Capítulo dos: Negrura.
El despertador sonaba desde el móvil de Andrea. Lo apagó a desgana y puso la almohada encima de su cabeza, soltando un largo gruñido a la vez que abría un poco sus ojos. Antes de que pudiera decir nada, su madre entró en la habitación de sopetón, lo que la hizo despertar y caerse a un lado de la cama.
—¡Vas a llegar tarde! —gritó su madre, acercándose a la ventana de su habitación ara abrir la persiana—. ¡Siempre te pones esa alarma y llegas tarde al bus!
«Por el amor de dios, que me acabo de levantar», pensó Andrea, siendo incapaz de abrir sus ojos, pero cuando lo hizo, se encontró con los ojos llorosos de Alias. Movió su mano, dejando que la agarrara para que no tuviera miedo y que supiera algo importante.
Su madre era irremediable.
Justo ahora abría la persiana y dejaba que el aire frío se adentrara. Andrea la miró de reojo con un ojo abierto y el otro cerrado. Cuando se giró, puso las manos en sus caderas, alzando la ceja.
—Tienes una cara horrible. ¿Acaso has trasnochado? —preguntó su madre, aunque pronto se respondió al ver que su hija no se había cambiado de ropa—. ¡Ay por la virgen! ¡No te cambiaste la ropa! ¿¡Dormiste con eso puesto?!
Andrea movió la cabeza hacia el techo en un gesto lento. Deseaba decir algo, pero era mejor callarse.
—¡Vas a ducharte ahora, desayunar y tomar el bus de inmediato! ¡Ahora!
Rodó los ojos a un lado ante sus palabras y afirmó en silencio. Su madre abrió la puerta de su armario y sacó la ropa necesaria.
—¡Venga! ¡Ya te lo preparo todo yo! ¡Dúchate! ¡Rápido!
«Me mata. Poco a poco. Lentamente», pensó Andrea con cansancio.
«¿¡Qué?! ¿¡Dónde?! ¿¡Dónde te hace daño?!», preguntó Alias.
Andrea cerró sus ojos, respirando hondo.
«Alias, te queda mucho por aprender en mi mundo. Demasiado —aseguró Andrea, manteniendo la mayor paciencia posible—. Por ahora entiende que cuando digo que "me están matando" frente a mis padres... es que estoy siendo una exagerada».
Entendió de inmediato, aunque las dudas eran presentes. No pudo responderlas ante la estatua vigilante e intimidante de su madre. Se levantó, moviendo discretamente el pie para guardar la espada debajo de la cama, y con ello ir al baño.
La ducha vino realmente bien. El agua fresca recorría su cuerpo y le hacía soltar un largo suspiro de alivio, pero no quitaba sus grandes ganas de dormir. Una vez terminó y se vistió, se fue a la cocina para hacerse el desayuno, aunque antes de hacer nada, revisó su habitación.
Su madre estaba con la aspiradora.
«¡Mierda, Alias!»
De inmediato se puso en medio y miró a su madre, encontrándose con su mirada molesta.
—¿Qué haces pasando la aspiradora? ¡Son las siete de la mañana!
—¡Y tú llevas dos semanas sin limpiar tu habitación! —Andrea chasqueó la lengua. Era mentira. La pasó hace una semana—. ¡No voy a dejar que esto sea un nido de mierda!
—¡Pero non o pases agora! ¡Espetarás a todo deus! —¡Pero no la pases ahora! ¡Despertarás a todo dios! gritó Andrea.
Alma cruzó los brazos y alzó la ceja.
—¡Qué más dará ahora que...!
—¡Ya lo haré yo! ¡Cuando vuelva de clases limpio toda la habitación! ¡Puedes incluso vigilarme para que veas que lo hago!
En medio de la discusión, Anais apareció en el pasillo, mirando con discreción las palabras cruzadas que tenían. Al final Andrea ganó, logrando que su madre se fuera a su habitación a ducharse.
Andrea soltó un largo suspiro y miró a su hermana, levantando su mano derecha.
—Buenos días.
Anais alzó un poco la ceja.
—Supongamos que es un buen día para iniciar.
