Capítulo ocho: Conocer la verdad.
No era fácil asimilar la situación. En el comedor reunidos con las luces encendidas, los presentes se miraban sin decir aun nada, lo que creaba una gran ansiedad a Andrina, y ni se quería imaginar lo que sentía su propio hermano.
Aunque los sofás fueran cómodos e intentaran tranquilizar la situación, sabían que no era posible cuando los ojos cristalinos de su madre eran presentes, agarrando la mano de su marido con fuerza y soltando un suspiro ahogado.
—Tendría que haberlo dicho antes, no pensé que adelantaran las cosas antes de los dieciocho años, pero supongo que me equivoqué —confesó Elena, agachando su cabeza..
Andrina agarró la mano de su hermano, sintiendo como la ansiedad iba subiendo hasta su pecho. Como si la agarraran y la estuvieran atando poco a poco.
—Mamá, ¿a qué refieres? —preguntó esta vez Kamico.
Vieron como apretaba sus labios y con ello, las lágrimas empezaron a caer con cuidado por sus mejillas.
—Sé lo que hacíais, pero no quería creérmelo hasta que lo viera en persona. Entendí lo que pasó porque me enseñaron. Me eligieron para esto —respondió con la voz quebrada. Germán agarró su mano con cuidado y acarició su espalda para que se sintiera acompañada y apoyada—. Y de rebote afectó a vuestro padre cuando no quería. —Apretó un poco sus dientes—. Te-Tendría que haberlo dicho cuando tuvieras un poco de conciencia, pero si no lo hice es porque te veía tan feliz que pensé que nada te ocurriría. Ha-Hasta que vi el destello...
—Ma-Mama, ¿qu-qué es lo que sabes? —preguntó Andrina, apretando el agarre a su hermano.
—Ambos sabemos bastante. Yo la que más —respondió con honestidad.
Andrina miró hacia su padre. Trataba de calmar a Elena, pero no era tan fácil con la verdad presente. En sus ojos se reflejaba el dolor que no quería expresar.
—Mamá, por favor, sé honesta —pidió Andrina, viéndose como sus labios temblaban sin descanso—. Necesito saberlo todo. ¿Este destello no es un regalo?
—N-No. E-Es algo que me dieron por obligación.
Andrina abrió los ojos como nunca y pronto sintió el abrazo de Kamico que le hizo entrar en una gran debilidad.
—¿Có-Cómo que por obligación?
Elena cerró sus ojos con fuerza, llorando sin poder controlarlo más. Puso las manos en su rostro para al final murmurar unas palabras que Andrina se le quedaron grabadas:
—Tú no eres humana, hija mía. Ni si quiera eres de esta galaxia.
Su mundo se quebró por completo. No. Muchísimo más que eso. Esa caja en donde se veía encerrada empezó a romperse por completo, y con ello una gran caída en donde veía todos los recuerdos incompletos. Levantaba su mano. Deseaba agarrarlos. Veía a todos, pero no alcanzaba sus manos.
Era un pozo sin fondo en el que Andrina sentía que le retiraban la vida poco a poco, como si fuera un agujero en una botella de agua.
Por mucho que Kamico abrazara a su hermana con cariño. Por mucho que Elena la llamara por su nombre. Por mucho que Germán intentara despertarla. Nada surgía efecto en ella. Y solo escuchaba el constante ruido en su cabeza que le hacía rebobinar todo lo que había vivido, al menos lo poco que podía recordar.
La angustia era palpable en sus familiares. ¿O podía llamarlos así a estas alturas? La habían adoptado, pero según decía su madre, era por obligación.
¿Entonces esas emociones que vivió eran reales? ¿Entonces esos recuerdos...?
¿Qué recuerdos si lo olvidaba todo?
Andrina pudo mover por un momento sus ojos, mirando hacia su madre con las lágrimas presentes cayendo sin querer. Quiso abrir su boca, pero el abrazo repentino de su madre hizo que Andrina sintiera una dualidad de emociones.
