Capítulo tres: Coincidencias.
Hablar sobre lo ocurrido no era una tarea fácil. Andrina lo tenía muy claro. No paraba de darle vueltas a todo lo que había ocurrido y más ante la reacción que tuvo Anais. No tuvo ni una sola clase para poder desconectarse, siempre era el mismo tema. Sus pesadillas.
Aun en el recreo intentaba conversar con los demás, pero de poco servía cuando Andrea retomaba el mismo tema. Esa aventura que había tenido en Extra-Sistema era una estaca que se clavaba en el corazón de Andrina y los motivos eran complicados de explicar incluso para ella.
¿Era envidia? Suponía que sí y no por todo lo que había vivido con el resultado final, aunque tenía claro que no era tan positivo cuando en los sueños había visto como Andrea ya no era humana, y que Anais lo confirmara hacía que su piel se pusiera de punta.
Todo lo que vio era cierto. Todo lo que soñó hacía que se quedara de nuevo sin aire y las lágrimas desearan salir. Pensar en que todo eso había sido cierto, le quitaba esa emoción de envidia porque no se imaginaba en una situación así.
¿Entonces qué era? Una emoción un poco más compleja que mezclaba el cansancio por como hablaba Andrea sobre el mismo tema y angustia por lo que había visto. Temía que esas predicciones fueran todas certeras, que sus palabras no eran erróneas.
Lo había visto todo... Y empezaba a comprender de que no estaba sola.
La tensión en sus hombros iba subiendo cada vez más hasta el punto que parecía que sus brazos iban a salirse de su cuerpo. Respiraba con dificultad ante ese dolor constante que no le permitía seguir. Deseaba dormir, pero el hecho de hacerlo le hacía sentir demasiado vulnerable y aterrada por lo que pudiera pasar.
Si esos sueños que había visto eran todos reales, no se quería imaginar que podía ver de ahora en adelante.
Las horas, por suerte, pudieron pasar con cierta rapidez. Cuando salieron de clase, se despidió de las hermanas y fue a casa con la compañía de su hermano. Mantenía esa sonrisa calmada a pesar de estar aun impactado por la situación y en ocasiones murmuraba palabras sobre cómo debían organizarse para no ser detectados.
Andrina no quería pensar nada de eso.
—Kamico, ¿tienes algo que me haga dormir de una? —preguntó Andrina en un tono cansado.
Su hermano lo miró con un rostro curioso.
—No, qué yo sepa. Sabes que mamá dice que tomarse una valeriana o un vaso de leche caliente puede ayudar —recordó Kamico, poniendo la mano en su barbilla.
—¿No hay pastillas que te hagan dormir de una? —preguntó en un tono derrotado.
—Creo que esas pastillas son para algo más grave, hermana. —Frenó sus pasos, mirándola con una clara angustia en sus ojos—. ¿No has podido dormir tampoco?
—No —respondió sin mirarle, frenando también sus pasos—. Nada. Por eso preguntaba, Quiero dormir de una sin soñar. Quiero descansar de una maldita vez.
Kamico se acercó con cuidado y agarró sus manos con cariño. La miró con una sonrisa apenada mientras apretaba el agarre.
—¿Hay algo que te angustie de esos sueños? Sabes que puedes decirme lo que sea.
Le miró por unos segundos para luego soltar un largo suspiro.
—Quiero hablarlo con los demás porque es algo que aun me cuesta creer —respondió Andrina, soltando las manos de su hermano con delicadeza.
—¿No puedes decirlo ahora?
Andrina negó de inmediato.
—Me tomarás por loca.
Kamico alzó la ceja.
—¿Es tan loco como todo lo que hemos vivido? —preguntó, cruzando sus brazos con una leve sonrisa. Andrina afirmó lentamente—. Bueno. Dímelo sin miedo. No te voy a tomar por loca. Tengo que aceptar que todo lo que hay afuera es muchísimo más de lo que creemos, y cuanto antes lo procesemos, mejor. ¿No crees?
Andrina afirmó sin mirarle, aunque pronto cambió cuando su hermano se acercó con cuidado.
—Aparte, eres mi hermana —continuó hablando en un tono dulce—. No puedo estar tranquilo sabiendo que estás mal y que necesitas mi ayuda. Sabes que he estado a tu lado para lo que hiciera falta.
Las lágrimas por fin salieron a pesar de haberlas derramado durante un largo rato. Abrazó a Kamico con todas sus fuerzas mientras ahogaba el dolor en su hombro. Se quedaron en silencio. Tampoco hacía falta decirse nada más hasta que llegaran a casa.
