👽 LA CAUSA
En otro lugar, al extremo contrario de la ciudad donde se encuentran esos tres alienígenas, una joven morena se halla en una fiesta, dentro de un departamento pequeño, en un edificio color rojo de una unidad habitacional.
La joven tiene unos treinta y tantos años de edad, complexión mediana, de un metro sesenta de estatura y rostro ovalado. Tez morena, o color canela. Posee unos bellos ojos grandes negros, con mirada fascinante. Cabello castaño oscuro en un corte bob, una mujer que representa bien los rasgos latinos de su origen. No posee una belleza descomunal, por si llegaron a pensarlo; más bien, es una mujer común, como cualquiera que puedes ver en las calles de tu ciudad. Una mujer sin producción, y con algo de sobrepeso que marca el inicio de tejido graso en su abdomen.
La mujer no se ve muy animada, pues antes de ir a ese lugar, advirtió a su pareja de que no se sentía muy bien de salud. La cabeza le duele al punto de no soportar la luz. La garganta ya no la aguanta, su nariz está muy irritada causando que al aspirar oxígeno le duela.
Ella se mantiene sentada en un sofá, mirando los desfiguros de los amigos alcoholizados de su esposo, al mismo esposo platicando con otros amigos. Cuando éste la ve no muy animada, entonces se acerca a ella.
-¡Ven! -exclama junto con un ademán de cabeza-, únete al desmadre, quita esa cara de pocos amigos.
-No puedo cambiar mi cara, me siento mal, ¿qué tal si nos vamos ya? -ella le pide en tono desanimado, la mujer se ve mal.
-¡Ash! -exclama molesto el esposo rodando los ojos-, siempre me haces lo mismo. Deja me acabo esta cerveza, me echo una más, y nos vamos ¿va?.
El esposo de la joven se aleja de nuevo, dejándola sentada en la soledad de un rincón, sigue su platica con sus amigos como si no hubiese pasado nada. Entonces ella lo mira a la lejanía, observa si cumplirá con lo que dijo, pero se da cuenta de que no es así.
Él se ha terminado esas dos cervezas y va por una tercera al refrigerador. No le presta atención a su esposa como ha prometido, lo cual causa que la mujer se levante de su lugar, tome sus cosas, se ponga la chamarra dispuesta a ir a la puerta de salida. Su esposo al verla, va tras ella hasta tomarla del brazo.
-¿A dónde vas? -le aprieta bruscamente lastimándola.
-¿Cómo que a dónde? - responde con otra pregunta al ver que él no ha cumplido con su palabra-, me voy a la casa. Te he dicho que me siento mal y no te importa, -le recrimina-. Es más tu deseo por ponerte en estado alcohólico, que me ignoras, -le hace ver su error-. ¿Te quieres quedar aquí? ¡Quédate!, me voy sola. -El malestar físico la agobia.
-Dame un par de minutos, para decirle a Marco que te deje dormir en su cuarto. Si te sientes mal, puedes dormir ahí-. Ella necesita la paz y tranquilidad de su hogar, pero él no entiende la situación, no sabe como ella se siente.
-¡No! -la morena se opone a la idea-. No quiero quedarme aquí. Me duele la cabeza, no soporto el ruido, en verdad me siento muy mal. -Suelta bruscamente su brazo del agarre de su esposo-. Ya te aguanté cinco horas de fiesta, ¡ahora entiéndeme tú a mi! -grita desesperada, pero eso no le gusta al esposo de la morena.
-¡Bueno ya, vámonos! -la mira de mala gana, comienza a despedirse de todos en la fiesta con la promesa de regresar.
La pareja sale del departamento, bajan las escaleras sin dirigirse la palabra. Caminan por el andador hasta llegar a la reja de salida de la unidad, como si fueran dos completos extraños.
Cuando ya andan por la calle, en ocasiones pasan automóviles circulando, causando que los conductores giren el rostro para mirarlos como acción reflejo. Uno de esos, un Mini Cooper rojo que viene de frente, baja la velocidad a unos metros, haciendo pensar a la pareja que algo no anda bien. El hombre toma a su mujer de la mano fuertemente sin dejar de mirar el vehículo rojo. Se da cuenta que el conductor del mini cooper se ha quedado mirándolos penetrantemente, haciendo que el esposo de la mujer se prepare para lo peor. Sin embargo, el vehículo se detiene abruptamente, y el conductor se pone a hablar por celular; esta acción hace que la pareja se relaje y siga su camino.
