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Capítulo quince: A ti te llamo.

Era refrescante y brillante. Era un cambio tan grande que ni ella misma podía describirlo. Su corazón bombeaba con muchísima fuerza a la vez que veía como trataban a los heridos en combate. Suerte que solo fue Kamico al sacrificarse para proteger a Neu. Le vendaban con cuidado, sintiendo alivio de que no había sido nada grave más que eso.

Lizcia le agradecía sus acciones y valor, lo que hacía que Kamico se rascara la cabeza sin saber donde mirar. Luminosa en todo momento se quedó callada para pensar en lo que acababa de ocurrir sumado a sus recuerdos.

Sentía escalofríos en su espalda, pero trataba de mantenerse firme, cruzando sus brazos con un rostro pensativo. Lo que acababan de atacarle eran Cineos. Los recordaba bien, pero no tenía sentido que estuvieran aquí.

A no ser que Pyschen hubiera hecho lo mismo que hizo en Rimerit.

«Información —pensó de inmediato y miró hacia Kamico—. Saben que estamos aquí, pero ¿cuánto más sabrá sobre nuestros planes?»

Le fue difícil respirar al darse cuenta que acababan de meter en un grave problema a los demás. Apretaba sus labios mientras miraba el suelo, aunque pronto dejó de hacerlo cuando se encontró con Mikuro, analizándola de arriba abajo.

—Jamás pensé que serías así —admitió Mikuro, cruzando sus brazos—. Supongo que ahora ya no está Negatividad.

Luminosa negó con rapidez.

—No, ya no. Ahora soy la que ves y tengo mucho que contar al respecto, a la vez que informar sobre algo que posiblemente ponga en alerta a los de Codece —respondió mientras miraba hacia Lizcia. Suspiró—. No sé si ella debería venir cuando todo este desastre está a punto de llegar.

—¿Por qué lo dices?

Luminosa miró hacia Mikuro con una clara angustia.

—Atacó a Kamico y consiguió información, de eso estoy segura porque ya lo hizo una vez con Úrsula. Y por si fuera poco, no me parece casualidad que estén los Cineos aquí. Algo me dice que vinieron aquí, pero...

—¿Pero? —preguntó Mikuro, viéndose la tensión en los hombros.

—No entiendo cómo lo han hecho y si solo fue ella. No sé como la han detectado y... nos pone en un buen apuro porque es cuestión de minutos que ella vaya a Suqueia si sabe ya esa información —explicó, mirando con total seriedad Mikuro—. Debemos volver ya.

—Pues el tiempo no es que nos dé mucha tregua —comentó Mikuro con cierta angustia, mirando las horas. Le quedaban cinco—. Lo mucho que podemos hacer es prepararnos tanto nosotros como ellos por si acaso son atacados de nuevo.

Luminosa miró de nuevo a los demás. Al parecer Kamico ya estaba en mejor estado y podía moverse de nuevo. El joven sonreía con dulzura ante las acciones del pequeño Neu, que hablaba con admiración lo que acababa de hacer. De mientras, Lizcia se acercó hacia ellas con un rostro bastante serio.

—Hace años que no hemos recibido un ataque así, pero en este caso era muy distinto —habló en una posición firme, sujetando el bastón—. Debemos informar sobre esto para prepararnos.

Luminosa afirmó.

—Lizcia, de igual forma creo que lo más conveniente es...

—No. Yo me mantengo e iré con vosotras.

Tal interrupción les tomó por sorpresa. Luminosa y Mikuro se miraron para luego ver a Lizcia.

—Ya ha pasado esto una vez. Cuando íbamos a liberar Codece de las anomalías, Pyschen controló a Ànima y me metió en un buen apuro. Si voy, no solo tendrá los recuerdos de mi parte, sino de ti, Luminosa —respondió, moviendo su cabeza hacia la mencionada—. Ànima ha sido envuelta por la luz siempre y la tomó como una enemiga por las historias que relatan sobre el odio entre tales elementos, pero ya no solo eso, se culpa. Constantemente. Y sé que, si las dos nos enfrentamos a ella, podremos hacerla despertar.

—¡Oh! —Luminosa abrió su boca y ojos con asombro—. ¡Es un gran plan! Nosotras dos haremos frente a Ànima y los demás a Pyschen. Tenemos que alejarlas para que así despierte.

