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Capítulo dieciséis: Reunión.

Era complicado tener que explicar todo lo ocurrido y más si estaban casi todos presentes, porque Adelfra se encontraba en los bosques con Pyschotria ante un motivo muy importante. El portal del subcódigo estaba ahí y solo quedaba llevar a los Iruns y Scursins ahí.

Crearlo no había sido una tarea fácil ya que los líderes acabaron bastante afectados junto a Adelfra y Pyschotria, que también pudieron intervenir. Si bien esta parte estaba casi completa, lo demás era algo que se debía hacer lo más rápido posible porque las cosas no estaban siendo para nada tranquilas.

La intervención de Luminosa no solo había sorprendido a los presentes, conociendo su origen e historia, sino que también las noticias que traía no eran agradables. Tampoco alivió mucho la otra parte, que cuando comprendieron la situación, se dieron cuenta que en cualquier momento podrían venir.

Luminosa puso la mano en su barbilla y trató de pensar todo de forma más organizada posible para al fin mirarlos con seriedad.

—97 me aseguró que la ciudad sería solo para nosotros, pero para ello habría que evacuar a los demás de inmediato —empezó a hablar, mirando hacia Adela y Renic—. Vosotros tenéis constancia de donde está el portal, ¿podríais llevarlos?

—Sí, pero habría falta más ayuda al respecto.

Luminosa afirmó y miró hacia Andrina y Charlot.

—Cuento con vosotras. A los demás los necesito aquí para preparar la cúpula. Si llegan, las tendremos encerradas aquí. No solo eso. —Tras eso, miró a Kamico, Mikuro, Andrea y Anais—. 97 me aseguró que las calles tienen algún sistema de asfaltado especial en el que pueden activarse trampas de electricidad. Nosotros nos mantendríamos en lo alto en el momento que Pyschen ataque con sus creaciones.

—Perfecto, ¿y Lizcia? —preguntó Andrea.

—Se queda a mi lado. La idea es que cuando distraigamos a Pyschen, captemos la atención de Ànima y con ello la alejemos —contestó Luminosa.

—En resumidas cuentas, debemos mantener la atención de Pyschen a nosotros. El asunto es que ¿solo nosotros? —preguntó Mikuro.

—No. Claro que no. La idea es que Adela, Renic y Charlot estén aquí también —contestó Luminosa sin dudar.

—¿Y-Y yo?

La pregunta de Andrina hizo que Luminosa la mirara de reojo, soltando un largo suspiro.

—Mantendrás el destello y te alejarás de la batalla. —Su respuesta hizo que Andrina frunciera el ceño—. No me mires así. Aun estás descubriendo tus poderes y más con lo que acaban de explicar. Es inestable y no abemos si eso podría acabar haciendo daño a alguno de nosotros. Prefiero que guardes el destello en un sitio más seguro que mueras a sus manos por no saber usar tu poder.

—Yo no soy ninguna inútil, Neg... Luminosa. Entiende que, a pesar de no comprenderlo, puedo ser útil —respondió Andrina sin quitarle ojo.

—Si quieres ser útil, guarda el destello y vete al subcódigo —pidió Luminosa en un tono severo—. Es lo único que te pido.

No le gustaba ser dura, pero la situación lo requería y más con lo que había vivido. Lo había dejado claro cuando vivió ese genocidio en su planeta. No quería que pasara de nuevo. Al menos ahora se prevenían el ataque y no podían dejar que les pillaran por sorpresa. El subcódigo era una opción genial, pero si no ganaban, poco tardaría en buscarlo.

Y si tenía el destello con esa información tan grande, no se quería imaginar los miles de problemas que podría causar.

—Estoy de acuerdo con Luminosa —intervino Adela, cruzando sus brazos—. El asunto es que, según mencionasteis, no solo puede ser ella el peligro, ¿no es así?

Luminosa tragó con dificultad.

—Ya sabéis lo que ha ocurrido en los demás planetas según me habéis dicho —continuó Adela—. Pyschen y Ànima pueden ser un problema, pero a mi nadie me asegura que vengan con algo más encima. Si no han llegado aun es porque algo traman. Posponen mucho su llegada si tienen cierta información que sacaron sin querer de Kamico.

—Eso es cierto —continuó Lizcia en un murmullo, poniendo la mano en su barbilla—. La vez que nos atacaron, creíamos que era solo anomalías, pero ya sabéis que era algo más. Ese Virus llamado Eón...

Andrea alzó la ceja.

—¿De verdad se llama Eón? Tuve que enfrentar a uno que se proclamaba como tal —comentó Andrea, viendo como Lizcia se le subía la tensión en los hombros—. Tarde decirlo, pero las anomalías y Virus pueden revivir.

—Y esto puede ser una ventaja más si Pyschen quiere ir con todo —terminó de hablar Anais para luego mirar a Luminosa—. No sé que tanta ventaja no puede dar si Ànima se aleja de Pyschen. Y más si dijiste que su poder es como un tipo de adicción. Podremos liberarla, pero ¿por cuánto tiempo?

Luminosa movió su cabello con cierta brusquedad. Respiró hondo y miró a todos con el ceño fruncido.

—Cierto es que tenemos problemas de por medio que nos puede tomar por sorpresa, pero de lo que recuerdo, Pyschen no se interesó por las anomalías y sus encuentros fueron casuales, al menos fue así cuando estuve a su lado —contestó Luminosa, cruzando sus brazos—. También es cierto que pueden venir más amenazas, pero no creo que sean de otras galaxias cuando aseguraste, Andrea, que en otros sitios también están luchando contra esos locos que son devotos a Caos.

—Sí es cierto. Realmente no estamos solos —murmuró Andrea, afirmando con su cabeza con lentitud.

—Entonces esto es una oportunidad. ¡Están despertando todos y luchando en otros lados! Y sé que no estamos solos. Han sido años, ¡muchísimos años! Me niego a rendirme ahora cuando hemos estado luchando por esto. Nos prepararemos bien para la pelea y lucharemos hasta el final —contestó con una sonrisa segura.

Vio la duda en los rostros de los presentes. No les culpaba, después de todo muchos podían tener la experiencia, pero desconocían que tan peligroso era la amenaza. Luminosa se hacía una idea, pero aun así no sabía que había hecho Pyschen en estos días, más cuando en Codece acababan de aparecer los Cineos.

Hacía tiempo que no los veía y tenía claro que su apariencia era más tenebrosa que la vez que los vio. Su parte más amable y tranquila desvaneció por completo, y tenía sentido cuando estaba en las manos de Pyschen.

—Creo que se podría pedir algún tipo de ayuda —intervino de pronto Adela, poniendo la mano en su barbilla—. Teniendo en cuenta que conocí a Miver...

—¿Crees que podías contactar con ella? —preguntó Luminosa, mirándola de tal forma que podía iluminar toda la sala del comedor si quisiera.

—El asunto es que es complicado, y más cuando ella desapareció por motivos más complejos que no me detalló. —Adela miró a cada uno de los presentes y soltó un suspiro—. Aparte que este planeta casi siempre es de día.

—Eso en parte es bueno —comentó Andrea, cruzando sus brazos—. ¿No que ellas creaban niebla y oscuridad?

—La niebla puede opacar la luz del Sol. Parece que no lo sabes viviendo donde vives —recordó Anais.

—Boh, pero estamos hablando de un Sol que siempre está ahí. ¿Entiendes lo que digo? Si Pyschen se basa en intimidarnos con su poder, de poco le servirá si hay luz —aclaró Andrea, frunciendo el ceño.

—No se debería de infravalorar de igual forma —recordó Luminosa—. Sí, es cierto que la luz incluso a ella misma le molestaba, pero no quita que pueda sorprendernos con algo.

Andrea alzó un poco los hombros.

—Tanta palabrería no va a servir de nada si vienen.

«Eso es cierto».

Así pues, Adela, Renic, Andrina y Charlot se encargaron de llevar a los ciudadanos que faltaban al portal. Luminosa pudo percibir la mirada de molestia de Andrina al no sentirse útil, y no la culpaba, sabía lo que era esa emoción. Lo había vivido muy bien.

«Solo te hago un favor Andrina. No quiero que sufras el mismo destino que pasé».

Cuando se marcharon, miró hacia los demás con un rostro más serio, y antes de que hicieran nada, los interrumpió.

—No me habéis detallado del todo bien lo que ha ocurrido y más con toda la información brusca que hay sobre Andrina.

Andrea soltó un largo suspiro. Anais desvió la mirada a un lado. Kamico cruzó sus brazos y la miró con cierta angustia.

—Creo que hay algunas cosas que son de obviar. No es humana, tiene poderes inestables y el destello parece ser dado por una deidad superior a la que todos conocemos —empezó a hablar Kamico.

—No olvidemos lo que pasó en Steinfall —intervino Andrea, frunciendo el ceño—. Escuché algo al lado de Andrina. El murmullo era apenas incomprensible.

Luminosa miró hacia Anais, encontrándose con su rostro intranquilo.

—¿Viste algo al respecto?

—Di-Digamos... que antes de llegar aquí, Marta iba a venir con nosotros, pero como dijo Charlot, se adentró en su cabeza. La quinta alma como bien aclaró —empezó a explicar, mirando a cada uno de ellos—. El asunto es que me dio la sensación que era la propia Andrina quien mataba a Marta.

—Lo que me faltaba —susurró Luminosa, poniendo la mano en su entrecejo.

—Parece haber una desconfianza en esa chica —supuso Lizcia, agarrando el bastón con calma—. Si puedo añadir algo, es que vi algo inusual en su presencia.

Los demás la miraron con el ceño algo fruncido.

—¿A qué te refieres, Lizcia? —preguntó Luminosa.

—Con mi bastón puedo ver los colores que rodean a las personas, así me permite verlo aun sin tener mis ojos. Cada uno de vosotros tiene un color muy definido. Andrea rojo y amarillo, Anais azul verdoso, Kamico azul oscuro, Mikuro azul blanquecino, Luminosa obviamente es un amarillo chillón. El asunto es que cuando mire haca Andrina... carecía de color, aunque si tenía algo que hacía tiempo que no veía.

—¿Qué viste exactamente? —preguntó Andrea, pateando el suelo con cierto nerviosismo.

—Un poder similar al que tenía ese virus que nos enfrentamos.

El silencio hizo que los demás se miraran y tragaran en seco.

—Esto no toma por sorpresa teniendo en cuenta que Solace dijo que su poder de la intangibilidad era similar a los Virus —recordó Andrea, sin quitarle ojo a Lizcia—. ¿No viste algo más concreto?

—Di-Digamos que es difícil de describir porque era como si ella misma desapareciera de la realidad o parpadeara —explicó, frunciendo una de sus cejas.

—Como los virus —murmuró Luminosa, cruzando sus brazos—. ¿Acaso ella es un virus?

—¿Qué sentido tendría teniendo en cuenta que a mi madre le encargaron cuidarla? —preguntó Kamico, viéndose sus ojos llorosos—. A no ser que sea una excepción clara entre ellos...

—A lo mejor es un virus que puede ser normal, que no está contagiado como las anomalías dijeron.

Las palabras de Anais hicieron que los presentes la miraran con atención. La joven respiró hondo y empezó a explicar.

—Digamos que las anomalías, según sabemos, pueden contagiar, ¿no? Los Virus también lo hacen según sé.

—Sí. A Yrmax casi lo hacen —interrumpió con cuidado Lizcia—. Le tomó un largo tiempo retirar ese contagio. Eran como líneas azules que consumían su piel poco a poco, volviéndose cada vez más blanca.

