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Uno




CAPÍTULO 1: El comienzo 







En la ciudad de Tokyo residían humanos al igual que una especie llamada Ghouls, una especie que se alimentaba de humanos y que eran cazados por estos.

Varios cuerpos no identificados fueron descubiertos en el Edificio de Aguamarina esta mañana, se encontró saliva de Ghouls sobre los cadáveres, el incidente está siendo investigado como un crimen de Ghouls.

Se escuchó por la cafetería y algunos de los empleados miraron al televisor que tenía puesto el canal de las noticias, la cual había dicho la información que casi todos los días se escuchaba en Tokyo.

Una empleada de la cafetería clavó sus ojos violáceos en el par de clientes que estaban sentados en una mesa que estaba ubicada al lado de la cristalera; quitó su vista del cliente que se encontraba riendo fuertemente para proseguir a atender con una sonrisa amable a la clienta.

—Eso no es gracioso —habló el chico pelinegro de ojos grises mientras veía a su amigo reírse.

—Es que, no puedes tener tu primera cita en una biblioteca.

—¿Por qué no? Estoy seguro que le encantará —dijo el pelinegro mirándolo con los ojos abiertos mientras sostenía la taza de café a centímetros de sus labios.

—Sabes muy bien que no pasará, de ninguna manera —señaló el muchacho de cabellos anaranjados que tenía sus brazos apoyados en la mesa.

El pelinegro soltó una exclamación ahogada y sus mejillas se tiñeron en un leve sonrojo.

—Entonces la llevaré a Big Girl, y comeremos hamburguesas —dio otra idea sonrojándose más y su acompañante comenzó a reír mientras golpeaba la mesa con su mano, divertido por lo que decía su amigo—. Sabes, hablo en serio.

—¡Esa fue buena! ¡Eres un desastre para esto! —dijo soltando leves risas para después apoyar su mano derecha en su mejilla—. Cómo cita sería un fracaso.

—Nada te gusta. Dime, ¿tu qué harías?

—Escucha. Primero tienes que elegir un lugar donde ella se sienta cómoda.

—Por ejemplo.

—P-Por ejemplo...

—Hide, ni siquiera sabes —habló diciendo lo obvio el pelinegro.

—Si lo supiera, no estaría perdiendo mi tiempo teniendo una cita contigo —murmuró mirándolo aún manteniendo su dorso apoyando su mejilla. 

En los últimos días se ha visto una cadena de ataques de Ghouls en el Distrito 20.

—Tienes razón —admitió y ambos miraron por la ventana.

Y la GCC cree que estos incidentes son obra de un mismo ejecutor.

Informó la reportera y Hide miró sobre su hombro al televisor.

—Eso queda cerca ¿No? —preguntó aún manteniendo su mirada en la noticia y el pelinegro llevó la taza de café a sus labios en un intento en vano de tomarlo, porque su amigo se acercó a su rostro quedando a centímetros de él.

—Bueno, entonces ¿Quién es... la hermosura de la que hablas? —interrogó mientras ponía una mano en su boca y miraba el lugar. Kaneki abrió los ojos y sus mejillas se sonrojaron—. ¿Es ella? —preguntó mirando a la  fémina de cabellos azules.

—No lo es.

—¿Y ella? —preguntó nuevamente mirando a una mujer de hebras plateadas quien atendía con una leve sonrisa a una adolescente.

—No lo es —respondió mirando a la chica y pudo apreciar como por un instante los ojos violáceos de ella chocaban con los grises de él—. Aunque es linda...

—¡Disculpa! ¡Un cappuccino por favor! ¿Y tú Kaneki?

La fémina se volteó hacia ellos y a pasos lentos se acercó hacia el par, anotó en su libreta lo que había pedido el de cabellos anaranjados y miró al pelinegro.

—Estoy bien —respondió la pregunta de su amigo mientras que miraba a la mujer frente suyo.

—Disculpa, ¿cómo te llamas? —se atrevió a preguntar el de ojos marrones sonriendo a la chica.

—Hide —lo regañó Kaneki exaltado pero a pesar de la imprudencia de su gran amigo, esperó con curiosidad el escuchar el nombre de ella.

—¿Para qué quieres saberlo? —interrogó mirándolo sin emoción alguna, y el que preguntó sonrió aún más.

—Simple curiosidad.

—Cuando encuentres una razón válida, se los diré —dijo para después mirar a Kaneki, haciendo que éste se sonrojase un poco más de lo que ya estaba—. Con su permiso.

—¡¿Tienes novio?! —preguntó al verla voltearse y la joven se fue ignorando la interrogante del muchacho.

—¡Detente idiota! —se levantó mirando como la figura de la señorita se iba.

—Qué linda.

—¡Qué haré si nos corren por tu culpa! Este es el único lugar donde ella y yo...—comenzó a decir pero paró al escuchar como la campana de la puerta sonó informando que una persona estaba entrando. Kaneki se ruborizó mirando a la persona que acaba de entrar—. Es... ella.

Una mujer de cabellos violetas y ojos del mismo color caminaba tranquilamente por la cafetería para ir a sentarse en una mesa apartada, Kaneki la miraba con sus mejillas ruborizadas y sus ojos tenían un brillo al verla.

—Ni lo intentes —comenzó a negar Hide mientras se cruzaba de brazos—. Serían como la bella y... ¿qué más seguía?

—¡La bestia!

—Bien, ahora que sé tu fantasía...—se estiró en su lugar y dejó dinero en el libro de Kaneki, llamado "Huevos de la cabra negra" —. Es hora de irme.

—Espera, Hide... —lo miró esperando que de ese modo su amigo no se vaya.

—Nos vemos, señorita que no sé su nombre —dijo el chico simpáticamente a la chica que estaba en el caja registradora y antes de irse dijo—: ¡Buena suerte, hombre soñador Kaneki!

La mujer de cabellos plateados miró con curiosidad al nombrado y se fijó en la mujer de hebras violetas y solo negó con la cabeza sintiendo que debía intervenir en los planes que tendría ella pero al ver la cara que le estaba dando su jefe desistió.

Solo esperaba que aquel chico de ojos grises pudiera liberarse de aquellas garras que tenían nombre, Rize.

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