Capítulo veintitrés: Erróneo.
No supo bien cuánto tiempo se quedó dormida, pero al despertar, pudo sentir en su hombro izquierdo la cabeza de Lizcia. Dormía plácidamente con una sonrisa tranquila junto a las pequeñas lágrimas que no había secado. Esto gesto hizo que el corazón de Luminosa se enterneciera, pero no bajó la guardia al ver que aun estaban en peligro ante la niebla aun presente.
Respiró hondo e intentó despertar a Lizcia. Debían seguir adelante y uno de sus planes era ir a por los demás porque huir no lo consideraba una opción viable. Era desactivar la barrera y eso era lo menos conveniente. Debían quedarse hasta que todo terminara de una vez.
Con suaves golpes en su cabeza, despertó a Lizcia. Bostezó con lentitud y estiró con cierta dificultad sus brazos para mover su cabeza y fruncir un poco el ceño.
—Debemos movernos. Esto aún no ha terminado —habló Luminosa en un murmullo.
Lizcia afirmó con un rostro cansado, apretando sus labios a la vez que movía un poco su cuello.
—Me duele todo —admitió Lizcia, intentando levantarse del suelo—. ¿M-Me he perdido mucho desde lo ocurrido?
—Bastante. No sé si te despertaste antes mientras dormía.
—Sí, pero caí de nuevo rendida —respondió para al fin ponerse de pie—. ¿Lo conseguimos?
—Así es.
La sonrisa llena de alivio se dibujó en sus labios, soltando un largo suspiro para girar su cuerpo por un momento. Sintió una repentina tensión en sus hombros, una que a Luminosa la preocupó.
—Pero esto no ha terminado aun.
—No...
Luminosa no tuvo problema en explicar todo lo ocurrido. Se levantaba del suelo con cuidado y con la ayuda de Lizcia, viendo sus reacciones ante todo lo que acababa de vivir. Saber que el resultado era positivo, hacía que respirara aliviada, pero sabiendo que aun quedaban cosas pendientes.
—No quiero abrir la barrera, por lo que pensé en ir a por los demás, aunque con muchísimo cuidado —explicó Luminosa con firmeza.
—Poco podemos hacer si Pyschen está aún en la ciudad. Tenemos que ser muy discretas. —Ante esas palabras, bajó un poco su cabeza—. El problema es que perdí mi espada y no puedo ver mi alrededor.
—Pero sí escuchar —aseguró Luminosa con una sonrisa leve—. Serás mis oídos, Lizcia. Confío en que eso nos ayudará a prevenir algunos problemas.
No la vio muy convencida, pero aun así aceptó. Ambas agarradas de la mano, empezaron a caminar, pero el primer paso las obligó a frenar cuando Luminosa vio como el suelo empezaba a parpadear en colores que no tenían ni un orden y que eran demasiado chillones. Quiso moverse, pero al alzar su rostro se dio cuenta que esos colores eran presentes en todo lo que la rodeaba.
Se quedó impactada sin saber bien qué hacer. Trató de mirar a Lizcia, pero se encontró con su rostro angustiado, abriendo su boca como si quisiera decir algo, pero tampoco podía, de hecho, le costaba respirar y quedarse de pie. Ante esto, Luminosa la abrazó de inmediato, pero sin dejar de mirar a su alrededor.
En medio de esa realidad tan colorida, pronto el sonido intervino en voces distorsionadas y corrompidas. Parecían incluso repetir la misma palabra como si eso fuera un disco rayado que se centraba en una misma melodía desastrosa. Lágrimas caían sin poder controlando, viendo que su alrededor se iba destrozando.
Hasta que escuchó un sonido ensordecedor que parecía rasgar todo su alrededor. Un sonido que parecía ser tecnológico y que demostraba una agresividad clara. Un sonido que nada más ser emitido, eliminaba todo el ruido que la rodeaba, dejando un silencio sepulcral.
Movió de un lado a otro su cabeza hasta que pudo ver algo pasar a gran velocidad enfrente suya. Junto a esa figura, se dio cuenta que a sus espaldas había roto algo, esparciendo fragmentos similares a cristales energéticos. Luminosa supo lo que era, y al girarse, se dio cuenta que esa presencia había destrozado una parte de la barrera con solo un gesto.
Entró en terror y se temió lo peor. Agarró a Lizcia y trató de protegerla con su poder, pero esto no sirvió de nada cuando esa realidad que creaba esa figura desaparecía. La niebla volvió. El desastre regresó. El sonido susurrante y lleno de lamento dejaba de nuevo esa angustia en sus cuerpos.
—¿Q-Q-Qué ha sido eso? —preguntó Lizcia con dificultad—. Ha-ha sido como... como si fuera a destrozarlo todo a su paso. Como un ser lleno de odio acabando todo a su caso.
