Capítulo siete: Suficiente.
Era un poco complicado procesar todo lo que acababan de vivir en cuestión de horas, pero Anais no se quejaba, lo veía incluso provechoso al tener a alguien como Adela, consciente de varias situaciones y una ayuda muy útil para lo que se pudiera venir. Aseguró incluso que les enseñaría a crear los subcódigos, ¡y era maravilloso para planes futuros!
Aunque antes de hacer nada, les pidió que se quedaran ya que tenía con los padres de Mitzy y con la propia para que la ciudad estuviera en orden en el tiempo que estuviera fuera. Le sorprendía que Adela no incluyera a su amiga en el viaje, pero la razón era por dos motivos simples. No querían dejar la ciudad desprotegida al igual que el portal, y Mitzy no se veía muy capaz de viajar en el espacio.
—En parte no la culpo y sé que es lo mejor para ella —aseguró Adela mientras agarraba unas pocas cosas—. Sé que podrá cuidar de este sitio en el tiempo que estoy con vosotros.
—¿Podemos ayudarte con alguna cosa en el tiempo que estamos aquí? —preguntó Anais.
Adela negó con calma.
—Solo sentiros cómodos en el tiempo que estáis aquí. Yo intentaré no tardar demasiado —aseguró Adela.
Tras eso fue hacia Mitzy, que se encontraba en su habitación. Al abrir la puerta con cuidado, le explicó un poco la situación. No tardaron mucho para poder ver a Mitzy con una sonrisa tranquila y sus manos en los bolsillos de su chaqueta azul.
—Andrina ha caído como un soldadito de azúcar. En el tiempo que solucionas todo esto, creo que podrá descansar de maravilla —aseguró Mitzy.
Anais soltó un suspiro de alivio.
—Gracias, Mitzy.
—No es nada, aunque admito que vuestra amiga tiene muchos colores oscuros a su alrededor. Es como si estuviera siempre preocupada —comentó Mitzy, poniendo su mano en su barbilla para luego alzar sus hombros—. Oh bueno. Mientras Adela se marcha, puedo llevaros a ese mundo si gustáis.
—No gracias —respondió Mikuro de inmediato, sintiendo un gran escalofrío en su espalda.
Adela soltó una leve risa y aprovechó el momento para despedirse de los demás. No hubo problemas al respecto, después de todo era estar con Mitzy y escuchar como su imaginación era muy destacada, tanto que a Anais le recordaba a compañeros de clase que se ponían a jugar juegos de rol.
—En su momento Adela y yo nos imaginábamos ser estos personajes. Creábamos todo el mundo y pasábamos horas jugando. Al final pasó a ser todo realidad —admitió Mitzy con una gran sonrisa.
—Debió ser increíble tal hecho, ¿no?
—¡Sí...! —Pensó un poco sus palabras. La sonrisa desapareció por unos segundos—. Digamos que sí fue genial, pero a la vez era mucho por lo que procesar con Miver enseñándonos.
—Esa Miver, ¿a dónde se fue? —preguntó Mikuro. Estaba sentada en el sofá con los brazos cruzados a diferencia de los demás.
—Nos dijo que tenía mucho por hacer, pero no concretó el lugar. Desde ese entonces desconocemos su paradero —respondió y soltó un leve suspiro—. Es una pena. Me caía bien a pesar de ser distinta a nosotras.
—¿Dijo algo sobre ella? —preguntó de nuevo Mikuro.
—Coltán era quien lo sabía todo —contestó Mitzy, apretando un poco sus labios—. Aunque Adela no lo admita, le duele mucho su pérdida. Sacrificó todo por nosotros, creando incluso estos poderes.
El silencio se hizo en la sala, creando un ambiente un poco incómodo. Anais iba a decir algo para cambiar de tema, pero Mitzy se adelantó.
—Eso me recuerda. N-No se si Adela lo dijo, pero os pido por favor que por nada en el mundo toquéis su espalda —pidió Mitzy con cierta angustia visible en sus ojos—. Digamos que ahí es donde activa su poder y no es que lo tenga del todo dominado.