Cariño, porque a pesar de todo su madre adoptiva la quería. Traición, porque durante estos años había vivido una vida falsa que no le correspondía.
—Siento decírtelo de esta forma, pero era algo que ibas a descubrir si seguías usando el destello —admitió Elena con palabras entrecortadas al seguir llorando—. Quise protegerte y cuidarte. Quería que incluso tuvieras una vida humana y no tuvieras este horrible destino, pero cuando el destello se activó, supe que las cosas cambiarían.
Andrina no pudo responder a nada. Era como si por un momento el color de su alrededor desapareciera, volviéndose poco a poco ciega.
—¿Pero porqué, mamá? —preguntó Kamico. En sus palabras también se notaba el dolor, y, de hecho, las lágrimas salían también sin descanso.
Elena apretó el abrazo a Andrina, soltando un quejido de dolor.
—Fue una obligación —susurró, apoyando su cabeza en su hombro—. Me obligaron, me dijeron que debía cuidarte. Me dieron todas las oportunidades para poder cuidarte porque eras una niña compleja de cuidar. Me pidieron que usara los poderes si hacía falta... Jurándome que mi planeta no sufriría jamás ningún peligro si yo te cuidaba.
Andrina sintió un escalofrío en su espalda y con ello pudo ver los colores en una zona de su ojo. El izquierdo. Movió su cabeza un poco, viendo como Kamico ponía las manos en su boca sin saber que decir.
—¿Quién te obligó? —preguntó Andrina en un tono que carecía de vida.
Elena se separó del abrazo para agarrar con cuidado sus mejillas. Sonrió apenada y agachó la cabeza.
—No puedo decirlo. Si lo hago me matarán, al igual que a mi marido.
Andrina ladeó la cabeza hacia la izquierda. Temblaba como nunca y apretaba los puños con fuerza.
—¿Es una broma? Te obligan a cuidarme, me llevan en este sitio, te pone en peligro no solo a ti, sino que también a mi padre ¡incluso mi planeta entero! ¿Para decir que no puedes decir quien fue el o la causante porque te tiene amenazado? —preguntó, viéndose la frustración en su rostro.
Elena solo pudo afirmar en silencio. Las pulsaciones del corazón de Andrina iban a un ritmo desenfrenado.
—¿Al menos te dijo por qué?
Elena alzó un poco el rostro, mirándola apenada.
—Solo me dijo que sería algo que descubrirías poco a poco cuando salieras del planeta y descubrieras el exterior.
Andrina agachó la cabeza y cerró sus ojos. Apretó sus dientes y deseó gritar como nunca, pero no pudo cuando Kamico la abrazó una vez más. Este la ayudó a calmar sus pensamientos y con ello relajarse al menos un poco, pero era imposible con todo lo que acababa de descubrir.
No era humana. Era de raza pura. Obligada a ser cuidada en un planeta que ni si quiera era su casa. Ni si quiera era su galaxia.
¿Quién era en verdad?
—¿Acaso fueron las diosas las que te obligaron, mamá? —preguntó Kamico con cierto desespero. Elena alzó su rostro con cierta confusión visible—. ¡Pyschen y Ànima! ¡Esas fueron, ¿no?
Elena negó con rapidez.
—Ese no es su nombre —respondió con sinceridad. Kamico empezó a temblar—. Ni si quiera las conocía, pero parece que hay peligros ahí fuera.
—¿Ni un nombre? ¿Nada nos puedes dar de pista? —preguntó Kamico.
Elena negó a todo, soltando un leve suspiro.
—Solo ayudé a Andrina a aliviar sus dolores y a sus recuerdos de su pasado para que los olvidara... Aunque por desgracia también olvidaría recuerdos que tenía con nosotros.
Andrina soltó una leve risa. Era un puñal, uno que le hacía perder la cordura. Se reía aun más fuerte en sus adentros, dejando que las lágrimas cayeran más allá por sus mejillas. Para ella, era como si la estuvieran matando y sintiera la sangre en diversas zonas de su cuerpo caer sin descanso.