Fingir tener una vida normal no era fácil, pero Kamico podía improvisar como nunca había pensado en su vida, aunque no de la forma que deseaba. Mentir a sus padres no era agradable y más cuando mostraba una sonrisa que mostraba unas emociones que no eran ciertas, pero era mejor así hasta que vieran la forma de solucionarlo.
Comían todos juntos en la mesa, siendo Elena la que más se apuraba porque pronto tenía que irse a trabajar. Podría haber comido antes y estar con ellos, pero tenía unas manías que al final todos podían comprender.
Una vez terminaron, se despidieron de su madre y se fueron a su habitación. Su padre, Germán, estaría en el comedor durmiendo un poco la siesta, por lo que ambos tendrían vía libre para hablar en la habitación en un tono bajo sin que nadie los interrumpiera.
Nada más cerrar la puerta, miró a su hermana y tragó en seco al verla.
«Parece que le han dado la mayor paliza de su vida».
Se acercó con cuidado y se sentó a su lado. Con las manos en sus piernas, esperó a que empezara a hablar. Tomó sus pocos segundos porque Andrina respiraba lo más hondo posible mientras cerraba sus ojos.
—Tuve varios sueños —empezó a explicar con la voz aun débil—. Al principio no hice caso alguno. Son sueños al fin y al cabo y sabes que a veces tuve varios problemas.
—Sí, los cuales creía que se habían terminado.
—Pues no. No parece —susurró Andrina con la cabeza agachada. Respiró hondo y siguió explicando—: Estos sueños son lo que Andrea y Anais han explicado.
Kamico alzó un poco la ceja, pero dejó que siguiera explicando. Escuchó todo que Andrina había soñado y generaba un gran pánico en su corazón que cada detalle que daba era demasiado concreto, pero acorde a lo que Andrea había podido decir de forma breve y mal explicada.
Cuando terminó de explicarlo todo, que duró sobre cerca de una hora y pico, Kamico se quedó en el sitio sin saber donde mirar ni qué decir. Solo había las pulsaciones en diversos sitios de su cuerpo junto a la electricidad que se movía en su brazo izquierdo, recordándole lo que era.
—Dices que Anais te lo confirmó —murmuró Kamico sin mirarla aún.
—Así es.
Puso la mano en su frente y sintió las primeras gotas de sudor en su frente.
—¿Cómo es posible eso? —preguntó, mirándola como si deseara alguna respuesta—. Has... ¿previsto lo que les iba a ocurrir? ¿Lees el futuro acaso?
Andrina bajó la mirada y se quedó en silencio por unos segundos
—No creo que sea leer el futuro —murmuró, tragando saliva con dificultad—. Yo creo que más bien me lo enseñaron.
Frunció el ceño ante esas palabras.
—¿Enseñarte lo que ellas hacían? —preguntó. Andrina afirmó en silencio—. ¿Cómo es posible eso?
—Ojalá saberlo, Kamico, pero ni yo se dar una respuesta. Solo soy honesta con todo lo que he vivido.
—Y lo vas a ser cuando se lo digas a Negatividad y los demás. Esto es algo que debemos resolver cuanto antes. Puede ser que a lo mejor nos den alguna respuesta o sino una pista.
Andrina frunció levemente el ceño.
—Me tomará como loca.
—No si se lo decimos entre todos. Créeme que te hará caso y considerará lo que puede ser. —Se acomodó en la cama, mirando hacia Andrina—. Puede... ¡P-Puede que a lo mejor tengas algún poder!
—¿Tú crees? —preguntó, mirándole de reojo.
—¡Claro! Solo mira a Anais. Desde hace dos años que lleva algo oculto a su lado, ¿por qué no podrías tenerlo tú?
Andrina miró a otro lado para luego negar con la cabeza.
—Soy humana, Kamico. No me vengas con tonterías —murmuró y tras eso miró sus manos—. Lo único especial que tengo es ese destello que acabó en mis manos por coincidencia.
Kamico cruzó sus brazos, mirándola con detenimiento.
«Dudo que sea coincidencia a estas alturas».
—Sea lo que sea, no podemos quedarnos callados. Esta noche hemos quedado de nuevo, ¿no? —preguntó Kamico.
—Aun tenemos que concretarlo bien. Ambas dijeron de quedar a una hora más tarde para dormir un poquito. Eso o dejarlo para mañana —respondió Andrina.
