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Capítulo uno: Campana.

No era posible creerse la situación en la que estaban metidos. Negatividad ponía la mano en su mentón, cubriendo parte de su boca mientras escuchaba las explicaciones que Andrea daba. Era obvio que la emoción era visible en sus acciones, moviéndose de un lado a otro como si quisiera recrearlo.

En medio de la discusión, Andrina se quedaba en silencio sin saber bien que pensar y sentir. No la culpaba, después de todo la situación era compleja de entender, y sabía que Kamico, Renic y Adelfra les costaría procesar la información.

Lo bueno era que al menos tenían una nueva aliada, pero... no muy agradable para Negatividad. La miraba de reojo, teniendo recuerdos de su pasado que le hacían daño a su corazón, como estacas invisibles que la hacían sangrar a modo de que pidiera perdón. Y lo iba hacer sin necesidad de llegar a la violencia.

Aunque debía de admitir algo. Mikuro parecía estar muy tranquila aun sabiendo que tenía la culpable enfrente. Solo miraba a Andrea con una sonrisa tranquila, viendo como se movía a un lado a otro para luego terminar a su explicación.

—Y así es la historia de como conseguí esta genial espada y tengo dos anomalías. ¡Una la conocéis! ¡Solace! —gritó, mirando hacia su hombro derecho para que el pequeño saliera—. ¡Y la próxima eeees...! ¡Alias!

De la espada salió la otra anomalía, moviéndose con más energía y como si quisiera sacar los músculos, los cuales carecía. Esto hizo que Anais soltara un suspiro, que Mikuro riera y Andrina la mirara atónita.

—Bien. Dos anomalías —murmuró Negatividad, poniendo los dedos en su entrecejo—. Al menos pareces tener más consciencia de tus poderes y tienes un arma, al igual que tu hermana menor. Admito que me tomó más sorpresa lo de Anais que lo tuyo.

—¿¡Eh?! ¡¿Por qué?! ¡Tengo dos anomalías! —gritó Andrea, cruzando sus brazos.

—Eres alguien totalmente caótica. Me podía esperar cualquier cosa, pero ¿de Anais? Me es un gran alivio que tenga a alguien a su lado. Hertian se llamaba, ¿no? —preguntó, mirándola con interés.

—Así es. Me dijo que era un Materhog —contestó con calma.

Negatividad abrió los ojos como nunca.

—Creí que esos seres... estaban muertos.

—Pues al parecer no —murmuró Anais sin saber donde mirar—. No solo eso, según sé...

—¡Hay magos que protegen los planetas! —gritó de emoción Andrea, interrumpiendo a su hermana—. ¡Onegrot's! De verdad que son increíbles. —Miró a Andrina—. ¡Tía! Ojalá lo hubieras visto, ¡era un mago impresionante de poderes rotísimos! ¡Y los demás estaban geniales! ¡Había hasta signos del zodiaco!

Andrina soltó una risa un poco incómoda, moviendo sus hombros.

—Lo has dicho en la explicación, Andrea, pero me encantaría verlo cuando terminemos todo esto.

—¡Oh! ¡De una! —Andrea miró hacia Negatividad—. A estas alturas me veo capaz de hacer frente a esas diosas.

Negatividad alzó la ceja y quiso incluso reírse, pero se contuvo. A punto de decir algo, vio como Mikuro le ponía la mano en su hombro derecho.

—Recuerda que no tenemos a Creni de nuestro lado —murmuró Mikuro, mirando a Andrea con una sonrisa calmada. Andrea abrió un poco su boca—. Nos queda mucho por mejorar y no confiarnos demasiado.

—¡Pero tenemos un montón de cosas! ¡Incluso nuestra fusión!

Mikuro soltó un suspiro y miró de reojo a Negatividad.

—Por ahora creo que es mejor que volváis a vuestras casas —intervino Negatividad, manteniendo su posición firme—. Dejarme que busque a Kamico y luego podáis iros.

—¿De verdad? ¿Ya? —preguntó Andrea, soltando un leve gruñido.

Negatividad frunció el ceño.

«¿Esta chica no sabe lo que es parar?», pensó, incluso quiso preguntarle, pero no le dio más vueltas y salió de casa en busca de Kamico. Creía que era lo mejor antes de recriminarle todo y ponerse de los nervios.

