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Capítulo diecinueve: Dos luces.

Era de agradecer el esfuerzo que hacían los demás en entretener a Pyschen. Tanto ella como Lizcia podían enfocarse en Ànima. La tarea principal era alejarla poco a poco, captar su atención de forma que cuando se alejaran lo suficiente, pudieran atacarla con lo que tenían, pero no de forma física, sino mediante las palabras que iban a despertarla.

Confiaba en que el método de Lizcia pudiera funcionar aun siendo arriesgado. Hablar con alguien que no parecía recuperar la consciencia no era fácil y más si Pyschen estaba pendiente. Si no usaban bien sus trucos, perderían y acabarían con graves heridas.

En ocasiones veía como los demás luchaban contra Pyschen. Se daba cuenta de como Andrea y Charlot eran el frente mientras que los demás eliminaban a los Cineos y Lineos que creaba. Evitaban las dificultades y se centraban solo en ella como habían acordado, pero sabía que no podían estar así para siempre.

Ya no solo por que Ànima debía de despertar, sino porque el destrozo que dejaban a su paso era algo que sería irrecuperable, más si estaba el escudo que poco a poco iba desgastando al utilizar la energía que había en el edificio principal donde vivían los líderes.

Miró hacia Lizcia y con gestos sutiles, pero decididos, empezaron a moverse fuera de donde estaba Pyschen. Usaban la luz que ambas poseían, captando la atención de la diosa. Sus bruscos y abruptos golpes eran presentes, pero no acertaba cómo podían pensar. Luminosa tomaba esto como una lucha por parte de Ànima, intentando desobedecer las órdenes de Pyschen como si fueran muros que debía derrocar sin descanso alguno.

Ellas debían de ayudarla en ese proceso.

Una vez se alejaron lo suficiente, Luminosa impactó con el suelo para envolver sus manos de luz mientras Lizcia sujetaba su espada (aquella que había sido su bastón). Ambas se mantuvieron alertas al ver como Ànima aterrizaba al suelo, respirando con cierta dificultad, encorvada y mirándolas de reojo con una mezcla de emociones que no dejaba en claro que sentía por dentro.

Aunque Luminosa tenía claro que el principal era el sufrimiento.

—Ànima, no hagas caso a lo que te pida —empezó a hablar Luminosa—. ¿No nos recuerdas? ¿No te acuerdas nada de lo que ocurrió hace años atrás conmigo y con Lizcia?

Su reacción fue violenta. Chilló con desespero, agarrando su cabeza para sacar los tentáculos de su espalda. Luminosa no dudó en agarrar a Lizcia para apartarla y esquivar los ataques con cierta dificultad. Uno de estos, por desgracia, hirió una de sus piernas, lo que la obligó a impactar contra el suelo y rodar por un corto tiempo.

A pesar del dolor, se levantó con la ayuda de sus manos y miró hacia Lizcia. No estaba herida y se puso en pie en dirección a Ànima.

—¡Ànima puedes contra esto! ¡Lo hiciste en Codece cuando te enfrentaste a ella! ¡Pudimos derrotarla! ¡Y podemos hacerlo de nuevo si te alejes de ella! —chilló Lizcia, viendo como Ànima gritaba de nuevo, cayendo con una rodilla al suelo—. ¡Sé que es tu hermana, pero a estas alturas ha perdido conciencia de lo que es! ¡No puedes...!

—¡Basta! ¡Mientes! ¡Si puedo!

En medio de sus gritos, desprendió la oscuridad en una enorme cúpula en la que dejó encerrada a las presentes. Sus sentidos empezaron a fallar poco a poco, aun si iluminaban la zona con sus poderes para mantenerse alerta a su alrededor.

Luminosa pudo ponerse en pie y mirar de un lado a otro con los ojos bien abiertos. Tras eso, observó a Lizcia, negando con su cabeza dando a entender que no la podía localizar en medio de esa profunda oscuridad que había creado en la extensa cúpula que perfectamente podía haber cubierto más de cien metros a su alrededor.

Mantuvo su respiración a la vez que la luz. Respiró hondo y trató de hablar de nuevo mientras vigilaba a Lizcia.

—Ànima, recuperar a tu hermana a estas alturas es un hecho imposible. Luchaste por ello desde que te conocí y has insistido en ello que te ha llevado a este resultado —habló Luminosa con firmeza, aunque era difícil mantenerla ante los sonidos rápidos y discretos que había a su alrededor. Se giró y sintió el sudor en su cuello—. ¿¡N-No te diste cuenta en lo que te has vuelto?! ¡Eras respetada y admirada! ¡Y ahora solo has llevado a este...!

