Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 3: Asuntos sin resolver.

El nombre de Mikuro Kurai era uno de los más importantes dentro del antiguo grupo de héroes. La Mujer de Hielo, era uno de los nombres que más resonaba en el mercado, no solo por sus poderes, sino que también por su actitud.

Aunque ahora verla ahí en ese cuerpo fantasmal hacía que Lania y Zarik se miraran sin entender cómo era posible que pudiera seguir con vida si supuestamente había sido asesinada.

Tenían muchísimas dudas sobre lo ocurrido ese día. Solo había rumores y el único que fue testigo de tal desastre fue Creni, quien por desgracia también desapareció. Muchos decían que ambos habían hecho frente a una anomalía de categoría especial, la cual no estaba sola.

Por ahora solo eran rumores y no podían confirmar nada, ni siquiera la propia Mikuro por culpa de las normas. Podían confirmar que su alma había salido del código, pero ¿cómo había revivido y quien fue su salvadora?

—He intentado anotarlo todo en una pequeña libreta —explicó Mikuro, enseñándola—, y por suerte no lo he olvidado. Podemos concluir que no pierdo toda la memoria, solo una parte y que puedo ir recuperándola poco a poco.

—Saber que solo es una pérdida de memoria temporal es algo que nos alivia mucho, lo que no entiendo es el motivo por el que lo han hecho —comentó Zarik, poniendo la mano en su barbilla.

—Yo creo que han estado probando la opción —supuso Lania—. Ten en cuenta que crear una norma requiere mucha energía por parte de alguien que sea puro, o sea, que no tenga ninguna mezcla con otros poderes o razas.

—¿Y cómo la han creado? Que yo sepa las anomalías son impuras —recordó Mikuro.

—Hay... ciertos rumores que no tengo muy claro si son viables. Son mitos e historias que provienen de la Galaxia E —respondió Lania.

—¿Qué rumores? —preguntó Mikuro.

—Dicen que las anomalías y los virus provenían de una raza que se extinguió, pero que renacieron en esta forma que los conoces. Son errores, seres que pueden aparecen ante el incumplimiento de las normas o fallos que hay en los planetas o universos.

—No tenía constancia de esa información —murmuró Mikuro.

Zarik alzó la ceja.

—Nos dijiste que eras de la Galaxia M —recordó Zarik, cruzando sus brazos—, y dicen que ahí hay rumores de que las anomalías y los virus lo invadieron casi todo, ¿de verdad no sabes nada al respecto?

—N- No recuerdo nada, Zarik...

Zarik soltó un largo suspiro, negando con su cabeza.

—¿Qué recuerdas entonces?

—Uhm... Antes de mi muerte, me acuerdo que vi a un ser, pero no se asemejaba a una anomalía, era distinto, como un ser hecho de oscuridad —respondió Mikuro, poniendo su mano izquierda en su barbilla.

—¿Cómo de distinto? —preguntó Zarik, mirándola con atención.

—Mi contrincante tenía ropa y las anomalías de normal no la tienen, es más, las anomalías tienen aspecto humanoide con una piel líquida, como si se deshiciera sin parar, en este caso, la mujer con quien me enfrenté tenía una forma definida, ¿entiendes?

Lania puso su mano en su barbilla.

—Dicen que hay anomalías que pueden tener una categoría especial y por ello pueden poseer ropa, aunque luego estas pasan a ser virus —recordó Lania.

Anais miró por un momento a su hermana, viendo como fruncía el ceño.

—¿Entiendes algo? —preguntó Anais en un susurro muy suave que solo Andrea pudo escuchar.

La mayor negó con su cabeza, provocando que Anais suspirara. Tras un silencio, Andrea respiró hondo.

—Oye, no es por mal, pero, ¿de qué estáis hablando? —preguntó Andrea cuidado alguno de su tono.

Mikuro frunció el ceño.

—Sois de la Galaxia E, ¿no sabéis de lo que estamos hablando? —preguntó Mikuro.

—No, no entiendo ni una mierda, ¿qué es eso de galaxias, anomalías y virus? —preguntó Andrea.

—¿Es una broma? —preguntó Mikuro de nuevo, arqueando la ceja.

—¡L-Lo que pasa...! —intervino Lania con cierto nerviosismo—. Es que Andrea y Anais nacieron en este planeta, sus padres eran de la Galaxia E y no les dijeron nada sobre el exterior porque no querían arriesgarle a ningún peligro hasta ahora que... ocurrió la desgracia en el mercado.