—Exacto. Es la forma que puede funcionar. —Sonrió confiada—. Y siendo Pyschen que se deja cegar por su confianza, sé que lo conseguiremos.

—Puede ser que esté un poco más atenta si sabe lo que estamos planeando —añadió Mikuro.

Luminosa movió su cabeza hacia la derecha con una sonrisa segura.

—¿Tú crees? Yo siento que Pyschen lo tendrá complicado si hablamos de que varios la van a tener muy ocupada. Andrea no le dará descanso sabiendo toda la situación, Anais irá de su lado al igual que tú, mientras Renic, Adela y Kamico se harán cargo de la defensa de Suqueia, creando un campo donde no la permita moverse con libertad y con la electricidad al lado. ¡Y por si fuera poco tenemos a Adelfra con sus poderes elementales! —aseguró Luminosa, poniendo sus brazos en sus caderas.

—¿Y con Andrina? —preguntó, frunciendo el ceño.

—Ella debe tener el destello a toda cosa. La tenemos que esconder y más porque sabes que no tiene buen dominio de su poder —contestó con un rostro un poco más serio—. Si Pyschen se entera de ese destello, no va a dudar en usarlo para crear más desastres de lo que ya tiene. Es un bono más, sobre todo si se puede absorber un destello como hizo Christel.

Mikuro respiró hondo, dejando que el aire pasara entre sus dientes casi apretados. Cruzó sus brazos y afirmó con lentitud.

—Hay que ver también que traen Andrina, Andrea y Anais. Puede que tengan algún aliado más —recordó Mikuro.

Luminosa afirmó sin dudar mientras que Lizcia ladeaba la cabeza hacia la derecha un poco.

—Veo que durante este largo tiempo habéis preparado varias cosas —supuso con una sonrisa tranquila—. De ser así, es solo reunirnos para organizarlo todo con rapidez.

—¡Exacto! Y es lo que haremos cuando regresemos de estas horas. —Tras eso, Luminosa miró hacia los demás—. Pero antes quiero decir todo lo que sé y prepararos por si acaso os intentan atacar aquí también.

Lizcia afirmó, dando un golpe al suelo con el bastón para captar la atención de los presentes, hecho esto, Luminosa tomó importancia para hablar no solo de lo que podía ocurrir, sino que también quien era ella.

No paraba de preguntarse en que lío se acababa de meter Andrina. La miraba en silencio a la vez que agarraba su arco con fuerza. No iba a bajar la guardia ahora que estaban metidas en este problema, uno que según les pudo decir marta, no era del todo agradable.

Tenían rencor a Charlot. Era obvio ante tantos años sufriendo y unos pudieron esconderse. La analizaban en silencio como bestias listas para cazar, y ahora que la oportunidad se presentaba, era claro que debían hacerla frente, pero también a Andrina.

Marta lo dejó claro cuando les dijo como funcionaba la obsesión. Una condición que en su momento condenaba al enamorado, y ahora, condena al afectado. Si aceptaba o no, Andrina se sentiría bajo amenaza hasta que no salieran de ahí.

«Y aun nos quedan 5 horas antes de salir —pensó Anais, mirando las horas que le quedaban en su hombro—. Mierda, esto va a ser complicado».

Miró a su alrededor. Su hermana se mantenía firme con la espada en mano. No muy lejos, Marta se encontraba oculta entre los edificios derrumbados, sujetada a estos al no estar acostumbrada a poder siquiera volar. Le pesaba todo aun siendo un alma, viéndose el cansancio en ojos que a pesar de su profundo vacío, parecían tener un mínimo brillo de esperanza.

No pudo fijarse más en ella al conocer una pequeña parte del dolor que había pasado. Años en silencio sufriendo, y a saber que más desgracias había tenido que pasar en su mundo con Pyschen creando todo el desastre. Era ver todo lo que le rodeaba y que la tensión inundara a su cuerpo como una presión que la dejaba sin aire.

Aun con ello no bajó la guardia y se fijó en Charlot. Se movía con calma, como si este mundo no le afectara. Se acercó a Andrina y se mantuvo alerta para luego mirar a las demás.

—¿Es posible saber como llegasteis aquí? —preguntó Charlot con cierto interés.

—Con un destello, aunque tenía una propiedad inusual —respondió Andrea, manteniéndose alerta aun con Charlot—. Si quieres saber más, te puede decir Andrina al respecto.

Giró su cabeza para verla y rodó sus ojos con un leve suspiro.