En medio de sus palabras, pudo escuchar un abrupto ruido que parecía perforar el suelo. Creyó que iba a por Lizcia, por lo que la apartó para evitar que recibiera el ataque.

El problema fue que el ataque fue directo a sus piernas. Las grietas del suelo llegaron hasta sus pies, agarrándola y apretándola de tal forma que chilló de dolor, más cuando estos subían hasta su cuerpo para dejarla sin aire. Ante la angustia y la presión, actuó con la luz, siendo cuchillas que perforaron sus tentáculos para salir libre de ese ataque, aunque con un gran mareo encima junto a la incapacidad de ver bien.

Escuchó a Lizcia desde su derecha gritando su nombre. Escuchó sus pasos hasta que llegaron a ella, y a punto de decir algo, escuchó como esta se quedaba sin aire, como si la estuvieran ahogando. Luminosa intentó usar la luz, pero no sirvió de nada cuando Lizcia ya no estaba a su lado.

—¡Ànima! ¡Ella era tu mejor amiga! ¡¿No lo recuerdas?! —chilló con desespero, usando la luz de sus manos para intentar destrozar la cúpula, pero de poco servía si ahora mismo era la luciérnaga que en cualquier momento sería asesinada ante la monstruosidad que la oscuridad representaba.

Aun con el temor que tenía encima, no se rindió. Se mantuvo de pie, mirando a su alrededor hasta que pudo encontrarse a Lizcia en el suelo inconsciente, pero no solo eso. A su lado estaba Ànima con un rostro serio, mirando con odio a Luminosa.

Su altura imponente era vista en medio de la oscuridad, como si ella fuera un color mucho más oscuro, un reborde identificable en el que representaba el absoluto vacío. Una diosa que no solo podía dominar la oscuridad propia de una cueva profunda que abarcaba un planeta entero, sino que la oscuridad cósmica que muchos temían al desconocerla y saber sus peligros.

Tan peligrosa y a la vez bella para Luminosa al demostrar un poder impresionante desde la última vez que se vieron.

—Aleja a Lizcia de esto, tu problema está enfrente tuyo —pidió Luminosa. Ànima torció la cabeza hacia la izquierda—. P-Por Luminem...

Murmurar tal nombre hizo que por un momento dejara de observarla y frunciera algo el ceño. Este mínimo movimiento hizo que Luminosa tuviera una esperanza brillando desde su corazón.

—Lo recuerdas —murmuró, viendo como Ànima negaba con rapidez su cabeza—. No mientas. Claro que lo recuerdas, al igual que tu diosa Cuis.

Tal nombre hizo que Ànima sintiera un ligero temblor en sus manos, aunque estas reaccionaron apuntando a la cabeza de Lizcia con tal de matarla.

—¡Recuerdas a Luminem, Cuis y Cin! ¡Recuerdas a Christel, Lihuco y Kersmark! ¡Los recuerdas! ¿¡No es así?! ¡Recuerdas todo lo que pasó en Claimia! ¡Lo haces!

Vio como caía de nuevo contra el suelo con una rodilla apoyada. Levantó su rostro, encontrándose con una parte de sus ojos blanca mientras que la otra se volvía negra. Luminosa sentía la esperanza de que sus palabras funcionaban. Solo tenía que ir paso a paso haciéndole recordar como si contara una historia parte por parte.

A pesar de sentir temor, se movió en su dirección y trató de explicar todo lo que recordaba, pero no era tan fácil si la propia la atacaba con los tentáculos, evitando a que se acercara.

«Lizcia, aguanta. Te alejaré de ella», pensó Luminosa, esquivando como mejor podía, pero no le era tan fácil ante la velocidad de ataque que poseía. Odiaba admitirlo, pero Luminosa si bien tenía el título en sus manos, no era tan experta en el poder de la luz al estar tanto tiempo encerrada en oscuridad.

A pesar del dolor y cómo poco a poco iba debilitándose, se mantenía firme para hablar con nada más que la verdad. Encontraba sus reacciones y sus momentos de debilidad. Ànima parecía incluso llorar ante esos recuerdos, chillando sin descanso mientras agarraba su cabello.

No quería imaginarse la tortura que la habría hecho pasar su hermana en ese tiempo, pero sin querer lo hacía, sintiendo una gran rabia crecer en su corazón al encontrarse en esa situación tan desesperante.

En un gesto arriesgado, se movió a gran velocidad cuando Ànima estaba de rodillas en el suelo. Quería salvar a Lizcia antes de que la hiciera nada, pero esta idea fue un gran fallo al ver como agarraban sus piernas y la impactaban contra el suelo. El golpe fue duro, pero aun así alzó su cabeza para ver a Ànima enfrente suya con sus tentáculos apuntándola.

Iba a morir a manos de la que tanto amaba.

—¡No olvides, Ànima! —chilló con desespero Lizcia, levantándose del suelo con dificultad—. ¡No olvides la melodía que escuchaste en Synfón! ¡No olvides quién eres! ¡Radow!

Pronunciar su nombre hizo que se quedara inmovilizada. Luminosa la observó con los ojos bien abiertos, aunque no por mucho al ver como Lizcia la agarraba para apartarla de ahí antes de que volviera a actuar. Ya alejadas, ambas vieron como lágrimas caían en su rostro inexpresivo.

—Esto es p-peor que la anterior vez —tartamudeó Lizcia con cansancio—. Le decimos sin parar, pero no recuerda.

—Porque estuvo muchísimo más tiempo con Pyschen —contestó Luminosa, mirándola de reojo—. Ha caído en una manipulación donde despertarla es más complejo.

Lizcia bajó un poco la mirada para ver sus manos.

—Entonces solo queda atacarla con la luz aun si la dañamos —respondió, mirándola con decisión.

No le hacía especial gracia, pero poco le quedaba a estas alturas. Ambas, aun agotadas y heridas, se pusieron en marcha para usar lo que tenían en sus manos. Luz era soltada sin temor, moviéndose con velocidad y belleza para atacar a zonas que no fueran demasiado graves para Ànima. Sus hombros y piernas eran las zonas más afectadas, viendo como Ànima a pesar de defenderse y moverse, recibía los golpes.

Esto ya tomó por sorpresa a Luminosa, mirándola con el ceño un poco fruncido mientras mantenía las distancias. Nombrarla había sido un puñal para ella, pero debía haber algo más que la hiciera reaccionar más. Con sus manos bien iluminadas, las movió de forma que esferas de distintos tamaños dieran luz a la cúpula, encontrándose con algo que la dejó sin habla.

Hilos.

—¡Son siete hilos, Lizcia! —chilló Luminosa, mirándola sin temor—. ¡Hay que deshacerse de ellos de inmediato!

Se encontró con su angustia reflejada en sus labios apretados y manos sujetaban que agarraban su espada. Claro, no era lo mismo enfrentarse a tres hilos que la controlaban a siete. Era mucho más complicado hacerla despertar, pero no por ello se iban a rendir.

Una vez más se movieron para usar la luz, pero en esta ocasión Ànima se protegió justo a tiempo. Luminosa, lista para perforar el escudo, vio como detrás de este no estaba la diosa. Se giró, viendo como su pierna era agarrada una vez más, pero fue cortado ese tentáculo gracia Lizcia que logró protegerla a tiempo.

Soltó un suspiro de alivio y se movieron de nuevo. El suelo tembló al ver como Ànima clavaba los tentáculos contra el suelo. Sin dudar, Luminosa usó la luz de forma que iluminó toda la zona, aun si la desgastaba demasiado. La idea era que Ànima se protegiera en vez de atacar, y si bien funcionó, vio como Lizcia iba en su dirección para atacarla.

—¡Frena! —chilló Luminosa.

El problema de esto era que la iba atacar sin dejarla debilitada, lo que provocó que Lizcia fuera atacada en uno de sus hombros.

Pero eso no fue lo único que ocurrió.

La oscuridad se adentró en su hombro, haciendo que Lizcia cayera contra el suelo inconsciente, ¿y Ànima? Se había vuelto en esa oscuridad. Se había adentrado en el cuerpo de Lizcia.

—Mierda —susurró Luminosa, dando varios pasos hacia atrás—. Mierda, mie-

Vio como Lizcia aparecía enfrente suya con la espada en alto. Ojos llorosos eran presentes en esa oscuridad que representaba su poder. No pudo evitar el corte horizontal en su estómago, uno que no llegó a ser demasiado profundo al darle tiempo a esquivarlo.

Tras apartarse, escupió sangre y psuv las manos en su herida, mirando a Lizcia con un claro pánico en sus ojos, pensando en qué debía hacer. Atacar a Ànima, era atacar a Lizcia, y era lo último que deseaba hacer. No comprendía como era posible ese hecho, como siquiera Ànima podía hacer aun eso.

En sí su cabeza estaba saturada ante una situación tan complicada como esa. Hasta que vio como la cúpula oscura iba desvaneciendo al igual que las lágrimas oscuras de Lizcia.

—¡Atácame! —chilló Lizcia con desespero—. ¡Usa la luz! ¡Es lo que estoy haciendo con ella!

Luminosa se quedó impactada al ver como Lizcia ponía sus manos en su cabeza con tal de impedir sus acciones. Tembló sin saber bien que hacer, ¿debía atacarla? ¿Y si era un engaño? ¿Y si...?

—¡Al estar en mi interior se ve rodeada de luz, Luminosa! —chilló Lizcia una vez más—. ¡Ve mi interior como yo el suyo! ¡Ya hemos vivido esto una vez, pero necesito tu ayuda! —pronunció con dificultad, alzando su rostro para ver sus ojos azules, unos que Luminosa nunca pensó que tenía—. ¡Hazlo sin temor!

Pedirle algo así era la mayor locura que Luminosa creía en ese momento. Sus manos temblaban sin descanso cuando la veía, apareciendo pequeñas lágrimas en sus ojos. Las movía, apuntando hacia ella, pero sin saber cómo actuar. Maldecía por dentro al no ser suficiente, al no ser la diosa que debía de ser. Temía hacer demasiado daño, en sí tenía tantos miedos.

Distraída, no vio como Lizcia perdía ese control, moviéndose de nuevo para atacarla. Luminosa se quedó inmóvil sin poder reaccionar, cubriendo sus cabeza con sus brazos. Esperó el ataque, pero escuchó como la espada chocaba con lo que parecía ser un escudo. Apartó un poco su cabeza para ver una barrera de luz que la rodeaba.

Respiró con dificultad a la vez que la barrera desaparecía. Miró sus manos y se dio cuenta que esa luz no era tan amarillenta, sino un poco más blanca. Tragó con dificultad sin comprender lo que ocurría hasta que escuchó un susurro a sus espaldas que la hizo abrir sus ojos y derramar unas pocas lágrimas.

—Te dije que no estabas sola, Luminosa.

Escuchar su voz era un gran alivio. Sonreía con dolor, pero a la vez sentía escalofríos en toda su espalda que la hacían sentir valiente una vez más. Su corazón bombeaba con fuerza. La esperanza llenaba todo su cuerpo de luz y centraba sus ideas por fin, dejando las emociones a un lado.

—Puedes salvarla sin dañarla. Solo debes hacerme caso y no dejarte llevar por esa parte tan emocional —aconsejó Luminem, provocando que Luminosa afirmara en silencio—. Es inevitable. Lo entiendo bien. A mi también me duele ver que Cuis estando con Ànima, no me reconozca, pero sabes bien el porqué, ¿verdad?

Miró hacia Lizcia. Sujetaba su espada con fuerza con esa mirada que parecía de compasión. lágrimas oscuras caían sin descanso a la vez que los tentáculos de su espalda, un poder que por desgracia dañaba más el cuerpo.

—Vas a cumplir tu promesa, ¿no es así, Luminosa? —continuó preguntando Luminem con firmeza—. No solo vas a salvarla, sino que acabarás con todo eso, ¿no es así?

Luminosa afirmó sin temor, moviendo sus manos para que la luz iluminara el lugar de forma que parecía ser un faro en medio de un temporal horrible situado en el mar. Una esperanza para los marineros. Una esperanza para sus compañeros.

—Lo prometí por ellos. Lo prometí por ella —dijo, posicionándose para que su cuerpo entero brillara—. ¡Lo prometí al jurar que estaría a tu lado para siempre, Ànima! ¿¡Lo recuerdas?!

Su grito en medio de las calles hizo que Lizcia pudiera reaccionar, pero no por mucho tiempo para moverse y atacar. En esta ocasión, Luminosa se movió para protegerse y apuntar sus manos hacia el rostro de Lizcia. Respiró hondo, mirando desafiante a su compañera.

—Pureza lumínica.

Y la luz del faro brilló con muchísima más fuerza para dar un mensaje esperanzador a los marineros.

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