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Capítulo seis: Heroínas de un mundo oculto.

Le era increíble todo lo que acababa de vivir. Su mente intentaba procesarlo y era complicado. Un mundo distinto, un portal a una esperanza que a Andrina la dejó anonadada. Oculto en los profundos boques alejados de la ciudad, accedieron a la ciudad que había en el subcódigo, como Adela y Mitzy habían dicho.

Temió entrar, pero hacerlo fue adentrarse en un mundo donde la pureza era palpable nada más sentir el cielo en toda su piel. Volaba. Aunque fuera imposible de creer, era capaz de descender de los cielos, siendo acompañada por unas estrellas que se posicionaban en sus extremidades, disminuyendo el impacto de la caída, viendo con detenimiento la ciudad que una vez había en el exterior.

Aterrizar fue más o menos fácil, aunque no quitaba el impacto que los presentes tenían, siendo Andrina la que más impresionada estaba. Observaba con los ojos bien abiertos, algo llorosos por cómo el lugar radiaba unos colores tan bellos en medio de una ciudad avanzada donde no existía la contaminación.

De hecho, era uno de los objetivos que Adela y Mitzy tenían, entre otros que podían conseguir gracias a los documentos.

Las explicaciones sobre como habían conseguido todo fueron dado cuando se adentraron en las calles en dirección a la casa. Muchos de los Tugnins que había en la calle, mostraba su respeto a las dos jóvenes o incluso eran paradas para pedir una fotografía por parte de los más pequeños. Adela aceptaba avergonzada mientras que Mitzy se unía con una gran sonrisa presente en su rostro.

En esos momentos donde los interrumpían, Andrina se preguntaba cómo sería ese hecho si en la tierra se supiera que estaban haciendo. ¿Qué reacciones tendrían y serían iguales a lo que enseñaban en las películas? Era algo que en parte dudaba por como enfocaba la realidad que le envolvía y como todos eran jóvenes que a lo mejor no tomarían en serio.

Sumida en sus pensamientos, recordó lo que esas visiones le enseñaron, lo que le causó un leve dolor de cabeza. Por suerte, Renic estaba a su lado, agarrándola con cuidado para que no se angustiara y pudiera respirar.

Tal hecho llamó la atención de Adela, haciéndola fruncir un poco el ceño, pero sin darle mucha importancia cuando por fin llegaron a su hogar que compartía con Mitzy.

Un edificio que había cerca de la zona central de la ciudad, el piso que compartían juntas era uno que pasaba desapercibido. No era uno que destacara en el exterior y esto había sido por petición de Adela. No por ser una heroína, tenía que tener los mayores caprichos.

Aunque eso no quitaba que en el interior las cosas fueran distintas, porque nada más abrir la puerta de su hogar, fueron azotados por los colores brillantes que este poseía.

—¡Bienvenidos a nuestro hogar! —presentó Mitzy con una gran sonrisa—. ¡A mi hermoso y precioso castillo solo acceden unos pocos! ¡Consideraros unos privilegiados!

Adela soltó un largo suspiro, poniendo la mano en su frente. Los demás mostraron diversas reacciones que dejaban en claro su confusión por lo que veían.

—Son unos colores muy bien acertados, señorita Mitzy —comentó Renic.

—¡Princesa Mitzy! —corrigió con una sonrisa.

Mikuro alzó la ceja como nunca.

—¿Princesa de qué? —preguntó, cruzando sus brazos.

—¡De este reino! ¡Claramente!

A punto de decir algo, Adela la agarró del hombro, susurrándole algo que Andrina pudo escuchar.

—No la tomes en cuenta. Tiene ciertos... dones de imaginación.

Mikuro aceptó sin darle más vueltas, yendo hacia el comedor donde fueron acompañados por el agradable calor que desprendía la chimenea que tenían. Los sofás y asientos que había eran muy cómodos, tanto que Anais podía relajarse soltando un leve suspiro. Los demás también se sentaron, siendo Renic el único que se mantuvo en pie.

Una vez todos se acomodaron, empezaron las largas explicaciones que dejaron a todos anonadados por la historia que había sufrido el planeta, dejándolos con varias dudas que pudieron hacer una vez terminaron de decir todo.