Poco tardó en encontrarle y explicarle más o menos la situación. La ilusión se vio reflejada en sus ojos, escapándose incluso unas pequeñas lágrimas de alivio. Fueron de inmediato a la casa y sin dudar abrazó a las dos hermanas como nunca.

Esta escena logró que Negatividad sonriera, cruzando sus ojos para ver las reacciones de los demás. Aparte de que Mikuro miraba a Kamico con cierta desconfianza, no comprendía porque Andrina no era capaz de acercarse a ellos y... abrazarlos.

Si quiera parecía sonreír.

«¿Qué te ha pasado en ese sueño, Andrina?», se preguntó, mirándola con cierta discreción. Al final no quiso darle más vueltas y mirar a los demás.

—Venga. No perdamos más tiempo. Volver a casa —pidió Negatividad.

—Qué caga prisas. Sé que me odias por haber pillado el destello sin avisar, y lo siento de verdad, pero...

—Andrea, no quiero darle vueltas a ello —pidió Negatividad con cierto cansancio.

Esto hizo que Andrea soltara una leve risa.

—Está bien. —Soltó un leve bostezo—. Aparte, tienes razón. Me estoy muriendo de sueño.

—Y eso que hace poco querías luchar contra las diosas —recordó Mikuro con una ligera risa.

—Bueno. Bueno. Una cosa no quita la otra —respondió Andrea, estirando un poco sus brazos para luego mirar a Mikuro. El sonrojo en sus mejillas apareció para susurrarle algo que Negatividad no entendió, pero supuso que debía ser algo ¿bonito? Por como Mikuro se sonrojaba también.

«¿Qué me acabo de perder?», se preguntó, alzando la ceja.

Una vez se reunieron, tomaron el destello y con ello se pusieron en marcha hacia la tierra. Cuando Negatividad se quedó sola con Mikuro, tragó en seco sin tener el valor de mirarla.

«Que horrible, pero no queda otra», pensó, y cuando quiso decir algo, vio como Mikuro daba su mano derecha. Su guante blanco junto a su piel azulada era visible junto a su armadura a excepción de su casco, mostrando su cabello largo de colores blancos y azules.

—Andrea me explicó un poco lo que ocurrió, pero estoy dispuesta a escucharte y ser una aliada más para detenerlas —aseguró Mikuro con una sonrisa confiada, una que tomó por sorpresa a Negatividad—. Si bien me quema por dentro como una llama venenosa, puedo ser capaz de apagarla y perdonar tus acciones.

Sus palabras hicieron que Negatividad se quedara sin aire por unos segundos. Respiró hondo y sin querer soltó unas pequeñas lágrimas para dar su mano también, agarrándosela.

—Gracias por la oportunidad, Mikuro —murmuró, sin saber dónde mirar.

Mikuro sonrió con paciencia, acercándose para mirarla con calma.

—Puedo entenderlo y la verdad es algo que me angustia. Me gustaría saberlo todo. Estar informada de la situación y ser la mayor ayuda posible —aseguró en un tono serio.

Negatividad afirmó, conteniendo sus lágrimas y tragando en seco.

—Entonces tendremos que hablarlo en el comedor porque es un poco largo.

—Tengo el tiempo para ello.

Llegar a la tierra, exactamente en su habitación, fue algo que le hizo suspirar de alivio a Andrea. Era milagroso que el destello pudiera dejar a los demás en el punto que ellos concretaran, aunque se preguntaba cómo era eso posible.

En sí aun tenía miles de preguntas sobre como funcionaba todo a su alrededor, aunque su cabeza no podía darle más vueltas a ello. Necesitaba descansar, al menos un poco porque se dio cuenta que eran las cinco de la mañana y que en nada debía levantarse para ir a la escuela.

—Dios —susurró cansada—. Ir a clases. Qué coñazo. —Se tiró a la cama—. Creo que voy a hacer campana.

—¿Campana? —preguntó Alias, saliendo de la espada de Andrea.

«Ostia, la espada».

Se giró para ver a Alias. No le respondió, solamente la miró con los ojos entrecerrados, viendo la preocupación en su compañera al no entender que ocurría.