Andrea negó con su cabeza y entró a su habitación. Tenía claro que debía darle todo tipos de consejos a Alias en el tiempo que no estuviera. Iba a conocer, lo que Andrea llamaba, "Guía básica para que una madre no se enfade por cosas normales"
En todo momento Alias entendió sus palabras, pero admitía algo muy claro. Los humanos eran demasiado extraños y más con los objetos que tenían.
—Ese ruido parecía ser como un abismo, pero en menor medida. ¿Qué era eso? —preguntó Alias en un susurro.
—Una aspiradora.
Alias la miró atónita.
—U-Una ¡aspiradora abismal! ¡Uhh! —exageró Andrea. Alias se encogió un poco—. Es broma. No hace nada. Solo no salgas de la espada y si te descubre, no te asustes. Si te agarra. No le digas nada.
—¿Y si habla conmigo?
—Callada como nunca. Como dije, me hago cargo todo.
Alias afirmó dudosa para luego mirar a Solace que aun estaba despertándose por todo lo ocurrido.
—No sé como te acostumbraste a esto, Solace.
—Antes de conocer a Andrea tuve la oportunidad de ver la ciudad. Créeme que te asustarías el doble cuando veas los constantes ruidos que tiene. Es insoportable.
—Pero es lo que toca —intervino Andrea, levantándose del suelo. Miró hacia la puerta, viendo a Anais tras esta—. ¿Hay que irnos?
—Sí. De inmediato —contestó Anais.
—Agarro las tostadas y me las como de camino. Venga vamos.
Sin perder más tiempo, a pesar de que su madre le echaba la bronca y le deseaba muchos ánimos a su hermana, salieron de casa para tomar el autobús. Por increíble que parezca, a Andrea le dio tiempo a comerse las dos tostadas de mermelada antes de que el conductor le dijera nada.
De camino, Andrea miró hacia su móvil. El grupo tenía unos pocos mensajes que la dejaron sin aire por unos segundos.
«Menos mal que no fueron descubiertos», pensó Andrea con cierto alivio.
«Sí, pero te echaron la culpa», comentó Solace.
«Prefiero mil veces eso a que descubran toda la verdad. ¿Tú sabes cómo reaccionarían?»
«Me-Me puedo hacer una ligera idea, en especial tu madre».
Andrea puso la mano en su frente.
«Uy no. Sería peor. No quiero ni imaginármelo».
«Pero sabes que ese momento puede llegar».
Tragó en seco sin querer, apagando la pantalla del móvil para dejar que la música inundara sus oídos, una bastante fuerte que a Solace incluso le acostumbraba y le empezaba a gustar.
Era difícil no darle vueltas a eso. Saber que en un futuro no muy lejano las cosas podrían ser descubiertas, y más en el lío que estaban metidos. Ahora, Andrea era conocida como una heroína en Extra-Sistema, pero ¿qué pasaría con todo lo que se vendría encima? Y no solo eso, ¿qué ocurriría cuando la tierra se volviera un código?
Miles de preguntas así la inundaban, pero intentaba calmarse pensando con el mayor optimismo posible.
Hasta que recordó las palabras que le había dicho a Mikuro.
"Volveré, y tranquila. Te aseguro que algún día conocerás la tierra"
«Creo que te dejaste llevar por la emoción», opinó Solace.
Andrea se apoyó contra la ventana del autobús, poniendo la mano en su boca y apretando sus dientes. Era la forma de calmar su sonrojo mientras le daba vueltas a todo lo ocurrido. Su corazón bombeaba con fuerza, lo que la puso aun más tensa y que al final suspirara, mirando a otro lado.
«Espero que las clases sean entretenidas, sino no voy a poder despejarme».
Esa petición era compleja, y más teniendo en cuenta que lo que enseñaban era algo que ya conocía, aunque luego no lo estudiara.
Llegar a clases fue activar el "qué coñazo" de Andrea. Se cruzó de brazos mirando la entrada del instituto con la compañía de su hermana. Extrañamente había estado muy callada mirando el móvil, buscando muchísimas páginas web que, según veía Andrea de reojo, eran muy antiguas sobre foros de gente muy obsesionada con ciertos temas.
Quiso preguntar al respecto, pero la intervención de Kamico y Andrina hicieron que ambas se acercaran.