Al llegar a la tercera cuadra, el esposo por fin le dirige la palabra a ella.
-Te llevo a la casa, yo me regreso a la fiesta. -No le pregunta, mas bien le avisa sobre sus planes a su esposa.
-¿Me vas a dejar sola? ¿Y si me pongo peor? -ella lo mira molesta.
-Querías que te llevara a la casa ¿no?, ya te voy a llevar a la casa, yo me regreso a pistear un rato. -Ambos paran su andar, se miran. Cuando ella ve que es tiempo perdido reclamar, sigue su camino con pasos rápidos.
Al llegar a su departamento, que no está lejos de la fiesta, suben hasta el segundo piso por las escaleras. Ella abre la puerta, le indica a su marido que entre para que puedan hablar y arreglar la situación. Él la mira, no entra, haciendo que comience un juego de miradas.
-Sabes como me pongo cuando me enfermo -le habla tan tranquila como la enfermedad se lo permite- a ti te vale madres, es más importante ir a emborracharte, -reclama un poco enérgica-. No obstante con esto, yo sé que vas a llegar hasta mañana por la mañana, duermes un rato y al despertar, te la vas a seguir. Si llegas a encontrarte a uno de tus amigos no sé hasta cuando pares de tomar. -Ella deja ver su sentir.
-¿¡Bueno que quieres!? -el esposo no piensa claro-. Querías irte, ya te traje -él ya está furioso como si ella lo hubiera agredido-, pero no por eso me vas a arruinar la noche. -A partir de este momento comienzan una pelea verbal.
-¿Por qué eres así? -ella desea una explicación, pues no entiende que ha hecho mal. -¡Sabes muy bien que cuando ando perfectamente de salud voy a donde tú quieras, el tiempo que quieras! -reclama la chica.
-¡Ah! ¿Si? ¿Desde cuándo? -la mira serio, como si ella no fuera nada suyo-. ¿Desde hace cinco meses cuando te diste cuenta que otras personas si comparten las misma cosas que yo?¿cuándo te diste cuenta que ellas quieren quedar bien conmigo y hacerme sentir que les importo? -la hace sentir que ella es la culpable de todo-, tú llevas diez años conmigo, ¡diez años! Nunca quisiste salir a echar relajo, eres tan... -se exaspera el hombre-, ¡aburrida! -si, el alcohol le ha hecho estúpido
-¡Idiota! -exclama en un deseo por sacar su coraje la mujer-. Desde que me conociste así he sido, así te gusté, así decidiste quedarte conmigo -ahora ella en verdad no entiende a ese hombre-. No me gustan las fiestas, no le encuentro chiste alguno a alcoholizarme, a hacer desfiguros, o ver las pendejadas que hacen los demás-, ¿ella está mal en pensar eso? -sin embargo, sé que a ti si te gusta y nunca te prohibí ir a tus fiestas por que confiaba en ti, ¿y ahora me sales con esto?¿Por que yo debo de estar complaciéndote a ti en lo que te agrada hacer y tú a mi no? -ella no aguanta el dolor interior cuando su esposo ya le ha dado a entender que ha hecho cosas a sus espaldas.
-Necesitaba a alguien que compartiera conmigo esos desfiguros -la mira con desprecio-, nunca quisiste hacerlo, así que preferí a mis amigas; ellas si son a toda madre. -La mujer no puede creer la desfachatez y cinismo del hombre-. No como tú, amargada. -Aquí es cuando se escucha un golpe, ella ha abofeteado a ese estúpido hombre
El esposo está furioso, el estado alcohólico no le ayuda a aclarar ideas; mucho menos a ver el peso de lo que ha dicho. Así que como acto reflejo, él le agrede a ella con una cachetada llena de furia, haciendo que la mujer gire el rostro por la fuerza.
-¡Maldito idiota! -es la palabrota más insultante que puede salirle de sus labios-. Por eso mismo es que nunca quise aceptar tu propuesta de casarnos. -Ella lo mira con odio profundo.
-¡No! -grita indignado el hombre-, no me digas que fui yo, tú nunca quisiste estar conmigo, y pareciera que siempre estuviste esperando a alguien más. -Se sube el tono de voz.
-¡Qué infeliz eres! ¡Te odio! ¡Juro que te odio! -ella no es tanto de insultar, pero trata de sacar su coraje.