Anais afirmó en silencio, poniendo la mano en su barbilla.

—Entonces, teniendo en cuenta que Andrina tiene poderes similares a ellos, a lo mejor es una cura. ¡La única que sobrevivió sin ser contagiada! Aunque también tiene sus poderes, ¿se entiende? —preguntó Anais.

—Tendría sentido que esa deidad la dejara en la tierra a manos de mi madre —murmuró Kamico, cruzando sus brazos.

Luminosa dio un poco paso hacia atrás.

—No nos damos cuenta que a lo mejor Andrina está bajo el cuidado de un dios peligroso como Caos o Cordura, ¿verdad?

Aquello fue como un disparo que atacó directamente sus cabezas. Un peso horrible en sus hombros que los dejó sin palabras, mirándole entre ellos con la esperanza de que alguno pudiera decir algo, pero no era posible.

—Si de verdad fue un virus y tiene la cura, ella ha tenido contacto con alguno de ellos, ¿no creéis? —preguntó Luminosa.

—Tendría que ser de Cordura entonces —supuso Kamico, poniendo la mano en su barbilla—. Porque si fuera Caos...

—Lo habría destrozado todo —terminó la frase Anais.

—Exacto.

—O-Oye —musitó Andrea, poniendo la mano en su cabeza—. O.-Oye, Solace, Alias, ¿no habíamos escuchado algo así la vez que nos encontramos en el mercado?

Pronto vieron como los mencionados salían de su escondite. Este hecho tomó por sorpresa a Lizcia, pero no se asustó tanto al ver que el aura que desprendían era muchísimo más amigable que las anomalías que tuvieron que enfrentarse. Aun así, la incomodidad era presente cuando las analizaba.

—Algo había dicho cuando nos enfrentamos a él —murmuró Solace, rascando su cabeza—, pero no recuerdo bien el qué.

—Yo sí, aunque creo que se refería a ti, Andrea. Ten en cuenta que te protegieron los números —contestó Alias.

—¡¿C-Cómo?! —gritó Luminosa, mirando atónita a Andrea—. ¡Eso jamás lo dijiste!

—Ah... se me pasó. ¡Eran miles de cosas, Luminosa! Se me olvidan a veces —contestó Andrea con cierto nerviosismo.

Luminosa soltó un largo suspiro para poner las manos en su rostro.

«Luminem, aconséjame por favor. No sé bien que hacer ahora mismo...»

En medio de sus angustias, Luminosa juró por un momento que había sido escuchada al sentir un abrazo a sus espaldas. Sintió calma y una gran felicidad, la misma que les recordaba a los espectáculos que realizaba en Linee. La nostalgia la azotó, pero no por mucho tiempo cuando alzó su rostro y miró a cada uno de ellos.

Respiró hondo y disipó parte de las angustias para mirarlos con un rostro más decidido, sin dejarse llevar por los miedos ni la negatividad.

—Ahora mismo lo que importa es que Andrina estará en el Subcódigo, por lo que no tendremos que preocuparnos por ello —habló Luminosa con firmeza, captando la atención de todos—. Ahí estará a salvo y cuando terminemos, nos haremos cargo de ese tema. Posiblemente sea peligroso, pero ahora mismo no podemos enfocarnos en algo que se nos escapa de las manos.

—¿Tú crees que irá al Subcódigo teniendo en cuenta que le acompaña Charlot? —preguntó Kamico.

—Yo creo que sí —respondió Andrea, sonriendo levemente—. Si Andrina muere, Charlot perdería su obsesión. Su fuente de poder, y creo que eso no le interesa.

—Tiene sentido...

Luminosa afirmó en silencio.

—Bien. Por ahora este tema lo dejaremos a un lado. Ahora enfoquémonos en lo que importa —decidió, y tras eso, fue hacia la puerta—. ¡Seguirme! ¡Nos queda poco tiempo!

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