Capítulo 31: Solo un intento.
La situación parecía estar más o menos bajo control. Podían mantener a raya las anomalías, pero aun así la tensión y preocupación existía, en especial saber que Mikuro no salía de la cúpula de oscuridad que creó para proteger a Andrea.
Lania era la que no le quitaba ojo, manteniéndose al lado de Creni que con sus magias lograba iluminar el campo, pero no por mucho tiempo porque las anomalías eran capaces de avanzar a pesar de hacerles daño.
—¿Cómo es posible que no les afecte? —preguntó Lania.
Creni analizando todo, vio como cada uno de ellos luchaba con lo tenía. Sentía orgullo al ver como Morgan y Yue se compenetraban para acabar con las anomalías, como Lucas y Ann se mantenían cerca de Anais para protegerla, o incluso Roxy que lograba mantenerse con su espada del cual dominaba el fuego, aunque no tanto como podían hacer Soleti o Luziette.
Observó sus manos por unos segundos, tragando saliva en seco.
—Tengo una idea, pero necesito saber si Andrea sigue con vida —habló Creni con la mayor calma posible.
Lania le miró de reojo.
—N-No sabemos nada.
Creni, con un suspiro nervioso, juntó sus manos.
—Qué remedio. Lania, quiero que te quedes a mi lado y trates de llamar la atención a Zarik.
—¿Q-Qué quieres hacer? —preguntó Lania, frunciendo el ceño, viendo como Creni separaba sus manos, apareciendo tres líneas moradas
—Solo protégeme —pidió Creni, para luego soltar todo el aire de golpe—. Regla Número dos. Drei Zeilen.
Cuando las líneas de Creni empezaron a brillar con más fuerza, todas estas se dirigieron hacia las cabezas de las anomalías, apareciendo un triángulo encima suyo como si simulara ser el halo de un ángel. Creni, sonriendo atemorizado, miró de reojo a Lania.
—Es descabellado, pero, ¿qué mejor que intentarlo? —preguntó Creni, mientras mantenía su posición con las palmas de sus manos abiertas y los brazos extendidos—. Protégeme, y si Andrea no regresa, entonces despídete de tu hermano.
Lania se quedó atónita, tragando en seco sin saber bien como reaccionar. Quiso decir algo, pero Zarik apareció con su espada látigo para protegerla de las anomalías. Esto hizo que cayera en angustia, mirando a su hermano quien se cubría con su brazo izquierdo, detestando la luz que Creni y Lania generaban. Aquello le quemaba, y eso era algo que Lania sabía.
—Ve-vete de aquí Zarik.
—¿Y dejar que esta posible salvación falle? No, lucharé con vosotros, lucharé contigo.
Lágrimas cayeron ante sus palabras, viendo como los defendía con todo a pesar de salir herido. Lania, con el corazón encogido y destrozado, negó con su cabeza para ayudar a su hermano para proteger a Creni, aunque no le quitaba ojo, al igual que la oscuridad donde estaba Mikuro y Andrea encerradas.
—Decirme que estáis bien. Por favor...
Se quedaba atenta a sus movimientos en medio de la realidad tan inusual. Observaba cada paso que daba junto a su sonrisa tranquila, poniendo las manos en su espalda y mirándola con detenimiento..
—¿Sabes lo que has hecho? —preguntó la mujer—. ¿Sabes qué palabras dijiste en medio de ese desastre?
Andrea frunció el ceño.
—Te refieres a cuando renuncie a mi humanidad, ¿no?
La contraria afirmó en silencio.
—Hay miles de casos que me he podido encontrar en las galaxias que he visitado —aseguró con una sonrisa tranquila—. Todos y cada uno de ellos brillan con sus capacidades y excentricidades, pero tú eres un caso tan inusual, podrían incluso decirte inmadura y estúpida por tus acciones.
—Qué bien... —murmuró Andrea rodeando sus ojos a otro lado.
—Igual, no voy a juzgarte por eso. Después de todo yo hice lo mismo para proteger a los míos y acabé siendo lo que soy, un recipiente.
—¿U-Un recipiente? —repitió Andrea, dando unos pocos pasos hacia atrás.
La mujer soltó una leve risa.