Luminosa no pudo dar una respuesta rápida, solo miró cada detalle de lo que rodeaba. Todo estaba intacto cuando hace apenas segundos estaba consumido por ese poder.
—N-No lo sé, Lizcia —pronunció mientras giraba su cabeza hacia la barrera—, pero sea quien sea, ha destrozado una parte de la barrera, lo que llevará a destruirse lo que queda poco a poco. —Tragó saliva, mirando hacia otro lado—. Tenemos que ir a por los demás y avisaros. Tenemos que evitar que Pyschen aproveche esto.
—¿C-Con esa cosa ahí fuera? ¡N-No sabemos si es aliado o no!
Luminosa miró hacia el suelo para soltar una leve risa nerviosa.
—S-Si fuera enemigo n-nos habría matado y-ya, ¿n-no?
Era la pregunta que le daba esperanza. Una nueva aliada, un ser que había escuchado ese silbido por parte de Adelfra. ¿Eran los refuerzos que necesitaban acaso?
—Tenemos que movernos —habló de nuevo Luminosa—. ¡Ahora más que nunca! ¡Puede que sea nuestra opción!
Se cegó por el optimismo, pero era lo poco que quería creer al estar en esta desastrosa situación. Confiaba en esa teoría, en esa duda que la hacía seguir con vida. Avanzaba junto con Lizcia, a veces corriendo, otras a paso ligero o incluso discreto cuando oían algo que les ponía en tensión y lo asociaban a un enemigo. No podían luchar tanto como antes, por ello tenían que ahorrar bien sus energías en caso de que se encontraran con un problema mayor.
Siguieron adelante. Luminosa no decía nada al estar enfocada en esa ilusión, algo que a Lizcia la ponía en tensión porque, si bien no tenía el bastón, podía darse cuenta de que el silencio o los nervios en sus manos temblorosas eran muy notorios cuando se movían.
En medio de sus pensamientos silenciosos, pudieron escuchar unos pasos que las obligaron a esconderse tras los edificios. Se mantuvieron calladas hasta que Luminosa decidió observar, dándose cuenta que a quienes veía eran Anais y Mikuro.
Sin dudar captó su atención, saliendo de su escondite y con ello escucharse los suspiros de alivio. Eso sí, no se las veían del todo contentas, y más cuando explicaron en que situación estaban metidas.
—¿C-Cómo que Renic y Adela murieron? —preguntó con los ojos bien abiertos.
—Por desgracia sí, y si no nos apuramos, Kamico será el siguiente —contestó Mikuro sin atreverse a mirar a Luminosa. Apretó sus puños y dientes, negando con rapidez—. ¡Ahg! ¡Sabía que no debía dejarle solo! Pero me insistió en dejarle ahí y que fuera por Anais, todo porque no podía avanzar más.
—No te culpes por ello, Mikuro. Tu misma has dicho que si nos apuramos, podemos encontrarle —contestó Anais, mirándola de reojo—. Capaz puede que se haya encontrado con Andrea y Charlot y están haciendo frente con tal de proteger a Kamico. Si nos movemos, podremos ayudar a la vez que protegerlo. ¡Quién sabe si incluso Ànima está ahí!
—Y la ayuda que Adelfra nos dió —añadió Luminosa, mostrando una sonrisa confiada—. Fue... inusual, pero alguien atravesó la barrera. Queremos creer que es a quien llamó Adelfra y que nos está ayudando para acabar con Pyschen. ¡Tenemos la victoria de nuestro lado! ¡Es ahora o nunca!
Mikuro miró a las presentes y, bajo un suspiro largo, afirmó con decisión.
—Entonces no perdamos tiempo. —Se giró, señalando hacia sus espaldas—. La última vez que las vi, estaban por ahí.
Motivada y con energías casi renovadas (de no ser que tenía aun las heridas) no dudó en moverse para ir a por los demás. Luminosa iba de frente junto con Mikuro, mientras que Anais se quedaba junto con Lizcia.
Tenía la fe en que juntas podrían encontrarse con alguien. Podrían hacer frente a ese problema de una vez. La sonrisa se dibujaba en sus labios, avanzando sin temor, incluso iluminando su cuerpo para disipar la niebla de su alrededor.
—¡No me perdáis de vista! —gritó Luminosa, mirando a sus espaldas para ver que todas aun seguían adelante—. ¡Tienen que estar aquí!
Nada más mirar hacia enfrente, vio como enfrente de ella iban apareciendo los soldados que Pyschen creaba. Con la ayuda de Mikuro, ambas pudieron acabar con cada uno de estos y continuar con su camino, sin quitar ojo a las demás. Anais podía disparar y proteger a la reina, aunque sabía que no sería siempre así al estar aun cansada.
