👽 ESA NOCHE...
Domingo 17 de marzo del 2019
11: 00 p.m
En alguna calle del Planeta Tierra...
Una Jeep Liberty azul circula por las calles de la Ciudad de México. En su interior, tres sujetos viajan, dos de procedencia extranjera, y el tercero de origen mexicano.
Los tres hombres son totalmente distintos, lo que llama fuertemente nuestra atención. Su color de piel es abismalmente diferente, sus apariencias no encajan la una con la otra, y su acento al hablar hace difícil pensar el como es que se entienden; es una fusión de varios idiomas con un "shhhh" arrastrado en cada palabra.
El conductor del vehículo es un hombre robusto, tal vez de unos treinta y tantos años, pasado de peso y de piel morena. De cabello castaño oscuro, el cual, por lo largo, trae amarrado en una cola de caballo. El hombre es de baja estatura, bueno, baja a comparación de sus acompañantes, tal vez de un metro setenta. De rostro redondo en donde sus mejillas le cuelgan por la gravedad y ojos grandes oscuros con unas cejas muy tupidas. Es un hombre que representa muy bien los rasgos latinos, en especial el de un mexicano promedio. Su nombre es Crow.
El copiloto, a diferencia del anterior, es un hombre de estatura alta, tal vez de un metro noventa. Su piel oscura resalta bastante con esos ojos verde aceituna, y la composición marcada de sus músculos muestra las bondades físicas de su raza. Las rastras en su cabello son muy llamativas, le llegan hasta media espalda y hace difícil pensar como las mantiene tan perfectas; Novore es un hombres de raíces afro.
Y el último tripulante, aquel que va en la parte trasera, es un joven de un metro ochenta. De piel muy blanca y de cabello corto castaño claro que casi llega a un color rubio. Poseedor de unos ojos grises grandes, con rasgos escandinavos y el menor de los tres. De complexión delgada, pero esbelta y atlética, su nombre es Ricland.
-¡Rayak nos matará!, perdimos su cargamento. -Crow comenta preocupado a sus acompañantes-. ¿Cómo se supone que esos Dramel se enteraron de nuestro viaje?, la armada de Flamel casi no ronda este sector, por que saben que no hay nada que valga la pena aquí.
-No lo sé, -se une a la conversación Novore-, seguramente alguien nos traicionó. No dudaría que en Zoldak compraran a uno de los nuestros para obtener la Raindrop Zils. -Observa sospechosamente a sus compañeros, tratando de ver si ellos son parte del complot enemigo.
-Yo aseguraría que fueron los Valgs -dice Ricland-, esos seis harían lo que fuera, por obtener lo que sea. No en vano ellos son los seres más temidos del universo.
Los tres sujetos a simple vista son como cualquier habitante del planeta donde se encuentran. Discuten sobre su nefasto día. Las posibles consecuencias de sus desastrosas decisiones, pero lo único raro que podemos notar en estos individuos, es el tema de conversación que llevan.
Crow maneja la camioneta tomando sus precauciones, pasa desapercibido entre los demás vehículos, al recordar que no es buena idea llamar la atención cuando ya tienen un problema mayor.
-Si hubiésemos dado esa vuelta de noventa grados en Satarn (Saturno), nadie nos habría seguido. -Le reprende Ricland, el joven que va en el asiento trasero de la camioneta-. ¡Pero siempre eres tan bruto y cabeza dura Crow! -el gesto en su rostro da a notar su descontento-, ¡no escuchas idiota! -exclama furioso-, por tú osadía ahora no tenemos nada.
Ricland está harto de la situación y ya no aguanta viajar en esa camioneta. Es más, podemos decir que siente que aquel lugar es demasiado pequeño para él, sofocándolo; a la vez que causa un inicio de claustrofobia.
-¡Ya déjalo en paz Ricland! -pide lo mas tranquilo posible Novore, el hombre afro-, ya sabes lo que pasa cuando lo estresamos de más, -hace que Ricland recuerde las veces que realizó lo contrario con Crow. Además de hacer un ademán indicando que el conductor se infla-. No queremos otro vehículo hecho pedazos, ya de por si estos armatostes son precarios. -Golpea la puerta a su derecha abollándola al instante-. No pienso, y me niego rotundamente a buscar otro vehículo, hemos perdido bastante tiempo.
-¡No podemos llegar a Zoldak sin nada! -grita Crow exasperado-. Debemos recuperar el cargamento. -Se ve más preocupado que los otros dos.