—Ah, ya entiendo —murmuró Mikuro, sin dejar de mirar a las dos hermanas—. Pues explicarles todo desde el principio va a ser un poco tedioso, ¿por qué no les enseñaron las bases? Destello, planeta desecho, anomalías, virus...

—Fue decisión de sus padres, pero estamos explicándoselo todo como mejor podemos —respondió Lania, notándose aun los nervios en su cuerpo.

—Ya... —Mikuro se quedó en silencio mirando a Lania, pero negó con su cabeza y miró a las hermanas—. Al menos han sido testigos de la desgracia, aunque... Ah, da igual. Andrea, Anais, me temo que estáis envueltas en una situación un tanto complicada, este planeta está en peligro, más si no existen los héroes.

—En verdad teníamos pensado en buscar nuevos héroes además de buscar a los antiguos —explicó Zarik.

—¿Eso es posible? —preguntó Mikuro.

—Con las anomalías debilitadas, es algo que tenemos que aprovechar.

Que dijeran aquellas palabras hizo que Andrea y Anais arquearan la ceja, pero poco tardaron en recibir la explicación que necesitaban, empezando con las bases.

El planeta en el que estaban era un planeta desecho, un lugar desprotegido donde no se podían usar poderes porque eso generaban anomalías. Con el tiempo, el planeta se transformó en un código, lo que sería un planeta protegido. Eso eran siempre buenas noticias porque evitaba que hubiera ataques del exterior aparte de que el escudo que generaba el código era tan brillante que podía acabar con la vida de las anomalías recién creadas, o sea, a las más débiles a la luz.

—Y los documentos se creaban a la par con el código, ¿no? —trató de recordar Anais.

—Sí, y que lo tengan las anomalías es un gran problema porque tienen toda la información del planeta y pueden modificarlo como quieren... siempre y cuando tengan energía —respondió Zarik.

—Entiendo —respondió Anais, mientras que Andrea la miraba de reojo con la ceja alzada.

—Genial, menos mal que no les tomó horas —susurró Mikuro para luego mirar a Zarik y Lania—. Bien, ¿y qué ideas tenéis para formar de nuevo al grupo de héroes?

—Para empezar, no tendremos ese impedimento de usar nuestros poderes —explicó Lania con decisión—. Segundo, sabemos algunos detalles, como que Creni no desapareció de este planeta, sino que está encerrado en un sitio donde está cambiando de cuerpo.

—Buscarle va a ser un problema —añadió Zarik con cierto desagrado.

—Luego está la hija de los Kae —continuó Lania.

—Ay no, esa familia loca —se quejó Mikuro en un suspiro largo.

—Sabes que sus rituales eran obligatorios para conseguir sus poderes y controlarlos, sino acababan en un estado de maldad descontrolada, como un tipo de bestia sin control —recordó Lania a Mikuro.

—¿Y ellos, Kano y Kimi, murieron? —preguntó Mikuro.

—Por desgracia sí, solo esta Yue con vida —respondió Lania, provocando que Mikuro sintiera una gran tensión—. Fuimos a su hogar y estaba todo lleno de trampas. Al parecer sabe lo ocurrido y se ha vuelto muy agresiva aparte de paranoica. Es necesario hablar con Yue porque es la única que no realizó el ritual, eso y porque tiene la capacidad nata de detectar las anomalías desde distintos lugares.

—Por todas las cumbres gélidas —susurró Mikuro. Esto hizo que Andrea frunciera el ceño—. ¿Y qué pasó con la prima odiada de los Kae?

—Creemos que ha muerto —respondió Zarik, viendo como Mikuro se ponía más tensa—, pero aun así no hay de que preocuparse, nosotros tenemos los pergaminos de la familia, fue algo que los Kae nos dejaron por si algo grave ocurría. En ese sentido fueron previsores.

—Está bien, ¿y Agnis? —preguntó Mikuro.

El silencio en ese momento fue algo que puso tensa a Mikuro, mirando hacia Zarik quien había soltado un largo suspiro.

—Murió en la batalla —respondió Zarik con sinceridad.

—Por todas las cumbres, no me lo puedo creer —susurró Mikuro, poniendo su mano derecha en su frente—. Para los Noilens les debió doler demasiado su pérdida. Él fue quien tuvo la dea de gran el mercado y con ello mejorar Tron-Axt.

—Tratamos de asistir al funeral, pero su mujer no nos lo permitió. En sí... desde lo ocurrido algunos de los Noilens nos han mirado mal, aunque por suerte ese estigma está desapareciendo al saber que, sin ayuda de otros, no podrán resistir —explicó Lania con angustia.

—Entiendo —murmuró Mikuro mirando hacia el suelo con los brazos cruzandos.