—Siento mucho por la pérdida de tu tío —habló Anais con educación, mirando hacia Adela quien solo miraba a otro lado como si esas palabras no le afectaran—. Es de admirar que haya tenido esta idea tan milagrosa y que sea la única que exista en el universo.

—Coltán obtuvo esa idea gracias a que Miver le dio medias pistas. Tras crearlo todo, nos quiso meter a todos ahí, y... digamos que las cosas se complicaron por lo que os dije —respondió, cruzando sus brazos y soltando un leve suspiro.

—Mencionasteis mucho sobre esa Miver, ¿quién es? —preguntó Andrina.

—Es...

—¡La hija de todas las Lunas!

Adela apretó un poco los dientes y cerró sus ojos ante las palabras poco discretas de Mitzy. Les tomó por sorpresa este hecho, en especial a Andrina que miraba a Mitzy con atención.

—Ahg. Sí. Es la hija de todas las Lunas. Ella vino aquí por pura casualidad —respondió Adela, soltando un largo suspiro.

—¿Casualidad? —Anais frunció algo el ceño.

—Sí. Es estúpido, pero ella vino aquí por curiosidad y descanso. Nos comentó que en su momento había cumplido demasiadas misiones que su querida y antigua amiga le había pedido. Alguien que... bueno. Da igual —respondió, alzando un poco sus brazos—. El asunto es que se marchó hace ya un tiempo, diciendo que tenía varias tareas pendientes.

Anais la miró con interés.

—Parece alguien muy importante. Os enseñó a luchar y ayudó a derrotar esos científicos —recordó Anais.

—Como tal lo es, pero desconocemos bastante sobre quién ha sido —contestó Adela.

—¡Era muy bella y misteriosa! Me caí muy bien a pesar de ser alguien un poco inusual y como parecía estar siempre obsesionada por temas del pasado. ¡Pero! Es alguien genial que nos ayudó en este planeta, ¡incluso a Coltán alguien de que ocurriera todo sobre el Blatulion! —añadió Mitzy.

Renic movió un poco la cabeza, apareciendo exclamaciones en esta.

—Sobre el Blatulion mencionasteis que se corrompió por los documentos que Sulfuro usó —recordó Renic.

—Sí, pero estas no eran negativas, de hecho, aportaban propiedades importantísimas que provenían de los Cutuis.

El silencio se hizo en ese instante, siendo Anais y Renic los que reaccionaran.

—¿Cutuis? ¿N-No es la raza que pertenecía Negatividad? —preguntó Anais.

—Y la de Ànima, señorita Anais —añadió Renic.

Adela frunció un poco el ceño.

—¿Conocéis a los Cutuis?

—B-Bueno... —Anais soltó un largo suspiro—. Creo que es mejor explicar lo que nosotros sabemos y porqué estamos aquí.

Les tomó un tiempo en decirlo todo, pero al hacerlo, la sorpresa se vio reflejada en los ojos de ambas jóvenes. Se miraron con atención para luego quedarse en silencio, meditando.

—Miver no nos mencionó mucho sobre esa raza, pero es posible que Coltán lo hiciera al hablar mucho los dos —murmuró Adela, con la mano en la barbilla.

—A mi lo poco que me dijo era que la oscuridad de este lugar era muy distinta a otros lugares y que por ello se interesó en venir —admitió Mitzy, recibiendo la mirada confundida de Adela—. Me lo dijo cuando tú estabas inconsciente por lo ocurrido ese día...

Adela afirmó en silencio mientras que Mikuro cruzaba sus brazos.

—¿Distinta a otros lugares? ¿No te referirás a galaxias? —preguntó Mikuro a Mitzy. La joven solo alzó un poco sus hombros—. Porque es algo que Lania y Zarik mencionaban. Decían que la oscuridad de la galaxia E era muy distinta a la de aquí.

Mitzy parpadeó varias veces sus ojos.

—No sé mucho que decir, pero sé que Miver me aseguró que este sitio era muy distinto a los otros, y que ella... —Puso la mano en la barbilla, intentando recordar.