—¿Acaso no podéis volver? —preguntó, cruzando sus brazos.

—No hasta que pasen cinco horas.

Charlot soltó un silbido.

—Entonces estas cinco horas van a ser de lo peor. Espero que tengáis la fuerza para ello.

Su confianza era vista en su sonrisa y ojos, pero pronto desvaneció cuando se dirigieron a Marta. El arrepentimiento la azotó por unos pocos segundos, tomando por sorpresa a Anais y que mirara ambas de un lado a otro.

Existía un vínculo como primas, uno que al parecer no habían solucionado.

Por desgracia no pudieron hablarlo ante la presencia de los Steins que aparecieron entre los bosques y edificios. Charlot se movía con velocidad y fuerza, siendo acompañada por Andrea que efectuaba cortes bruscos junto al fuego que desprendía de sus brazos. Desde la distancia, Anais vigilaba tanto a Andrina como a Marta para que ninguna de las dos sufriera graves heridas.

«Tengo una idea mejor», pensó Anais, mirando hacia Andrina quien aún estaba de rodillas al suelo. Era incapaz de reaccionar y con las lágrimas queriendo salir en cualquier momento.

Se arriesgó a acercarse a ella para darle la mano. Tal gesto le tomó por sorpresa a Andrina, pero la agarró sin dudar.

—Necesito que tú y Marta estéis juntas. Así os tengo vigiladas a las dos en un mismo sitio —explicó Anais mientras corría en dirección del espíritu.

Andrina solo pudo bajar la mirada y afirmar. Esto solo puso tensa a la pequeña.

«No te sientas inútil, Andrina. Recién descubres tus habilidades», pensó, sin bajar la guardia.

Por un momento se fijó en las demás, encontrando un escenario que la dejó sin palabras. Era extraño, pero podían comprenderse ante la fuerza que ambas poseían. Una era violenta y poco compasiva, la otra atacaba con brutalidad y se divertía entre risas como si fuera lo más habitual en su vida. Andrea mantenía el ritmo, pero no podía negar que la presencia de Charlot generaba más valor en seguir adelante y luchar con todo.

Dos fuerzas caóticas que se dejaban su espacio y que cuando se unían, actuaban de forma compenetrada como si supieran que ventajas tenían de un lado a otro.

Aun así, no se distrajo en lo que veía y siguió adelante hasta estar lado de Marta. Una vez ahí, se posicionó desde encima de los montones de piedra derrumbados. Con el arco en mano, observó todo su alrededor, sin quitarle ojo a Andrina.

Veía la rabia en sus puños y dientes apretados, pero se mantenía en silencio sin decir nada, si quiera mirar a Marta. Esto solo hacía que la pusiera en tensión, observando de nuevo las horas del reloj. Menos de cinco horas.

Se mantuvo en guardia disparando y ayudando a su hermana. Comprender a Charlot era complejo por como se movía y reía como nunca. Cuando el silencio aparecía en esos momentos de calma, veía su mirada rojiza atenta a ella para luego observar a Andrina junto a Marta.

—Tienes mucha suerte de que te hayan liberado al fin, prima —habló Charlot con una ligera risa.

Marta la miró de reojo con un notable cansancio.

—Podrías haberlo hecho también, ¿no crees?

—No sería igual de divertido —contestó, moviendo un poco sus hombros—. Ahora que estás libre, ¿qué piensas hacer?

No obtuvo respuesta. Charlot soltó otra risa para mirar hacia Andrea. Respiraba con cierta dificultad, remangándose su chaqueta para mirarla también.

—No luchas nada mal para ser una humana, o mejor dicho, una anomalía —contestó Charlot, jugando con su cuchillo, con la punta de este.

—Cuidado con las palabras que escojas. Por luchas juntas no significa que me caigas bien —aclaró Andrea, mirándola con desprecio.

—¿Vas a seguir desconfiando de mí?

—Motivos tengo con lo que dijo tu prima.

Charlot rodó sus ojos y miró hacia Marta.

—No supiste mantener la boca callada, ¿eh?

—No tengo motivos para callarme con todo lo que he tenido que pasar, Charlot. Han sido años viendo lo mismo y destrozándome por completo —respondió Marta, alzando un poco su cabeza—. Tú no eres así. Jamás lo fuiste.

Las presentes vieron como la sonrisa de Charlot desaparecía, soltando un largo suspiro y desviando su mirada a un lado.