Mikuro frunció el ceño.
—¿No puede mejorarlo como has hecho tú?
—Lo intentó muchas veces con los documentos, pero no sabe encontrar con la forma. Aparte, siempre me ha dicho que al final no ve necesario ese cambio porque sabe que no lo va a usar jamás —respondió Mitzy, jugando nerviosamente con los dedos de sus manos para luego sonreír—. ¡Es gracioso! Cuando era Tugnin tenía problemas de espalda y ahora no se la pueden tocar, ¡y con motivos!
Anais se quedó en silencio, analizando sus palabras. No quería imaginarse el hecho de tener que pasar por toda esa situación tan desastrosa. Aun era milagroso que tuvieran a Miver de su lado.
Como ocurría ellos con Negatividad, aunque definitivamente era en menor medida.
Las pulsaciones de su corazón aumentaron. Otra vez más le daba vueltas a las posibilidades que podrían ocurrir en el futuro de su planeta. Negó con rapidez y respiró hondo.
«Tenemos aliados nuevos. Tenemos poderes a nuestro lado. Podemos con esto», se dijo convencida.
No pasó mucho tiempo desde que Adela regresó, aunque no lo haría sola, los padres de Mitzy habrían venido para conversar un poco la situación que tenían en manos. La presentación fue breve, pero para Anais le fue un hecho que tomaba más por sorpresa. Héroes jóvenes. Salvadores de un planeta y con padres conscientes de la situación.
¿Cómo se lo tomarían los suyos si le dijera la verdad?
La conversación que tuvieron no duró mucho. Al parecer las cosas ya estaban bastante claras y como tal era confirmar lo que se había dicho para luego despedirse. En ese momento emotivo, Anais vio como los documentos que Adela tenía en sus manos, eran dados hacia sus padres.
Escalofríos la inundaron cuando se acordó en el momento que tocó los documentos de Extra-Sistema. Era como si por un momento un ordenador mostrara miles de comandos enfrente suya y se movieran sin descanso alguno. Le decían a la cara todo lo que deseara. Desde el más mínimo y estúpido detalle, hasta el más importante de todos. Eso sí, en un idioma que no comprendía.
«¿Acaso ellas lo entenderán como lo hace Andrina?», se preguntó, alzando la ceja.
Una vez terminaron todas las despedidas, Mitzy se fue a la habitación para despertar a Andrina, ya que era la que tenía el destello. Esperaron lo suficiente para ver como la joven despertara con una cara un poco más animada.
Anais sonrió aliviada al verla con un rostro un poco más refrescante, aunque se viera aun el cansancio en sus hombros.
—Mitzy, tienes un don increíble —admitió Andrina con una leve sonrisa—. Lo que he soñado ha sido algo... muchísimo más tranquilo.
—¡Dulces y peluches protectores! ¡Obviamente!
Andrina soltó una risa leve.
—No tan así, pero te lo agradezco. —Tras eso, miró hacia los demás con una sonrisa más animada—. Podemos volver a Suqueia. Ya me ha dicho lo que ha pasado un poco por encima.
Dicho esto, sacó eldestello para así formar un círculo alrededor de este. Con las manos agarradas,vieron como el brillo los envolvía a cada uno de ellos. En cuestión desegundos, desaparecieron del comedor.
—Dime si te duele, ¿vale, Kamico? —preguntó Negatividad con total seriedad.
—No, de hecho. —Cubrió su boca con la mano derecha—. M-Me hace cosquillas.
—Eso es bueno.
En una de las habitaciones que poseía la casa que les había dado 97, Negatividad implementaba una función nueva al brazo de Kamico. Con cuidado, ajustaba los últimos cables para así poder colocar el botón. El sudor caía por la frente, pero conseguirlo hizo que soltara un suspiro de alivio, cerrando la placa metálica.
Al terminar, Kamico movió su hombro izquierdo con gestos leves y se aseguró de que las demás funciones fueran correctas junto a la nueva que se había implementado. Cuando le dio al botón azul que tenía en la palma de su mano, sus ojos se abrieron como nunca.
—¿Qué has hecho? —preguntó Kamico, mirándola.
Negatividad sonrió mientras cruzaba sus brazos.
—Digamos que no solo puse una grabadora. También podrás escuchar mediante un pequeño chip que podrás colocar en sitios concretos. Muebles o metales es donde podrás colocarlo, no en telas —respondió Negatividad.
—¿Y eso grabará todo a la vez que lo escuche? —preguntó, moviendo su mano derecha en su cuello, un poco más arriba donde estaba su oreja izquierda.
—En principio así debería ser, pero aun no lo hemos probado por lo que tenemos que ver como funciona —respondió Negatividad. Tras secar el sudor de su frente y guardar las herramientas empleadas, miró hacia Kamico—. Bien, para ello...
—¡¿Hola?! ¡¿Alguien en casa?!
Tomó por sorpresa que la llegada de los chicos fuera tan temprana. Kamico se puso de pie de inmediato para abrir la puerta. Negatividad fue detrás, viendo en el pasillo principal a los demás, y con la compañía de alguien más a su lado.
—Me alegra veros por aquí —contestó Negatividad, mirando hacia la nueva integrante—. Parece que todo ha ido bien, ¿no?
—Sí, y hay mucho de qué hablar —aseguró Anais.
—Dejarme que me reúna con Andrea.
—¿Dónde está? —preguntó Mikuro.
Negatividad bajó por las escaleras para acercarse a Mikuro, poniendo su mano en su hombro.
—Cómo castigo por usar el destello, la obligué ayudar a los Iruins en las obras que hay en la construcción de los nuevos edificios. Le pedí que 97 fuera severo con ella —respondió con una traviesa sonrisa.
Mikuro la miró de reojo un poco molesta. Negatividad soltó una leve risa.
—Eh. No me mires así. Cuando te vea créeme que sus energías se recuperarán. Te lo aseguro.
Tal comentario hizo que Mikuro chasqueara la lengua, pero sin decir nada más. Negatividad decidió no perder más tiempo, yendo en busca de Andrea.
No estaba muy lejos, como tal estaba en uno de los edificios que recién estaban construyendo. La joven se encontraba tumbada en el suelo con un rostro derrotado, musitando palabras que Negatividad pudo comprender en parte.
—Mis músculos están molidos —susurró sin mirar a un punto concreto—. Es como si me mandaran hacer mil planchas y sentadillas.
Al encontrarla, se cruzó de brazos un poco más atrás de donde estaba su cabeza, mirándola con una leve sonrisa.
—¿Te ves capaz de levantarte si te digo que los demás han vuelto?
Andrea se puso de pie de inmediato. Una mala idea al ver como apretaba sus dientes y cerraba su ojo izquierdo.
—Pu-Puedo seguir todo el día —contestó con una sonrisa forzada.
—Genial. Sígueme entonces.
Así pues, no tardaron en llegar para reunirse con todos de una vez. Mientras se expresaban palabras de alivio al saber que todos estaban bien, Negatividad escuchaba con atención algunas de las explicaciones que daba Adela.
Entre todas ellas, el tema del Subcódigo que le captó la atención de inmediato.
—Veo que este tema será bastante largo —supuso Negatividad, mirando de reojo hacia los demás—. Por ello es mejor que los que son de la tierra, regresen a su hogar para evitar sospechas a los padres, ¿no creen?
Andrea soltó un leve gruñido.
—Pero si no hice nada...
—Oh, ¿de verdad? Puedo dejarte un rato más con los Iruins —sugirió Negatividad con una traviesa sonrisa.
Andrea desvió un poco la mirada.
—No, gracias.
—Perfecto. Entonces volver a casa y no levantéis sospechas. Si os véis capaces, volver esa misma noche o tomar un descanso. Sabéis que no tengo problema —recordó Negatividad, para luego mirar a Adela—. Aparte, si lo que me comenta es cierto, es posible que tardemos un poco en ir a los demás códigos para poner en marcha el tema de los subcódigos.
