Veintiocho
CAPÍTULO 28: Te curaré.
Ambas personas de hebras plateadas se observaban entre sí con distintos sentimientos a flor de piel, la menor meneó su cabeza sintiendo un dolor atravesar su cuello y llegar a su ojo derecho; Kenji la miró con su ceño fruncido y se acercó para mirar un poco más lo que le sucedía a su experimento.
—Me... duele —susurró Gina, adolorida. Llevó su mano blanquecina a su ojo derecho y sintió un líquido salir de este—. Sangre.
El rostro pálido de la mujer se tiñó del lado derecho de un color escarlata, su ojo derecho se estaba comenzando a tomar una tonalidad rojiza y a la vez negra y Kenji se asustó. Eso no debía suceder.
Tukusama se tambaleó al sentir como sus fuerzas se iban rápidamente, jadeó cayendo al suelo y se agarró su cuello sintiéndolo apretado. Miró con nerviosismo a su padre biológico y una lágrima rojiza salió de su ocelo derecho.
—¿Qué me sucede, Kenji?
—No lo sé, eso no debería estarte pasando.
La fémina soltó una risa corta irónica a la vez que se trataba de parar, cosa que logró pero con demasiado esfuerzo—: Al final terminaré muriendo.
—Tu kakugan.
—¿Qué tiene?
—Ya no está en el izquierdo, ahora está en el derecho —informó impresionado el mayor, dejó caer su maleta y se paró al frente de la chica, la inspeccionó con su mirada e hizo una mueca—. Lo siento.
—¿Por qué te lamentas? ¿Es por qué tu experimento falló?
—No... en parte sí pero no. Creo que mis ganas de que me reconozcan con mis experimentos superó el amor de padre, lamento todo lo que te hice, Gina-chan —se lamentó, bajando su vista al suelo.
—Te perdono, a pesar de todo lo que me hiciste y en lo que me convertiste, te perdono. Porque si no hubiera sido por ti, no hubiera conocido a Oto-san, a Itori y a Kaneki —le dedicó una ligera sonrisa y, a los segundos, se quejó apoyando su mano en su corazón—. ¿Qué irónico, no? Tu fuiste uno de los que me creó y terminaré muriendo por ti. Que giros da la vida, ¿no, padre?
—Te curaré.
—Creo que ya no tiene cura lo que me hiciste, Kenji —negó rechazando la oferta, se alejó unos centímetros y acomodó su capa negra y su máscara—. Creo que debes irte, la CCG llegará y te verá conversando con una Ghoul que está tachada en la lista negra de la organización. ¿No quieres que sepan que soy tu hija, verdad?
El hombre la vio con su ceño fruncido, merecía aquel trato después de el daño que le hizo pero tenía la leve esperanza que todo tuviera un propósito. Uno cuyo fue el convertir a su hija así y hacer que ella haga algo que sea reconocido por todo el país.
Después de todo, ella era la guerrera plateada. Una mujer de rasgos delicados pero a la vez fuertes, delicada pero peligrosa, astuta e inteligente; Tukusama Gina era el Yin y el Yang en ese mundo de los Ghouls y humanos.
—Estate atenta, buscaré una cura a lo que te está pasando, hija.
—Procura no morir con uno de tus experimentos, padre.
Que extraña forma de despedirse la de ellos, ambos tomaron distintas rutas para largarse de ahí y algo hizo que la menor se quedase cerca del sitio, ese presentimiento estaba alrededor de su corazón y temía que algo malo sucediese.
Escuchaba gritos, gruñidos, cortes al aire y explosiones. Todo envuelto en un manto oscuro y sádico, uno el cual tuvo que acostumbrarse desde que sucedió la primera parte de su pasado.
Sintió pasos detrás de ella y se giró para ver al individuo, algo adentro suyo se removió al ver esa distinguida cabellera y retrocedió queriendo irse del lugar. No quería luchar con el, no podía hacerle daño.
—¿A dónde vas? —abrió sus ojos al escuchar la interrogante y, sin poder esperárselo, algo se clavó en su abdomen—. Te dije que a dónde vas.
—No te incumbe, híbrido —murmuró, sonriendo debajo de su máscara Gina. Haise entrecerró sus ojos observando amenazante a la Ghoul pero una voz en su mente lo desconcentró.
Es ella.
Reconozco su voz pero, ¿qué hace aquí?
Haise, debes protegerla.
¡Debes hacerlo!
«¿Por qué debo hacerlo, Kaneki?» Se cuestionó Haise, sus ojos se clavaron en su kagune clavado en el abdomen de la Ghoul y sintió un dolor en su pecho ante eso. «¿Por qué me siento así? ¿Por qué me duele... hacerle daño?»
—¿Quién eres?
—Una vez le prometí a una persona, muy importante para mí, que lo protegería y cuidaría de este mundo pero...
«También de mí.» Completó en su mente el híbrido.
Una mujer de hebras plateadas y una ligera sonrisa se presentó en su mente, aquel recuerdo vino tan de repente que le hizo incapaz no retroceder.
—¿Kaneki? ¿Qué haces aquí?
—Yo...
—Creo que necesitas una taza de café, ¿gustas pasar? — «¿Cuándo sucedió todo esto?» Se preguntó Haise, girando para ver el sitio. Distinguió unas hebras plateadas y su corazón se volvió loco.
Una vez tuve una pesadilla y, inconscientemente, fui a su departamento.
No creí que ella hubiera accedido a escucharme a las dos de la mañana y hacerme ese rico café.
«Ella, ¿cómo se llama?»
—Debes salir de aquí, Haise.
Regresó a la normalidad mirándola con confusión y elevó sus cejas al verla unos metros alejada de el, tragó saliva acercándose para preguntarle su nombre pero se vio interrumpido cuando ella se giró lentamente para mirar hacia un lugar que no podía alcanzar a ver para después comenzar a correr de ahí.
¿Qué le sucede?
¿Por qué escapa?
¡Búscala, Haise! ¡Necesita ayuda!
«No puedo, Kaneki, si me llegan a ver me ordenarán matarla.» Dijo con lástima, se giró para retomar su camino.
Había algo que lo unía con esa mujer pero le era tan... difícil descubrirlo. Sabía que Kaneki fue alguien cercano a la fémina por lo que decía pero no le informaba quién era, si fue una novia, una amiga o si fue su hermana. Además, algo le decía que la Ghoul Plateada sentía casi lo mismo que él.
Porque sí, sabía que ella era la Ghoul Plateada y ese brillo en su ojo derecho le gritaba que lo conocía. Sin embargo, pocos recuerdos le llegaban a su mente para descifrar quién era la mujer.
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