—Siempre insistiendo en que sea la de antes cuando no sirve de nada. Desde que lo hice, ya no había vuelta atrás —respondió, para luego mirarla de reojo—. Era una forma de salvarte, aunque yo acabara... en esto.

Marta solo pudo agachar la cabeza mientras que Charlot miró hacia los bosques de nuevo. El silencio en ese instante dejaba en claro el lazo destrozado que tenían como familia, uno que a Anais le dolía. Si con lo poco que le habían dicho, le generaba lástima, hablarlo era lo más complicado que podía haber. Más si Pyschen había estado moviendo los hilos de por medio.

«Al menos pude hablarlo con mi hermana —pensó, observando hacia Andrea para ver su mirada cansada ante lo ocurrido—. Esto aún no ha terminado».

Entre medio de los silencios, Charlot hacía preguntas concretas sobre ellos y sus objetivos. También lo hacía Marta, lo que hacía que ambas mostraran interés al saber que podían salir de ahí una vez que el tiempo terminara.

—Salir de esta pocilga será algo innovador, incluso para ti, ¿no, Marta?

La pregunta no fue respondida. Charlot chasqueó la lengua para mirar de nuevo los bosques.

—Vienen y parecen ser más que antes —respondió, viéndose como su ojo se volvía azul para mirar a Andrina—. Más diversión entonces.

Se movió sin dudar y Andrea fue detrás. Desde lo alto, Anais mantenía la posición, disparando sin descanso alguno. Vigilaba en ocasiones su espalda, pero en una de estas, se vio obligada a apartarse a un lado, impactando contra el suelo y haciendo daño su brazo derecho.

Por alguna razón, varios Steins estaban a sus espaldas rodeándola cuando esto no había ocurrido así. Se levantó del suelo para disparar, escuchando a sus espaldas a su hermana ir para ayudarla, pero realmente no era la que estaba en apuros, sino Andrina y Marta.

Trató de disparar, pero tomó por sorpresa que Marta se moviera para ponerse encima de uno de los Steins. Tal hecho fue un error porque se movió con velocidad y odio, apartándola e impactándola contra los edificios.

Rodeaban a Andrina. Tanto en el suelo como encima de los edificios, eran como lobos hambrientos listos para atacar. Anais intentaba forzar su poder, tratando de disparar varias flechas, pero no pudo servir de mucho cuando los lobos se abalanzaron a la chica.

O... ¿si había servido?

No. ¿Qué van a servir ellas?

En cuestión de un segundo, el escenario de forma violenta, una que a Anais siquiera le dio tiempo de analizar. Cayó de espaldas contra el suelo cuando todos los Steins, que eran alrededor de una treintena, eran cortados por la mitad en un violento gesto en el que la sangre era desparramada en el suelo junto a las vísceras.

Daba la sensación de que el tiempo parecía haberse paralizado. Que, en medio de un simple parpadeo, todo cambió en una violenta situación en el que Andrina veía todo con horror, deseando llorar una vez más, pero sin poder hacerlo, ni siquiera moverse.

No solo había tomado por sorpresa a Anais, quien era incapaz de moverse por lo visto y por la ansiedad que sentía en todo su cuerpo, sino que Andrea y Charlot estaban impactadas por lo que acababan de ver. Mientras Charlot soltaba una risa nerviosa al saber que había escogido bien a su obsesión, Andrea daba varios pasos hacia atrás, como si por un momento viera a alguien que jamás pensó encontrarse.

Incluso Marta, aun herida y agotada, había podido ver algo, y su expresión no mostraba ninguna felicidad. Es más, parecía traerle recuerdos horribles de un pasado que a duras penas pudo ver y comprender. Tampoco era que deseara vivirlo, aunque por desgracia, le había tocado.

—¡E-Esto n-no ha t-terminado! —avisó Charlot con cierta dificultad, notándose la mezcla de emociones.

A duras penas, Anais intentó levantarse, pero sus piernas no reaccionaban. En si todo su cuerpo no hacía caso. Solo miraba a Andrina, quien lograba dejar sus temores a un lado para mirar a Anais.

Y la mirada dejaba de tener esos sentimientos, como si esta situación fuera tomando más normalidad para Andrina.

«¿Qué poder has activado, Andrina?», se preguntó por un momento Anais.

