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Capítulo veinticinco: Ordenador.

Luchaba con todo lo que tenía, sin importarle nada de lo que una vez tuvo como vínculo. Usaba la oscuridad a gran velocidad y fuerza, intentando cortas las posibilidades que su hermana buscaba. Usaba sus agujas e hilos para intentar dañarla, pero no era tan fácil si a su lado tenía el monstruoso ser que había creado a su lado. La protegía y luchaba cuando lo ordenaba, viendo en los ojos de Pyschen el pánico reflejado.

«Te ofrecí mi ayuda. Podíamos haber seguido adelante aun estando más o menos consciente al trabajar para él —pensó con rencor, moviendo sus manos contra el suelo para generar una gran cúpula a su alrededor donde ambas estarían dentro—. Ya estoy harta de tus excusas».

Al crearlo, se movió a gran velocidad entre las sombras, acertando un golpe a las espaldas de Pyschen que la empujó contra el suelo. Una vez más se desplazó para darle un puñetazo, pero lo bloqueó a tiempo con sus manos, viéndose el odio tras sus ojos blancos.

—¿¡Te crees que es tan fácil?! —chilló Pyschen, haciendo el esfuerzo de detener su golpe—. ¡Lo intenté, pero siempre está atento! ¡Y él no es el único!

Ànima ignoró sus palabras, usando sus tentáculos para atacarla, pero no pudo cuando los hilos los retuvieron.

—¡Escúchame, maldita sea! ¡¿O vas a ignorarme como siempre has hecho!

Eso fue un pequeño puñal en el pecho, pero pudo aguantarlo y mirarla sin temor.

—¡Sabes que eso es mentira! ¡Te llenó la cabeza de mentiras! ¡Y sigues a su lado cuando sabes lo que tiene entre manos! ¡Tú lo sabes mejor que nadie! —chilló Ànima, ejerciendo más fuerza.

—¡Y por ello mismo le temo tanto! ¡Por ello mismo es difícil derrotarlo! ¿¡Qué crees que hice en este tiempo tras lo ocurrido en Steinfall!?

Se quedó en silencio mirándola, pero no por mucho tiempo para seguir haciendo fuerza. A punto de atacar, Pyschen usó las agujas de sus manos para hacerla daño, apartándose de inmediato para mirarla con un cansancio notorio en sus gestos y su respiración lenta.

—¡No lo recuerdas! ¡Pero él estuvo atento de todo lo que hacía! Aunque estuviera con mil planes en mente, estaba atento a mi al igual que sus elegidos de diversas galaxias. ¿Crees que es fácil?! ¡Y en su momento no había aliados hasta ahora!

Sus palabras hicieron que Ànima la mirara de reojo con el ceño fruncido. Siguió sin decir nada, encontrándose con la angustia en los gestos de su hermana.

—¡No es posible hacer frente a aquel que controla todo desde las sombras! ¡Se ríe! ¡Se muestra con los más peligrosos! ¡Mientras los Números siquiera actúan! —siguió gritando junto a su respiración apurada—. ¡Y ahora...!

—¡Deja de ser tan negativa, maldita sea! —chilló Ànima con desespero—. Desde que tuviste algo de consciencia estuviste igual. ¡Siempre! ¡Ahora que las cosas pueden cambiar, puedes aportar algo en vez de llorar como una maldita cría!

Ànima se movió de nuevo para golpearla, pero Pyschen la esquivó a tiempo para mover sus manos. A punto de ejecutar el ataque, se quedó inmóvil, como si por un momento dudara de sus acciones, de hecho, no paraba de temblar mientras la miraba, apareciendo pequeñas lágrimas deseando salir.

No hizo caso a su actitud y decidió ir a por ella, pero a punto de golpearla, soltó un grito que logró frenarla al ver el campo de ruido protegerla. Al terminar, la miró con parte de su cabello cubriendo su rostro, viéndose el arrepentimiento que sentía.

—Si te digo toda la verdad... —murmuró, alzando un poco la cabeza—. Si te digo todo lo que sé, te pediré una única cosa. —La miró con las lágrimas presentes en sus mejillas, viendo como sus brazos temblaban a la vez que los hilos se iban alejando—. Mátate de una maldita vez.

Ànima frunció el ceño sin comprender a qué estaba jugando. Durante todos estos años la había traído tanto dolor de cabeza, tantos trucos sucios, que ahora no confiaba en ni una sola palabra. Aun con ello, se quedaba inmóvil observándola.