—De igual forma, no todo está perdido. Aún nos queda la hija de los herreros, Roxy —continuó Zarik.

—Pero ella no sabía luchar, solo creaba armas para que el negocio de su familia prosperara —dijo Mikuro, mirando a Zarik con cierta confusión.

—Tuvimos contacto con ella, sabes que estaba bastante a su lado porque me ayudaba a mejorar mi arma o restaurarla con sus poderes —explicó Zarik—, pero creo que, desde la última vez, tuvo problemas con su familia...

Andrea y Anais se miraron mutuamente. ¿Tanto había ocurrido y no se acordaban de nada?

—¿Y ellas dos? —preguntó Mikuro, mirándolas una vez más.

—Las encontramos en el mercado, al parecer iban a visitar a sus padres y les pilló en medio del desastre, lo bueno es que salieron sin apenas heridas. Parece ser que Andrea supo proteger bien a su hermana a la vez que esconderse —respondió Lania.

Una sensación de orgullo y calma inundó a Andrea. Saber que aun en medio del caos tuvo el valor de proteger a su hermana y esconderse a pesar de no dominar bien sus poderes, le dejaba el mensaje claro de que aun podía hacer algo con sus puños.

—¿Y sus padres? —preguntó Mikuro.

—Murieron —respondió Lania sin rodeos.

—Ya. No. Digo, ¿de qué trabajaban?

—Venta de alimentos y ropas, no eran destacados —respondió Zarik con rapidez, desviando su mirada a otro lado.

—¿De verdad? —preguntó Mikuro frunciendo el ceño.

—Ah sí, mi padre tenía varias tierras donde plantaba todo tipo de hortalizas, ahí luego se ponía a venderlas en el mercado, no era muy destacado, pero tenía a sus compañeros de siempre donde se ponía a conversar con ellos —recordó Andrea vagamente—. En cuanto a mi madre se dedicaba a la costura y era modista.

—Sí, de hecho, la camisa que tengo puesta está hecha por mi madre —añadió Anais con una sonrisa amable.

Mikuro las miró de reojo por unos segundos, analizándolas bien.

—Ya... Se encontraban juntos en la zona norte del Mercado Xert. ¿Sabes? En su momento solía pasear mucho por esas calles, me sorprende no haberlos visto —murmuró Mikuro.

—Puede que a lo mejor no te acuerdes —supuso Andrea.

—Puede...

Lania, poniéndose en medio de ambas con cierta discreción, las miró con una sonrisa.

—El asunto es que ahora mismo nos interesa buscar un grupo de héroes nuevo, que sean capaces y conscientes...

—Que no sean unos inútiles —interrumpió Zarik a su hermana.

—Sí. Eh... El asunto es que contamos con que Andrea y Anais nos puedan ayudar —continuó Lania.

—¿Nosotras? —preguntaron ambas a la vez.

—Sí, ambas podréis servirnos de ayuda para encontrar candidatos y también ser parte del grupo de héroes —respondió Lania.

La emoción de Andrea subía hacia las nubes, apretaba sus puños con fuerza al saber que iba a ser útil, pero a la vez la preocupación la inundaba porque era meter en un gran peligro a Anais quien aún no había demostrado ninguna capacidad destacable.

—Asistiréis a clases mientras conocéis a los demás, confío en vuestro criterio —explicó Lania.

—¿Puedo preguntar que poderes poseen? —preguntó Mikuro.

Lania y Zarik se miraron de reojo con angustia.

—S-Si bien son como nosotros, tienen dones un poco más especiales que al parecer sus padres le enseñaron más o menos —respondió Lania algo nerviosa—. Andrea parece controlar el fuego...

—¡Y la electricidad! Hoy pude verlo en la pelea que tuve contra ese chico —añadió Andrea.

—Ya. ¿Y Anais? —preguntó Mikuro de nuevo.

—N-No hemos visto nada aún, pero confiamos en que pronto lo hará —respondió Lania.

La mirada de Mikuro ponía tensa a Lania, aunque pronto terminó cuando Zarik se puso en medio. Mikuro no dijo nada más que suspirar y mirar a las hermanas

—Creo que podré ayudar a Andrea con mi poder del hielo y... la electricidad —sugirió Mikuro.

—Tú no dominabas la electricidad, sino la oscuridad y el hielo —recordó Zarik.

—Lo sé, pero como ves, este cuerpo tiene sus pequeñas y grandes modificaciones —explicó para luego suspirar y mover su mano derecha en un leve gesto—. Si bien conservo el dominio del hielo, también poseo el de la electricidad, más si me han dado esta... arma...