—Así que una fiesta, ¿eh? —preguntó Andrea con una leve risa—. Me cuesta creer que dijeras eso. La que tuvo una gran fiesta fuimos nosotras. Vosotros no fuisteis invitados.
Andrina rodó sus ojos. Kamico negó con su cabeza.
—¡Era lo poco que se ocurrió! Fue llegar y que nuestra madre apareciera como si fuera un búho en la habitación —explicó Kamico.
Anais frunció un poco el ceño.
—Pero es un poco extraño, ¿no? —preguntó la menor—. ¿No os preguntó sobre como llegasteis ni nada?
—Ten en cuenta que salimos por la ventana. Puede que pensara que entramos de la misma forma —respondió Andrina, cruzando sus brazos—. Lo poco que nos pidió es que a la próxima que salgamos, la avisemos.
—Pues está complejo si los móviles no tienen cobertura en otros planetas. No hay wifi intergaláctico —contestó Andrea con una leve risa.
—Creo que ellos tendrán algo mucho más avanzado o a saber —contestó Kamico, soltando un largo suspiro—. El asunto es que debemos ir con más cuidado. Nuestra idea era ir solo a un código por noche. —Miró a Andrea—. No más de dos.
Andrea rodó los ojos.
—¡Bueno! ¡Vale! ¡Pero al menos obtuvimos ventajas, ¿no?!
Su pregunta se quedó un poco al aire cuando vio los rostros de los demás. Andrea tragó un poco en seco al entenderlas. Sí. Era cierto que tenían ventaja, y más Anais que ahora tenía un arma y poder al lado, pero Kamico aun seguía siendo un ciborg sin experiencia en combate y Andrina...
«Sigue siendo Andrina y su misterioso destello», pensó, soltando un largo suspiro.
A punto de hablar, el timbre sonó de pronto. Las clases ya estaban empezando. Se despidieron como de costumbre, yendo a sus respectivas aulas para empezar un largo día de aburrimiento.
En todo momento miró el móvil y con su libreta al lado empezó a apuntar. La profesora explicaba, pero no era algo que la preocupaba porque, aparte de grabarlo con el micrófono (cosa que la profesora permitía) podía acordarse bien de sus palabras a la vez que miraba en los foros que se había adentrado.
Era muy interesante. Anais no le quitaba ojo. Pasaba por diversas páginas y leía los grandes textos que la gente de Internet dejaba. Investigaciones cortas o extensas sobre lo que habían descubierto.
La gente no era tonta. Algunos se daban cuenta de que algo inusual estaba ocurriendo, y en este caso eran con las anomalías.
Fotos eran adjuntadas junto a comentarios que dejaban en claro su duda y angustia por lo que veían. Algunas eran difíciles de identificar, otras borrosas, por ello mismo la gente empezaba a crear videos y colgarlos en la plataforma.
Y vaya que daba miedo ver algo así.
Con el volumen al mínimo, Anais podía ver como algunas anomalías estaban en diversas partes de su hogar, pero lo que más la angustiaba era la mayor presencia que había en Europa. Pensó por un momento que el motivo de ello era por su culpa y la de Negatividad.
«Capaz se escaparon y empezaron a moverse en otros lugares. Puede que otras se generaran en diversos sitios, pero esas son más solitarias y a lo mejor han muerto al moverse en un mundo tan grande», supuso Anais, apoyando su mano en su mejilla.
En los puntos más concretos donde había pruebas eran Argentina, China, Australia y obviamente España, concretamente en Madrid, Barcelona y hace poco cerca de Lugo.
«Cerca de Fonsagrada. Uno de los peregrinos se encontró con eso en medio de la mañana y tuvo que atacarla con el bordón del peregrino. —Suspiró desde sus adentros—. Mierda. Esto cada vez va a peor y no podemos hacer nada. Si disparo será peor. Kamico debe ir con cuidado y mi hermana tiene la espada, pero no podemos salir como si nada. Tampoco tenemos el transporte para ello».
Empezó a mover su pierna derecha de forma nerviosa. Cerró sus ojos y trató de pensar, pero por más vueltas que daba, le era imposible encontrar alguna solución. Usar el poder, era crearlas y con ello el cúmulo de problemas iba a más.
«Qué horrible. ¿Acaso no podría ser este planeta un código ya?»
