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Capítulo nueve: Reorganización.

En los profundos bosques de Suqueia, Adelfra se encontraba con los suyos, calmando los temores que aun existían en los Iruins. Era comprensible que algunos de ellos tuvieran miedo, y más ante la presencia de aquellos jóvenes de la tierra que desconocían realmente sus intenciones.

Trataba de mantener la calma a cada uno de ellos, aunque no era tan fácil porque ella misma dudaba de cómo eran en verdad, al menos con Andrina.

Confiaba un poco más en los demás, eso era algo que no dudaba por como los había visto luchar en Rimerit. Cada uno mostraba una clara determinación y valor, incluso aquellos que no estuvieron ahí, mostraron apoyo y respeto por ellos, pero cuando miraba hacia Andrina y recordaba lo que había vivido, los escalofríos inundaban todo su cuerpo y con ello una gran tensión que no la dejaba respirar.

Por ello mismo creía conveniente hablarlo con Pyschotria, quien en este tiempo había estado bastante reunida con 97, de hecho, hoy tendría también otra reunión sobre un tema que, según le prometían, era de gran interés, tanto que Adelfra incluso debía estar ahí.

—No se que trae entre manos, pero honestamente me cansa mucho su actitud. Tomó cierta confianza y no debería —habló Pyschotria, levitando a ritmo tranquilo por los bosques.

—Entiendo tu preocupación por lo que pueda hacer, pero hay que confiar. Ya has visto lo que ha ocurrido en estos días —respondió Adelfra,

—Sí, pero eso no quita que todo esté asegurado, es más, me preocupa por como están avanzando. —Suspiró y cruzó sus brazos—. La anterior vez dijo que estaba con las defensas de la ciudad. barreras protectoras y tecnología avanzada que circula por las calles de modo que activa unas defensas. Siendo honesta, todo lo que decía me sonaba a violencia.

—No lo es si es para proteger a los suyos de lo que pueda venir, y creo que nosotros deberíamos hacer algo así.

Pyschotria frenó y la miró atónita.

—¿Qué escucho? ¿Adelfra lista para luchar?

Soltó un largo suspiro.

—¿Cómo no lo voy a estar si he visto lo que ocurre? Y parece ser peor de lo que me puedo imaginar. Aunque sea alguien pacífica, ahí fuera no lo son, lo que me obliga a tomar medidas distintas que creo que cualquiera tomaría. Por ello en parte quiero saber que ofrece 97. Debe de ser importante —contestó Adelfra, cruzando sus brazos.

Pyschotria movió un poco la cabeza de un lado a otro.

—Debe de serlo, aunque a estas alturas no me sorprendería que hablara sobre su cuidad y que tanto ha crecido —contestó un poco irritada, avanzando de nuevo—. Quitando eso, tenías algo que decirme, ¿no?

Adelfra se quedó en silencio unos pocos segundos.

—Oh, creo que sé sobre qué. Ese grupito que te uniste, ¿no?

—Más o menos —contestó Adelfra sin saber como hablar sobre el tema.

—Yo ya te dije lo que pensé cuando los vi por primera vez. Que viniera un robot me pareció una grave falta de respeto, pero no era el que me preocupaba, sino esa chica llamada Andrina —aclaró Pyschotria, mirándola de reojo. Adelfra soltó un largo suspiro—. Acerté, ¿verdad?

—Algo así.

Pyschotria soltó una leve risa.

—Tu misma dijiste que la naturaleza misma parecía susurrarte algo, y yo la escuché cuando la vi. Muy humana no era por como decían los demás, y más por como parecía parpadear a colores distintos —recordó Pyschotria, viendo como Adelfra afirmaba en silencio—. ¿Qué? ¿Te hizo algo?

—Más o menos... —Suspiró—. Pensé en llamar al Vigilante de la Naturaleza que te mencioné.

—No sé si acudirá a tu llamada. Ya sabes lo que dicen los rumores —respondió Pyschotria, frunciendo el ceño.

—Sí, pero el me pidió ayuda para formar un grupo. Creo que es el momento ideal para llamarle, ¿no?

Pyschotria se giró, mirándola con la cabeza ladeada a la derecha.

—Inténtalo, pero sabes que no va a aparecer por arte de magia. Ese instrumento es una forma de llamar a los bosques y con ello transmite el mensaje de un sitio a otro. Pides ayuda, pero a la vez llamas la atención del exterior —recordó Pyschotria, cruzando sus brazos—. Si tal, lo más ideal es que lo usaras cuando el momento de la verdad aparezca. Úsalo para pedir refuerzos y con ello puede que venga.

Adelfra parpadeó varias veces los ojos, mirándola con angustia.

—¿Crees que aquí es donde surgirá toda la pelea?

—Creo no. Lo sé. Solo mira como se prepara todo y como ellos vienen aquí. Es como su base y punto de reunión. Es obvio que vendrán aquí para destruirlo todo y con ello ir a los demás planetas —contestó Pyschotria, dándole la espalda para seguir levitando, saliendo poco a poco de los bosques—. Y reza a la naturaleza que la tierra no sea uno de los afectados, porque esos condenados verán una triste y dura realidad de la peor forma posible.

Soltó una leve risa, una que Adelfra le molestó un poco. Sabía que su compañera no soportaba a esos seres, pero tampoco eran las formas para hablar así. Cometieran fallos o no, eran seres que no podían dejar morir, entre otros planetas que por desgracia habían sufrido ese destino.

Así pues, no tardaron mucho en llegar a Irinuia. Fueron recibidas por varios Iruins que las acompañaron hasta que pronto pudieron identificar a Negatividad, Renic y dos personas que no reconocían.

Pyschotria ya iba a desconfiar, pero Adelfra le pidió paciencia. Sabía que no eran enemigas al estar al lado de Negatividad. Eran nuevas aliadas, y eso era una gran noticia por donde empezar.

Aunque no sería la única cuando todos se reunieron, y con ello largas explicaciones sobre todo lo que había ocurrido en estos días.

Durante la conversación, Adelfra mostraba un gran asombro en lo que se había descubierto, más cuando se mencionó la opción del Sub-Código. Con la historia de Adela, podían crear un tipo de mundo subterráneo, uno que se podía acceder mediante un portal que los llevaría allí en cuestión de segundos.

—Es una opción tentadora —admitió 97, poniendo la mano en su barbilla—. Podríamos crear una ciudad ahí y con ello...

—Había pensado en algo un poco mejor —interrumpió Adela, cruzando sus brazos con una sonrisa confiada—. En nuestro mundo tenemos una ciudad subterránea, una en donde están todos los habitantes, mientras que el exterior puede verse como algo desastroso, pero también una forma de crear una trampa. No sé si me explico.

—En caso de que esas diosas quieran venir, la ciudad del exterior podría ser como una zona de batalla para que podamos hacerlas frente. No habría bajas por parte de los Iruins n de los Scursins, tampoco de los recursos teniendo en cuenta que en ese Subcódigo se pueden crear, al igual que el código si se tienen los documentos —continuó Negatividad.

—Lo único que se tendría que ir con cuidado es con los documentos. Si los tienes, es derrota —terminó Mikuro.

97, Pyschotria y Adelfra se miraron con una clara idea de lo que deseaban hacer, aunque era obvio que no se obtendría tan fácil teniendo en cuenta lo que había dicho Adela. Se necesitaba ser de raza pura para crear, modificar o borrar los documentos.

Aun con ello, era obvio que muchos de los presentes estaban dispuestos a sacrificar eso para ir creando ese subcódigo. Luego solo sería llevarlos y ya está.

—Eso sí, habría que ver bien donde dejar el portal. No puede ser un sitio demasiado cantoso ni obvio —habló 97 con total seriedad.

—Había pensado en los bosques de los Scursins —sugirió Negatividad.

—Ese sitio puede ser un peligro y un buen sitio para esconderse a la vez —respondió Pyschotria, soltando un suspiro y cerrando sus ojos—. No sabemos donde pueden venir en caso de que lo hagan, y podrían aparecer en los bosques, encontrando el portal.

—También hay que recordar que, si se crea el subcódigo, este notifica en caso de que tengan un destello como lo hizo el de Andrina —recordó Mikuro.

Negatividad puso la mano en su barbilla.

—Pyschen solía tener un destello en su mano, pero no sé si tenía acceso a Suqueia. En caso de ser así, tendría que utilizar las naves —comentó con una leve sonrisa confiada.

—Esto me recuerda, ¿seguras que no va a vulnerar nada de lo que hagamos? —preguntó 97, captando la atención de todas—. La anterior vez cuando hablamos de las normas, dijisteis que no era viable por como podía vulnerarlas. ¿Es capaz de hacer lo mismo con el subcódigo?

—Una cosa son las normas y otra son los subcódigos. Por lo que me dijo Miver (más bien se lo dijo a Mitzy) si alguien vulnera las normas es por un poder superior que lo hace inmune, pero no tiene nada que ver con que pueda afectar al subcódigo. Tiene que ir a por los documentos de igual forma —contestó Adela, manteniendo su posición firme.

—Entonces es solo organizarlo bien —murmuró 97, mirando a Pyschotria y Adelfra—. Parece que esto tomará un largo rato en ver bien cómo se organiza. —Regresó la mirada a los demás—. Quitando eso, es un alivio que tengamos nuevos aliados, pero ¿vais a seguir viajando a por más aliados?

—Definitivamente —contestó Negatividad sin dudar—. El próximo destino es Codece. Hay muchísimos rumores de lo ocurrido y sé que ese sitio tenía valor para Ànima. Luego el siguiente es Steinfall... y al final tengo decidido que sí iremos.

97 mostró sorpresa.

—Sabes que ese sitio es uno de los más peligrosos. No hablamos de una broma cualquiera —recordó 97.

—Lo sé, pero a la vez parte de mis memorias me dicen que ahí hay algo importante que me puede hacer recordar aun más. —Negatividad miró hacia Adela con una media sonrisa—. Gracias a ella, tuve una conversación en la que no solo pude desbloquear conversaciones que tuve con Ànima, sino que también dados que me llevan a este punto en donde debo ir.

—El asunto es que, si vas, llamarás la atención, y según me comentó Adelfra, en Rimerit captaste mucho la atención con lo que hizo esa tal Úrsula —recordó Pyschotria. Era bueno que dijera esas palabras ya que Adelfra no podía comunicarse en el mismo idioma que ellos.

—Sí, es cierto y debemos ir con muchísimo cuidado, más de lo que pensamos. Muchos datos se han descubierto y estamos viendo que este problema es uno mayor del que pensamos. Si luchamos contra ellas y, llegamos a derrotarlas, es captar la atención de otros elegidos de Caos que no dudarán en ir a por nosotros—contestó Negatividad, bajando la mirada con angustia.

97 afirmó con cierta preocupación visible, levantándose del asunto.

—Entonces no queda otra que ponernos las pilas de inmediato. Cuanto más tardemos, más problemas pueden surgir —habló con decisión, viéndose una sonrisa ligera en sus labios—. Espero que los demás chicos puedan venir de inmediato. Solo así podremos apurarnos y quien sabe si más información.

Adelfra no pudo evitar fijarse en el rostro de Negatividad. La presión sobre ella era notoria, aunque no era la única. Todos, irremediablemente, la sentían. Saber toda esta información encima hacía que muchos se dieran cuenta que se habían medio de ello a la boca del lobo.

La idea de llamar al Vigilante solo hacía que creciera. Miraba sus manos con un temblor notorio en estos, pero a la vez negaba desde su interior.

No era el momento. Hasta que llegara la hora de la verdad, no usaría tal instrumento.

En la mañana de aquel nuevo día, Andrea se levantó con un ligero dolor de espalda seguido de un largo gruñido. Se sentó en la cama, estiró sus brazos y se quedó en silencio para luego mirar su estómago. Escalofríos la inundaron cuando vio las manchas que tenía e iban creciendo.

Trató de no darle vueltas e intentar hacer la rutina de siempre cuando iba a clases. Como no, su madre le recriminaba el hecho de levantarse tarde (cuando no era así) y que se apurara.

—Por cierto, no te lo dije, pero vi que tenías una espada debajo de la cama —comentó Alma. Esto obligó a que Andrea frenara sus pasos—. ¿Dónde la compraste?

—Me-Me la regalaron —contestó Andrea con cierta dificultad.

—¿De veras? ¡Qué afortunada! ¿Sabes que en su momento a tu padre le hicieron un regalo así? Aunque bueno, fue una katana la cual está en casa de sus padres.

Andrea sabía que esto era cierto. Su padre, cuyo apellido era Koduko, provenía de una familia un tanto inusual. Una parte japonesa y otra española. Un contraste total de culturas, y más por donde ellos venían. Era un alivio que su madre viera normal el que tuviera una espada.

—Sí, fue un regalo que me hicieron Kamico y Andrina por no poder regalarme nada por mi cumpleaños —mencionó Andrea, mintiendo como mejor pudo.

—Pero si ellos te regalaron el nuevo videojuego este que tanto demandaban —recordó Alma, poniendo la mano en su barbilla.

—¡Y-Ya s-sabes como son ellos! Sie-Sienten que no es suficiente —respondió, soltando una leve risa en la que mostraba sus dientes.

—Pues ya puedes hacerles un buen regalo a ambos. Dentro de un mes como quien dice cumplirán años ellos.

Andrea afirmó, aunque por dentro soltaba un largo suspiro con que su madre no sospechara al respecto.

—Uhm. La espada déjala ahí. Veré donde la puedo poner —pidió Andrea.

—Yo pensaba en clavarla en la pared. Iba a hacer un soporte improvisado.

«¡Ni de coña!», gritó Andrea, no queriéndose imaginar el pánico que tendría Alias.

—¡Ya me apaño yo! Sabes que soy muy quisquillosa por como pongo las cosas de mi habitación, y sabes que no me gusta que entres y toques cosas —recordó Andrea.

—También es verdad —murmuró Alma, alzando un poco los hombros—. ¡Bueno! ¡Deja de chácharas que llegarás tarde! ¡Hoy Anais salió más pronto que tú, así que ya puedes apurarte!

Tal noticia le tomó por sorpresa a Andrea. Mientras se iba a la cocina para prepararse un desayuno a gran velocidad, miró hacia el grupo que tenían, viendo un mensaje que heló su sangre por completo.

"Nuestros padres nos han descubierto. Tenemos que hablar antes de clases".

Casi se le cae el móvil ante tal noticia, apoyándose incluso en la cocina sin saber bien que pensar en ese instante. Por suerte, el grito de su madre la hizo reaccionar y que pudiera moverse mucho más rápido que antes.

Ahora entendía porque su hermana se había ido antes, aunque le molestaba que no la hubiera despertado.

«Aunque le habría sido imposible —pensó, soltando un largo suspiro—. Espero que luego me lo pueda decir».

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