—Créeme que es real, más de lo que puedas imaginar —aseguró Adela, cruzando sus brazos.
Sin mucho más que decir, los demás tomaron el destello para irse sin complicación alguna. Una vez que se quedaron solos en el comedor, Negatividad miró hacia Adela, encontrándose con un rostro que la puso un poco en tensión.
—¿Ocurre algo? —preguntó, cruzando sus brazos.
—Varios de los temas que hablamos en nuestro encuentro fueron algo que me hicieron dar vueltas a la cabeza. Es una pena que no estuvieran aquí para poder cuadrarlo todo ya que son de importancia y que algunos se relacionan a lo que está ocurriendo a fuera o con una de vuestras amigas. Eh. ¡Andrina! Esa misma.
Estas palabras hicieron que Negatividad soltara un largo suspiro. La tensión la recorría al darse cuenta que con ella iba a tener ciertas complicaciones.
—Estoy dispuesta a escuchar todo, Adela —aseguró Negatividad, mirándola con total seriedad.
—Bueno, pues primero creo que sería interesante hablar de la gema que proviene de vuestra raza. El Blatulion. —Tales palabras hicieron que Negatividad abriera los ojos como nunca, dando incluso un paso hacia atrás—. ¿Te suena?
¿Qué si le sonaba? Negatividad reconocía ese nombre. ¡Le sonaba bastante porque se lo había dicho Ànima! Pero...
—Sí. Si me suena, me lo dijo Ànima —admitió Negatividad, tragando en seco—, pero el momento en el que me o dijo es uno que me es difícil de ubicar en mis recuerdos. Es como si fuera... algo nuevo que acabo de medio recordar.
Llegar a casa fue algo que para Andrea le fue un alivio. Con cuidado, encendió una de las luces de su habitación para poder cambiarse de ropa a una más cómoda. Mientras buscaba su pijama y se quitaba la camisa, de reojo vio algo que la obligó a frenar sus acciones.
—So-Solace —murmuró Andrea, tragando con cierta dificultad—. ¿Por qué estás consumiendo mi piel?
El silencio en ese momento fue uno que aceleró sus pulsaciones, aunque no duró mucho ante el suspiro largo de su compañero.
—Es lo que tiene renunciar a lo que eres, Andrea. Te vas volviendo poco a poco como uno de nosotros.
Andrea apretó un poco sus labios, afirmando en silencio.
«Genial. Genial y de puta madre», pensó, quitándose la camisa con cierta dificultad al darse cuenta que sus acciones empezaban a tener consecuencias que no se esperaba tener.
Cuando Andrina y Kamico llegaron a su habitación, intentaron hacer como si nada había pasado, pero no pudieron desde el momento en el que vieron que la puerta estaba abierta, y que dentro, su madre estaba con los brazos cruzados al lado de la ventana.
Tal hecho hizo que los hermanos se quedaran sin aire, mirándose sin saber que decir. Los había pillado por completo. Los había visto llegar con el destello que Andrina sujetaba con sus manos.
Y aun así Kamico intentó improvisar como nunca pudo.
—¡Ma-Mama! ¡No pensaba qu-
—Deja las mentiras, Kamico. Sé lo que habéis ocultado estos días —interrumpió Elena en un tono serio, provocando que ambos se quedaran sin palabras.
Andrina intentó buscar alguna forma de responder, pero no pudo cuando vio a su madre caminar en su dirección. Temerosa, se alejó de ella con el destello en sus manos. La idea de teletransportarse se cruzó, pero no lo hizo cuando la vio enfrente suya, observando el destello con pesar.
Soltó un suspiro y agachó un poco la cabeza.
—Al menos el destello parece funcionar de verdad como me dijeron.
Y tales palabras hicieron que ambos se quedaran atónitos, mirando a su madre, exigiendo unas respuestas que necesitaban de inmediato.
—Qué remedio. —Suspiró con pesar Elena—. Dejar que despierte a vuestro padre. Esta conversación va para largo...
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