—Sé que te cuesta creerme, pero soy capaz de decirlo todo. Si es cierto lo que dices, entonces ayudaré dando toda esta información, pero te pido que me mates porque dejarme con vida habiéndome comprometido tanto con él es acabar bajo sus hilos. No puedo unirme a los Números por mucho que lo intente si los propios están debilitados por lo ocurrido hace años —siguió hablando, relajando sus brazos en una señal de derrota. Ànima la miraba sin saber cómo actuar—. Yo... yo lo juro, Radow. Lo juro por los Números que diré todo.

—Entonces habla de una vez. Yo juro cumplir mi parte —respondió sin rodeos, viendo como Pyschen agachaba la cabeza con una sonrisa apenada.

—En Steinfall Caos dijo que nosotras dos fuéramos a los códigos 005 y 006. —Alzó la cabeza—. ¿Recuerdas lo que dijo que haría él?

Frunció un poco el ceño intentando hacer memoria, pero nada le salía cuando intentaba recordar. Era un fastidio teniendo en cuenta que era estar bajo varios hilos que la dejaban inconsciente y sin control de su cuerpo.

Al no obtener respuestas, alzó su cabeza y miró a su hermana.

—¿Qué es loq-

No sabía cómo reaccionar. No sabía que decir con lo que acababa de ver. lloraría desesperada si pudiera. Chillaría desesperada si fuera capaz, pero su voz parecía ser inexistente junto a ese mundo irreal que acababa de crearse en cuestión de segundos.

Su hermana estaba en el suelo inconsciente bajo el puñetazo en su rostro que acababa de recibir por parte de aquella figura parpadeante, causante de aquel sonido repetitivo y chirriante que la dejaba inmersa en un desastroso lugar en el que no había esperanza para ella.

Ànima no la había visto venir. Tampoco ella. La razón era simple cuando aquella chica se había alzado a obtener una parte de su verdadero aspecto y poder. Observaba a su hermana de reojo con desprecio, pero no por mucho tiempo cuando se giró lo suficiente para mirarla.

Sonrió. Sonrió como nunca lo hizo. Ladeó la cabeza a la izquierda y soltó una leve risa.

—Contigo tengo muchas cosas pendientes, Pyschen —habló la joven, soltando otra risa—. Y créeme que me lo voy a pasar muy bien.

Irónico le resultó que la chica pronunciara las mismas palabras que le había dicho a Kamico. No dudó en moverse a un lado cuando una parte del suelo fue consumido en partículas erróneas que lo destrozaban todo como si fuera destructora de la realidad. La miró de reojo, viendo que esa joven, del cual conocía su nombre, estaba enfrente suya para darle un golpe horrible en su cabeza.

Impactó de inmediato contra el suelo, quejándose de dolor a la vez que intentaba levantarse, pero no pudo cuando Andrina puso un pie en su pecho, mirándola desafiante con un rostro que radiaba odio hacia su persona.

—¿Verdad que nos lo pasaremos muy bien? —preguntó, sonriendo con malicia para levantar su mano izquierda.

Su brazo entero era consumido por una piel blanca donde las líneas azules rectas se movían como si la fueran transformando a lo que realmente era. Pyschen se maldecía por dentro, usando sus agujas para intentar atacarla.

Pero no sirvió de mucho cuando este ataque fue esquivado, como si Andrina fuera intangible a cualquier movimiento que hicieran en su contra.

Se rio de su inútil ataque y no dudó en cerrar su mano izquierda para darle un puñetazo en su rostro en el que Pyschen perdió la consciencia por unos segundos. Los suficientes para recordara todo lo que había hecho. Para recordar y llorar desde sus adentros al darse cuenta de lo que estaba ocurriendo.

Su castigo.

«¡JA! ¡Me lo dijiste una vez! ¡Me lo dijo muy claro! ¡No puede ser! ¡No puede ser! ¡Este será mi fin! ¡Este será al fin mi...!»

Incluso sus pensamientos se interrumpieron ante otro puñetazo, uno que le hizo escupir humo de su boca como si eso fuera sangre. Aunque por fuera sufriera, por dentro se reía en una mezcla de agonía y alivio. Deseaba al fin este resultado. Deseaba al fin terminar con todo de una vez.

Pero a la vez recordaba lo que le había dicho a su hermana y no deseaba morir aun. Quería unos pocos minutos más, los suficientes para poder hablar.

Se movió como mejor pudo para apartarse de Andrina. Fue justo a tiempo porque el siguiente golpe que acababa de dar había creado una grieta en el suelo de gran tamaño. Al no acercar, Andrina la miró de reojo con una leve sonrisa y se alzó para analizarla en silencio.

Lo que vio Pyschen en ese instante fue la apariencia de una joven que a su espaldas querían salir unas alas corrompidas. Se veía la figura destrozada y errónea de una joven que no le parecía importar nada más que acabar con ella.

Y eso la hacía temblar de miedo tras tantos años cometiendo actos que creía necesarios para pedir ayuda.

Tan cegada por sus deseos, tan cegada de sus ambiciones, olvidándose de lo que en verdad quería. Una dualidad de sentimientos en los que solo deseaba acabar con todo lo que la hacía ser. Chillaba desde sus adentros, queriendo pedir ayuda, pero de poco servía si su hermana...

Al girar su cabeza vio cómo se estaba levantando del suelo con dificultad. Entró en desesperación porque Andrina había girado un poco su cabeza para mirarla de reojo. Sin pensarlo dos veces, movió sus manos para que las agujas e hilos fueran a por ella, pero estos fueron esquivados aun sin que Andrina la mirara.

«Esa maldita intangibilidad...»

Vio como Andrina giraba de nuevo su rostro para centrarse en ella, y a punto de atacar, enredaderas ataron sus piernas de forma que la tomaron por sorpresa. Tal oportunidad no dudó en usarla Pyschen, moviendo de nuevo las agujas para por fin clavarlas en sus hombros.

El grito lleno de dolor y odio se escuchó en toda la ciudad, viéndose a Andrina girar la cabeza hacia la espíritu que estaba oculta entre los edificios, usando su poder como mejor podía.

—¡Debí haberte matado cuando nos vimos en los bosques, Adelfra! ¡La oportunidad perfecta para acabar con tu mísera existencia!

Su grito grave hizo que la mencionada se queda inmóvil en el sitio con lágrimas en sus ojos, bajando la guardia por completo y que las enredaderas dejaran de aparecer. Tal hecho hizo que Pyschen se pusiera en alerta, moviendo su mano derecha para intentar protegerla.

Pero el mero hecho de intentarlo hizo que este fuera agarrado por Andrina, partiéndolo en un gesto brusco que la hizo chillar de dolor.

—¿Ahora te haces la buena tras décadas torturando a miles? ¡Venga ya!

Cayó contra el suelo aun sufriendo de dolor. Vio como Andrina le daba las espaldas para ir a por Adelfra, dando pasos lentos en su dirección. Trató, como mejor pudo, de mover su brazo izquierdo.

Hasta que una melodía armoniosa llena de calma y dulzura logró detener y dejar hipnotizadas a las presentes, siendo Pyschen capaz de reconocer ese poder.

Cuando Andrina quiso girarse, sintió dos guadañas clavadas en sus hombros, trató de deshacerse de estas, pero no pudo cuando sintió una patada en sus espaldas que la empujó contra el suelo. Chilló de dolor y se movió con desespero, pero no pudo cuando las cadenas de esa misma arma la retuvieron, viéndose a Andrina desesperarse como si fuera una bestia deseando liberarse de su condena.

Pyschen sintió alivio e intentó moverse, pero pronto alguien pisó su cabeza con cierta fuerza a la vez que un tipo de bastón clavado en su estómago, dejándola inmóvil.

—Me temo que tras huir tantísimos años, no voy a dejar de que escapes, querida Pyschen.

Solo pudo reír ante esas palabras, cerrando sus ojos con una sonrisa.

—No tengo nada que objetar, Urchevole. Vosotros ganáis.

Era... extraño que dijera esas palabras, había incluso fruncido el ceño al oírlas, pero no tomó en cuenta al ver a la joven moverse con desespero a la vez que su poder iba desvaneciendo, mostrando una apariencia que no era nada acorde a lo que acababan de ver. Impresionaba como alguien como ella luchaba sin descanso, tratando de deshacerse de las cadenas, pero no era posible si estas estaban llenas de Sensibilidad.

Se quedó en silencio y cerró sus ojos para escuchar su melodía desde su corazón, pero nada más hacerlo, negó rápido con su cabeza, cubriendo uno de sus oídos.

Era una melodía tan desastrosa y repetitiva. Una melodía que dejaba en claro el dolor y el sufrimiento que tenía en su interior. Llorando miles de injusticias que deseaba hacer frente.

Suspiró con pesadez, mirando a su hijo al haber conseguido calmar a la joven. Se centró en Pyschen, dándose cuenta que no había ejercido ningún tipo de poder para pillarla desprevenida. Si quiera había dicho una palabra más.

¿Era cierto que al final se rendía?

Alzó su rostro para ver su alrededor y escucharlo. La melodía que desprendía el lugar le decía miles de historias de principio a fin. La hacían llorar, siendo capaz de comprender que los héroes de este planeta habían sufrido graves heridas, pero seguían aun en pie.

Suspiró con cierto alivio y miró a Kemi.

—Tenemos que ir a por los demás —aseguró Urchevole—. En esta batalla han quedado aún supervivientes victoriosos.



FIN DEL TERCER LIBRO

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