No lo decía con mucho orgullo al ver partículas de electricidad adentrándose hacia su mano hasta formar unas grandes tijeras que estaban cerradas. De un color amarillo chillón, Mikuro lo mostraba hacia los demás, dejando asombrados a todos, en especial a Andrea.

—Tú tenías un látigo de hielo, no unas tijeras —recordó Zarik.

—Lo sé, Zarik, pero con este cambio debo acostumbrarme a lo que tengo y por ello creo que entrenar con Andrea puede venirme bien, ya que ambas estaríamos practicando un nuevo poder que desconocemos —explicó Mikuro.

Andrea abría la boca con emoción, y si pudiera, estaría dando saltos al saber que iba a pelear de verdad.

—Podemos considerar esa idea, pero hay que ir con cuidado, ambas son inexpertas, desconocen todo y meterlas en este mundo no será fácil —advirtió Lania.

—¿Sabes? Ahora que lo pienso, ¿no es raro que no sepan nada cuando van a clases? ¿De verdad no son conscientes y explican un poco lo que hay ahí fuera? —preguntó Mikuro.

—Eh... la verdad es que no te sabría decir, es algo que el propio centro está...

—Recién están con ello —interrumpió Andrea a Lania—, han dicho que no le dieron mucha importancia hasta ahora, pero que se pondrían en serio.

Mikuro, quien ya habría guardado su espada de diseño peculiar, cruzó sus brazos con el ceño fruncido.

—Menuda decepción, pero está bien, me temo que con vosotras y con varios del centro habrá que tener paciencia, explicarlo todo bien y enseñarles —supuso Mikuro.

—De hecho, mañana iban a evaluarnos sobre nuestras capacidades y poderes —recordó Andrea.

Anais miró a su hermana con los ojos entrecerrados.

—Estabas durmiendo cuando dijeron eso —recordó Anais.

—¿Dormir? Cerrar los ojos y descansar no es dormir, parece que no me conoces, hermanita —contestó Andrea con una risa suave.

—¿Entonces todas las veces que te echabas la siesta estabas escuchando? —preguntó Anais.

—Estoy atenta a todo, aunque no lo parezca, y sí, es irritante que tú y mi madre hablarais cuando dormía en el sofá, no como mi padre que entendía el placer de dormir bien, ya ni te digo dormir en el campo lleno de hierba, menudo lujo —respondió Andrea con cierta nostalgia.

—Te manchas de tierra... y hay insectos —contestó Anais.

—Boh, si te tienes que asustar por un poco de tierra y por unos bichos, vamos buenos.

Los demás prestaban atención a su conversación, en especial Mikuro porque le parecía muy curioso que Andrea hablara como estuviera casi cantando.

—Por ahora es mejor que descanséis, creo que os ha sido un día un poco largo —sugirió Lania.

Ninguna puso ni una sola queja y se fueron a sus correspondientes habitaciones.

Cuando abrió su puerta, soltó una pequeña risa al ver sus sábanas desorganizadas junto algunos libros y libretas mal colocados. Bostezó mientras retiraba sus deportivas para tirarse a la cama, intentando tomar el sueño. Iba a echarse una siesta, pero no iba a ser fácil con las preocupaciones que inundaban su mente, más cuando su hermana le había dicho en un suave susurro que tenía un mal presentimiento.

—Non vou a poder dormir... —No voy a poder dormir, se dijo mientras se sentaba en la cama, mirando los colores blancos de su habitación.

Se levantó y fue a la habitación de su hermana. Al llegar, tocó la puerta con una melodía precisa. Anais, identificando de inmediato quien era, abrió la puerta y dejó entrar a su hermana.

—Esos golpes lo hacía nuestro abuelo cuando llamaba a la puerta —recordó Anais.

—Ya sabes que tengo manías de mi padre y mi abuelo, en ese aspecto soy un poco viejuna —contestó Andrea, mirando la habitación de su hermana.

El contraste era notorio porque todo estaba bien organizado. Con los mismos muebles, pudo ver que la cama estaba recién hecha, que los libros, libretas e incluso bolígrafos de su escritorio estaban organizados de mayor a menor altura y con la correspondiente escala de colores.

—A ver, ¿qué pasa? Porque susurrarme eso antes de irme a dormir no es buena idea —pidió Andrea.

—Estoy preocupada, ¿no es raro que no podamos identificar la mitad de sus palabras o que digan ciertas cosas que... no tienen sentido? —preguntó Anais.

—Te estás rayando.

—Pero si estabas igual de preocupada, tus caras lo decían todo Andrea, no entendías nada —contestó Anais.