-¡Pues vete! ¡lárgate a donde creas puedas estar mejor! ¿y sabes una cosa? -el hombre está a punto de arruinar las cosas mucho más-. Si, si te engañe mientras estábamos juntos -lo dice sin pena alguna- no salía con mis amigos, salía con amigas, y ellos lo sabían siendo mi tapadera por si llegabas a preguntar. -Esta declaración hace que la mujer no se mueva, las lágrimas salen de sus ojos.
-Yo... -traga saliva y un nudo en la garganta se le hace. -Nunca te hice algo parecido. Lástima que tu pensarás lo contrario, haciendo, que hicieras, lo que hiciste. -Ella habla conteniendo el llanto-, que pena que jamás te acercaras a mi, y vieras lo que hacía para difuminar tus dudas ¿pero sabes una cosas? -las palabras ya están de más-, no era indiferencia, supiste desde siempre que demostrar afecto a los cuatro vientos no es lo mío, pero cuando llego a demostrarlo, es sincero, y por ello he estado contigo por tanto tiempo, entiende eso. -Ella se rompe en el instante, ya no hay por que quedarse con ese hombre.
-¡Ja! -exclama él en tono burlón-¿y que dijiste?, este ya se la creyó, ¡pues no! -le grita como buen patán-. Al menos entérate que ellas son mejor que tú, mas guapas, que cuidan su apariencia y me hacen sentir especial, que si les intereso. -Lo dice orgulloso.
Él la hiere moralmente al hacer las diferencias con las amigas. Ella no deja que eso le afecte y se burla de él.
-¡Ah! ¿Si? -ella abre sus brazos y se ríe en su cara-. Si tanto te gustan eres libre, súper hombre irresistible y falto de cerebro -sabe que hacerlo de menos le pega duro en su ego-, ¿ellas te dan lo que yo no, no es así? Haber si te aguantan tu bipolaridad por diez años, haber si te procuran como yo cuando te enfermas; cuando me preocupó por lo que te pasa, y haber si ellas renuncian a sus sueños por apoyar los tuyos. -Le aclara marcando las diferencias.
Las cosas llegan a tal punto, que la morena avienta a su esposo adentro de su hogar al no soportar que la insulte; haciéndolo caer al suelo de sentón. Entonces él se para, la toma de la blusa por el cuello y le planta dos tremendas cachetadas que la hacen girar de nuevo el rostro.
Ella no deja que el llanto la venza, levanta la mirada llena de enojo y determinación. Le muestra que él no es indispensable, necesario, e importante en su vida.
-¿Ya te sientes mejor? -le recrimina con una mirada sombría-, ¿crees que golpearme es la solución? -marca una risa burlona-, ¡qué poco hombre eres! -esa mirada, la mirada de ella hace que el hombre enfurezca más.
Sin esperarlo, él le avienta; esto hace que ella caiga de sentón sobre el pasillo del edificio, chocando con la puerta del departamento de enfrente. Llena de cólera la mujer, se levanta del piso, él, simplemente se queda mirándola en el marco de la puerta como un maldito iceberg.
-¿Sabes qué? ¡muérete! -ella no puede aguantar más-. Una que estúpidamente todavía se preocupa por ti. Llevas dos accidentes por estar en estado inconveniente, no entiendes ¿quieres regresar con tus amigas? ¡Pues vete!, ya no te voy a retener. -No, ya no se pueden arreglar las cosas-. Mañana que estés en mejor estado platicamos, y vemos como vamos a quedar con respecto a nuestros hijos.
Ella gira, comienza a caminar y baja las escaleras al primer piso, cuando escucha de nuevo al necio hombre.
-¿A dónde vas? -pregunta como si tuviera el derecho aún de hacerlo-. ¡Son las cuatro de la mañana! -le grita.
-¡Que te importa imbécil! - regresa ella la acción de igual manera en que la trató-. Lo que haga yo a partir de aquí, ya no es de tu incumbencia, cretino. -Ni siquiera gira para mirarlo, alza su mano derecha y le dedica una señal obscena con su dedo medio levantado y los del extremo doblados.
Ambos se giran, no se ven más; él cierra la puerta del departamento. Ella camina por el estacionamiento, saca su celular y abre esa aplicación de taxis a domicilio.
Entonces mira que un servicio está disponible cerca de su ubicación. Ella sólo tiene que esperar unos diez minutos, le da aceptar, y sale de la unidad habitacional hasta llegar a la calle; aguardando la llegada del vehículo.
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