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Capítulo veinte: Segundo hilo - Distorsión.

Le dolía demasiado su cuerpo ante ese inesperado golpe. Se encontraba en medio de los edificios derrumbados, levantándose poco a poco, pero era complicado porque parecía que no respondía a sus órdenes. Era como si el alma estuviera a punto de salir y ser libre, si se podía llamar de esa forma.

La horrible sensación hizo que despertara y se sentara, poniendo las manos en su rostro sudado. Respiró con dificultad y a duras penas alzó su cabeza para ver que aun seguía encerrado en ese desastre. Una horrible guerra en el que veía a esos seres de materia grisácea que no tenían una figura clara. Era como si se encontrara con las ondas propias de un detector de sonido, pero todas compactas en un cuerpo incompleto.

Le fue difícil reaccionar. No sentía ninguna parte de su cuerpo, solo el temblor de sus manos de las cuales poco a poco dejaban esa sensación de estar completamente dormidas, como si no reaccionaran a nada hasta que la electricidad en su brazo izquierdo le hizo despertar.

«No puedo rendirme», pensó de inmediato, levantándose del suelo tambaleante y moviendo su brazo izquierdo para prepararse para cualquier ataque.

No supo bien cuánto tiempo estuvo inconsciente, pero agradecía que no tuviera heridas graves. Analizó a esos seres tan inusuales y no dudó en moverse para atacar con lo que tenía. Perder el tiempo no era una opción. Debía ir a por los demás porque separarse o estar solo era lo peor ante Pyschen.

Corriendo y atacando con lo que tenía, pudo acabar con los enemigos que ya había visto con anterioridad en Codece. Loineos y Cineos, ese era los nombres que Luminosa había dicho y qué hacerlos frente no era tan fácil si sabían atacar en conjunto. Los hilos o el ruido que generaban eran heridas que podían afectar tanto a los sentidos como en el cuerpo, y si eran varios en un mismo sitio, debían ir con mucho cuidado porque bajar la guardia o confiarse era un error.

Tampoco debía descuidarse de la batería que tenía disponible. Iba bajando poco a poco y sabía que debía repartirla en momentos clave para la batalla. Si eso llegaba a cero, moriría de inmediato, en cambio si se mantenía cerca de Reniec, Andrea o Adela, podría seguir adelante con la electricidad que le pudieran ceder y seguir adelante.

En sí, no podía luchar contra ellos por su propia cuenta, por ello corría como mejor podía en busca de los demás, pero la niebla no le daba oportunidad alguna, perdiéndose en medio de esa y defendiéndose de los ataques que cada vez le dejaban sin aire y sin opción. Se movía a la mayor velocidad que podía, atacaba con lo que tenía en su brazo y miraba su alrededor para buscar la salida.

La presión en su pecho fue a más al no encontrar nada. Su respiración se agitó aun más, y a punto de tomar una decisión, escuchó una voz a la lejanía que le abrió sus ojos en demasía. La identificaba por su risa escandalosa en medio de la batalla, y no le hacía gracia saber que era Charlot.

—Debo ir a por ella.

No lo dijo con el mayor ánimo del mundo. Si era honesto, no le hacía especial ilusión que una mujer como ella estuviera obsesionada con Andrina, pero sabía que al menos era una aliada y que más o menos se podía razonar con ella.

Corrió a la mayor velocidad que le permitieron sus piernas y pronto pudo ver a Charlot acabando con los enemigos que había a su paso. Bruscos, precisos y poco compasivos. Reía como desquiciada, pero miraba a su alrededor con la intención de buscar a los demás. En uno de esos momentos donde frenó sus pasos, Kamico vio algo encima de Charlot que le puso en total tensión.

—¡Apártate!

Su aviso sorprendió a Charlot, girándose para recibir un empujó en el que le permitió esquivar las agujas que iban a su cuerpo. kamico, siendo consciente, recibió varios cortes en las piernas y brazos, perforando sus músculos y huesos sin compasión alguna. Cayó contra el suelo malherido, escupiendo sangre mientras desprendía un poco de electricidad de su brazo izquierdo.