—Aun te quedan miles de misterios y verdades por saber, al igual que nosotros, por desgracia —continuó hablando—, pero eso es algo que irás conociendo con el tiempo. Ahora lo que me importa a mi es saber tu alma, tus intenciones. Saber que tú eres capaz de contener el caos en tu interior.
La seriedad había regresado en su rostro, haciéndola alguien tenebrosa junto el humo oscuro que iba apareciendo a su alrededor. El pánico inundo a Andrea. No, era peor, era como si por un momento dejara de sentir su cuerpo, como si se desligara por completo, y todo por la presencia enfrente suya.
—Kamico también tuvo esta situación tan incómoda —aseguró, viéndose como sus vestimentas se volvían más oscuras a la vez que las vendas de su ojo derecho iban desapareciendo—, pero le di una oportunidad porque lo que me dejó con varias dudas. Quiero confirmar lo mismo contigo, y más con las dos anomalías a tu lado.
El arma que tenía a sus espaldas se volvió en una guadaña, dejando el mensaje claro para Andrea. Nunca sintió tanto pánico en ese instante, comprendió por fin la ansiedad y terror que tenía Kamico por tal hecho, como enfrente suya se encontraba aquella que juzgaba, pero ¿por qué? ¿Acaso había muerto?
—¡Eh! ¡No! ¡No me hagas esto! —chilló desesperada—. ¡No puedo morir!
No obtuvo una respuesta, tampoco hizo falta cuando vio sujetar su guadaña, moviéndola con ligereza para acercarse. Quiso huir, pero no pudo cuando el filo de la guadaña apuntó su alma, escuchando el silencio tan terrorífico.
No supo que hacer. Solo dejó que ese sentimiento que tanto odiaba la inundara y con ello, sus ojos le mostraran su pasado, viendo a la pequeña desde el momento que nació hasta a la actualidad. Vio cada fragmento de su pasado, esos malos y buenos momentos que la hicieron sufrir en silencio, más cuando vio ese específico día que la hizo torturar sin descanso.
Ese cambio que se obligó a sí misma porque no tendría ese perdón.
—Deja de atormentarte, te perdono.
Aunque escuchar el susurro de su hermana en su oído derecho hizo que Andrea sintiera una energía en su alma. Un motivo para moverse y girarse en dirección a la voz. Sombras parecían rodearlas, ¿almas a lo mejor? No lo sabía bien, tampoco comprendía lo que estaba viviendo. Solo quería irse de aquí, pero ¿viva?
—Yo no recuerdo que fueras una perdedora, sino una cabezota,, un poco impulsiva... —murmuró la voz de Kamico mientras rascaba su cabello rubio—.A a veces me eras un poco pesada.
Quiso reír entre lágrimas al escuchar la voz de su amigo, pero no pudo al no poder aun nada. Si bien esa energía iba tomando más fuerza, no podía hacer nada ante la presencia de aquella que aun la observaba y juzgaba en silencio.
La detestaba y a pesar de estar en una clara desventaja, la miró desafiante.
—Me juzgas por todo lo que he hecho . Estoy en algún tipo de juicio, ¿no?
No hubo una respuesta a cambio, solo como de repente, la presencia de Kamico se iba desvaneciendo, para luego ver como Andrina. Sintió incomodidad, aun si su amiga la miraba con una clara angustia reflejada en sus acciones y en sus lágrimas.
—Siempre agradecí haberte conocido y que fuéramos amigas. Siempre fuiste de las pocas que me acompañó y apoyó, aun si apenas nos hablábamos al principio.
Andrea sintió la frustración. Quiso gritar, mover sus manos hacia su cabeza, moverse con desespero y hacer frente a este problema. intentaba hacer algo, pero de poco servía.
Menos cuando vio enfrente suya a Anais. Por extraño que pareciera, su hermana pudo acercarse para agarrar sus manos y con ello poder moverse. Aunque todo su alrededor fuera una realidad paralela donde la oscuridad era presente, vigilando desde diversos ojos neutrales, Andrea no podía evitar llorar cuando vio a su hermana.
No hizo falta las palabras. Sentir como su hermana la abrazaba con todas sus fuerzas provocó que Andrea calmara sus emociones y con ello empezara a respirar. Cerró sus ojos por un momento, para luego abrir el derecho observando con odio a la figura que había en la lejanía.