—El problema es que no lo hemos comunicado a Negatividad. Capaz si agarro ahora el destello para informa-
—No —interrumpió Andrina de inmediato, mirándole con cierta molestia, una que le tomó por sorpresa al chico—. Me-Mejor lo hablamos por el grupo y vemos que hacemos. Lo que decidamos, lo hablamos con Negatividad o no.
Kamico rascó un poco su cabeza, pero afirmó. Fue a por su móvil que había dejado cargando en su mesa de noche, y nada más agarrarlo, vio algo que le dejó un poco desconcertado.
Un mensaje de Anais.
"Hola Kami. Escucha, necesito que me hagas un gran favor. Primero de todo, no dejes que Andrina vea este mensaje. Segundo de todo, ¿es posible quedar en la Estación de Buses? Quiero hablar contigo junto a mi hermana".
Miró hacia Andrina, viendo como estaba tumbada con los ojos que apenas se podían mantener abiertos. Soltó un leve suspiro seguido de una sonrisa.
—Andrina, mejor descansa un poco. ¿Vale? —Tras eso, respondió el mensaje de Anais con un pulgar hacia arriba—. Yo tengo que hablar con Andrea. Me ha pedido hablar sobre algo importante.
—¿Es sobre Mikuro? —preguntó Andrina, a lo que Kamico la miró desconcertado—. Son pareja, ¿lo sabías?
«Ah, coño. Recién me entero».
—Ah, s-sí. Me... pidió consejo. Un poco raro la verdad siendo su expareja, pero ¿qué se va hacer?
Andrina soltó una leve risa.
—Supongo ¿qué pásalo bien? Si se puede decir de alguna forma —respondió Andrina con una leve sonrisa.
Kamico rio ante su comentario.
—Veré lo que se puede hacer, pero siendo Andrea todo es posible.
Sin dudar, agarró su chaqueta azul favorita y se despidió de su hermana. Al salir de la habitación, agarró las llaves del pasillo y que su padre aun seguía durmiendo. No le interrumpió, simplemente salió y se dirigió a donde habían quedado.
No tardó mucho en llegar. Apoyado en las paredes que una vez fueron sucias, esperó a que las hermanas llegaran en cualquier momento. En ocasiones miraba hacia el interior de la Estación, donde un pasillo no muy extenso daba hacia los buses aparcados, ¿y lo demás? Nada más que máquinas expendedoras con diversas bebidas y comidas y cabinas antiguas de lo que una vez fue el interior de la atención al cliente.
Cruzó sus brazos mientras miraba hacia el cielo. Día nublado. Menuda novedad. Soltó un suspiro y miró hacia su derecha para ver a las dos hermanas por fin. Andrea no paraba de bostezar mientras que Anais miraba su móvil para revisar unas pocas cosas antes de hablar.
Aunque Kamico se adelantó por un detalle que aun no se le quitaba de la cabeza.
—Andrea, ¿desde cuando tienes pareja?
La vergüenza azotó de golpe a la mencionada. El sueño se le quitó de inmediato.
—Me cago en la cona. ¿Qué viene esa pregunta?
Kamico rodó sus ojos.
—¿Puedes responder mi pregunta en vez de hacerme otra pregunta?
—¿¡Quién te ha dicho eso?!
Kamico soltó un largo suspiro de resignación.
—Mi hermana me dijo que tú y Mikuro erais pareja, ¿es cierto?
Andrea se quedó sin habla al igual que Anais que se quedó en silencio mirando a Kamico.
—Eso no lo sabía nadie más que nosotras tres, Kamico —habló esta vez Anais.
—Pues mi hermana me ha dicho que... Mejor dicho, ha dicho que os ha visto en sus sueños.
Con ello dicho, empezaron a caminar cerca de la estación de buses, explicando todo lo que su hermana le había dicho. En todo momento Anais miraba impactada sin creerse la cantidad de detalles que le había concretado mientras que Andrea sentía una gran tensión en sus hombros sin saber dónde mirar.
Una vez dicho todo, los presentes se sentaron en el banco que había en el parque cercano a las murallas. Andrea pateaba el suelo con cierto nerviosismo. Anais miraba hacia el cielo con un rostro pensativo y Kamico sentía que le iba a dar un ataque al corazón.
—Quiero aclarar algo, Andrea —habló Kamico, mirándola de reojo—. A mi no me molesta que tengas pareja. Eso a mi me da algo igual y en parte podía esperármelo siendo tú un poco... en fin.
—¿Rara? —Andrea alzó la ceja ante su pregunta.