Trató de levantarse y esta vez pudo hacerlo con la ayuda de su hermana. La agarró con cuidado y con sutileza, le susurró algo a su oído que la dejó sin aire.

—No es su poder, Anais. Juré escuchar a alguien a su lado. El movimiento de un arma similar a una espada que mezclaba tecnología. —Tras sus palabras, Anais la miró de reojo con un claro temor en sus acciones—. Sobrevivamos y hablemos de inmediato con Negatividad.

A pesar del cansancio y temor, Anais aceptó y miró su brazo. Lo que quedaban eran solo unos pocos minutos.

—¿Envolviste a Charlot y Marta de la luz del destello? —preguntó Anais.

—A Charlot, sí. Pensé que Andrina lo habría hecho con Marta —respondió Andrea, frunciendo el ceño.

—Mierda.

Sin dudar, Anais se levantó del suelo para ir a por Marta. Una vez ahí, la ayudó levantarla del suelo para acercarse a los demás. Si permanecían juntos, podrían volver sin complicaciones de por medio.

—¡Andrina! ¡Ayúdame! ¡Se te olvidó envolver a Marta del brillo!

Sus gritos fueron escuchados por Andrina, de hecho, se había encontrado con su mirada. Ojos bien abiertos con un rostro serio, analizándolo todo en silencio para ladear un poco la cabeza a la izquierda.

—¡Andrina! ¡Reacciona!

No sirvió de nada gritarla, lo que la puso aun más tensa. Miró hacia Marta y comprendió porque no reaccionaba.

Ambas se miraban como si fuera una competencia en el que el odio y el rencor se mezclaran, como si ellas se conocieran de toda la vida. Por desgracia, Andrina habría ganado, provocando que marta bajara su cabeza, pero con una sonrisa que puso en tensión a todas las presentes.

—Si vamos con estos juegos, entonces usaré todo lo que tengo —murmuró Marta, alzando su rostro. Anais se encontró con sus ojos que parecían brillar un poco más. Abrió su boca y con ello bajó la cabeza—. ¡Alejaros de la niebla en el momento que la veáis! ¡La forma de que esta no os afecte es mediante los vínculos! ¡Qué una recuerde! ¡Y que se aleje de los hilos que siempre van a la cabeza!

Tales palabras tomaron por sorpresa a los demás, frenando sus acciones. Anais se alejó un poco de Marta, viendo como esta parecía chillar de dolor al decir estas palabras.

—¡Charlot! ¡No lo recuerdas porque te lavaron la maldita cabeza con las cuatro almas de tu lado! ¡¿Sabes donde está la quinta?! ¡Enfrente tuya y la tendrás, pero sin antes decir algo que pude ver! —gritó desesperada y tras eso miró hacia Andrina, sonriéndole con rabia—. ¡Ànima no es la enemiga que pensáis! ¡Ni tampoco lo es Pyschen! ¡Hay alguien muchísimo peor detrás! ¡Sabéis quien es porque me dijisteis su nombre! ¡Pero no solo eso...!

El brillo verdoso las envolvió de pronto. Anais y Andrea se miraron, dándose cuenta que la información era primordial por lo que acababa de ver. Intentaron hacer algo, pero esa misma presión de antes azotó de nuevo a todos, obligándolos a estar contra el suelo sin poder levantarse, incluido Charlot y Marta.

—¡Está ahí! —chilló con dificultad Marta—. ¡Está...!

Sus palabras se cortaron de por medio. Anais creyó que era por que el brillo las estaba teletransportando, pero exactamente no era por eso. No estaba segura, pero juró ver a alguien agarrando a Marta. La confusión la azotó cuando por instante creyó que era Andrina quien estaba impidiendo esas palabras.

A punto de decir algo, su cuerpo impactó contra el suelo del comedor. No lo haría sola sino los dos grupos que se habían ido a los dos códigos. Como mejor pudo, se levantó del suelo para ver que Andrina estaba inconsciente en el suelo. Miró a un lado a otro, dándose cuenta que marta no estaba ahí.

—¡¿Dónde está...?!

El grito de Charlot hizo que los presentes se asustaran, viendo como la asesina ponía las manos en su ojo derecho. Lloró sin descanso mientras temblaba, reflejándose el pánico a la vez que balbuceaba palabras que ninguno comprendía.

Hasta que por fin pronunció algo que dejó a todos helados.

—Marta es la quinta alma. Está conmigo, pe-pero muerta...

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