«Mantén en cuenta que la tierra es muy grande y que el código genera un brillo que capta la atención en el exterior».
La voz de Hertian la tomó por sorpresa, dando un pequeño salto en la silla que no llamó la atención de su alrededor.
«Perdón. No me acostumbra a que alguien me hable por telepatía —admitió. Hertian no tuvo problema ante sus palabras—. ¿A qué te refieres con una señal?»
«Los códigos protegen, sí, pero dejan una señal en el espacio que capta la atención de cualquiera que esté ahí fuera. Una forma de llamar la atención y que estés en el punto de mira —explicó Hertian con seriedad—. Si la tierra se vuelve un código, tendréis que afrontar la realidad que hay y con ello sus peligros».
Las pulsaciones de Anais fueron a más.
«Hay un problema muy grave, Hertian. Los documentos. En cuanto se enteren que eso exista...»
«Podéis tenerlos vosotros en vuestras manos».
«Poco tardarán en amenazarnos y ponernos en un problema».
«Tenéis un gran poder a vuestras manos».
«Y ellos bombas atómicas resguardadas».
Anais admitió que lo había pensado de golpe, pero era una forma clara de decir que daba igual que tanto pudieran tener. Se convencía de que los asentados en el poder, eran más peligrosos que ellos.
Y sentía escalofríos de pensar que ellos pudieran descubrir la devoción en los bandos que existía.
Puso las manos en su cabeza y esto captó la atención de su compañero de mesa. Le preguntó si se encontraba bien. Anais a duras penas pudo responder con algo, logrando preocupar a su compañero y con ello a la profesora.
—Si lo ves necesario, puedes ir al baño o incluso ir a enfermería para que te den algo, Anais —habló con calma la profesora.
—No es tan grave. Solo necesito refrescar mi cara —respondió Anais, levantándose del asiento.
—¿Seguro que no necesitas compañía? —preguntó el chico que se sentaba al lado de su mesa.
La bondad del joven se mezclaba con un mensaje encriptado en sus ojos. "Por favor, quiero salir un rato y no escuchar a la profesora". Para su desgracia, Anais no aceptó su propuesta. Necesitaba estar sola para despejar su mente. Tolerar todo de la mejor forma antes de que entrara en pánico.
Andando a paso lento por los pasillos, Anais se distrajo y comparó las clases de su mundo con las de Extra-Sistema. La curiosa similitud era presente de no ser que allí era mucho más ruidoso y desastroso al haber alumnos con poderes.
Fantaseaba con la idea de cómo podría ser que sus compañeros de la tierra tuvieran tal don en sus manos. ¿Sería como en los cómics o mangas que Andrea leía? ¿Sería como con las películas o series que veía? Miles de teorías se planeaban en su cabeza hasta que tuvo que frenar sus pasos.
Su nariz sangraba de nuevo.
—Qué fastidio —susurró, cubriéndosela con su mano derecha—. Menos mal que voy al baño ahora.
—¿Anais?
La joven se giró al escuchar la voz de Andrina. Le tomó por sorpresa su encuentro, pero más aun ver el cansancio en sus ojos ennegrecidos.
—¿Estás bien? —preguntó Andrina.
—Debería decirte lo mismo. Tienes una cara...
Andrina rascó su cabello.
—Una mala noche —respondió sin más.
Anais afirmó en silencio.
—Lo mío es algo un pelín complejo de explicar. Si quieres te puedo explicar mientras voy al baño —sugirió Anais.
Andrina afirmó en silencio, y ya allí, Anais empezó a explicarle todo lo que ocurría con el sangrado de su nariz. En todo momento Andrina la miró con asombro, apoyándose contra la pared de baldosas blancas del baño.
Cuando terminó, escuchó el largo suspiro de los labios de Andrina, lo que la obligó a girarse y mirarla con cierta angustia.
—¿Se puede saber qué te pasa? Llevas así desde que te vimos.
Andrina desvió la mirada a un lado con una cara larga. Suspiró de nuevo, negando con su cabeza.
—Pesadillas.
—¿De nuevo? Creí que se habían ido —respondió Anais, cruzando sus brazos y frunciendo un poco el ceño.
—Estas son peores... y creo que han sido reales.