—E-Eh. S-Sí. —Rascó su cabello rubio—. El asunto es mi hermana. Da miedo saber que acertó todo.
—Eso no es lo único. —Anais puso la mano en su mentón, mirándolos con total seriedad—. Antes en clases me encontré con ella en los pasillos y fuimos al baño juntas. Me explicó un poco, pero fue lo suficiente para darme cuenta de que algo le está ocurriendo.
—Creo que ya venía de antes, ¿no creéis? —preguntó Andrea, apoyando su espalda en el banco—. Vosotros no lo visteis, pero os recuerdo que en Rimerit vimos como Andrina esquivaba ataques estando inconsciente, y no solo eso, sino que mató a alguien aun sin saber cómo.
El silencio dejó en claro las emociones que tenían. Temor y angustia. El viento en ocasiones pasaba, uno frío que no lograba retirar sus preocupaciones.
—Le dije que a lo mejor podía tener poderes —habló esta vez Kamico—. Y siendo honesto, lo creo cada vez más. Mi duda es ¿cuál? Porque parece esquivar golpes, tener la capacidad de-de... ma-matar a alguien y ve-ver desde la lejanía o ver el futuro.
Andrea cruzó sus brazos, alzando un poco la ceja.
—Siendo honesta, tío. No tengo ni la menor idea de qué poderes puede tener. Estoy usando un poco la imaginación, pero lo único que tengo es...
—Dijisteis que esquivaba golpes estando inconsciente, ¿no?
La intervención de Solace hizo que los presentes se asustaran un poco. El pobre solo había hablado lo más bajo posible, sacando un poco la cabeza del hombro derecho de Andrea.
—Lo siento —murmuró un poco avergonzado—, pero quería ayudar un poco y decir algo importante a su vez. Andrea, ¿no recuerdas lo que dijo Goni hacia Andrina?
Andrea abrió un poco su boca como si fuera su forma de recordar.
—Uh...
—Intangibilidad —contestó Solace con total seriedad. Los presentes le miraron con total sorpresa—. Eso es lo que dijo.
Anais de pronto abrió sus ojos como nunca, empezando a temblar.
—U-Un momento. El virus que nos enfrentamos en Extra-Sistema...
—Poseía intangibilidad.
El silencio fue criminal. Las hermanas se quedaban en silencio sin saber donde mirar ni que decir mientras que Kamico las miraba sin comprender el porqué de su angustia.
—¿Me he perdido algo? —preguntó con cierta timidez.
—Es... Es una asquerosa coincidencia —respondió Andrea, mirando hacia Kamico—, pero básicamente los Virus son como las anomalías, aunque peor.
—Y encima tienen una habilidad que se relaciona a lo que pudo hacer tu hermana.
La tensión inundó de golpe a Kamico.
—¿Estáis diciendo que es un virus?
—Eso es imposible —murmuró Solace, aun escondido para evitar que fuera visto por otros—. Si lo fuera, me habría dado cuenta de primeras. No. Andrina no es nada similar a nosotros. Capaz es solo un don que tiene y que por desgracia sea casualidad.
Kamico soltó una leve risa, entrando en pánico.
—Oh. No. Fins als ous que estic de les coincidències. (Hasta los huevos estoy de las coincidencias). No me creo que todo sea casualidad y más con lo que hemos visto. Tiene que haber algo más, algo que aun desconocemos.
—Pues la única respuesta esta regresar ahí —contestó Andrea, mirándole con los brazos cruzados.
Kamico afirmó sin dudar, levantándose del banco.
—Hay que concretar hora y lugar.
—En la estación de tres estuvo de puta madre, ¿no? —preguntó Andrea, mirando a su hermana, quien afirmó sin dudar—. La hora, pues como os venga bien.
—Será arriesgado, pero a las dos de la mañana estará bien —respondió Kamico.
Andrea afirmó, levantándose del banco. Su hermana hizo lo mismo.
—Bien entonces. Estación de Trenes. Dos de la mañana. —Sonrió de forma traviesa—. ¡Chu, Chu! ¡Próxima parada! ¡Suqueia!
Kamico puso los ojos en blanco por un momento, soltando un suspiro. Anais soltó una leve risa.
—Nos vemos ahí, ¿entendido?
Ambas afirmaron sin dudar, despidiéndose mientras regresaban a sus respectivos hogares. De camino, no le paró de dar vueltas a lo dicho, sintiendo cada vez la tensión en sus hombros y con ello la paranoia crecer cada vez más.
Necesitaba las respuestasantes de que le diera un paro cardíaco.
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