—Ella mencionó que tenía amigos inusuales —añadió Adela, soltando un suspiro—. Entre ellos es que puede conocer a la mismísima Muerte.

La tensión inundó a todos, provocando que Mikuro fuera de las pocas en hablar.

—Oh. Entonces no hablamos de una Luna Creciente o una Luz Impactante.

Adela negó en silencio.

—Creo que nos mencionó que era superior a eso, pero ya os digo que desconozco porque Miver tampoco nos decía mucho sobre ella. —Rascó un poco su cuello—. Sí recuerdo que por ejemplo usaba magias.

—¡Oh cierto! ¡Magias geniales que se pronunciaban en otro idioma! ¡Incluso nubes aparecían!

Mikuro miró hacia Anais con los ojos bien abiertos.

—Si hablamos de magias...

—Entonces conoce a los Onegrots —terminó Anais, tragando con dificultad—. Es superior a ellos. Superior que un Brillo Galaxial.

—¿Se puede saber de qué habláis? Me estoy perdiendo un poco —preguntó Adela.

Tanto Anais como Mikuro no tuvieron problema en explicar todo, siendo Renic y Andrina los que se quedaran en silencio escuchando.

O, mejor dicho, Renic era el único que escuchaba, porque Andrina no podía parar de darle vueltas a la historia que le había dicho Adela y con ello poder hilarlo todo de la forma que había visto en las visiones al llegar este planeta.

Las pulsaciones de su corazón iban cada vez a más. La respiración se iba descontrolando a la vez que las lágrimas aparecían en sus ojos. No era capaz de comprender porqué ella había visto antes la historia del planeta antes de que Adela se lo dijera. No comprendía porque anticipaba todo cuando los desconocía.

Y con ello, los escalofríos recorrían su espalda. Era como hielo congelando cada una de sus vertebras para luego ir por sus brazos, dejando una horrible sensación en la que por un momento creyó que eran agujas. Clavándose una por una en su piel. Sin darle descanso alguno. Haciéndole sufrir en silencio.

Hasta que alzó su rostro y pudo ver cinco figuras de distintas complexiones. Cinco científicos que mostraban diversos niveles de maldad. Transformándose poco a poco en esas bestias que había descrito Adela.

Pero entre ellas una destacaba. Uno que sonreía con total confianza, moviéndose en dirección a alguien que sujetaba su espada. EL hombre reía confiado, hablando con un orgullo sobre ser conocedor de todo.

Andrina era incapaz de comprender lo que pasaba, pero cuando tuvo el valor de alzar su rostro, pudo identificar a la mujer que sujetaba la espada.

Alguien que la hizo despertar de esas visiones y gritar desesperada.

Irremediablemente llamó la atención de los presentes, siendo Renic quien se acercó a ella para ver si necesitaba algo, pero Andrina no podía decir nada, no podía ni respirar. Quería esconderse, quería chillar como nunca. Quería alejarse de esa mujer de ojos negros y piel blanca, siendo acompañada por la Luna que había en esa visión.

«¡Aléjate! ¡Aléjate!»

Por mucho que gritara, no lograría nada. Solo sentía como Renic la abrazaba, sintiendo una calidez en su cuerpo que la hizo sentir un poco más calmada, pero sin quitar lo que su mente le había enseñado. Miraba desconcertada su alrededor, encontrándose con las miradas confusas y angustiadas de sus compañeros.

Sin saber que decir, agachó su cabeza y musitó unas disculpas que solo Renic pudo pronunciar. Ante esto, Adela ladeó la cabeza hacia la derecha, cruzando sus brazos.

—¿Lleva así muchos días? —preguntó a Anais y Mikuro.

—Sí, por desgracia, aunque solo ocurría en sus sueños, no despierta.

Adela entrecerró un poco sus ojos y apretó sus labios.

—Si tal os puedo ofrecer mi habitación para que descanse un poco —sugirió Adela.

—¡No! —gritó de inmediato Andrina. Esto hizo que Adela la mirara con cierta sorpresa—. No quiero dormir. Estoy harta de dormir.