Movió sus ojos de un lado a otro, quiso gritar una vez más. No pudo porque su hermano estaba al lado, aunque sabía que pronto ese pilar sería inútil ante las palabras que decía su madre. Deseaba agarrar su pelo, arrancárselo, chillar de rabia, golpear a algo.
Pero el deseo más fuerte que tenía era acabar con aquella que le había creado este destino.
Miró por un momento a su madre, encontrándose con el arrepentimiento en sus ojos. Germán intentaba consolarla, y si bien la ayudaba a sentirse un poco fuerte, no evitaba el dolor reflejado en todo su cuerpo.
—Y-Yo solo quería... L-Lo-Lo siento tan-
—Dime que raza soy.
Andrina miró fijamente a su madre y se encontró con el pánico en sus ojos. La respuesta estaba clara. No podía decirlo y esto aumentaba más su rabia interior.
—Quiero que me lo digas, mamá —insistió Andrina.
Elena negó con la cabeza con dolor.
—Decirlo es morir también...
Soltó un largo gruñido de frustración. Se separó del abrazo, se levantó y agarró su cabeza, deseando gritar como nunca. Una vez más no pudo cuando Kamico se acercó a ella para intentar calmarla.
Lo agradeció, pero deseó golpearlo y tirarle contra el suelo.
—I-Igual forma, e-es posible que a lo mejor o-otros te conozcan ya que eres alguien a-
Las palabras de su madre se interrumpieron cuando quiso decir algo a Andrina para ayudarla, pero no pudo ni siquiera con darle una pista porque de pronto, Elena empezó a quedarse sin aire. Con gestos desesperados, pidió ayuda, alertando a los presentes, pero más a Andrina cuando vio algo que la dejó inmóvil.
«No. No puede ser ella. —Respiró a gran velocidad. Lágrimas de rabia aparecieron—. ¡No puede ser ella si todos dicen que es lo correcto!»
Aun con el pánico encima, se acercó de inmediato a su madre para intentar ayudar. Por suerte no fue algo muy grave. Era solo un aviso, uno en el que dejaba a todos en claro que esa prohibición era presente y con ello su muerte.
Cuando la situación se calmó un poco, Andrina empezó a dar pasos hacia atrás, sin saber donde ir ni que hacer. Antes de caer, Kamico la agarró a tiempo, mirándola preocupado sin saber que decir al respecto.
—Qui-Quiero... —Respiró hondo, dejando que las lágrimas cayeran—. Quiero estar sola en mi habitación. Po-Por favor.
Nadie le negó su petición y Andrina pudo ir a su habitación con la compañía de su hermano. Ya sentada en la cama, vio a su hermano con esos ojos llenos de lágrimas queriendo decir algo, pero no podía.
—Puedes irte, Kamico —habló Andrina en un tono más tranquilo—. Puedo estar sola, de hecho, lo más probable es que duerma porque... no puedo con esto, de verdad que no.
Kamico afirmó en silencio.
—Yo hablaré un poco con nuestros papás para hablarle lo que hemos hecho. Luego vendré y dormiré también... —Soltó una leve risa—. Si puedo.
Andrina afirmó con una media sonrisa, viendo como su hermano se iba, aunque antes de hacerlo, le pidió que cerrara la puerta.
Al hacerlo, la oscuridad inundó por completo a Andrina. No le asustaba. En verdad carecía de ese sentimiento con todo lo que había descubierto hoy. Cerró sus ojos por un momento y respiró lo más profundo posible.
—Está bien.
Abrió sus ojos, viendo como la habitación dejó de ser oscura. Ahora veía parpadeos propios de un ordenador corrompidos. Violetas, azules, blancos. Líneas azules que se movían de un lado a otro a su habitación.
Esto no la asustó, de hecho, era algo que veía con demasiada frecuencia en sus sueños, aunque sabía que en esta ocasión no era uno.
—Te escucho.
Hablar de lo que habían hecho era complicado, pero aun así dijo la verdad sobre lo ocurrido en Cataluña y como ahí empezó todo. Mencionó sobre la existencia de Negatividad y explicó su historia en relación a las dos diosas que amenazan el universo.
Cuando explicó todo, Germán se quedó mirando el techo con las manos en la cara mientras que Elena miró hacia la ventana de su izquierda sin saber bien qué decir.
—A estas alturas no sé si vivo un sueño —logró decir en un suave susurro Germán. Se recompuso como mejor pudo y miró a su hijo—. ¿Podrías enseñar tu brazo izquierdo? Quiero ver que es real.
Kamico obedeció y lo mostró. No fue agradable ver como parte de su cuerpo estaba mezclado con partes tecnológicas que le daban la vida. No sabían que decir, y lo comprendía porque tampoco lo hizo en su momento.
—Esto bombea mi corazón. Negatividad me dio la vida de nuevo gracias a este brazo.
Elena lloró de la desesperación, se culpó por no haber sido capaz de proteger a nadie, se decía arrepentida que tenía que haber ido a Cataluña para evitar que las anomalías atacaran a sus hijos. Kamico, sorprendido, miró a su madre sin creerse que escuchaba.
—¿Tienes poderes?
—No son míos, estos poderes me los dieron —respondió, en un tono que expresaba derrota—. Me encargaba de cuidaros, sobre todo a Andrina porque era difícil cuidar a alguien que no es humana. Vigilaba que estuviera bien, que no tuviera dolores de cabeza por sus recuerdos, pero a consecuencia de usar esos poderes, aparecían las anomalías.
Kamico abrió los ojos, apareciendo pequeñas lágrimas.
—Mamá...
—De-Debí haber ido con vosotros desde el principio, os protegía de esas anomalías y evitaba vuestro destino tan caótico, pero... —No sabía cómo explicarlo todo, tembló de miedo mientras sollozaba—. Me-Menos mal que alguien vino a salvaros. Menos mal...
Se dio cuenta de todo lo que sufrieron sus padres en silencio y admitía que le costaba creer que lo supieran desde el principio. Que Andrina no fuera su hermana le dolía muchísimo. Había compartido tantos recuerdos a su lado para luego saber que sus intentos en hacerla recordar eran en parte nulos por la obligación de su madre.
No se podía imaginar el miedo que tenía su madre al tener que cuidar a un ser de otro planeta, y no solo eso, no quería imaginarse lo complicado que fue decirle la verdad a su marido y que le creyera.
Inevitablemente sintió las lágrimas en sus mejillas y el dolor de su pecho aumentó. Había tantísimas preguntas por resolver, y deseaba las respuestas ahora mismo. No quería quedarse de brazos cruzados, quería buscar a la culpable del sufrimiento de su madre.
De golpe sintió un abrazo por parte de sus padres, un gesto que le sorprendió, pero que aun así no se movió, solo cerró sus ojos mientras intentaba respirar aun con el dolor y sufrimiento en su cuerpo para luego, tras unos segundos, mirarlos.
—¿Qué es mi hermana, mamá? —El silencio hizo que Kamico soltara un suspiro—. En estos días que estuvimos fuera, Andrina parecía mostrar sus poderes, pero eran muy inusuales. Suponíamos que tenía intangibilidad a la vez que un don para poder el futuro o pasado. ¿Acaso nos puedes dar una pista sobre ello?
Persistía el silencio y esto desesperaba a Kamico. Solo veía como su madre apretaba el abrazo, aunque poco a poco le fue soltando y mirándole de reojo.
—No podemos decir nada al respecto, Kamico. Mucho es que os digamos esto porque ella es comprensiva.
«Ella. Hablamos de una diosa entonces», pensó Kamico, mirando aun a su madre con paciencia.
—Si hubiera sido posible, os lo diríamos de inmediato, pero sus decisiones son las que mandan y nosotros obedecemos. En su momento también tuvimos miles de dudas y nos respondió a unas pocas de ellas. Nos dejó en claro que decirlo a otros, es morir, a excepción de vosotros que podíais saber una parte de la verdad —explicó Germán, intentando sonar fuerte con sus palabras.
—Entonces es un pacto que habéis hecho con ella. Por obligación.
Ambos afirmaron con calma y esto hizo que Kamico sintiera una gran tensión. Dioses, pero a un nivel superior del que no se podía imaginar, a excepción de la vez que creyó ver a la Muerte en el hospital. No. Lo hizo.
Una experiencia poco agradable al estar casi dos minutos sin respirar. Le asustaba verla enfrente suya y recordaba aun sus palabras. Escalofríos le inundaban y no se quería imaginar lo que podían pasar sus padres si alguien de ese calibre los amenazaba.
—A-Ahora que sabéis todo esto...
—No os vamos a impedir nada —contestó Elena, interrumpiéndole—. Nos dijo muy claro que en el momento que el destello brillara, ella tendría que irse de la tierra y conocer sus raíces. —Levantó un poco su cabeza, mirándole entre lágrimas—. Tú puedes acompañarla si quieres. No te lo impediremos.
Quebró desde sus adentros y negó de inmediato. Se acercó a sus padres y los abrazó con todas sus fuerzas. Las dudas le inundaron y con ello su respiración agitada en medio de las lágrimas que chillaban de sufrimiento.
Una parte de él deseaba ayudar con todo lo que tenía. La otra solo podía gritar de terror al saber que si acompañaba a su hermana, era posible que peligros mayores aparecieran arriesgándose a morir.
Pero ¿qué podía hacer a estas alturas? Con todo lo que sabía, era claro que todo lo que le rodeaba estaba en peligro. No hacer nada, era ignorar la realidad. No intervenir, era esperar esa posible Muerte.
Se dio cuenta que su destino estaba escrito de esta manera de una forma u otra, aunque no lo descubrieran todo en Cataluña, tarde o temprano llegaría el día en el que el destello brillara, y tenía muy claro que él sería testigo de tal hecho. Incluso, sería participe para ayudar a su hermana.
Apretó sus dientes y también el abrazo, llorando como nunca y expresando el amor que le tenía a sus padres. Los miró con una sonrisa débil en medio de su sufrimiento.
—A pesar de ser alguien que no es humana, no puedo olvidar todo lo que hemos vivido juntos. Aunque no lo sea, es mi hermana, y pienso ayudarla.
Palabras que sus padres comprendieron al saber que era el destino que les tocaba.
Al final, Kamico decidió irse a la habitación tras todo el dolor dicho y acumulado en el comedor. Se despidió de sus padres con un beso en sus mejillas y se fue a dormir. Nada más llamar la puerta y abrirla, vio como Andrina estaba sentada en la cama, abrazando sus rodillas con un rostro derrotado.
—¿Hermana? —Vio como Andrina giraba un poco su cabeza, viéndose el dolor en todo su esplendor—. Mierda...
Antes de que Andrina dijera nada, se sentó a su lado y la abrazó con todo el cariño del mundo. Su hermana no dijo nada, siquiera se movió. Solo se quedó en silencio durante unos pocos minutos para luego suspirar.
—Siento si he sido dura y borde, pero...
—No digas tonterías, hermana. —Kamico se separó el abrazo para mirarla con una sonrisa débil, pero que mostraba el cariño que le tenía—. Es normal... Ahm. Creo.
Andrina mostró una media sonrisa, pero no duró mucho ante el cansancio que tenía encima.
—Creo que es mejor dormir un poco —sugirió Kamico. Andrina alzó un poco la ceja—. E-Ehm, sé que no es muy fácil hacerlo con todo, pero...
—Tranquilo, Kamico —contestó Andrina, soltando una pequeña risa—. En parte tienes razón. Con todo lo que hemos vivido ahora ambos, es mejor intentar... despejar la mente de alguna manera.
Afirmó en silencio y tras mirarse unos segundos, decidió ir a su cama, no sin antes darle un último abrazo. Este logró que Andrina pudiera llorar, correspondiendo el abrazo y gritar un poco fuerte desde su hombro.
Kamico no se quejó, simplemente dejó que fuera su almohada de lágrimas durante todo el tiempo que necesitara.
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