—Sí, pero pensaba en otra forma de saber que estaba ocurriendo, intentar descubrirlo por nosotras mismas, ya sabes que sospecho que nuestros padres murieran... ¿Por qué no nos muestran donde están enterrados entonces? —preguntó Andrea.

—Y ya no solo eso, dime que no soy la única que cuando veo a Mikuro o a ciertos seres... Como que una parte de mi dice que es normal, pero la otra se pone nerviosa porque sabe que no lo es —añadió Anais.

—¡Sí! Justo me pasó eso con Mikuro o con la enfermera. Es rarísimo, como que una parte de mi dice, "mira Andrea, es lo que hay", pero la otra se pone tensa porque sabe que no es normal —explicó Andrea, moviendo sus manos mientras hablaba.

Anais miró a donde estaba la ventana de su habitación.

—Lo que vivimos en el mercado nos dejó a ambas con un grave trauma en nuestra cabeza, Andrea —susurró Anais, preocupada—. Ambas tenemos que luchar con eso, saber que está pasando, y para ello tenía pensado en ir a la biblioteca mañana, sé que hay muchísima información ahí y podré saber algo más de lo que nos dicen.

—Me parece correcto, aparte eres más eficaz buscando información que yo. De mientras, intentaré cumplir con esa misión que nos pusieron Zarik y Lania.

—Nuestros... tíos —murmuró Anais con voz dudosa para luego soltar un largo suspiro—. Aun así, estoy preocupada, dicen que tenemos capacidades... Las tendrás tú, porque yo no he visto nada más allá de tener una vista muy desarrollada.

—¿Y eso no es bueno? Serías como un tipo de vigilante, podrías estar avisándonos desde distintos puntos los peligros que puede haber a nuestro alrededor —supuso Andrea con una mano en su barbilla.

—Sí, pero ¿solo eso? No soy tan útil como tú, Andrea, tienes el dominio del fuego de tu lado, también la electricidad y a lo mejor algo más.

—Puede que tú también lo tengas, en ese sentido no te debes rendir, confía en ti misma, yo lo hago y sé que tendrás algún don similar al mío —contestó Andrea con una sonrisa confiada.

—¿De verdad?

—¡Claro, oh! Mira, yo tengo el oído desarrollado, tú la vista, ¿no crees que, si yo tengo un poder, podrías tenerlo tú también?

Anais miraba a su hermana mayor, quien sonriente, la abrazaba de un lado.

—Puede ser que aún no lo descubrí porque no me metí en conflictos o no hice ninguna prueba al respecto —supuso Anais en un susurro.

—¡Claro! Mañana en las pruebas podremos ver bien que tienes oculto, mientras tanto no rayes, descansa bien y con ello podremos iniciar las clases sin temor alguno —contestó confiada.

—A veces me pregunto cómo lo haces para no agobiarte.

Bajo esa sonrisa relajada de Andrea en verdad habría un puñal clavado en su pecho.

«Mejor no te digo lo que pienso, hermana».

—Fluyo como el agua, ¿sabes? Como esa película, se agua amigo mío —respondió Andrea mientras hacía gestos con sus manos.

Anais soltó una leve risa.

—Eres de lo que no hay —contestó Anais una pequeña sonrisa.

—Pero al menos te hice sonreír y eso me es suficiente —respondió Andrea. Tras eso, estiró un poco sus brazos y miró hacia la ventana—. En fin, yo me iré a echar una siesta. Capaz si voy con discreción puedo salir de casa y me duermo en los campos de hierba que hay ahí. Que mal que no tenga mi sombrero de campo, era mi favorito.

—A lo mejor está en nuestra casa, si eso le podemos pedir a Zarik y Lania que nos lleven y recogemos los últimos objetos —sugirió Anais.

—Ya sabes como se ponen ellos con eso. Nos lo prohíben... Por no decir que apenas nos dejan salir de casa más que en ocasiones justas —recordó Andrea.

Anais soltó un largo suspiro.

—En estos días tenemos mucho por ver —murmuró Anais, mirándola con total seriedad—. Cuento con tu ayuda.

—Sabes que en lo que sea te ayudaré —contestó, guiñándole el cojo con una sonrisa confiada.

En lo que quedaba de día, Andrea intentó salir de casa, pero Zarik la habría pillado a tiempo y le habría prohibido salir. Irritada, aceptó y se fue a su habitación, siendo vigilada por Anais.

Ambas sabían que algo raro estaba ocurriendo, pero pronto sabrían por qué mientras hacían su nueva vida.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro