Capítulo veinticuatro: Cuarto Hilo - Inconsciencia.
Dolía todo. No sabía como aun seguía de pie con el fuego en sus manos. Sonreía, sintiendo el sabor a hierro entre sus dientes ensangrentados. Miraba desafiante a lo que le rodeaba, sabiendo que la pelea que tenía en ese instante era como un bucle sin fin por como aparecían sin descanso.
Usaba el fuego sin temor. Los quemaba con gestos bruscos y llenos de rabia, para que luego Charlot fuera el golpe final entre los supervivientes. Cuando terminaban la primera ronda, se quedaban juntas dando las espaldas. Vigilando todo lo que les rodeaba, pero no era tan fácil si Andrea dejaba que sus párpados se cerraran solos.
—Eh, Anomalía. No es momento de dormirse —contestó Charlot, dándole un codazo ligero en su espalda—. Esta pelea aun sigue. Pyschen no se cansa con tal de desgastarnos y no podemos detenernos.
Se rio ante el mote. Anomalía. No le molestaba, solo tenía que ver sus manos, brazos y sentir la viscosidad y hedor que desprendía para darse cuenta que una gran parte de su cuerpo era la de Solace cubriéndola. No era algo que él deseara. Le repetía que descansara para recuperar sus heridas, pero Andrea no lo deseaba. Quería acabar de una vez la pelea para que todos pudieran descansar para sentirse en paz.
—Sigo aquí. No te preocupes —aseguró Andrea en una voz más grave de lo normal, mirándola de reojo—. Les faltará mucho para matarme.
Charlot sonrió mostrando sus dientes.
—Esa es la actitud, anomalía. Que vean que nosotras dos nos lo pasamos en grande con esto.
Alzó un poco la ceja ante ese comentario, manteniendo una media sonrisa.
—Ya... diversión —susurró mientras movía su mano derecha para agarrar la espada. Esta estaba con algunas grietas, suciedad y sangre. Alias también estaba cansada, pero no se rendía por nada en el mundo—. ¿Sabes? Podríamos llevar un conteo de cuántos hemos matado.
—Eso suena muy interesante —admitió Charlot, soltando una carcajada—. ¿Cómo lo hacemos?
—Muy simple, nosotras mismas nos tenemos que acordar. Por desgracia no hay un contador que nos diga cuántas llevamos cada una —explicó Andrea, alzando los hombros para mirarla—. Espero que tengas buena memoria.
—Oh, a falta de uno, tengo cuatro personas que me recordarán a cuántos he matado —contestó Charlot con una ligera risa.
—Te podría decir que es trampa, pero nosotros somo tres, por lo que será más o menos justo.
Se quedó mirando a su alrededor al ver que de nuevo surgían los soldados que la diosa creaba. Movió sus manos para crear el fuego, apretando un poco los dientes ante el dolor que sentía en estas. Respiraba hondo y expulsó con lentitud, fijándose en cada uno de ellos.
—¿Sabes? —murmuró Andrea mientras sonreía—. Al menos tendré el honor de morir contra un dios.
Charlot alzó la ceja.
—Parece que en tu planeta no es algo posible encontrarse con un dios —supuso Charlot, preparándose para lo que le rodeaba.
—Oh, si te dijera. En su momento no creía en ni una mierda —contestó Andrea sin tapujos—. Pero ¿la verdad? Espero que esa diosa de la guerra, Christel, siga con vida, porque es la que veneraría sin temor alguno.
Charlot soltó una pequeña risa, mirando de reojo a Andrea.
—Somos dos, anomalía.
Coordinándose sin decirse ni una sola palabra, se movieron con todas las fuerzas restantes que tenían, acabando con la vida de los que se atrevían a atacarlas. Ambas parecían ser unas guerreras formidables. Seguían en pie, codo con codo, acabando con sus vidas con el objetivo de buscar la salida en medio de ese lugar tan inusual. Era como si las hubieran llevado a otra ciudad, una donde los colores verdosos predominaban como si el musgo de la naturaleza consumiera todo a la vez que las nubes negras representaban a la muerte.
Pero les daba igual a estas alturas, luchaban como si la muerte para ellas solo fuera algo más. Iban con todo, destrozando sus puños y piernas en medio de la batalla. Daba incluso la sensación de que actuar así hacia que alguien las mirara con orgullo y les diera un poco más de fuerza.
Siguieron con todo lo que tenían hasta que en una de esos movimientos, Andrea cayó contra el suelo en un mal gesto, quejándose de dolor a la vez que apretaba sus dientes, intentó levantarse, viendo como Charlot la protegía con su cuchillo en mano.
«No te rindas ahora —pensó, intentando levantarse del suelo—. Lucha. ¡Lucha!»
En medio de sus pensamientos, vio como Charlot recibía una puñalada en su hombro y estómago. Gritó de dolor, pero a la vez rio como nunca como si fuera una manera de intimidarlos y dejarles en claro su fuerza e insistencia.
A punto de moverse, ambas se quedaron inmóviles cuando escucharon a su alrededor algo similar a una canción mal sintonizada. Como si esta empezara a corromperse y repetirse en un bucle donde la voz parecía dejar un mensaje subliminal. A su vez, el escenario pasó a ser colorido, dejando una falsa sensación de paz ante los parpadeos que dejaba, como si fuera una pantalla de ordenador destrozada que intentaba mostrar la imagen, pero le era casi imposible.
Dentro de ese escenario bizarro, ambas fueron testigos de un poder abrumador en el que todos los enemigos que tenía a su alrededor, fueron asesinados en un solo gesto, uno en el que dejaba el sufrimiento en chillidos lleno de angustia y dolor. El escenario y el ruido terminó, y con ello vieron a una figura femenina dándole las espaldas. Parecía buscar algo por como movía la cabeza.
Andrea intentó procesar bien lo ocurrido, fijándose bien en esa figura, pero le era imposible por el cansancio. Por suerte su oído aun funcionaba...
—¿A-A-Andrina?
Y no le gustaba escuchar esa palabra por parte de Charlot.
—¿Q-Qué? ¿¡A-Andrina?!
Chillar su nombre hizo que la figura se girara lo suficiente para mirarlas de reojo. No le dio tiempo a analizarla porque había desaparecido del lugar, pero sabía que estaba cambiada. Muy cambiada.
Andrea se quedó sin aire ante esta situación. Casi caía contra el suelo de no ser que Charlot la agarró a tiempo, agachándose a su altura para que se apoyara en ella.
—Era ella, pero estaba muy cambiada. Me costó incluso reconocerla —explicó Charlot, levantándose poco a poco del suelo.
—¿C-Cómo ha salido del subcódigo? —preguntó Andrea, agarrando el hombro de Charlot con su brazo izquierdo.
—No-No lo sé, pero tendríamos que ir a por ella. Dudo que sepa lo que está haciendo. Su mirada... era como si no fuera consciente de sus acciones.
—Mierda. —Agachó la cabeza, escupiendo sangre contra el suelo—. Capaz se ha enfadado tanto por no sentirse inútil que a lo mejor activó algún poder sin querer o... Ahg.
—¿Te ves capaz de avanzar? —preguntó Charlot, logrando que Andrea se mantuviera de pie con su ayuda.
—Obvio que sí, aunque me duela todo voy a seguir avanzando, y más si sé que esa de ahí era Andrina —aseguró Andrea, levantando su cabeza—. Tenemos que evitar que Pyschen la controle en ese estado.
Hacían el mayor esfuerzo en recuperar las heridas de Kamico, pero no era tan fácil si todas estaban agotadas. Mientras algunas se encargaban de cuidarlo, Mikuro y Luminosa se mantenían de pie para vigilar su alrededor, pensando bien en qué podían hacer.
Era obvio que Ànima estaba aun en combate contra Pyschen, pero no sabían cuál podría ser el resultado. También tenían en cuenta la presencia tan inusual que acababan de ver, contando con que fuera la ayuda que Adelfra había pedido. Le daba vuelta a sus opciones, mirando de reojo a Kamico al ver que seguía muy herido.
—Lizcia, Anais. Intentad llevar a Kamico al subcódigo —ordenó Luminosa y se giró a su derecha—. Mikuro. Tú y yo iremos a por Andrea y Charlot para evitar que acaben en peores condiciones de las que ya están. Confío en que Ànima y esa presencia puedan acabar con Pyschen.
—¿Estáis seguras de eso? —preguntó Anais, mirándolas de reojo—. Ambas también están agotadas y...
Sus palabras se vieron interrumpidas cuando Mikuro pudo detectar algo a la lejanía. Las presentes se prepararon por si acaso, pero bajaron la guardia de inmediato cuando pudieron identificar a Adelfra. Su rostro angustiado lo decía todo, una clara preocupación y miedo por una situación que parecía escaparse de sus manos.