—Pero Andrina...

—¡Pero nada, Anais! ¡Esto me está volviendo loca! ¡Soy incapaz de comprender porqué veo cosas que no tienen correlación a mí! —gritó con desespero, alejándose un poco de Renic. Tras eso miró hacia Adela con el ceño fruncido—. ¡Miver era una mujer de ojos negros y cabello blanco como su piel, ¿no?!

Adela parpadeó varias veces sus ojos y afirmó a duras penas.

—¡Iba a enfrentarse a Sulfuro! Lo iba hacer. Es mentira que vosotras lo matarais.

—Es cie-

—¡Ella lo remató! —chilló, interrumpiéndola.

Adela se quedó en silencio, mirándola con la ceja fruncida y otra arqueada. Afirmó en silencio y soltó un suspiro.

—Sí, es cierto, pero al fin y al cabo lo matamos entre los tres. Miver hizo una gran parte del trabajo por nosotras, pero tiene sentido siendo ella alguien muy superior. Cuando se marchó, lo único que nos pidió era que protegiéramos nuestro hogar y que, si alguien venía, que fuéramos con cuidado —respondió Adela, cruzando sus brazos.

Andrina la miró con los ojos llorosos sin saber bien que decir. Solo sentía que su cabeza iba a explotar en cualquier momento. A punto de agarrarse, Adela se acercó un poco a ella.

—Andrina, ¿desde cuándo llevas con esas pesadillas? —preguntó con calma.

—Desde hace ya muchísimo tiempo. Según me dijo mi hermano, desde pequeña —contestó sin atreverse a mirarla—, pero estos últimos días han sido horribles para mí. No he podido descansar nada.

Adela la miró con cierto interés.

—¿En esos sueños te torturan?

Tal pregunta hizo que Andrina se quedaba en silencio, mirando hacia Adela por unos pocos segundos para luego negar.

—M-Más bien me siento protegida y me enseñan cosas que me generan ansiedad. Le pido que pare, pero no obtengo jamás una respuesta —admitió con la voz un podo débil.

Adela afirmó y tras eso miró a Mitzy de reojo. Parecían decirse algo con tan solo la mirada.

—Está bien, Andrina. No te preocupes. He pasado por algo así en su momento —aseguró Adela, mirándola con una sonrisa tranquila—. Aquí te prometo que no te pasará nada y que descansarás bien, y aun a malas Mitzy te puede ayudar con sus métodos poco usuales.

—¡Exacto! ¡Todo oso maligno que eprturbe los sueños de mis amigos no es bienvenido! —aseguró Mitzy con una sonrisa.

Andrina se quedó mirando a ambas sin saber bien que decir, pero al final afirmó en silencio, confiando en que incluso Mitzy pudiera ayudarla.

A duras penas se levantó del sofá con la ayuda de Renic, y cuando se acercó a mitzy, sintió su mano ser agarrada de inmediato. Sin aviso previo, Andrina vio como su alrededor parecía cambiar, como si viera el interior de una grandiosa sala de diversos colores rosados junto a miles de objetos o muebles que parecían ser de caramelo.

Se quedó boquiabierta, mirando con lentitud todo lo que la rodeaba y oliendo los diversos dulces de distintos sabores que hacían su boca agua. Cuando miró hacia Mitzy, se encontró con su sonrisa infantil.

—¿¡Lo ves?! —chilló emocionada.

—¿C-Cómo...?

—¡Este es mi mundo! He estado creando las llaves de acceso y son muy duras porque no es solo crearla aquí, sino que dárselas a los pocos que vea decentes que puedan acceder, ¡cómo Adela! —interrumpió con una ligera risa—. Aquí nadie te hará daño, Andrina. Te lo aseguro.

Agradeció mucho que su amiga se pudiera hacer cargo de Andrina, así podría hablar con los demás sobre el tema que ahora le empezaba a angustiar. Una vez se quedaron solos, Adela empezó a dar las explicaciones que veía necesarias, empezando con que Mitzy, en estos años que estuvo aquí, mejoró su poder de la imaginación de forma que podía hacer que unos pocos fueran capaces de verlo y adentrarse.