Al girarse de nuevo, tuvo que apartarse a un lado al esquivar un ataque desprevenido de uno de los soldados supervivientes. Al disparar un rayo de luz, vio como este lo desviaba con una aguja que había creado para clavar esa misma arma contra el suelo. Pronto se escuchó su risa, y con ello, la niebla se fue disipando hasta que vieron como varios de estos soldados aparecían desde los edificios derrumbados, pero no solo eso, entre ellos, se encontraron con Kamico de pie con la cabeza agachada.
—¡Qué agradable que vengáis hacia mi!
Sangre caía de su boca, moviéndose como si fuera un muñeco que no sabía cómo colocarse ante las órdenes de su títere. Al alzar su rostro, se vio parte de este destrozado junto a los ojos completamente blancos, respirando con lentitud mientras levantaba su brazo izquierdo.
—¿Os gusta mi regalo que os he preparado? —preguntó con burla, moviéndose alrededor de él como si fuera una cría admirando su nuevo juguete—. Gracias a Renic y a él he descubierto muchísimas cosas. Podemos empezar a enumerar cada una de ellas, empezando con el subcódigo, del cual sé dónde se encuentra, y de hecho, ya he enviado algunos a visitar esos hermosos bosques.
Mikuro fue la primera en moverse para ir en su dirección, pero los soldados se interpusieron en su camino, creando una onda de ruido que la inmovilizó y la tiraron contra el suelo.
—Me temo que no, querida princesa —contestó Pyschen con una ligera risa para luego mirar a las demás—. Es adorable y valeroso que tengáis a todos escondidos ahí, pero de poco servirá, incluso si Adelfra y Psychotria defienden el lugar. Me aseguraré que ese sitio sea destrozado como hice en Claimia.
Sus palabras hicieron que Luminosa apretara sus dientes. Quiso atacar, pero se detuvo al saber que eso podía ponerla en un aprieto a todos. Debía ser muy cuidadosa con sus acciones.
—¿Qué más me guardasteis? ¡Oh sí! Andrina, la chica del destello que puede acceder a todas las galaxias. ¿Saben? Esto en parte no me importaría tanto porque puedo conseguir algo así si lo deseo. Lo interesante aquí es saber cómo lo ha conseguido o quien pudo habérselo dado. —Rio con calma, ladeando la cabeza hacia la izquierda—. ¿Quién sabe? Tantos detalles que me gustaría saber, pero que no tengo el tiempo para ello.
Dejó de reír cuando miró a Luminosa y Lizcia, apretando sus dientes.
—A vosotras no os voy a dar la oportunidad de vivir jamás.
Ante esas palabras, movió a Kamico para que atacara hacia ellas con su poder, pero no solo eso, también lo hizo con los soldados que tenían rodeándolas. Luminosa, sabiendo que estaba cansada y que no tenía tanto poder en sus manos, se mantuvo firme y luchó con todo lo que tenía, haciendo frente a Kamico, mientras que Anais disparaba sin descanso a los que lo rodeaban.
No le hacía ilusión tener que enfrentarse a él. Recordaba sus capacidades a la vez que sus límites, pero con el control de Pyschen, tenía claro que estar en medio de la cuerda floja. Un paso en falso y podría hacer demasiado daño o que la diosa lo matara sin remordimiento alguno.
Mantenía el ritmo esquivando sus golpes, aunque era irremediable que algunos de estos lo recibiera. En medio de su combate, vio como Mikuro se ponía de pie para luchar una vez más, congelando todo a su paso para proteger a Anais y Lizcia, aunque deseaba hacer mucho más.
Todas estaban agotadas, incluso la propia Luminosa que acabó en un punto en el que esquivar le era imposible y recibía los golpes hasta que impactó contra el suelo, esculpiendo sangre de su boca.
Escuchó su risa, una que detestaba y que deseaba erradicar. Cerraba sus ojos con rabia, intentando mantenerse de pie, pero sus piernas no reaccionaban y sus brazos exigían un descanso. Giró su cabeza, viendo como Anais y Mikuro les costaba mantenerse firmes y seguir luchando, siendo rodeadas por cada uno de esos soldados.
—Esto es lo que pasa por traicionarme, Luminosa. —Escuchó su voz a su izquierda, girándola poco a poco hasta verla enfrente suya con esa sonrisa llena de maldad—. Podrías haberme servido tan bien, pero me temo que tu rencor te llevó a esto. Una pena.
Levantó su brazo izquierdo, apareciendo una lanza izquierda en su mano. Los recuerdos del pasado la impactaron al recordar la vez que murió frente a Christel. Los recuerdos hicieron que por un momento se quedara sin aire.
—Una verdadera pena.
En el momento que lanzó su aguja, esta sería desviada con rapidez. Este gesto hizo que Pyschen se apartara de Luminosa, y justo a tiempo al ver como un muro de oscuridad la protegía a la vez que se movía como tentáculos para agarrar a la diosa.