—¿Dónde coño te puedo guardar? —preguntó Andrea, apretando los labios—. No puedo dejarte debajo de la cama o en mi armario. Mi madre suele mirar sin permiso y sé que va a preguntar.

Alias abrió un poco su boca.

—Oh, eso será un poco complicado —murmuró, mirando la habitación de Andrea—. ¡Ala! ¡Qué increíble y rojiza es tu habitación!

—Baja un poco el volumen, Alias —pidió Andrea.

—Sí. Sí, perdón. —Se escondió un poco en la espada—. Y pues, ¿no podrías mentir diciendo que es una espada falsa? ¿Decorativa?

Andrea puso la mano en su barbilla.

—Podría decir que me han dado esta espada como regalo. Capaz miento y digo que fue Kamico. El asunto es que no puedes salir ni decir nada. Como lo hagas vas a asustar a mi madre —aclaró Andrea.

—¡Oh! ¡Oh! Es una misión encubierta. Soy indetectable.

De pronto Solace salió del hombro de Andrea, alzando la ceja.

—Alias, seriedad. Sabes que este mundo no es un código y que no son tan conscientes como otros lados —recordó Solace.

—Sí. Lo sé. Perdón. —Rio por lo bajo—. ¡Y sin problema! Aunque tendríamos que ver como le enseñas el arma a tu madre.

Andrea rascó un poco su cuello.

—Déjame a mí. Ya improvisaré algo —contestó, tumbándose en la cama y cerrando sus ojos—. Por ahora necesito dormir.

No pusieron quejas al respecto y dejaron que descansara. Andrea tomó el sueño de inmediato, aunque no sería tan fácil para Anais, que cuando llegó a su habitación, miró todo lo que rodeaba con los ojos bien abiertos.

Puso la mano la mano en su cabeza y con cuidado se sentó en la cama. Observó todo lo que componía su habitación organizada, y tras unos segundos en silencio, se tumbó en la cama con una media sonrisa, soltando un largo suspiro de alivio.

Se sentía bien. Genial. Era un milagro que la teoría que había tenido desde ese entonces fuera real, pero aun así tenía dudas sobre Hertian. Esas palabras dichas a medias no se le habían olvidado y deseaba saber más sobre él. ¿Cómo era su raza? ¿Qué había ocurrido? Y miles de preguntas similares que la dejaban intrigada.

Pero por ahora lo mejor que podía hacer era dormir, o al menos intentarlo teniendo en cuenta que con toda la pelea que habían tenido, no iba a ser tan fácil con el nuevo día de clases que se venía.

Hacer una vida humana normal y corriente cuando acababa de ser parte de un grupo de héroes de un planeta distinto.

—Es imposible de creer —susurró, cerrando poco a poco sus ojos hasta caer rendida.

Agradecía que llegaran en su habitación sin levantar sospechas. Vio como su hermano se tiraba en la cama de golpe, soltando un gruñido de satisfacción al sentir las cómodas sábanas en su piel. Una sonrisa agradable se mostró en sus labios, caso contrario a Andrina que era incapaz de mostrar alivio.

—¿Qué hora es? —preguntó Andrina en un susurro.

Kamico miró hacia el reloj de su mesa de noche.

—Las cinco de la mañana. ¡Menos mal! Dos horitas de descanso —contestó Kamico con la sonrisa aun presente.

«Dos horas despierta», pensó, sintiendo un horrible escalofrío en su espalda.

—Voy a por algo de beber a ver si consigo el sueño —murmuró Andrina, a punto de abrir la puerta, su hermano se levantó de la cama.

—Oye, ¿estás bien? Desde que te vi tienes una cara... ¿Acaso no has dormido bien en la casa?

Andrina sintió una repentina tensión en sus hombros y negó con su cabeza.

—Tranquilo. Todo bien. Solo que no es lo mismo dormir en mi cama que en esa que parecía... ser piedras —respondió con una débil risa.

Kamico también se río por lo bajo.

—Pues no te entretengas mucho bebiendo y túmbate. ¡Es gloria sentir la cama que tanto te acostumbrado! ¡Créeme!

Andrina sonrió con calma, ladeando un poco su cabeza hacia la izquierda.

«Si solo fuera eso, Kamico...»

Sin dudar, abrió la puerta, y dispuesta a ir a la cocina, se encontró con la figura de su madre enfrente, dejándola sin palabra y obligándola a dar varios pasos hacia atrás. La luz de su habitación se encendió de golpe, tomando por sorpresa a Kamico y que también mirara a su madre boquiabierto.

—M-M-Mamá —tartamudeó Kamico con una risa nerviosa—. ¡P-P-Podemos explicarlo! ¡Y-Yo quería ir a una f-fiesta y-y...!

—No me hace falta que me expliquéis nada —contestó Elena en voz baja. Miró a ambos, pero se centró más en la mirada aterrada y labios temblorosos de Andrina—. O sí. Supongo que tendréis mucho que decirme.

Por instinto, Andrina escondió sus manos en su espalda, agarrando el destello para que este no brillara. Miró con detenimiento a su madre, escuchando las pulsaciones de su corazón acelerado. Tenía tantas ganas de llorar y chillar como nunca...

—¡Fue increíble la fiesta! —chilló Kamico, levantándose de la cama a gran velocidad para agarrar a Andrina a un lado. Había que decir que sorprendía como su hermano le había dado tiempo a esconder su brazo izquierdo con su chaqueta, fingiendo que era un brazo normal—. ¡Y lo siento! Pero ya sabes mamá, ¡las fiestas de la ciudad no se pueden perder! ¡Es como si por un momento Panorama viniera aquí! ¿¡Entiendes?!

Elena alzó la cabeza con una media sonrisa y miró de nuevo a Andrina.

—S-S-Sí —respondió Andrina sin saber donde mirar—. F-Fueron geniales, ¡m-muy divertido!

—¿Fuisteis solos? —preguntó Elena, cruzando sus brazos.

Kamico tragó en seco.

—E-Eh...

—Andrea nos obligó en parte —mintió Andrina de la peor forma posible. Elena soltó un largo suspiro—. Nos pidió ir a toda cosa y nosotros le dijimos que era el inicio de clases y...

—Daba igual que fuera o no el inicio de clases, Andrina —contestó Elena, cruzando sus brazos—. ¿Tan difícil era decirlo?

Ambos hermanos se miraron de reojo y tragaron en seco.

—Lo sentimos, mamá —dijeron a la vez, agachando su cabeza.

Elena soltó un largo suspiro y los miró de nuevo. Frunció un poco el ceño, pero al final negó con su cabeza.

—A la próxima avisad. Me habéis dado un susto horrible, iba a llamaros incluso, pero vuestros móviles no tenían cobertura —explicó. Andrina tragó en seco—. Como no lo hagáis, estaréis castigados sin salir, ¿entendido?

Ambos hermanos afirmaron a la vez y con ello, Elena se marchó, no sin antes decirles que se fueran a dormir al menos un rato porque sus rostros cansados lo decían todo. Cuando cerró la puerta, Kamico casi se cae contra el suelo de no ser que Andrina la agarró a tiempo.

—Salvados. Salvados. Salvados. ¡Virgen! —gritó en un susurro—. No me creo que haya colado. ¡No me lo creo!

Andrina logró levantarle del suelo para dejarle sentado en su cama. Se puso a su lado y puso la mano en su frente, respirando con cierta dificultad.

—Creo que a la próxima es mejor que solo vayamos a un planeta o dos como mucho —murmuró Andrina.

—¡Pero sabes que fue Andrea la culpable! ¡Íbamos a volver cuando regresáramos de Rimerit! —recordó Kamico con cierta frustración.

Andrina puso las manos en su cabeza.

—Hemos sido salvados por la campana. —Agarró su cabello y soltó un largo suspiro—. No me creo que se haya tragado esa obvia mentira.

—¿Sabes? Mejor ni te lo preguntes y lo aceptes —contestó Kamico, tumbándose en la cama para poner las manos en su cara—. Cuyons, nen. Hem tingut una sort... (Joder, tío. Hemos tenido una suerte)

Andrina soltó una leve risa mientras le miraba de reojo, pero aun así la tensión de sus hombros no desaparecía. A pesar del mal trago, pudo levantarse y con ello tumbarse en la cama un rato. Ya se cambiaría de ropa y se ducharía como era debido, por ahora quería darle un descanso a su mente.

Si era posible porque desde que Andrea se marchó a Extra-Sistema, no había parado de tener unos sueños demasiado agradables.

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