—Mierda, mierda. Lo siento, lo siento.

Charlot se acercó de inmediato a Kamico para ver que esas agujas habían desaparecido, pero no la sangre que caía de su cuerpo. Siguió maldiciendo, pero sin quitar la atención de su alrededor porque aun habían enemigos a su lado. Kamico, a duras penas, vio como la asesina apretaba sus dientes para sacar su cuchillo, mirando a su alrededor con gran atención y sin confiarse demasiado en esta ocasión.

—No debiste hacer eso —murmuró Charlot, mirándole de reojo—. Andrina no me lo va a perdonar. Como sepa que...

—Eso no importa ahora —contestó Kamico, intentando ponerse de pie a duras penas—. Céntrate en lo que te rodea y no confíes. Luminosa avisó de ello.

Charlot chasqueó su lengua.

—Son solo soldados sin vida.

—Pero harán lo que sea para conseguir su objetivo, Charlot. Creo que eso lo deberías saber bien si estuviste al lado de Pyschen —contestó Kamico, mirándola con el ceño algo fruncido

Se encontró con su mirada poco agradable, pero no dijo nada al respecto. Al final, Kamico logró ponerse de pie, pero apoyando su mano derecha en el brazo de Charlot. Miró todo lo que le rodeaba hasta que escuchó una risa desde la lejanía que le puso demasiado tenso. Se giró, viendo una figura desde la lejanía que mostraba una sonrisa blanca poco compasiva. Movió su mano izquierda, apareciendo unos pocos hilos que flotaban a su alrededor.

—Mi consentida ¿por qué no vienes a mi? Yo te di todo lo que tienes ahora. Un espléndido poder con el que podrías ser imparable y tener ese reconocimiento que deseas. La asesina más temida del universo Omega.

Kamico vio como Charlot apretaba sus dientes con rabia, girando poco a poco su cuerpo para verla de reojo.

—Te di todo lo que necesitabas, incluso tienes la quinta alma de tu prima al lado. ¿Por qué me rechazas si te di todo? Te cree para que hiciéramos frente a este desastroso universo —continuó hablando con paciencia, sin retirar esa sonrisa maliciosa.

—De ti no quiero nada, Pyschen. Solo acabar con tu vida de una vez —contestó Charlot, girándose para agarrar su cuchillo con firmeza.

—Oh, vaya. Puede que este sea el resultado de obsesionarte. Eso y que Úrsula no me puso las cosas fáciles... —Suspiró, fingiendo una falsa pena—. Supongo que no me queda otra que mataros.

Movió su mano a la izquierda para verse los hilos moverse a gran velocidad junto a las agujas que iba generando sin descanso. Charlot agarró a Kamico como mejor pudo para apartarse de ahí lo más rápido posible, siendo perseguida por sus ataques durante su huída.

Kamico, a pesar del dolor, no dudó en levantar el brazo izquierdo para que de su muñeca apareciera un pequeño dispositivo conectado a él. Creó un escudo hecho de metales para desviar las agujas, dándole un respiro a Charlot mientras buscaba un sitio donde protegerse.

—No tendrías que haber hecho eso, Kamico. Puedes perder energía —murmuró Charlot sin parar de correr y mirar a su alrededor con atención.

—No digas tonterías. Soy consciente de lo que he hecho y no puedo llorar siempre de miedo porque pierdo energía. Todos tenemos un límite y muchos venimos a romperlo si con ello conseguimos la victoria.

Charlot no dijo nada a sus palabras, aunque su mirada llena de asombro lo decía todo. Su reacción hizo que Kamico se sintiera algo avergonzado, pero sin bajar la guardia al ver que las agujas e hilos los perseguían aun, más con la aparición de esos seres que intentaban bloquear su camino.

—El problema es que Pyschen no nos dejará salir de aquí —advirtió Charlot, mirando a Kamico.

—Tampoco tenía intención de huir para siempre, aun estando herido —aseguró, mirándola con decisión.