—Como tal es un poder que toma por sorpresa a muchos, incluso a mi y eso que no visteis como lucha —comentó Adela, cruzando sus brazos.

—Da un poco de miedo cómo actúa, ¿de verdad tiene dieciocho años? —preguntó Anais con cierta timidez.

—Tiene varios problemas mentales —respondió Adela, mirando hacia el pasillo donde estaban Mitzy y Andrina—. Pensé en curarla, pero a la vez decidí que no tras hablarlo con sus padres. Me dijeron que era su forma de ser y que, si bien es cierto que es bastante infantil, no tendría las mismas capacidades que ahora tiene.

Anais afirmó con calma, haciendo que Adela suspirara con pesadez.

—El asunto es que los sueños que tiene Andrina son similares a los que una vez tuve a los dieciocho años —comenzó a explicar, captando la atención de todos—. En estos sueños al principio estaba acompañada de alguien que apodaba como "Colmillos" y obtuve una amistad de la cual era incluso capaz de escucharle sin la necesidad de dormirme.

—¿Cómo es eso posible?

Soltó un suspiro, y se dirigió a uno de los cajones que había. Al abrirlo, sacó de una pequeña caja de cristal un muñeco que no dudó en enseñárselo.

—¿Andrina tiene un tipo de muñeco a su lado? Porque en mi caso, esto fue el causante del que escuchar su voz, y con ello, la serie de pesadillas y torturas que sufrí en mis sueños —aseguró Adela.

Vio la confusión y la duda en sus rostros, pero al final obtuvo una respuesta negativa que la hizo fruncir un poco el ceño. Dejó la caja a un lado y cruzó por un momento sus brazos.

—Si no tiene un muñeco, entonces es algo que la relacione con ella. —Y miró hacia cada uno de ellos para luego suspirar—. Como el destello.

—¿El destello? —preguntó Anais.

—¿Qué sino es la causa de sus pesadillas? —preguntó sin obtener una respuesta. Suspiró de nuevo—. Aun con ello, esto es solo una suposición, pero por lo poco que ha dicho, me ha recordado a lo que he tenido que pasar, y os aseguro que no es tan agradable cuando luego las cosas se enrevesan y aparecen esos locos elegidos.

—¿Locos elegidos? ¿Hablas de los Elegidos de Caos? —preguntó Mikuro.

Adela alzó un poco sus hombros.

—Desconozco ese nombre.

Mikuro giró su cabeza hacia Anais y con ello vio una preocupación que dejó pensativa a Adela.

«Ellos conocen muchísimo más de lo que Miver me quiso decir».

—Me temo que las explicaciones pueden alargarse demasiado —murmuró Anais, ladeando la cabeza a la derecha con un rostro que mostraba angustia—, y si no estamos todos, me temo que tendremos piezas incompletas.

Adela alzó un poco la ceja, sonriendo levemente.

—Dejarme que adivine, ¿queréis que os ayude? —preguntó, viendo los ojos que delataban la respuesta afirmativa. Soltó un suspiro y agachó un poco la cabeza—. Siendo honesta, la idea de viajar en otro mundo es algo que me asusta, pero...

Viajar en otros mundos. ¿Quién se lo diría? Era algo que solo veía en las series de su hogar. Unas tan absurdas de pensar, pero cuando recordaba a Miver, se daba cuenta que era posible, aunque en este caso era mediante el destello. Un medio de teletransportación que la dejaba demasiado intrigada.

Y ya no solo era curiosidad. Según se daba cuenta, la opción del subcódigo era algo que solo ella había descubierto. Si lo decía a los demás planetas que tuvieran los documentos en buenas manos, era posible que problemas como el suyo, o más graves, ocurrieran.

Respiró hondo y suspiró. Sabía que esta idea era tentadora, pero no podía dejar solo el planeta a mandos de Mitzy por como era.

«Si se lo digo a sus padres...»

Apretó un poco sus labios y soltó un largo suspiro.

—Pero acepto —terminó su frase Adela, sonriendo confiada—. Solo darme unos minutos para hablar con ciertas personas y os ayudaré.

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