Estas palabras hicieron que Anais tragara un poco en seco, apoyándose en la puerta de los baños.
—¿A qué te refieres?
Vio la duda en los ojos de Andrina. Se quedaba en silencio con los pelos de punta junto a los escalofríos que sentía en sus brazos. Abrió un poco su boca. Sus labios temblaron y con ello unas pocas lágrimas.
—¿Puedo hacerte unas preguntas un poco raras? —pidió Andrina sin mirarla—. Sé que es algo raro, pero necesito confirmar... ciertas cosas.
Anais seguía con el ceño fruncido, pero aceptó a su petición sin problema alguno. Andrina, respirando hondo, empezó a preguntar.
—¿Creni viene de la B.G.C?
La pregunta tan concreta y directa de Andrina hizo que Anais quisiera dar un paso atrás, pero se chocó de forma leve contra la puerta. ¿Cómo podía preguntar algo así si en la explicación Andrea no había especificado?
—¿Sabes lo que significan esas siglas? —preguntó Anais antes de responder.
—Base de Guardado Conservado.
Anais abrió los ojos como nunca.
«¿Cómo sabe eso? ¡Ella no estuvo ahí!»
Tragó en seco. Afirmó.
—Sí. Viene de ese planeta, pero no nos especificó mucho al respecto.
—Al igual que los demás que eran de otras galaxias —añadió Andrina, cruzando sus brazos en un gesto lento—. Lucas y Ann están muertos.
Anais empezó a temblar.
—¿C-Cómo...?
—Zarik murió por causas externas. Lania le purificó. Florian fue perdonado por Géminis, también lo fueron Soleti y Luziette por Aries —dijo sin mirar a Anais, pero pronto levantó su mirada en un gesto lento donde se veía la oscuridad inundarla poco a poco—. Andrea no es humana.
Anais no supo qué hacer en ese instante. Se quedaba impactada ante las palabras que apenas expresaban emoción, aunque luego se quedaba inmóvil cuando las lágrimas aparecieron de sus ojos, apretando sus dientes mientras agarraba su cabeza con desespero.
—¿Có-Cómo sabes todo eso, Andrina? —preguntó Anais con dificultad, moviéndose con cuidado. No para acercarse, sino para alejarse.
Andrina soltó una leve risa apenada al igual que su sonrisa.
—Pesadillas.
El corazón de Anais parecía paralizarse en ese instante. Tragó con gran dificultad, mirándola sin saber qué hacer ni que decir. Cuando quiso decir algo, se dio cuenta que la puerta del baño estaba cerrada.
—¿Por qué quieres irte?
Estas palabras carecían de amabilidad, menos cuando la presencia de Andrina parecía oscurecerse cada vez más ante esa mirada molesta. Anais se quedó en silencio, sin saber bien que hacer.
—S-Solo que no sé cómo tomármelo A-Andrina —respondió Anais con dificultad—. T-Tendrías que haberlo dicho a negatividad.
—Me toma por loca.
«No debería hacerlo si todo lo que has dicho es cierto», pensó, pero rápidamente negó con su cabeza.
—Lo hablaremos con ella para que entienda que no fueron coincidencias. —Anais, con cuidado, se acercó a Andrina—. Buscaremos una solución a ello. Lo juro.
Cuando movió sus manos para agarrar las de Andrina, vio como por un momento su alrededor parecía parpadear. Sintió una presión en su pecho, una que le hizo difícil el hecho de respirar. Entró en pánico sin decir nada, mirando a Andrina para ver como fruncía el ceño, como si mostrara confusión.
A punto de decir algo, el timbre sonó sin previo aviso, tomando a ambas por sorpresa. Anais miró a su alrededor y los cambios la dejaron sin aire. La puerta del baño estaba abierta, y al mirar a Andrina, se encontró con un rostro un poco más amable.
—Gracias, Anais —murmuró Andrina con una débil sonrisa—, pero creo que es mejor volver a clases antes de que le profesor nos diga algo.
Anais a duras penas afirmó, viendo como Andrina se iba del baño sin decir nada más. Se quedó en silencio ahí, observando todo con los ojos bien abiertos y las manos temblorosas.
«Debo hablar con Kamico y Andrea a solas».
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