, iluminó su cuerpo de forma que todo lo que estaba a punto de atacarla, desvaneció como si polvo fuera, incluso ahuyentó los tentáculos de Ànima, volviendo a su cuerpo. COmo mejor pudo, se acercó a Lizcia, agarrándola en un abrazo como si fuera lo único que debía proteger.

Miró desafiante a Ànima con ojos llorosos, lista para atacarla una vez más, pero pronto vio como a su alrededor cientos de Loineos y Cineos la rodeaban con tal de atacarla. Trató de brillar una vez más su cuerpo, apretando sus dientes y cerrando sus ojos con desespero a la vez que chillaba.

—¡Radow! ¡Por favor despierta! ¡Recuerda quien eres de una vez!

A pesar del dolor y cansancio. A pesar del sufrimiento y angustia. Permaneció en el sitio como una luz en medio de la cueva dando su última señal de vida. Se mantuvo al lado de Lizcia, agarrándola con su brazo izquierdo, acercándola de forma que ambas parecían ser una luz preciosa en medio de las cuevas profundas donde la esperanza se creía perdida. Las dos supervivientes que usaban sus últimas fuerzas con sus rostros cabizbajos, llorando en silencio esperando a que el fin llegara.

Pero nunca llegó. Más bien, fueron envueltas y tragadas por la oscuridad de la cueva.

Luminosa abrió los ojos con dificultad, sintiendo una derrota total en todo su cuerpo. Sonrió de dolor, llorando sin parar mientras apoyaba su cabeza en la de Lizcia.

—Lo intentamos, de verdad que lo intentamos —murmuró Luminosa, escuchando la voz quebrada que tenía—. No podemos. No podemos. No puedo más... Por favor.

Alzó un poco su rostro, viendo esa oscuridad tenebrosa moviéndose a su alrededor. Sonrió de dolor cerrando sus ojos.

—Mátame rápido, Ànima. Es lo único que te pido.

Esperó el momento. Esperó que la atravesaran y la mataran junto con Lizcia. De rodillas en el suelo y sujetando el cuerpo de Lizcia como una caballera que había perdido a su princesa, esperaba ese segundo en el que perdiera la consciencia. Se quedó inmóvil con una sonrisa tranquila.

Y sintió una caricia en su hombro derecho, una que relajaba el dolor que sentía.

Abrió sus ojos de inmediato, viendo como la oscuridad se movía con cautela. Parecía ser arrepentimiento por como intentaba no mostrarse agresiva, incluso parecía tener consciencia por como daba la sensación de que observaba a Luminosa, dudosa de seguir adelante. hubo un silencio no muy largo en el que la propia joven vio como la oscuridad intentaba detener las heridas como si fueran vendas curativas, aunque era claro que su regeneración era dependiente de la luz.

La oscuridad no solo curó su cuerpo, sino que también el de Lizcia, moviéndose con lentitud y como si esta tuviera sentimientos. No la dañaba, más bien iba retirando la sangre y curando poco a poco sus heridas.

Envueltas en esa cúpula, Luminosa observó todo con los ojos llorosos. ¿Era real lo que vivía o era un producto de lo que su mente deseaba que ocurriera?

Pronto la cúpula se desvaneció en partículas de ese mismo color, moviéndose en dirección a la figura majestuosa y femenina que tenían enfrente suya. Dándole las espaldas, sus tentáculos se movía en dirección a los enemigos que la rodeaban, los cuales no se atrevían a dar ni un solo paso enfrente al darse cuenta lo que estaba pasando.

Vio como por un momento la mujer de la que seguía aun enamorada se giró para mirarla de reojo. Le sonrió, aunque no de la manera que deseaba, sino con un notable arrepentimiento. Movió su cabeza una vez más, observando a todos los enemigos que la iban atacar.

—Acercaros a ellas, y os daréis cuenta de lo que soy capaz. Acercaros a ellas, y seréis enviados a un infierno personal donde le enviaréis un mensaje claro a mi hermana. —Movió su pierna derecha, observándoles con odio—. Esta vez puedo soportar los siete hilos que tanto presume controlar. Esta vez ya no hay más engaños.

No le dio tiempo a ver como Ànima se movía a una gran velocidad para acabar con cada uno de los enemigos que las rodeaban. Incluso aquellos que les daba tiempo a atacar, eran asesinados y sus ataques eran desviados o bloqueados por la oscuridad que controlaba con sus manos o que salía de sus tentáculos.

Luminosa se quedaba impresionada al ver como Ànima se movía de tal forma, como era capaz de tanto, y a la vez agradecía de que hubieran luchado solo contra ellas sin Pyschen vigilando, por si lo hacía, capaz todo ese poder usado se habría aplicado en su contra y no habrían tenido tantas opciones.