Ella también las vio, frenando sus pasos para ver como todos estaban bajo unas graves heridas encima. Sin perder tiempo, movió sus manos para que varias enredaderas envolvieron a Kamico. El alivio se escuchó de sus labios y con ello se dieron cuenta que la joven Scursin estaba aplicando sus magias para retener las heridas más graves mediante la naturaleza y el agua que limpiaba todo a su paso, sin tocar su brazo izquierdo.
A la vez que hacía esto, miró a las presentes. Abría un poco su boca, como si quisiera decir algo, pero era complicado si la propia no sabía hablar su idioma. Cerró sus ojos, frustrada mientras pensaba algo. Ante esto, Luminosa se acercó con cuidado.
—Tranquila, Adelfra —le pidió, viendo cómo abría sus ojos multicolor—. ¿Eres capaz de explicar mediante gestos que ha pasado?
Negó de inmediato y con ello vio unas pequeñas lágrimas caer hasta el suelo. Sus manos temblaron hasta que respiró lo más hondo posible.
—Su-Su-Su-Su... —Cerró su boca y movió la cabeza en señal de frustración. La levantó y miró a Luminosa—. ¡A-Andrina!
Pronunciar ese nombre hizo que todos la miraran con atención.
—¿Salió del subcódigo? —preguntó Anais.
Adelfra afirmó de inmediato, provocando que la tensión inundara a los presentes ante las miradas nerviosas y la presión en sus hombros.
—Entonces a la que vimos... No era esa ayuda que dijeron, ¿no? —preguntó Luminosa, viendo como Adelfra negaba de inmediato—. ¡Maldita sea! ¡Es Andrina a la que vimos!
Quiso moverse, pero sus piernas no reaccionaron como quería, impactando una de sus rodillas contra el suelo y quejándose de dolor. Adelfra se movió para mover sus manos, de forma que varias hojas se movieron para cubrir algunas de sus heridas. Ante esto, Luminosa la miró de reojo para agachar la cabeza, soltando un largo suspiro.
—Ve a por ella, Adelfra. Con lo que has hecho podemos aguantar —aseguró Luminosa para luego mirar a Mikuro—. Acompáñala, así...
Sus palabras se interrumpieron de inmediato cuando Adelfra emitió un pequeño sonido de su boca, dando a entender que no era necesario. Señaló a Mikuro, y con gestos pidió que los protegiera o que fueran al subcódigo.
—¿Estás segura de eso? —preguntó Luminosa con dificultad.
Adelfra afirmó como nunca, mirando hacia la derecha con cierta prisa al querer ir hacia Andrina.
—Ve entonces —respondió, mirándola con decisión—. No pierdas más el tiempo.
Hizo caso a sus palabras, aunque la angustia la inundaba por todo lo que acababa de vivir y ver. Eran como el fuego quemar su cuerpo sin descanso, eran como si enredaderas la atravesaran o que el viento trajera el frío más cruel que la congelaba junto a las aguas turbulentas. Todo lleno de malas noticias que aun le costaba procesar.
No solo era ver a sus compañeros heridos junto a la destrucción de lo que una vez fue una ciudad, sino que también era ver una presencia en el portal del Subcódigo que no supo reconocer hasta que vio su rostro. Nunca sintió tanto miedo. Nunca temió tanto por su vida. Era cierto que no había hecho nada, pero su mirada carecía de vida y compasión junto a su rostro pálido de cabello azulados.
Era ver a una versión de Andrina que uno podía temer por su vida por lo que pudiera hacer.
De igual forma, Adelfra sentía cierto alivio de que no le hubiera hecho nada, pero tenía demasiado miedo de que fuera a por Pyschen tan directamente. Era un poder que no controlaba, uno que estaba empleando ante la rabia de no sentirse suficiente por como todos le pedían que se escondiera. No solo era eso un peligro, sino que también tenía el destello en sus manos, y como eso acabara en las manos de la diosa, sabía que tendrían un gran problema encima.
El poder de controlar a alguien caótica y acceder a cualquier planeta. El poder de arrasarlo con todo.
Pedía desde lo más profundo de su corazón que llegara la ayuda. Le rezaba a la Naturaleza. La llamaba por su nombre mientras avanzaba, pero también le pedía que el Vigilante de la Naturaleza viniera acompañado porque lo que se venía encima era un problema del que se podía ir de las manos si no llegaban a tiempo.
Tiempo. Eso era lo que hacía falta y a su vez no podían perderlo. Entraba en pánico al pensarlo, aumentando su velocidad en medio de las calles de la ciudad consumida por la locura.
Debía intervenir antes de que fuera demasiado tarde.
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