Se apartó de un lado a otro, viendo como lo que había creado con sus soldados era eliminado con una velocidad y odio impresionantes. Luminosa a duras penas vio el odio reflejado en los ojos de Pyschen mientras movía sus manos para que cientos de agujas la rodearan.
—¡Eres un maldito fastidio, Radow!
En medio de su grito, tuvo que girarse al detectar a la mencionada a sus espaldas. Bloqueó su ataque con las agujas, viendo su rostro consumido por el odio a la vez que intensificó su ataque.
—Tu eres un maldito fastidio. No tendrías ni que haber nacido.
Sin dudar, se movió hacia un lado para intentar atacarla con sus puños, pero Pyschen logró apartarse a tiempo para crear un campo de ruido a su alrededor. Esto si bien la detuvo, no fue suficiente para que usara su poder con tal de atraparla.
—¡Me se tus trucos esta vez!
Ànima alzó la ceja con una leve sonrisa, ladeando la cabeza un poco a la derecha.
—¿Seguro?
Pyschen soltó una risa, moviendo sus manos para que varios hilos aparecieran rodeándola. Con un gesto rápido, los dirigió todos hacia Ànima, aunque uno de estos intentó atacar a los demás.
—¡Segurísima!
Su chillido dejó inmóviles a los demás con tal de que no pudieran defenderse. Por suerte la diosa de la oscuridad logró protegerlos con una cúpula que envolvía todo su cuerpo con tal de protegerlos. Tras eso, se movió a una abrumadora velocidad para aparecer a las espaldas de su hermana.
—¡Deja de ser tan cobarde y enfréntate a mi de una vez!
Y ante ese chillido, Ànima le dio un puñetazo a su espalda para enviarla lejos del combate, donde los demás pudieron descansar, pero sin dejar de preguntarse si Ànima sería capaz de hacer frente a su hermana en esta ocasión.
La siguió sin descanso hasta que le encontró de pie en medio de los escombros. Vio su sonrisa confiada mezclada de odio. Movía los dedos de sus manos, las cuales tenía esas agujas en sus guantes verdosos. Los hilos danzaban a su alrededor, creando un escenario del cual estaba demasiado acostumbrada a ver.
Sin temor alguno sacó los tentáculos de su espalda a la vez que la oscuridad de sus manos, creando varias armas afiladas a su alrededor. Este gesto hizo que Pyschen se riera, moviendo la cabeza de un lado a otro con diversión.
—¿Qué me vas a traer esta vez? ¡Ahora ya sé que trucos tienes! ¿¡Lo has visto?! ¡No es tan fácil golpearme como esa vez en Steinfall!
—Solo tengo que pillarte desprevenida. En cualquier momento lo harás —contestó, mirándola con un odio que parecían ser dos agujeros negros listos para consumir todo a su paso.
—¡Esa vez me tomaste por sorpresa! Pero ya no. —Rio, aunque no por mucho tiempo—. Tú no lo recuerdas, pero te estaba protegiendo de algo peor, ¡muchísimo peor!
Ànima chasqueó la lengua.
—¿Y como cobarde decides torturarme haciéndole caso en vez de hacerle frente? —preguntó, viendo como Pyschen la miraba con asombro.
—Pa-pareces que no recuerdas lo que ocurrió ese día.
—Parcialmente, no te voy a mentir —respondió, dando pasos hacia enfrente—, pero a estas alturas hermana, me da igual lo que sea que ocurra. Si vas a perturbar la paz una vez más. Si vas a formar el caos y destrozarlo todo a tu paso, me temo que tendré que romper todo el vínculo contigo y acabar contigo.
Pyschen dio unos pocos pasos hacia atrás hasta que se mantuvo firme, moviendo sus manos.
—Era lo mejor para ti.
Ànima frenó sus pasos, soltando una risa.
—¿Lo mejor para ti es obedecer las órdenes de alguien que nos está matando al igual que a todos? —preguntó, frunciendo el ceño—. Prefiero morir luchando a caer controlada bajo las manos de un maniático. Prefiero luchar hasta el final sabiendo que no todo está perdido y que hay una opción. ¡Y lo sé al ver todos estos guerreros luchando con tal de derrotarte!
Ante esto, Ànima movió sus brazos hacia el suelo, chillando como nunca hizo para ver como la oscuridad iba creándose a sus espaldas, formando poco a poco un monstruoso ser marino de unos diez metros de altura listo para atacar.
—Y si tú estás en mi camino, no voy a dudar en matarte si así sea necesario, hermana —aseguró, mirándola con total odio—. Si tomas ese camino, entonces te eliminaré con tal de evitar que el caos se siga esparciendo.
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