-Bien... -Ricland se llena de toda la paciencia que le es posible-, ¿y exactamente cómo lo haremos, idiotas? -la situación está estresando a los tres sujetos en ese vehículo-. Nuestras armas están en la nave, la nave está muy lejos ahora. ¡Oh!, espera... -Ricland usa el sarcasmo-. No sabemos a donde fueron los Dramel para seguirlos y recuperar la carga. -Reclama a sus compañeros.
En el momento, Crow se detiene ante un semáforo de forma repentina, tanto Ricland, como Novore, lo miran con ojos asesinos por la forma de frenar el vehículo; la mirada de ambos es tan penetrante, que Crow debe dar una explicación antes de que termine asesinado por ambos.
-He visto que todos los vehículo se detienen con esa luz, -señala el semáforo que está en rojo-, cuando cambie a verde, podemos ponernos en marcha de nuevo. -Crow ve con nervios a sus compañeros, que a su vez no lo dejan de mirar como una presa-. ¿¡O es que acaso piensan llamar la atención!? -por fin se arma de valor y alza la voz-. Recuerden que tal vez no seamos los únicos aquí. Debido a la guerra de la Alianza Galáctica, muchos han estado migrando a diferentes planetas escapando de los Valgs. Y me causa mucha incertidumbre que la Fortaleza Dalungdog se encuentre en este Sector. -Les recuerda Crow la principal razón del por que deben pasar desapercibidos.
-¿Creen que el Valg de Trueno sepa que nosotros llevábamos la Raindrop Zils?, -recapacita la situación Novore-, es muy extraño que el Líder Galáctico se encuentre muy lejos de la zona del conflicto principal. Y recuerden que vimos a su perro Vyras anteriormente en este Sector. -Comenta con preocupación-, Balrog del Trueno es de cuidado, y si busca lo que se supone nosotros cargabamos, estamos en problemas. -Es extraño ver el terror que externan estos tres hombres por un solo ser-. ¿Y si tomamos uno que otro espécimen de este planeta? -pregunta el hombre afro en tono curioso a sus compañeros-. Así confundiremos un poco al Valg y al Vyras, que piensen que somos simples recolectores. Además podemos vender lo que llevemos en Zoldak, nos pagaran muy bien, y más si llevamos flora rica en oxígeno. -Da una opción el hombre para salir del problema que ahora tienen.
-Mmmm... -el joven de piel blanca no se ve del todo convencido-. La vegetación de aquí no puede suplir la pérdida de la Raindrop Zils, y si el Valg ya sabe que nosotros llevabamos ese cargamento, nos casará por todo el universo si es necesario, ¡crees que es estúpido! -Ricland es realista-. Pero en algo tienes razón, el oxígeno puro es muy difícil de conseguir hoy en día; es oro puro en el universo por el cual sí, nos pagaran muy bien. -El hombre de cabellos casi rubios agarra su mentón trazando planes-. Además, ya estoy harto de esta ropa que pica, y de este tamaño diminuto que ya me está molestando. Debemos salir de este planeta cuanto antes. Apurémonos a tomar esas plantas, y vayámonos de regreso a la nave, si Balrog del Trueno está aquí, no tardará en llegar el Valg de Fuego y entonces sí, tendremos graves problemas.-. Ricland da el visto bueno al plan de Novore para llevarlo a cabo.
Después de esto, siguen manejando por la ciudad de México, entre avenidas y calles dirección Oriente. Se dirigen al campo deshabitado donde aterrizaron horas antes su nave, la cual ha sufrido un desperfecto al tratar de perder a los Dramel.
-¿Que les parece si nos llevamos a uno que otro humano? -sugiere Crow al ambicioso plan.
-¿Para qué?, no sirven de nada -. Novore no le ve el caso.
-¡Claro que si sirven de algo! -objeta Crow al descontento de Novore, -sirven de comida, ¡inútil! -masajea su estómago regordete -. Si en Zoldak nos encontramos a un Ulitán -un gigante morado del sistema Este -estará fascinado con probar carne humana. -Al parecer esa criatura es carnívora-. Casi nadie sabe de este planeta, si hacemos lucir apetitosos a los humanos, podríamos tener un nuevo negocio. -Podemos ver que Crow es todo un comerciante experto estafador.
-Bien... podría funcionar, -acepta Ricland-, nos llevaremos a unos cuantos humanos -eso sorprende a Novore -probaremos con pocos para empezar, y si funciona, regresamos por más cargamento. -Es su última palabra.
Ricland entonces mira a sus compañeros, dando a entender que tienen su aprobación para hacer lo que quieran. Después cierra sus ojos, cruza sus brazos para volver a descansar y poner clara su mente.
Así los tres forasteros siguen su camino en esa Jeep Liberty azul, ya han trazado un plan, que solo falta poner en práctica, para después, regresar a su nave y marcharse de el planeta en el que se encuentran.
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