¡Ah! ¡Luminosa lloraba como nunca de pensar que lo había conseguido! Agachaba su cabeza y abrazaba a Lizcia con fuerza, aun si la pobre reina no reaccionaba. Escuchaba sus pulsaciones y sabía que seguía con vida, ¡con vida al igual que ella! Tembló como nunca mientras era rodeada por esa oscuridad que ya no la atacaba. No, era como una manta protectora que se activaba cuando la intentaban atacar. Era aquella de la que se había enamorado, sintiendo una calidez en todo su cuerpo que si bien calmaba algo de sus emociones, no podía evitar llorar sin descanso.

No supo bien cuanto tiempo estuvo luchando contra ellos, pero cuando terminó, pudo ver como Ànima estaba cerca suya caminando en su dirección. Alzó su rostro y la miró con las lágrimas aun presentes, sonriéndole como nunca mientras veía toda su apariencia.

—Àn-Ànima. ¡Ànima! —gritó de emoción, intentando levantarse del suelo, pero no le hizo falta cuando la propia se sentó enfrente suya de rodillas en el suelo—. ¿¡De-De verdad eres tú?! ¡¿De-De verdad es-esto es...?!

Sus palabras se vieron interrumpidas cuando el inesperado beso en sus labios llegó. Sus ojos bien abiertos dejaron en claro sus emociones, pero los cerró y correspondió el beso como nunca, agarrando los brazos de Ànima con sus manos y brazos temblorosos a la vez que la lágrimas, una vez más, caían como polvo de estrellas.

Al terminar el abrazo, Luminosa no pudo evitar caer en los brazo de Ànima y derrumbar sus emociones en su hombro. Chilló como nunca, dándole mil gracias a todos los Soles y Dioses de la Luz que conocía. Abrazó con todas sus fuerzas a la que tanto amaba, temblando sin descanso hasta que por fin pudo tranquilizarse.

—Tranquila, Luminosa. —Su agradable y hermosa voz hizo que Luminosa sintiera escalofríos en su cuerpo, abrazándose con más cariño a Ànima—. Esto es real. De verdad que lo es... aunque no quiero ser la portadora de las malas noticias, pero sabes que esto no ha terminado aun.

Luminosa abrió los ojos de golpe, separándose un poco de Ànima para mirarla. Retiró como mejor pudo las lágrimas y respiró hondo.

—¡Tengo demasiado que decirte! No sé si has sido consciente de algo, pero no somos solo nosotras. Andrea, Kamico, Anais, Charlot, Mikuro y Adela. ¡Todos ellos estan haciendo frente a tu hermana!

Ànima afirmó en silencio.

—No es recomendable que lo hagan si no estan acostumbrados a su poder. Debo ir con ellos para matarla de una vez —habló Ànima con seriedad, moviendo su cabeza hacia la derecha para ver a Lizcia—. Os llevaré a un lugar que sea relativamente seguro para que ambas os recuperéis. No quiero que os mováis de ahí, ¿entendido?

Luminosa afirmó y sintió como Ànima la agarraba como si una princesa se tratara. Sintió vergüenza en sus mejillas mientras veía como Lizcia era agarrada por los tentáculos de forma que no cayera y estuviera protegida.

A gran velocidad, Ànima las alejó del campo de batalla, dejándolas cerca del escudo que aun había activo y donde a lo lejos habían los bosques donde vivían los Scursins. Ese lugar había sido escogido por Luminosa, ya que le había explicado sobre el subcódigo que tenían oculto ahí.

Cuando dejó a ambas en el suelo, miró hacia los bosques y tras eso a Luminosa.

—Cuando la barrera se abra, intentad ir allí. Dijiste que había una amiga ahí, ¿no? Una aliada más.

—¡Sí! Ella tiene el destello, si se desactiva, capaz podríamos ir con Úrsula para pedir más apoyo en caso de que...

—No —interrumpió Ànima con seriedad—. Dije que yo me hacía cargo de esto, Luminosa. No quiero que haya más afectados. Cuando la barrera se desactive, ve ahí y recuperate. Creeme que para cuando lo hagas, yo habré terminado con esto de una vez.

Luminosa la miró con los ojos brillantes, admirando su figura una vez más. Antes de que se fuera, la detuvo llamándola por su nombre, logrando que la mirara.

—Por favor, no olvides quien eres y no te dejes manipular. Es lo único que te pido, Ànima.

Esas palabras hicieron que la mencionada sonriera y afirmara en silencio.

—Esta vez me sé sus trucos, Luminosa. No caeré. Lo prometo por mi nombre que es Radow.

Y tras esas palabras, se marchó, dejando a Luminosa con una sonrisa de alivio en sus labios para cerrar sus ojos e intentar recuperarse.

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