Esto hizo que Charlot sonriera levemente sin quitarle ojo.

—¿Cuánta batería tienes?

—La suficiente para seguir luchando.

Sus palabras hicieron que Charlot frenara sus pasos y se girara bruscamente. Ante ese movimiento inesperado, Kamico se mantuvo de pie en el suelo para mover su brazo izquierdo ys soltar electricidad. Esta saltó entre diversos seres que había a su alrededor, impactando desde su cabeza para destrozar el cuerpo e ir a otro de forma consecutiva. Por otro lado, Charlot se movía entre los supervivientes o se movía lo más rápido posible para cortar los hilos o destrozar las agujas que se pusieran en su camino.

Ambos se compenetraban de forma que intercambiaban sus roles. Si Kamico atacaba, Charlot le protegía, y lo mismo al revés. Su forma de actuar era estable, pero a la vez captaba la atención de la figura que Kamico podía ver desde la lejanía, siendo presente esa sonrisa maliciosa que le ponía cada vez más nervioso.

Pensó en atacarla de alguna forma, pero el chillido de dolor a sus espaldas hizo que se girara. No era de Charlot, sino de una compañera que reconocía bien.

—¡Anais!

Antes de que se pudiera mover, vio como Charlot le agarraba del brazo derecho para ir los dos a gran velocidad en dirección a las hermanas. La niebla que había a su paso se fue disipando para ver como ambas tenían graves heridas presentes en su rostro, brazos, estómago y piernas. Lo peor no solo era eso, sino que encima aun eran atacadas sin descanso alguno, sin darle opción a poder huir al estar rodeadas.

—¡Tírame! —chilló Kamico.

—¿¡Qué?!

—¡Hazlo!

Obedeció a sus palabras, y agarrándolo de su mano derecha, usó toda su fuerza para lanzarlo por los aires. Tal hecho hizo que Kamico empezara a volar, y si bien chillaba desde su interior como nunca, no dudó en usar la electricidad de su brazo izquierdo para eliminar a los seres que la s rodeaban como si por un momento hubiera ocurrido una lluvia de truenos.

Su aparición fue un alivio para las hermanas, viendo como Kamico impactaba al suelo, aunque no de buena manera ante el dolor aun presente en sus piernas, lo que le llevó a caerse y quejarse de dolor. Andrea fue la primera en reaccionar, acercándose a él para mostrar su rostro consumido por Solace.

Daba la sensación de que Andrea dejaba de ser humana.

—Eso ha sido una locura —murmuró Andrea, girando para ver que Anais estaba junto con Charlot, vigilando que no recibiera ninguna herida y ver si se podía curar las que tenía—. Déjame ayudarte, capaz podemos huir de aquí y buscar un sitio donde...

—No, me niego —respondió Kamico, intentando levantarse del suelo—. No voy a huir. Tú has luchado y sigues aun aquí con las heridas. No pienso quedarme quieto sin hacer nada.

—Pero estás...

—¡Tú también estás herida! ¡Deberías recuperarte incluso! ¡Pero aquí estás luchando!

Andrea chasqueó la lengua, rodando los ojos a un lado y afirmar.

—Nos quedamos entonces. Hasta el final.

Con la ayuda de Andrea se levantó y miró a su alrededor una vez más. La niebla no daba tregua y por si fuera poco sentían una presión en su pecho que se les hacía difícil respirar. Kamico no era el único que le costaba mantenerse en el sitio, veía como Andrea y Anais también estaban en unas condiciones similares a él. La única que parecía aguantar era Charlot, aunque las heridas en sus brazos no pasaban desapercibidas.

—¿No es interesante? —La voz de Pyschen sonó desde la lejanía, obligándolos a girarse, pero sin localizarla—. Hermanas, amistades y sentimientos en donde los lazos se ven en vuestras almas. Colores tan vivos, pero tan fáciles de corromper.

Su risa hizo que Andrea apretara sus dientes. Quería atacar con el fuego que surgía de su mano, pero no podía alzar su brazo por culpa del cansancio. Esta vez fue Kamico quien la agarró, mirándola de reojo con una clara angustia.

«Os machacaron demasiado y ella sigue en pie como si nada», pensó Kamico, atento a su alrededor.

—Cada uno de vosotros con vínculos tan hermosos, aunque hay algunos que desconozco. Kamico, por ejemplo. No sabía que tenías una hermana adoptiva ¿dónde está?

Abrió los ojos como nunca y sus brazos temblaron como gelatina. Observó a su alrededor con pequeñas lágrimas a la vez que la presión en su pecho iba aumentando hasta dejarle sin aire. Intentó agarrarse a Andrea, pero a estas alturas sentía que todo lo que le rodeaba era inexistente, como si no hubiera nada más que la niebla y la oscuridad apoderándose de sus ojos.

No podía saber sobre Andrina. No podía saber sobre el subcódigo.

—Veo que Luminosa os habló maravillas sobre mí, pero ¿saben? Es divertido cuando creen saber todo sobre mi. Si pensáis que no puedo sacaros información, os equivocáis cuando he practicado pequeños trucos.

Escalofríos inundaron la piel de kamico, pero fue a más cuando sentía unas manos apuñalar y rasgar toda su espalda. Chilló desesperado, intentando deshacerse de esa horrible sensación, pero se dio cuenta que no era una alucinación. Ella estaba a sus espaldas riéndose como nunca.

cuando en verdad se varios detalles como que Kamico es un humano y robot a la vez, un ser que ha sobrevivido gracias a Negatividad, pero eso no es lo más interesante... ¿Qué sabes de tu hermana y sobre la muerte?

—¿Qué te parece si te arranco tu brazo izquierdo, Kamico?

No supo que decir ni que hacer. Verla enfrente era como si por un momento perdiera la consciencia y el dolor fuera a más en diversas zonas de su cuerpo. Parecía incluso que no parecía tener el control de este, que se rendía cada vez más ante su poder.

Hasta que recibió un puñetazo en toda su boca.

—¡Lo siento, tío! —chilló Andrea, para moverse de inmediato e intentar quemar a Pyschen, pero de poco sirvió—. ¡Ahg, mierda!

El puñetazo había sido eficaz. Le despertó, aunque sabía que no iba a durar mucho si Pyschen estaba a su lado intentando hacerle daño. La sangre caía por la boca, pero no le importaba al ver como Andrea se mantenía enfrente para atacar a Pyschen. No solo eso, Anais tuvo la fuerza para disparar a la diosa sin darle oportunidad a hacer daño a Kamico.

Difícilmente pudo mantenerse de pie, aunque de poco servía cuando Charlot se mantenía al lado para que pudiera descansar.

—Deja que ellas se encarguen. A ti te quiere utilizar para sacar más información —habló Charlot, agachándose a su lado.

Kamico no dijo nada. Solo se cuestionaba si ya había sacado la información para ir al subcódigo.

A duras penas seguía en pie, pero no se iba a rendir. Era el momento de poner en aprietos a la diosa para evitar que sacara más información o que hiciera cualquier daño a sus compañeros. Disparaba las flechas con todo lo que tenía, más si la sangre que caía por su nariz era constante. Había conseguido el cúmulo de energía y debía aprovecharlo.

Le daba rabia ver como Pyschen esquivaba los ataques tanto de su hermana como los suyos. Era veloz y movía sus manos para protegerse con el poder del ruido, creando escudos o agujas con tal de dañarlas. Anais se protegía a tiempo, mientras que Andrea hacía de frente para usar la espada o el poder que tenía en sus manos.

Por suerte, en su pelea no estarían solas. Pudo escuchar unos pasos fuertes que resonaron a su alrededor. Al girarse, pudo ver como Renic se movía a una abrumadora velocidad. Su pantalla estaba completamente roja, una clara señal que ahora más que nunca estaba listo apra atacar con lo que tenía.

Y lo hacía, vaya que demostraba sus ataques violentos y bruscos, sorprendiendo incluso a Andrea, que frenó sus pasos al ver como Renic usaba la electricidad para crear un campo a su alrededor en el que detenía los movimientos de Pyschen. Con sus puños, lograba acertar algunos de estos en el estómago o pecho de la contraria, siendo uno de estos un golpe bruto en su pecho que la envió contra los edificios derrumbados.

Cuando dio el golpe, se giró hacia los demás. Su pantalla se volvió blanca y apareció su rostro sonriente, para luego volverse roja y mirar hacia donde había enviado a Pyschen. Renic, aunque se encargara de la barrera junto con Kamico, sabía pelear cuando era necesario y no iba a quedarse atrás.

—Mikuro se encuentra con Adela, aunque lo más probable es que venga aquí para ayudarnos —aclaró Renic sin quitar ojo hacia enfrente—. Lo malo es que Adela se encuentra muy débil. No responde a nada.

—¡Claro que no lo hace si ella...!

Andrea no pudo terminar sus palabras cuando los hilos de su alrededor intentaron atacarla. Los quemó sin dudar y se movió a un lado. Al hacer esto, vio como Renic había ido de nuevo hacia Pyschen ya que se había recuperado con bastante rapidez de ese golpe.

Con dificultad Anais vio como su compañero intentaba sujetarla para intentar quemarla, por ello mismo le apoyó disparando varias flechas para obstaculizarla, al igual que Andrea iba a su lado para cumplir su objetivo.

En medio de sus ataques abruptos y violentos, pudieron ver como Pyschen se alejaba lo suficiente para mover sus brazos, soltando una escandalosa risa de por medio.

—¿¡Qué veo?! ¿¡Acaso Luminosa se atrevió a usar su tecnología cuando es obvio que le tengo controlado?!

Y ante esas palabras, no dudó en moverse entre la espesa niebla. Anais a duras penas vio su sombra, dándose cuenta que iba a por Renic. Sin dudar, chilló para avisarle, pero el ataque inesperado a sus espaldas hizo que soltara el arco y recibiera un corte vertical que la obligó a caerse al suelo malherida.

A duras penas vio como Renic tenía sus extremidades atadas por miles de hilos que le impedían su movimiento. Si no era suficiente eso, le dejó inmóvil en el sitio clavando varias agujas en sus extremidades. A pesar de esta situación, Andrea intentó atacarla, pero Pyschen movió su mano izquierda para que Renic la apuntara con el cañón de su brazo derecho, listo para atacarla. Esto la obligó a frenarla y mirarla con odio.

—¿Te crees que no puedo controlar a los robots? —preguntó con una sonrisa victoriosa—. Controlo a Kersmark, por lo que también tengo cierto acceso a su tecnología. El poder de la locura es lo suficientemente inteligente para saber que botones tocar.

Esas palabras hicieron que Anais abriera los ojos, alzando un poco su cabeza al entender que iba hacer.

—Veamos entonces, Renic. ¿Qué información me puedes dar? Seguro que mucho más que ese estúpido humano.

Andrea no dudó en moverse para atacarla, pero Renic se movió lo suficientemente rápido para darle un puñetazo en su rostro que la tiró contra el suelo. La risa escandalosa de Pyschen resonó, viéndose como sus manos se ponían en la televisión de Renic, quien tenía la pantalla totalmente negra sin responder a nada.

En medio de esa situación, Anais hizo el mayor esfuerzo posible para estirar su mano y agarrar su arco. Con una rodilla apoyada al suelo, apuntó hacia Renic, y con la nariz chorreando sin descanso, cargó toda la energía para crear una flecha de gran tamaño.

Dudó. Vaya que si lo hizo, pero sabía que era una de las pocas opciones que tenía. Por ello mismo disparó para darle justo en el centro de Renic, donde el núcleo se encontraba, y con ello, todo el sistema de Renic dejara de funcionar en una explosión moderada en la que afectó de lleno a Pyschen.

Cayó contra el suelo con lágrimas presentes en sus ojos. No quería llegar a ese punto, deseaba que Renic pudiera librarse de ello, pero estando solos, era mejor eso a que supiera toda la información. Intentó levantarse del suelo, pero no pudo ante el cansancio...

—Tan valiente. Tan honorable. Qué pena que ya obtuve lo que quería.

Y porque Pyschen estaba a sus espaldas moviendo los hilos una vez más.

A nada más girarse, todo su alrededor cambió por completo. Vio una realidad que la dejó sin aire. Un escenario que su joven de catorce años deseaba borrar de inmediato. Esas calles oscuras de su ciudad que solía visitar hasta que ese desafortunado llegó. Se encontraba en el suelo húmedo donde el frío perforaba su piel la dañaba sin descanso alguno. Daba varios inciertos con las lágrimas haciendo su trabajo para volverlo más borroso de lo que ya era su alrededor.

La oscuridad parecía tomar distintas formas aberrantes donde se demostraba la verdadera maldad en diversas formas que podía reconocer. Cada uno con una altura y fuerza que la hacían sentir indefensa e inútil. Cada uno moviéndose con una calma tan tenebrosa que Anais solo podía cubrir su cabeza mientras pedía ayuda.

—Nadie te va a salvar, ¿no lo recuerdas? —preguntó la voz en su oído izquierdo—. Nadie va a salvarte de tu muerte. Este es el día en el que desaparecerás para siempre.

Agarraba su cabeza con fuerza, llorando en silencio mientras tartamudeaba palabras sin sentido. Temblaba, ya no solo por el frío, sino por el miedo a lo que le pudieran hacer.

—Todo esto te lo mereces. Sufrimiento, dolor, castigo. Es tu egoísmo. Es tu culpa. Es por desear tanto que al final tienes este resultado. Soledad. Nada más que eso. NI si quiera tu propia hermana vendrá a por ti.

—¡E-Eso es men...!

—¡Sabes que es cierto! —El grito de Pyschen fue como un impacto contra la pared para Anais, sintiendo sus hombros clavados contra la pared para ver esas figuras aberrantes moviendo sus manos en su cuerpo—. ¡Ella jamás vendrá a por ti! ¡Huyó como nunca! ¡Por que es lo que te merecías! ¡Tu egoísmo te llevo a esto!

Juró por un momento que todo su alrededor iba a cámara lenta. Esas manos ir a por las zonas más delicadas y sensibles. Haciéndola recordar el sufrimiento y la crueldad que existía en su mundo junto a esa risa que resonaba en su cabeza sin descanso.

—Tan sola y desesperada. Ese es tu castigo para toda tu eternidad.

Dejó que las lágrimas fueran la tumba para sus sentidos. Dejó que todo ese escenario acabara con su vida.

—¡ANAIS!

Hasta que el fuego lleno de vida y arrasador acabó con todo el un abrumador corte lleno de rabia y odio. Un corte que destrozó toda la realidad, cayendo de rodillas al suelo, pero siendo agarrada por su hermana. Escuchó las pulsaciones frenéticas de su corazón a la vez que su grito consumido por el odio, maldiciendo a Pyschen por meterse en sus memorias.

—¡Juro matarte, Pyschen! ¡Lo juro!

Los chillidos de Andrea cada vez tomaban menos fuerza para Anais, cayendo inconsciente en el suelo, pero con una gran sonrisa de alivio al saber que las palabras de su hermana eran ciertas. Que siempre estaría a su lado sin importar la dificultad.

Eso sí... Andrea sentía una ira que parecían ser miles de volcanes explotando en cada zona de su cuerpo. Veía como Pyschen se reía como nunca, observando a Andrea con su mirada divertida a la vez que movía sus dedos con calma.

—¿Con qué me sorprenderás? Eres solo una cobarde. Una que jamás debió tener una hermana.

Andrea la miró con rabia, viéndose el fuego en sus ojos rojizos. Esto solo hizo que Pyschen se riera aun más.

—¡Qué bonito es tener una hermana, pero que desgraciado es sentir por ella!.

—Mucho derecho no tienes teniendo una hermana, ¿no crees? —contestó Andrea, agarrando a Anais con cuidado—. Pero, ¿qué derecho tengo a hablar? Jamás has tenido has sentido lo que es el amor por una hermana. ¿Sabes? Por eso y más, no deberías ni haber tenido el privilegio de ser una diosa, sino haberte suicidado por ti sola.

Pyschen dejó de reír, pero si mostró una sonrisa junto a sus dientes apretados.

—Contigo voy a tener preferencia a la hora de torturarte.

—Pruébame y verás que antes acabo contigo.

Andrea se movió a un lado con su hermana para esquivar el ataque de Pyschen. Escuchó su risa, pero pronto desapareció cuando Charlot apareció en su lado izquierdo para rasgar una gran parte de su brazo. Pyschen se apartó de inmediato, viendo a ambas juntas listas para luchar con lo que tenían.

—Kamico se fue a por Adela —aseguró Charlot en un susurro—. El chico no se de donde saca las energías. —Tras eso, miró hacia Anais—. ¿Estás segura que pueden con esto?

—Tengo un plan. Uno que funcionó en Extra-Sistema —contestó Andrea con una leve sonrisa, mirando de reojo a Charlot—. Lleva a mi hermana contigo en un lugar seguro.

A punto de preguntar, Charlot vio como las cicatrices y heridas del rostro de Andrea empezaban a iluminarse junto a sus ojos, que eran una mezcla de dos colores, rojo y amarillo, moviéndose como si fuera el propio fuego. Impactada, no dudó en acercarse a Anais para agarrarla, y nada más hacerlo, escuchó de fondo los truenos y relámpagos resonando en toda la ciudad, provocando que Charlot diera varios pasos hacia atrás.

Pyschen miró con interés a Andrea, pero sin bajar la guardia.

—Extra-Sistema, ¿eh? —preguntó con una leve risa—. He oído algo de los últimos rumores. Los Jinetes de la Tormenta. El trueno que resuena y chilla con la rabia consumida por completo. —Rio como nunca, moviendo sus brazos—. ¡Qué honor estar frente a ti! Pero que poco vas a durar.

Ante esa situación, Charlot no dudó en salir de ahí lo más rápido posible, aunque la la diosa intentó atacarla, pero no de poco sirvió cuando Andrea logró llegar a una velocidad igual a la de un relámpago, cortando su brazo izquierdo en un gesto eficaz y limpio. Aquello dejó impactada a la diosa, mirando hacia Andrea. Cuando impactó al suelo, las heridas de su cuerpo se fueron regenerando a la vez que la electricidad su cuerpo iba rodeándola sin parar.

—Capaz te habrán dicho que renuncié a todo, Pyschen —respondió Andrea en un tono más o menos calmado—. Que dejé a un lado a mi humanidad para proteger a los míos, aun sabiendo que eso iba a matarme a futuro.

—Y sí, claro que te matará. Me sorprende que, aun sabiéndolo, sigas luchando de esta forma.

—A estas alturas me da igual todo. Al igual que a la princesa de hielo.

Moviendo su brazo derecho hacia atrás, sintió como se la agarraban de inmediato. Mikuro había estado cerca de la zona, esperando el momento clave para que el humo apareciera en medio de las dos.

Pyschen, intrigada ante tal situación, vio algo que jamás pensó que se encontraría. Si quiera se pensaba que esos rumores fueran ciertos.

Con detenimiento vio como la fusión era casi perfecta. Poseedora dos cetros mágicos que combinaba los poderes de ambas. Su chaqueta verde en el que las extremidades de los brazos estaba la representación del fuego y el hielo, junto a unos pantalones tejanos azules y unas deportivas negras. El rostro de aquella fusión, era algunos de los rasgos que compartían junto a los ojos que cambiaban de color cuando tenían que escoger el poder para atacar.

—¡No hacéis nada más que impresionarme! ¡Tanto esfuerzo para nada! ¡ Pero aun así agradezco tanto este espectáculo! ¡Os prometo que jamás lo olvidaréis ante vuestra muerte!

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