—¿Qué es lo que quieres? —preguntó Andrea, sabiendo que no obtendría ni una respuesta—. Todos hacen lo mismo, juegan conmigo como si fuera un muñeco, y no lo soporto más.
La respiración lenta de Andrea resonó. Era una que podría dejar helado a cualquiera por la rabia que sentía. Pronto la presencia de su hermana desvaneció y con ello se quedó sola de rodillas hasta que sintió como algo se subía en sus hombros. Dos seres que reconocía.
—Ah, entiendo —murmuró Andrea, levantando su mirada poco a poco—. Las anomalías son seres que sirven a Caos, ¿no?
Sin respuesta, pero era algo que a Andrea le daba igual, solo apretaba sus puños con rabia.
—¿Qué es lo que quieres oír? —preguntó Andrea mientras miraba hacia enfrente—. ¡¿Qué quieres oír de mí?!
Su grito resonó aun habiéndose quebrado. Intentó mirar mejor y por un momento juró ver al mismo que se había burlado. Se puso de pie a duras penas y movió su mano derecha para apuntarle.
—¡Yo se bien en qué bando me encuentro al igual que Solace y Alias! ¿¡Me creéis estúpida?! —chilló, provocando que la sala empezara a destrozarse, saliendo fragmentos de su alrededor—. ¡Lucho por la verdad! ¡Para proteger a aquellos que hacen el bien! ¡Lucho sin importarme el sufrimiento al igual que hacen Solace y Alias! ¡Son parte de mi y eso es algo que no se va a cambiar!
Los gritos de Andrea hicieron que aquella presencia apareciera con cierta discreción, observando todo con interés. Andrea, aun sabiendo quien era, la encontró y la miró con una gran rabia y odio que logró impactar a la contraria.
—Pocos se atreven a mirarme porque saben que hacerlo sería morir.
—A mi me da igual si se bien qué acciones he tomado —aseguró Andrea—. Sí. Cometí fallos, hice locuras, pero no por ello voy a desviarme.
—¿Segu...?
—¡Yo estoy en el bando de la Cordura! —chilló a pleno pulmón—. ¡Me da igual que tenga anomalías de mi lado! ¡Porque se bien que estas se han hartado de todo! ¡Solo quieren descansar al igual que yo lucharé por ello sin importarme la dificultad!
Su rabia contenida hizo que la mirara con una sonrisa oculta en las sombras que generaba, acercándose poco a poco hacia Andrea. Movió su mano derecha, mostrando su mano esquelética para tocar su mentón.
—Soy capaz de ver la muerte de todos los que se me presentan, pero contigo puede haber una excepción como hice con la diosa de la Oscuridad.
Vendas blancas la rodeaban, provocando que Andrea sintiera una gran fuerza repentina. La miró con asombro, viendo como iba desapareciendo sonriendo mientras daba una palmada con sus manos que volvían a ser normales.
—Solo un intento, Andrea. Nada más.
Toda la sala que había creado, desvaneció.
Su vuelta fue un tanto sorpresiva, lo que sentía era como Mikuro la besaba, o, mejor dicho, intentaba darle aire. La vergüenza impactó en Andrea, intentando apartar a Mikuro con sutileza, pero el mínimo gesto hizo que se separara y, al verla viva, llorara de alivio, abrazándola con todas sus fuerzas mientras agradecía al cielo.
—E-Eh. ¿P-P-Por qué hacías el boca a boca? —preguntó Andrea sin saber donde mirar.
—¡Es lo que Solace me recomendó! ¡Eso junto a las compresiones en tu pecho! —explicó Mikuro, apretando el abrazo.
«¿De verdad, Solace?»
«¡Es lo que hacen los humanos! ¡No me recrimines tus acciones tan raras para darle la vida a alguien!», contestó Solace a modo de defensa.
Andrea soltó una leve risa, apoyando su cabeza en el hombro de Mikuro. y correspondiendo el abrazo. Dejó que de desahogara, pero no por mucho tiempo.
—Mikuro —murmuró Andrea, separándose con cuidado del abrazo—. Me temo que aun no ha terminado todo, ¿verdad?
Mikuro negó con su cabeza, tratando de calmar sus lágrimas.
—No, me temo que no.
—Entonces es mejor dejar a un lado ese lamento y luchar, ¿no crees?
Andrea sonrió. No lo sabía, pero Mikuro ahora mismo veía esa llama cobrar vida. La esperanza surgió y afirmó con decisión mientras la oscuridad que las rodeaba iba desapareciendo.
Mikuro no dudó en agarrar su espada mientras sus manos empezaban a mostrar ese hielo intimidante Ambas, levantándose del suelo, se dieron las espaldas para prepararse para la batalla con sus respectivas armas. Andrea sonreía con emoción mientras miraba a su alrededor, encontrándose con varios de los héroes.
Le era admirable como cada uno de ellos luchaba con lo que tenía, demostrando que esas semanas de entrenamiento no fueron en vano. Escuchaba las pulsaciones de su corazón emocionado, viendo de reojo a su hermana menor, quien se giró por un momento para sonreír con un gran alivio.
—¡Andrea!
—¡Sigo aquí dando guerra!
Andrea fue junto a su hermana para ayudarla contra las anomalías que no la dejaban descansar. Juntas fueron de la mano, acabando con todo ser que se atreviera a dañarles.
—¡¿Me he perdido mucho?! —preguntó Andrea con una pequeña risa.
—¡Nos has dado un buen susto! ¡Creíamos que las anomalías te mataron! —respondió Anais.
—¿Morirme yo? —preguntó Andrea, sintiendo un escalofrío, para luego sonreír confiada—. Tendrán que hacer mucho más que eso.
En medio de la pelea, Andrea se dio cuenta de cómo Creni se quejaba de dolor, susurrando palabras que no podía comprender. Se giró, viendo como sus manos brillaban en negro a la vez que la sangre caía de sus brazos y su ojo derecho.
No dudó en ir hacia él para ayudarle, pero al acercarse, Crenisintió una gran emoción a la vez que esperanza.
—¡Lania! ¡Cambio de planes! —chilló Creni.
—¿¡Eh?! ¿¡A qué te refieres?!
Con una fuerza inexplicable, Creni se levantó del suelo para apuntar con sus manos a Andrea con una sonrisa llena de esperanza. Andrea, frenando sus pasos, vio como Creni le apuntaba con la energía oscura.
—¡Te dieron una oportunidad, ¿no?! —preguntó Creni, viéndose como a su alrededor varios símbolos escritos en otro idioma aparecían—. ¡Entonces aprovéchalo! ¡Demuestra que si eres devota a l Cordura!
Y ante sus palabras, las tres líneas que tenían las anomalías encima de su cabeza, serían destrozadas, escuchándose como miles de cristales sonaban al unísono. A su vez, Creni sintió un repentino dolor en sus brazos, sintiendo ese dolor que le hizo chillar, pero no detenerse.
—¡Regla Número cinco! —pronunció Creni con decisión—. ¡Tres lunas!
El hechizo había sido pronunciado en un idioma que todos entendieron, viéndose como la energía que había robado Creni de las anomalías, se transformaba en tres lunas completas que se dirigieron hacia Andrea. Impactaron en su cabeza, dejando un dolor muchísimo peor que las migrañas, cubriendo su cabeza mientras empezaba a chillar y escupía sangre de su boca.
—¡Andrea! ¡Tolera toda esta energía de las anomalías! ¡Eres nuestra esperanza!
Aquello fue algo que dejó a todos angustiados, en especial Anais quien estaba cerca de su hermana, viendo como sus brazos se volvían negros a la vez que el viento que generaba a su alrededor empezaba a ser potente, como si deseara crear un tornado. Rayos rodeaban a Andrea al igual que fuego, escuchando el grito desgarrador de la propia.
Aquel espectáculo de luces y destrucción no pasó nada desapercibido. En medio del campo donde los poderes de Andrea salían en todo su esplendor, las anomalías decidieron ir a por ella para evitar que fuera a peor.
Pero fue demasiado tarde cuando tres lunas fueron rodeando a Andrea y con ello, verse envuelta en un poder que logró tolerar a pesar de estar herida en diversas partes de su cuerpo, en especial su ojo derecho que no paraba de sangrar.
—Creni... estás loquísimo —murmuró Andrea, sonriendo mientras miraba con su ojo izquierdo.
Aunque no le parecía importar mucho, menos cuando su presencia parecía ser la de un dragón combinado por sus poderes. Viento, fuego y electricidad, mostrando la furia que la propia tenía en ese animal místico.
—¡Ahora si vais a ver lo rota que estoy!
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